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Hugo Chávez, lector de Nietzsche

Fuentes: Rebelión

Para Reinaldo Iturriza

Entre las diversas propuestas para celebrar la vida y el legado de Hugo Chávez una de las más felices ha sido la de crear un Centro de Altos Estudios dedicado a su pensamiento. Se trata de un proyecto de enorme importancia para nuestra patria y para toda Latinoamérica, particularmente en esta coyuntura histórica en la que resulta crucial iluminar con la presencia de Chávez todo el proceso de consolidación de la unidad de la región y, de manera simultánea, avanzar por el sendero del socialismo bolivariano dentro de nuestro país.

Recordemos que el pasado 22 de abril, durante una reunión en la Biblioteca Nacional, con intelectuales y comunicadores populares, el Presidente Maduro llamó a la creación de un Centro de Altos Estudios del Pensamiento del Comandante Chávez, designando, de manera muy acertada, a Adán Chávez como director de esa institución. En ese mismo encuentro, el Presidente Maduro giró instrucciones para comenzar la digitalización de la biblioteca personal del líder supremo de la revolución, la cual abarca unos catorce mil libros, comenzando por unos tres mil volúmenes, de uso permanente, en los cuales Chávez nos dejó múltiples anotaciones.

Resulta imposible exagerar el inmenso valor de esa «marginalia», de esas anotaciones al margen de sus libros, para reconstruir parte de la biografía intelectual de Hugo Chávez. A manera de ejemplo, piénsese solamente en toda la riqueza de sus comentarios, trazados en los márgenes de los grandes clásicos de la filosofía política o de nuestra historia. Imaginemos, por un momento, lo que pudo haber comentado o subrayado sobre las nociones de virtud y fortuna en Maquiavelo, para citar un ejemplo relevante entre muchos otros.

Dentro de toda esa vasta constelación de lecturas quisiera recordar una de las últimas y de mayor significación: me refiero a su relectura del «Zaratustra» de Nietzsche, iniciada en julio del 2011.

Vale acotar que existe una larga tradición de lecturas de Nietzsche desde la izquierda. Incluso antes de su muerte sus ideas resultaron muy atrayentes entre los anarcosindicalistas de Europa y los Estados Unidos. Citemos, para ilustrar lo anterior, a Emma Goldman o a importantes sectores de la intelectualidad del anarquismo ibérico durante la guerra civil española. Ya dentro del campo socialista, comenzando el siglo XX, la impronta de Nietzsche en la obra de Jack London, para citar otro ejemplo de relieve, ha sido reconocida ampliamente. Fue a partir de la Primera Guerra Mundial y como resultado de las manipulaciones groseras de su hermana, Elizabeth Förster-Nietzsche, que comenzó la inmerecida fama del filósofo como «protofascista». Una caracterización que terminará haciendo canónica, para amplios sectores de la izquierda marxista, Georg Lukács en su «Asalto a la razón».

Precisamente para contrarrestar las manipulaciones de Förster-Nietzsche, Georges Batalle publicaría diversos textos (desde 1937 hasta la escritura de su conocido libro, publicado en 1945) contra la apropiación nazi-fascista del filósofo. Paralelamente no podemos dejar de mencionar la huella de Nietzsche en Walter Benjamin y sus muy influyentes «Tesis sobre filosofía de la historia», particularmente en la lectura que hace de la idea de «Eterno retorno» expuesta por Blanqui, tras la derrota de la Comuna de Paris. Es muy probable, por cierto, que la versión blanquista, haya sido conocida por Nietzsche. Toda esta última vertiente, además, se encuentra íntimamente relacionada con las lecturas que del autor de «Zaratustra» articularían, en los 60 y 70, dos pensadores asociados a la generación del mayo francés, Gilles Deleuze y Michel Foucault.

Ya en América Latina, recordemos el hondo impacto de Nietzsche en el pensamiento de Mariátegui. En esa misma orientación, de acuerdo con Néstor Kohan, se sabe que el Che Guevara estaba trabajando en un texto sobre Nietzsche cuando cayó en combate en 1967. Finalmente, dentro del contexto venezolano, Pedro Duno, uno de nuestros marxistas más originales, dedicó varios de sus cursos, en la Escuela de Filosofía de la UCV, durante las últimas décadas del siglo XX, al autor de «Así hablaba Zaratustra». Se dice que cuando Duno y Ludovico Silva se conocieron, a principios de los 60, el primero le preguntó al segundo: «¿qué puedes decirme?» y Ludovico le habría contestado con una frase de Nietzsche: «Toda la oscuridad del mundo nada puede contra la luz del ser».

Puede decirse, con justicia, que buena parte de todo lo anterior gravitó en torno a aquel momento, de julio del 2011, cuando Fidel Castro le trajo a Hugo Chávez una copia de «Así habló Zaratustra» durante la convalecencia del venezolano en La Habana. No es por tanto para nada casual que, un año después, durante uno de sus más importantes discursos de la campaña electoral del 2012, Chávez haya sostenido: «Soy como el Eterno Retorno de Nietzsche, porque en realidad yo vengo de varias muertes…»

Cabe preguntarse, en este punto, ¿qué es esa noción nietzscheana de Eterno Retorno y cual pudiera ser su significado ético-político en la referencia hecha por Chávez dentro de lo que sería su última campaña electoral?

La idea de «Eterno Retorno» es muy antigua y ha sido evocada, en incontables ocasiones, por filósofos y artistas. Surge, principalmente, como una especulación de carácter cosmológico: si el número de átomos que componen toda la materia del universo es finito y si, paralelamente, el tiempo es infinito, todas las combinaciones posibles de ese número finito de átomos se repetirán, una y otra vez, a lo largo de la eternidad. De ello, en una versión mecanicista como la de Blanqui, se desprende que todo lo que conocemos como historia, tanto en su sentido colectivo como individual, se repetirá una y otra, para siempre.

Pero, en su polémica contra el historicismo y el positivismo dominantes en el siglo XIX, Nietzsche articuló una visión particular del Eterno Retorno la cual , sin negar sus orígenes en la ya citada especulación cosmológica, articula también una ética de enorme significación política en mi opinión. Deleuze, en su libro más hermoso, la resume de este modo, sin que sea para él, por cierto, lo más importante del Eterno Retorno nietzscheano:

Como pensamiento ético, el Eterno Retorno es la nueva formulación de la síntesis práctica: Lo que quieres, quiérelo de tal manera que quieras también el eterno retorno. «Si, en todo lo que quieres hacer, empiezas por preguntarte: ¿estoy seguro de que quiero hacerlo un número infinito de veces?, esto será para ti el centro de gravedad más sólido». Una cosa en el mundo le repugna a Nietzsche: las pequeñas compensaciones, los pequeños placeres, las pequeñas alegrías, todo lo que es concedido una vez, sólo una vez…

 

Lo anterior postula que ante cualquier decisión existencial, ante cualquier encrucijada personal o política, habría que plantearse, desde la perspectiva nietzscheana, si se desea que el curso tomado, lo que se está por hacer, se repita eternamente de acuerdo con la cosmología propuesta por el Eterno Retorno. No habría un amor más grande a la vida que desearla, una y otra vez, tal y como ha sido. En este punto Eterno Retorno y amor al propio destino se hacen indistinguibles recordando, además, que la política también es destino.

Porque, como seguramente supo Chávez mientras cerraba las páginas de su edición de «Zaratustra», amar el mundo es quererlo todo de nuevo, una vez más y para siempre.

* Juan Antonio Hernández es el actual embajador de Venezuela en Egipto.