En 1994 tras cumplir condena por el alzamiento del 4 de febrero de 1992 contra Carlos Andrés Pérez y sus políticas económicas dictadas por el FMI, Hugo Chávez comenzó un largo periplo por toda la geografía de Venezuela para trasladar a los sectores secularmente excluidos del país, entre los cuales se podía empezar ya a […]
En 1994 tras cumplir condena por el alzamiento del 4 de febrero de 1992 contra Carlos Andrés Pérez y sus políticas económicas dictadas por el FMI, Hugo Chávez comenzó un largo periplo por toda la geografía de Venezuela para trasladar a los sectores secularmente excluidos del país, entre los cuales se podía empezar ya a incluir a grandes capas de las clases medias, un mensaje de cambio y de refundación política; junto con colaboradores y militantes provenientes en su mayoría de la izquierda ,entre ellos Nicolás Maduro, comenzaba a ensamblar un esbozo de organización política con la que disputar los comicios presidenciales de 1998. Una agente del DISIP (Servicios de Inteligencia Venezolano) llamada «Silvia», fue elegida para hacer un seguimiento de toda aquella actividad política: Comenzó justamente cuando él salió en 1994 a dar su gira internacional… Seguí su periplo por Colombia, luego a otros países, y finalmente a Cuba. Como recuerda la propia «Silvia» al fallecido periodista de Prensa Latina Luis Báez, la DISIP era asesorada y entrenada a través de cursos tanto por la CIA como por el MOSAD: Yo nunca me reuní con ellos (MOSAD) aunque sí había asesoría…
Con respecto a la CIA aclara : los cursos de entrenamiento se hacían en hoteles de Caracas. Nunca lo hacían en la embajada propiamente, pero los certificados sí salían de allí, tal y como aparece en el membrete.
«Silvia» se percató de las capacidades sobresalientes que tenía Chávez para la comunicación: En La Habana, Chávez ratificó algo que yo venía alertando…Aplicaba con extraordinario acierto la psicología de masas. No era un loco, como lo llamaban en la prensa y también algunos oficiales de la DISIP.
Esta conceptualización de Chávez como un excéntrico peligroso e inculto, cuajó sin dificultad en los medios españoles tanto por ignorancia como interés económico: en la medida que Chávez y el proceso Bolivariano mostraban un horizonte político de inclusión de los sectores populares a la vez que de control sobre los inmensos recursos naturales, especialmente del petróleo, la visceralidad de la llamada «prensa seria» española iba en aumento; merece destacar la pérdida de todo decoro por parte del otrora diario de la progresía española, poniendo de manifiesto las potentes imbricaciones entre la prensa y las multinacionales energéticas españolas, así El País llegó a publicar una editorial apologética del golpe del 11 abril de 2002 , golpe de factura sucia donde los haya, en el que algunos medios tomaban parte activa al hacer creer a la opinión pública internacional que los chavistas habían masacrado a tiros una manifestación de la oposición. La realidad era muy otra: francotiradores apostados desde altos edificios de la Avenida Baralt disparaban a mansalva a dos manifestaciones de signo contrario que nunca llegaron a encontrarse cara a cara. La mezcla de imágenes realizadas por dos cadena privadas, Globovision y Venevision asociando los muertos opositores con los disparos de chavistas (algunos de los cuales estaban defendiéndose de la balacera que les estaba cayendo desde los edificios) tenía que aportar el justificante del golpe para acabar con Hugo Chávez y colocar al presidente de Fedecámaras (la patronal) Pedro Francisco Carmona Estanga en la presidencia de la república. El golpe triunfó durante unas horas pero hubo un par de detalles con el que no contaban: el corresponsal de la CNN Otto Neustald grababa el comunicado de cuadros militares que apoyaban el golpe, en él, se hablaba ya de víctimas mortales por disparos en la Avenida Baralt, sin embargo posteriormente se percató de que cronológicamente las victimas mortales todavía no se habían producido en el momento en el que los militares que apoyaban a Carmona Estanga leían el comunicado. El segundo aspecto que menospreciaron los golpistas fue la inmensa movilización popular desde los cerros de Caracas para defender el proceso bolivariano y a quién lo encarnaba.
Este último aspecto no es un asunto menor ya que la gente que se movilizó y perdió la vida defendiendo a Chávez tenía el mismo color de piel que el presidente. No hace falta ser un avezado lector de manuales de teoría política para entender lo que ocurría y ocurre hoy en Venezuela ya que cualquier visitante de Caracas puede leer el conflicto de clase inscrito en el disparatado urbanismo de la ciudad. Los desajustes y exclusiones que genera el subdesarrollo dejan su impronta en los espacios humanos. Es curioso ver a un representante nacionalista como Anasagasti (representante de la diáspora vasca en Venezuela) clamar por la democracia en Venezuela, él y los suyos que tuvieron que ver, encerrados en sus bien dotados Hogares Vascos, como alrededor crecía imparable la desigualdad y la violencia política contra los sectores populares en los 70, 80 y 90. Sería bueno que se comprendiese que el derecho de autodeterminación en Venezuela pasa por el control político y social de las riquezas naturales. Chávez y su proyecto político representaba y representa a las clases subalternas y su derecho a ser nacionalistas también, a los intentos por construir equilibrios sociales y soberanías reales sobre los ingentes recursos de todo tipo que alberga Venezuela, y no sólo estoy hablando de hidrocarburos y de la faja del Orinoco.
Al igual que los creadores del Quattrocento, hay que empezar a construir la perspectiva histórica que explique lo que acontece en Venezuela; es precisamente en los vastos recursos naturales que posee el país (hidrocarburos, oro, hierro, manganeso, agua, coltán, bauxita etc.) en los que hay que situar el punto de fuga de esta perspectiva de la comprensión. Entre 1976 y 1995 el estado venezolano ingresó por venta de petróleo 270.000 millones de dólares (el equivalente a 20 planes Marshall) ; PDVSA, la empresa estatal desde 1976, funcionaba en realidad como un cenáculo político de gestión de la oligarquía rentista, mientras dos partidos políticos (COPEI y AD) practicaban el turnismo político desde 1958, dando a este modelo una apariencia democrática. Por otra parte EEUU, siempre consideró a Venezuela y su industria petrolera como algo propio, esto ya lo demostró en 1908 cuando fue derribado el gobierno de Cipriano Castro más proclive a que el estado tuviese cierta autoridad y peso a la hora de gestionar las concesiones a empresas extranjeras (fundamentalmente británicas y estadounidenses) para la explotación de recursos como el petróleo. El golpe dado por el general Juan Vicente Gómez contó con el apoyo manifiesto de las embajadas de Reino Unido, EEUU y Brasil ; a los pocos días y como colofón cuatro buques de la armada norteamericana se situaban en el puerto de la Guaira para garantizar las nuevas directrices.
Llegados aquí, hay que regresar a la figura y el liderazgo de Hugo Chávez y darse cuenta, como se dio cuanta «Silvia», que este militar, cuyos referentes políticos eran Velasco Alvarado, Omar Torrijos y los militares portugueses que se alzaron en la Revolución de los Claveles, tenía clara esta perspectiva histórica. Sin embargo Chávez y su liderazgo fueron de algún modo incompresibles y hasta extemporáneos a los ojos de cierta Gauche Divine europea y no europea. No se puede entender a Chávez sin conocer las coordenadas culturales e idiosincráticas de los Llanos venezolanos: personas orgullosas, extraordinariamente extrovertidas en la comunicación y a la hora de mostrar y exhibir sus sentimientos, personas impregnadas de una gran religiosidad, mezclada con cierta tendencia a la superstición. El pintor y ceramista Joan Miró decía que su fuerza para pintar y crear la recibía por los pies, como los campesinos catalanes. Algo muy similar se puede afirmar de Chávez, orgulloso de sus orígenes y de su ecosistema cultural en el que la expresión musical cantada de los diferentes géneros musicales (Joropo , Pasaje, Galerón, Quirpa…) nos da muchas pistas de en qué lugar se situaba a la hora de desarrollar la comunicación política y social. Si se escuchan las letras de Eneas Perdomo o de Cristóbal Jiménez , siempre aparece un «Yo» mayúsculo cantando y explicando lo que le rodea (naturaleza de contrastes, horizontes sin fin, el amor , la vida, la muerte, el orgullo, las historias, las gentes…) Un «Yo» que se explayaba emocionalmente para conectar con los sectores excluidos y devolverles la autoestima y la identidad. Chávez sabía que para poner en marcha un proyecto político como el que portaba era necesario mover estas dos palancas. Podemos desde la izquierda pensar que los liderazgos fuertes y carismáticos entrañan muchos peligros y semillas potenciales de degeneración, y es verdad, pero cuando la injusticia y el subdesarrollo han devastado ya tantos resortes humanos, se hace apremiante comenzar por aquí, por decirle a la gente que su miseria material y moral no es fruto de un designio divino.
Chávez, persona leída y destacado por muchos profesores de la academia militar como el joven más inteligente y carismático que habían tenido, armó esta manera de comunicación tan efectiva y directa a pesar de que los media lo sacaban fuera de contexto continuamente. Cuando en 2006 Chávez habló en la sesión de la ONU y comparó al presidente Bush con el diablo Chávez no hizo nada más que recordar el poema clásico venezolano «Florentino y el Diablo» de Alberto Arvelo Torrealba, una suerte de Martin Fierro venezolano en el que Florentino, humilde campesino llanero portador de identidad y valores propios se enfrentaba mediante los versos en décima, al mismísimo Diablo representante de los intereses foráneos. Conviene si se tiene a mano observar esta intervención completa o por ejemplo el discurso de la toma de posesión del año 2007 para darse cuenta de que efectivamente Chávez era muy peligroso para las élites, su didáctica movía y tejía con maestría conceptos políticos, imaginarios colectivos y perspectivas históricas de la comprensión.
Hay una herencia de Chávez que en mi opinión debe ser guardada como un tesoro: este militar sabía que los afectos debían de ser colocados en el centro del accionar político como motor y como brújula de las transformaciones profundas.
Si alguien está interesado realmente en saber qué ocurre en Venezuela que comience por ver «La Batalla de Chile» de Patricio Guzmán y que recuerde también lo que exigió Nixon a sus asesores con respecto al gobierno de Salvador Allende: «Hacer gritar a la economía»
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