Estamos comenzando a mirar lo que el padre libertador imaginaba: una gran región donde debe reinar la justicia, la igualdad y la libertad. 31 de Marzo de 2006, durante la inauguración de la Central Hidroeléctrica Caruachi, Edo. Bolívar, Venezuela La muerte del presidente electo de Venezuela, Hugo Chávez, obliga a una reflexión sobre la […]
Estamos comenzando a mirar lo que el padre libertador
imaginaba: una gran región donde debe reinar
la justicia, la igualdad y la libertad.
31 de Marzo de 2006, durante la inauguración de la Central
Hidroeléctrica Caruachi, Edo. Bolívar, Venezuela
La muerte del presidente electo de Venezuela, Hugo Chávez, obliga a una reflexión sobre la historia de Latinoamérica a partir del legado de Simón Bolívar pero también de la revolución cubana y de las luchas por la autodeterminación de los pueblos. La relación ideológica que parte de los procesos de independencia a sur del río Bravo, pasa por la gesta de Martí y luego la de Fidel Castro para desembocar en pleno siglo XXI en la revolución bolivariana. Los esfuerzos de los países de la región por conformar una alianza que les permita navegar con cierta gracia por las embravecidas aguas de la coyuntura internacional forman parte del sueño bolivariano.
Si bien las distancias entre el siglo XIX y el actual son enormes, en ambas épocas se planteó claramente la idea de que los países latinoamericanos estrecharan relaciones para evitar así el dominio de los imperios, hoy convertidos en voraces corporaciones internacionales. En la mente de Bolívar no estaba solamente la viabilidad económica sino también la cultural, base de la riqueza y particularidad de la región. Hoy, a casi dos siglos de la gesta del libertador, las cosas no han cambiado mucho, más bien han empeorado, por lo que su proyecto cobra una dimensión mayor.
A la muerte de Bolívar, la antorcha del latinoamericanismo fue sostenido por José Martí, ese gigante que en su infinito amor por Nuestra América, como llamaba a nuestros países, logró mantener viva la llama; su trágica muerte dejó la simiente de la revolución cubana. La enorme influencia de este proceso en toda la región articuló la resistencia a las ambiciones yanquis de dominación y, contra todo pronóstico, se mantuvo vigente. Cuba estuvo presente en los últimos cincuenta años y su pueblo ofreció una lección de valor y autonomía que fructificó allende las fronteras de Latinoamérica. Su crítica al imperialismo y su modelo socioeconómico es y debe ser criticado, pero sus logros no pueden medirse sólo por su éxito o fracaso en términos de desarrollo económico. Su gran aportación al sueño bolivariano fue haberlo mantenido vivo, vigente, siendo solidario con todos los movimientos populares que se fundaron en la certeza de que la libertad no puede vivir sin la igualdad; que los destinos de un pueblo no pueden ser diseñados en una oficina de algún país del primer mundo.
La prueba de lo anterior fue precisamente la revolución bolivariana en Venezuela, que inspirada en tales ideales, ofreció al mundo la prueba de que el modelo cubano seguía dando frutos. Pero además, el aporte venezolano a este proceso fue enorme pues logró llegar al poder por la urnas y no por la guerrilla foquista; manteniendo relaciones comerciales con EEUU y con el mundo, evitando así el infame bloqueo que no pudo poner de rodilla al pueblo cubano. Y si bien en un principio intentó un golpe de estado, el fracaso demostró y exigió otra forma de llegar al poder, más acorde con los tiempos.
El socialismo venezolano fue entonces un avance en la resistencia al imperialismo pues anuló la posibilidad de una invasión yanqui con el pretexto de salvaguardar la democracia. El pueblo venezolano dio una gran lección de madurez política al mundo, manteniendo las formas y al mismo tiempo, abriendo la puerta a un proceso social que aun no termina. En medio de todo eso, la figura de Hugo Chávez se levanta y se impone. Sin negar que los procesos históricos son producto de todos, el liderazgo, la voluntad y la confianza de Chávez en el sueño de Bolívar lo pone la altura de sus antecesores en la búsqueda de un mundo más justo.
Proveniente del pueblo llano, Chávez nunca renegó de su origen; lo utilizó para enfrentar una y otra vez los ataques y descalificaciones de la burguesía local y sus patrones. Y si bien podemos compartir o no su estilo y sus desplantes, su alegría y su empuje, los resultados están a la vista de todos: Venezuela es hoy un país más justo y su pueblo goza de un nivel de vida que muchos pensaron imposible. Pero además ha mantenido viva la llama del viejo proyecto del libertador de América. Les ha dado a los pueblos de Latinoamérica la esperanza en el futuro y al sueño bolivariano lo ha actualizado y vuelto realidad en nuestros días. Por eso exclamo sin rubor: ¡Hasta siempre comandante Hugo Chávez!
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