Una cosa es estudiar y explicar el pensamiento de Marx; otra hacer marxismo hoy. Muchas cosas que enseñaban Althusser y Colletti hace cinco años (tal vez todas) se estudian más provechosamente como pensamiento (de tradición) marxista de uno y otro de esos autores que como pensamiento de Marx. Por lo demás, esta confusión entre el […]
Una cosa es estudiar y explicar el pensamiento de Marx; otra hacer marxismo hoy. Muchas cosas que enseñaban Althusser y Colletti hace cinco años (tal vez todas) se estudian más provechosamente como pensamiento (de tradición) marxista de uno y otro de esos autores que como pensamiento de Marx. Por lo demás, esta confusión entre el tratamiento filológico de un clásico y la continuación productiva de su legado es frecuente en las tradiciones en cabeza de las cuales hay un clásico que lo es no sólo en el sentido de paradigma de pensamiento teórico -en particular, científico- sino también en el de inspirador moral, práctico o poético.
Manuel Sacristán (1978)
La afirmación de que el marxismo no ha predicho nada desde 1917 no me convence: 1917 no fue predicho como predice una teoría científica. La teoría científica predice acontecimientos puntuales y repetibles. 1917 ocurrió una sola vez. Por otra parte, si 1917 fue predicho, entonces también la revolución china y la cubana, puesto que la imprecisión era la misma. El marxismo no es una ciencia, no es una teoría científica. No predice nada en el mismo sentido.
Manuel Sacristán
El materialismo histórico es pues una concepción metacientífica de la historia, basada esencialmente en la decisión metodológica (metacientífica) que atribuye a la economía un papel fundamental en el conocimiento histórico y a lo económico una función análoga en la vida histórica. Pero la doctrina se completa subrayando que el papel básico de lo económico es básico también en el sentido de no integral: es también «meramente básico». Con esto el materialismo histórico se distingue del economicismo, reducción de todos los fenómenos a economía.
Manuel Sacristán (1967)
En esta segunda entrega de «Imágenes marxistas» se continúa la selección de textos de Manuel Sacristán sobre diversos autores de la tradición marxista que no fueron objeto de un largo desarrollo por su parte pero sobre los que, en cambio, ofreció en notas, presentaciones, contraportadas o resúmenes reflexiones o apuntes de mucho interés (En algunos casos, para ser más exacto y como fuera su costumbre, «deslumbrantes» sería el adjetivo más correcto).
Para algunas entradas, especialmente en el desarrollo de algunas obras de A. Gorz, me he servido en esta ocasión de las detalladas anotaciones de sus cuadernos de resúmenes y de trabajo depositados en Reserva de la Universidad de Barcelona. Para no alargar la selección, en ocasiones, no he reproducido el texto completo del libro anotado, cosa que, efectivamente, Sacristán sí que hizo (y sin errores, incluyendo notas, cursivas y subrayados cuando era el caso). El estudio, la lectura de estos cuadernos confirma una vez más la afirmación de discípulos suyos como Francisco Fernández Buey o Antoni Doménech acerca del rigor, la elegancia, la exquisitez, la tenacidad, la honradez y la fuerza de Sacristán como trabajador intelectual. Todos estos cuadernos, sin excepción, son modelo de lectura rigurosa y de trabajo bien hecho.
Como en el caso anterior, mis anotaciones están indicadas por «Notas SLA» o están escritas en letra de menor tamaño.
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10. Gustavo della Volpe
Galvano della Volpe nació en Imota (Bolonia), el 24-IX-1895. Sus principales obra son: La filosofia dell´esperiencia di Davide Hume (1933-1935); Eckhart o della filosofia mistica (1930-1952); Logica como scienza positiva (1950-1956); Rousseau e Marx e altri saggi di critica materialista (1957-1962).
La Crítica del Gusto del profesor de Historia de la Filosofía de la Universidad de Messina, Galvano della Volpe es ante todo un intento de reorientación radical de la estética y la teoría del arte marxistas. En vez de reaccionar a la crisis del zhdanovismo mediante una reformulación más prudente de las implicaciones teóricas e historiográficas de la doctrina del «realismo socialista», como lo intenta el Lukács de 1956 y años posteriores, Della Volpe, libre de todo condicionamiento directo por el pensamiento de Hegel, prefiere replantear el problema desde la raíz, con un punto de partida nada especulativo -ni menos hegeliano- en que se encuentran tres elementos principales: primero, el dato del gusto artístico contemporáneo, tanto en culturas socialistas (Maiakovski) cuanto en culturas burguesas (Eliot), y tanto en su aplicación a objetos artísticos del presente cuanto en la estimación de creaciones del pasado. Esta actitud supone el reconocimiento -también frente a Lukács- de que el gran arte burgués contemporáneo no puede entenderse globalmente como un fenómeno de decadencia. Segundo: las aportaciones de la lingüística estructural, recogidas por Della Volpe con un radicalismo de filósofo que probablemente va más allá de la solidez de convicciones de muchos lingüistas influidos por esa escuela. Tercero: la inspiración filosófica del Marx de la Introducción al Esbozo de la crítica de la economía política.
Mención especial merece el discutido intento lingüístico y estilístico de Della Volpe que, al precio de cierta dificultad de lectura, aspira a liberar a los términos de su habitual y tranquilizador arropamiento sintáctico en el discurso cotidiano.
1 . Contraportada de la traducción castellana (1966) de Crítica del gusto.
Nota SLA:
De una de las carpetas de resúmenes depositadas en Reserva de la UB, estas breves anotaciones acerca de: G. della Volpe y otros, La dialéctica revolucionaria. Puebla, Instituto de Ciencias de la UAM, 1977.
«1. Contiene un debate en Rinascita de 1962 y unas entrevistas en Rinascita en 1971. Prólogo Gabriel Vargas Lozano, que probablemente ha hecho la selección [SLA: Gabriel Vargas Lozano, que impartió la lección inaugural en las jornadas de homenaje a Sacristán de noviembre de 2005 celebradas en la UB, entrevistó a Sacristán posteriormente durante el curso 1982-1983 para la revista mexicana Dialéctica].
2. Luporini: «Por lo que a mí respecta, no obstante la profunda diversidad de origen, siento en este momento que la dirección y orientación de mis investigaciones es mucho más compatible con la tendencia expresada por Geymonat que con la tendencia de la escuela de Della Volpe» (p. 30). Claro, porque no buscaba la super-ciencia en Marx, como los dellavolpianos, sino que admitía la idea normal de ciencia.
3. Colletti: «Una lógica y una gnoseología materialistas no pueden ser una «metodología» y mucho menos una metodología «pura», pues es y debe ser, al mismo tiempo, teoría del método y a la vez de la realidad» (p. 36).
Cómico resto hegeliano, parte de la idea de ciencia especial, de dialéctica científica.
4. Della Volpe: «(…) todo saber digno de ser tal es ciencia y, por tanto, no mero saber o contemplación (…)» (p. 72, nota).
Esta declaración de cientificismo, autocita de Rousseau a Marx, pág. 157, es la raíz de muchos vicios de la escuela. Si no hay más saber que la ciencia, todo lo que dice Marx tiene que ser ciencia; como no es corriente, es superciencia, dialéctica científica.
Igualmente, de un cuaderno también depositado en Reserva UB, fondo Sacristán, unas notas fechadas en marzo y abril de 1965, escritas probablemente durante el período de traducción de Crítica del gusto:
«1º. Della Volpe, Crítica del gusto, pág- 100, que es donde dice claramente su tesis de la distinción lenguaje científico-lenguaje artístico por contextualidad heterónoma (omnicontextualidad) y contextualidad orgánica.
Me temo mucho que, a pesar de lo sugestiva que es la tesis, dé un resultado bastante parecido al de la tesis romántica que combate. Della Volpe quiere terminar con la idea -aún presente en Lukács, de que un lenguaje poético expresa la esencia intuitivamente, por la imagen. Della Volpe lleva plena razón en su crítica: esa tesis es a) irracionalista y mística; b) autocontradictoria, porque decir esencia es establecer rasgos de la multiplicidad, y esto es racionalidad.
Pero su tesis positiva no tiene tanta fortuna como su crítica; en sustancia, consiste en decir que el lenguaje poético es inferior, porque su contextualidad orgánica depende del carácter no-técnico de sus términos, y carácter no-técnico es lo mismo que carácter equívoco, ambiguo, o sea, racionalmente deficiente.
Pero su tesis se puede complementar, y anular tal vez: el lenguaje poético no es inferior. Lo que pasa es que el lenguaje científico -del conocimiento en general- no lo cubre todo, deja insatisfecho. Y el poeta penetra en el vacío, estableciendo conexiones nuevas, no garantizadas porque no quieren serlo, por principio. Y las nuevas conexiones le sirven sobre todo para intentar rellenar una laguna: la del conocimiento de lo singular en general, y, en particular, el de su individualidad (lírica) como representante de toda la humanidad -toda ella inevitablemente insatisfecha siempre de lo que sabe garantizadamente.
¿Procede el poeta equívocamente, no omni-contextualmente? Della Volpe se equivoca: la historia de la poesía da un específico «omnicontexto». La ambigüedad lo es sólo desde el punto de vista del lenguaje garantizado. Sólo en éste no son técnicos los términos del poeta.
Por lo demás, «omnicontexto» perfecto no existe tampoco para el filósofo*.
(*) No olvidar que para Della Volpe se trata de polisentido, no de equívoco, como en el lenguaje vulgar.
2º. Della Volpe, pp. 114-115. La teoría tiene contradicciones internas esenciales. Ejemplo: lo unívoco (ciencia), el polisentido (poesía) trascienden la equivocidad de lo literal-material (lenguaje vulgar) de dos maneras. Primero, atribuyendo un sólo término a cada género, y haciendo que cada género disponga de un término propio suyo. Muy natural, porque los términos técnicos se crean mediante neologismos cuando hace falta. El segundo, atribuyendo más términos a cada género.
Pero como no es normal el neologismo poético, esto tiene que redundar -visto desde el lenguaje científico- en equivocidad aún mayor que la del lenguaje vulgar: pues los nuevos términos – metafóricos, por ejemplo- se tienen que tomar del lenguaje vulgar, aumentando así su equivocidad.
Della Volpe desprecia demasiado el lenguaje vulgar en cuanto a su capacidad cognoscitiva (14/III/1965).
3º. En realidad, el hecho de que el fonema no sea símbolo y de que la onomatopeya sea convencional no anula la posibilidad de que en poesía la onomatopeya y los efectos sonoros sean a veces esenciales: pues el lenguaje positivo es muy «meta» convencional, y puede tomar como naturaleza la convencionalidad precisa del lenguaje común (15/III/1965).
11. Disidentes
A. Es muy importante, particularmente en la confusa situación ideológica de nuestros días [1985] de «desencanto» y cinismo, que las organizaciones marxistas radicales [LCR, MCC, PCC…] se mantengan dentro del frente por la paz, sin protagonismo que ahuyente a buenos luchadores, pero sin disimular la dignidad de su pasado de luchas por la libertad de los oprimidos ni su capacidad de enlazar la lucha por la paz con la emancipación social, fundamentándolas recíprocamente la una por la otra. Esas organizaciones están llamadas a mantener, a través de una conceptuación marxista, la perspectiva emancipatoria. Por esa importancia que tiene su presencia, el fundamentalismo en que caen a veces y sus reticencias son mucho más fecundas y mucho menos peligrosas que las paralelas manifestaciones entre los disidentes fundamentalistas del Centro y del Este de Europa.
No es que carezcan de verdad y de importancia muchas de las reivindicaciones de esas personas del área de influencia rusa. Es sobre todo verdad su afirmación de que no se puede fundar una paz duradera, más arraigada que la imprescindible, pero insegura, «no-guerra», si no es consiguiendo la reunificación de Alemania y la libertad política para los pueblos del Centro y el Este de Europa. (Como las voces que llegan no son alemanas, ni polacas, ni bálticas, sino principalmente checas y eslovacas, no añaden ni algunos requisitos obvios de una paz sólida en Europa, relativos a otras naciones.)
Pero con solo eso (y en ello se agota la doctrina de los disidentes fundamentalistas del Este y el Centro de Europa) no basta (puestos a ser fundamentales): pues esa solución nos retrotrae simplemente al mapa de estados belicosos de la Europa de entreguerras.
La perspectiva de los movimientos marxistas clásicos, incluso cuando peca ella también de fundamentalista, es menos peligrosa porque no procede sobre la base de una provocación premeditada del ejército soviético, como lo hacen algunos disidentes del Centro y del Este de Europa, declaradamente partidarios de acciones militares contra la URSS; y es más fecunda porque no se contenta con volver al status quo ante que tuvo consecuencias tan siniestras.
[SLA: La cursiva es mía]
B. En estos últimos tiempos se han producido, o mejor se han dado a conocer, los fenómenos de resistencia de los llamados «disidentes». Fenómeno contradictorio, plural y en algunos casos claramente reaccionario. Pero la existencia de personas como Havemann, London, Biermann, Kosic,… hace que los comunistas tengamos que solidarizarnos con ellos y que al mismo tiempo tengamos que meditar sobre los problemas que les afectan. Con los datos que poseemos actualmente, ¿crees previsible una próxima evolución de los países llamados socialistas hacia un tipo de sociedad que se acerque más a lo que entendemos por socialismo? ¿Qué papel están jugando los disidentes?
A la primera parte de la pregunta no puedo contestar: me falta la seguridad para hacerlo, incluso información suficiente. En cuanto a la segunda, creo que los disidentes son en su mayoría reaccionarios, lo que no quita ni pone verdad a lo que dicen, como es natural, aunque si permite barruntar lo que sería su triunfo, por lo demás inverosímil.
En cuanto a la minoría de disidentes comunistas, creo que en las JJCC [Juventudes comunistas, las juventudes del PSUC] deberíais familiarizaros no sólo con los nombres que citas, sino también con las ideas del ruso Roy Medvedev y del alemán Rudolf Bahro, autor, hoy en la cárcel [1978], de un volumen (La alternativa. Crítica del socialismo real) que es quizá la publicación más importante de la resistencia comunista a los autoritarismos del este de Europa.
11. A. «Los partidos marxistas y el movimiento por la paz» (1985), Pacifismo, ecología y política alterativa, op. cit, p. 182. 11.B.»Entrevista con JCC sobre Checoeslovaquia» (1978), Intervenciones políticas, op. cit, pp. 279-280.
Nota SLA:
Joan Pallisé, el que fuera -y esperemos que por justicia siga siéndolo- magnífico director general de Metereología de la Generalitat de Catalunya, tuvo la amabilidad de facilitarme la pregunta del apartado B, y, como magnífico regalo anexo, de todas las preguntas del cuestionario (perdido) que el mismo Pallisé preparó para las JJ. CC y que el propio Sacristán no había conservado. Véase su nota a pie de página: Manuel Sacristán. Intervenciones políticas, op. cit, p. 275: «Esta entrevista se debió de publicar en el órgano de las JJCC, Jove Guàrdia, pero no sé en qué número. No tengo las preguntas».
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12. Rudi Dutschke (1940-1979)
A. El 2 de julio de 1967, al final de una manifestación antiimperialista, la policía berlinesa mata de un disparo a bocajarro a un estudiante que caminaba sólo y sin armas de ninguna clase, Benno Ohnesorg; y el Jueves Santo de 1968 se produce el atentado contra Dutschke, uno de los portavoces más visibles del movimiento socialista estudiantil. El lenguaje de Ulrike Meinhof cambia, como cambió el estado del ánimo del movimiento: «Se acabó la broma» (Konkret, 5/1968) y hay que utilizar «medios distintos de los que han fracasado, puesto que no han podido impedir el atentado contra Rudi Dutschke».
B. Por lo que hace a los países de capitalismo avanzado o relativamente avanzado, Gramsci realizó por los años 20 y 30 un análisis de la fase de gestación del socialismo que está siendo esencialmente confirmado por los acontecimientos de los años posteriores, y muy llamativamente por los de la década de 1960. Gramsci argumentaba que la misma toma del poder político en estados de esas características exige una previa penetración de la «sociedad civil», una conquista de los fundamentos no inmediatamente político-estatales de esos poderes. Desde los tiempos de Gramsci el estado del capitalismo monopolista ha penetrado la «sociedad civil» aún más profundamente, lo que complica la perspectiva estratégica abierta por Gramsci, pero la hace aún más esencial. La crisis de instituciones de esta sociedad -ante todo de la universitaria- es una buena prueba de ello. Por eso no es sorprendente que en el movimiento estudiantil europeo de los años 60 se redescubriera la estrategia gramsciana aun sin conocer a Gramsci. Cuando Rudi Dutschke usó la formulación de la «larga marcha a través de las instituciones de la sociedad capitalista» no parecía haber leído a Gramsci. (Lo que interesa de esa frase no es su alusión histórica, sin duda desacertada, pues la Larga Marcha de los comunistas chinos fue una retirada estratégica, mientras que la conquista de la sociedad civil capitalista es una «guerra de trincheras» para destruir la hegemonía de la clase dominante, su poder no inmediatamente político, y dar base a la ofensiva.). La lucha ya hoy, bajo el capitalismo, contra la división del trabajo instituida y, por lo tanto, contra la universidad como institución de esa división del trabajo, es un sendero que desemboca en el camino principal del cambio histórico, de la lucha directa por el poder político…
12. A. «Cuando empiece la vista» [1974], Intervenciones políticas, op. cit, p. 165. 12.B. «La Universidad y la división del trabajo» [1970], Ibidem, pp. 147-148.
Nota SLA:
Dos breves referencias más a Dutchske. En «¿Para qué sirvió el realismo de Lukács?» (Pacifismo, ecología y política alternativa, op. cit, p. 177), a propósito de la traducción castellana de Historia y consciencia de clase, comentaba Sacristán:
» (…) Mas la comparación [entre Lukács y Korsch] puede confundir acerca de las motivaciones de la autocrítica de Lukács. En ella no hay oportunismo ni insinceridad: la autocrítica señaló su paso de la utopía inicial al realismo que le caracteriza en sus años maduros. Desde entonces creyó siempre Lukács sinceramente que el idealismo de Historia y consciencia de clase era un error teórico. Muchos años después del incidente con la Internacional, cuando se preparaba la edición castellana de su obra (1968), tuvo ocasión de probarlo. Durante los trabajos preparatorios, el traductor castellano recibió la oferta de Rudi Dutschke de escribir una introducción para la edición española. El traductor, que apreciaba a Dutschke también como escritor, accedió gustoso e imprudente. Cuando poco después se lo dijo a Lukács, éste se inquietó pensando que Dutschke escribiría una reivindicación idealista y utópica de la obra: se negó a aceptar el proyecto y, en contrapartida y para asegurar su veto, escribió él mismo una introducción muy crítica, que es el único texto suyo que ha aparecido en castellano antes que en ninguna otra lengua. Ahora bien, en 1969 (techa de la publicación), Lukács no habría tenido nada que temer por haber escrito Historia y consciencia de clase ni por reafirmar el pensamiento de ese libro.»
Igualmente, en un determinado momento de su conferencia «Sobre Lukácas» de 1985 (Manuel Sacristán, Seis conferencias, El Viejo Topo, Barcelona, 2005, pp. 174-175), a propósito de la evolución política de Adorno, señalaba Sacristán:
» Cuando el 68, sus estudiantes, entre otros individuos de tanto talento como Dutchske, Hermann Clark -que se mató en un accidente de automóvil en el 68 mismo, corriendo de Hamburgo a Berlín a una manifestación, se pegó un trastazo y murió en las puertas de Berlín-, algunos otros personajes, sobre todo uno que a mi me conmueve mucho, y supongo que cuando sea muy viejo, y ya me esté muriendo, todavía la recordaré con dolor que es Ulrike Meinhof, a la que conocí en Münster, cuando empezaba a ser roja, todavía no lo era mucho, pues también fue alumna de él, de Adorno, cuando estos estudiantes de Adorno decidieron que había llegado el momento de hacer algo, de hacer algo en la práctica, Adorno…».
El texto continúa narrando el desencuentro de Adorno con los estudiantes del movimiento de 1968.
13. Hans Magnus Enzensberger (n. 1929)
De una de las carpetas de resúmenes depositadas en Reserva de la UB, estas anotaciones de Sacristán sobre: Hans Magnus Enzensberger, Para una crítica de la ecología política. Barcelona, Anagrama en 1974.
1. Ensayo escrito con grandes bandazos que acaso estén determinados por la tradición de mezclar la crítica ideológica con la consideración de la cosa misma, acaso por precipitación en la composición, y acaso por pudores de revolucionario verbal.
2. «La ecología humana es ante todo una disciplina híbrida que se ve obligada a utilizar categorías y métodos propios de las ciencias sociales y de las ciencias de la naturaleza sin haber procedido a una dilucidación de las dificultades teóricas que ello comporta. Tiende a absorber en cierto modo a las nuevas disciplinas y a subsumirlas en función del objetivo de su investigación, tendencia ésta carente de toda base científica y que responde tan sólo a la perentoriedad de ese objetivo» (p. 8).
El prejuicio geisterswissenschaftlich de la epistemología disfraza una tontería y una verdad: la falta de consciencia política de muchos ecólogos humanos. Este paso es un buen ejemplo de escolástica en mi sentido: versión pseudocientífica de un hecho.
3. Explica la sinergia en ocho puntos: demografía, energía, agotamiento de minerales, agua, limitación de la producción de alimentos, contaminación del mundo, contaminación de la atmósfera, polución térmica. Otros problemas: previsión cronológica, importancia relativa de cada factor de la catástrofe, dimensión de la catástrofe, reversibilidad o irreversibilidad del proceso.
4. p. 18 [Desde «Dado que las formulaciones de los mismos ecólogos oscilan entre la enunciación teórica y la concepción del mundo…» hasta «…se explotan los casos espectaculares de intoxicación, se absolutizan resultados parciales, etc»]. Muchos vicios: cientificismo, obediencia a valores burgueses.
En mi opinión por el momento, el único planteamiento eficaz es el global no morriñoso.
5. Distingue varias clases de «consciencia ecológica»: la de los «tecnócratas manipuladores al servicio de la clase dominante (pretenden enfrentarse sólo técnicamente al problema); la de los «concerned and responsable citiziens» que es la nueva pequeña burguesía (p. 20) y la de los llamados eco-freaks, que se creen el centro y sólo son lo marginal (p. 21) [Desde «Estos grupos, que proceden generalmente de las escisiones producidas en los grupos de protesta norteamericanos…» hasta «…Ideológicamente se inclinan hacia el oscurantismo y el sectarismo»].
6. «La izquierda ha considerado ante todo su deber enfrentar el problema desde una perspectiva crítico-ideológica. Su actuación es fundamentalmente clarificadora, tratando de poner de manifiesto las innumerables mixtificaciones que comporta el pensamiento ecológico y promoviendo su solución. Los momentos más importantes de este proceso de dilucidación, que resta absolutamente imprescindible, serán presentados y tratados a continuación» (p. 22)
Sin que eso sea falso, la falta de sentido autocrítico lo estropea: la izquierda ha empezado por ignorar todo eso y seguir averiguando el sexo de los ángeles grupusculares durante años, mientras los obreros y el pueblo de Erandio chocaban con la policía por la contaminación de su atmósfera.
7. Se refiere a la situación de los primeros obreros:
«Esta situación que podríamos ilustrar con otros muchos documentos del siglo XIX habría ofrecido ya entonces la oportunidad de entregarse a reflexiones ecológicas a un «observador neutral»; sólo que no existía este observador. Nadie cayó en la cuenta de que aquellos hechos eran susceptibles de provocar conclusiones pesimistas acerca del futuro de la industrialización. El movimiento ecológico sólo ha surgido en el momento en que los barrios residenciales burgueses y las relaciones vitales de la burguesía han sufrido el gravamen ambiental propio del proceso de industrialización» (p. 25).
. En primer lugar, se dieron cuenta muchos, desde Carlyle y Engels hasta los luddistas.
. En segundo lugar, la llegada de la crisis ecológica a los barrios burgueses es una buena prueba de agravación, no dice nada sobre la cosa, sino sólo sobre la ideología… y precisamente para mostrar los efectos de bendición que puede tener la ideología.
8. «Tras lo que antecede, resulta ya fácilmente comprensible que la clase obrera se sienta poco motivada ante el problema del medio ambiente y que sólo se halla dispuesta a emprender alguna acción concreta cuando redunda de forma inmediata en un mejoramiento de sus condiciones de vida y de trabajo» (p. 26).
Mientras que eso sea así, tradeunionismo e incapacidad de hegemonía.
9. [5. Los intereses del complejo eco-industrial] Es desgraciada la sustitución de «militar-industrial» por «eco-industrial».
10. p. 33 [Desde «De este modo la problematización del desarrollo industrial se constituye en impulsora de una nueva industria en crecimiento…» hasta «…puesto que la pequeña industria no se halla en situación de financiar e impulsar el desarrollo de los sistemas de protección del medio ambiente con medios propios»].
En todo eso (incluido el término «complejo eco-industrial»). Enzensberger se limita a fusilar a Ridgeway. Toda la argumentación se basa en que el crecimiento industrial no sea negativo.
11. «Ahora bien, en modo alguno puede suponerse que cualquier iniciativa ciudadana en el ámbito ecológico se halla al servicio de los intereses del capital; prueba de ello es que frecuentemente se han producido enfrentamientos con la policía» (p. 39)
Cretinez característica del verbalismo revolucionario pequeño-burgués. Eso no es ninguna prueba. Ni, al revés, la falta de enfrentamiento con la policía es prueba de conformidad. La única argumentación plausible (nunca prueba) ha de basarse en compatibilidad con la imagen de una sociedad emancipada y justa.
12. Comenta el «jamás seremos demasiados, seamos los que seamos» de Castro (p. 44) [Desde «Estas frases constituyen un reflejo no sólo de esa referencia al voluntarismo…» hasta «…modificaron consecuentemente su primitiva política económica cuyas premisas eran muy similares a las cubanas»].
13. p. 45 [Desde «(…) considerar el planeta como un sistema ecológico cerrado y global…» hasta «…Es la resurrección de una de las tretas más antiguas para al legitimación del dominio de una clase y de la explotación, ataviada esta vez con el uniforme de la ecología»].
Según tan glorioso desenmascaramiento hay que creer que la radiación emitida por un bombazo en USA o URSS o China no me hace pupa a mí. Ni los aerosoles usados en USA, etc.
El capitulito está muy mal traducido: habrá que mirar el original (Kursbuch 1973).
14.[8. El apocalipsis del medio ambiente como pieza de repuesto ideológica]. Aquí critica la actitud de «izquierda» de reducir a ideología el movimiento ecológico. Y termina:
«Las teorías decadentistas [MSL: i.e., que lo explican todo por la decadencia burguesa] son un mal sustitutivo de los análisis materialistas [MSL: esto ya se puede decir de Marx a propósito de la «economía vulgar»].Cuando se rastrea en pos de sus raíces históricas suele ponerse de manifiesto -como en el caso de Lukács- que se alimentan del mismo idealismo que pretendían criticar» (p. 53).
15. «Por primera vez, con una concepción tal de capitalismo [MSL: una cita de Rossana Rossanda], entendido como modo de producción y no como una simple relación de propiedad, nos hallamos en situación de afrontar el problema ecológico con conceptos marxistas» (p. 61).
Con eso introduce el problema ecológico en los países de transición.
16. Capítulo 11. Los critica [a Erlich y a Ehrensvärd] por falta de comprensión de la realidad, del carácter social del problema, lo cual implica apología capitalista. Pero se olvida de admirarlos como Marx a Petty o a Ricardo o Smith. Seguramente porque él mismo está inficionado por un elemento de la ideología de la decadencia burguesa, a saber, la suposición de mala fe teórica.
17. «En una discusión política puede demostrarse o refutarse esencialmente esta hipótesis [MSL: de la crisis ecológica]. Su aserto posee tal peso específico que invita a un cálculo al estilo de la apuesta pascaliana: en tanto la hipótesis no sea inequívocamente refutada, será heurísticamente necesario que cualquier reflexión en torno al futuro se base en sus predicciones. Sólo así, actuando «como si» la hipótesis ecológica fuera cierta, podrá ser comprobada…» (p. 82)
La actitud está muy bien. Creo que en mi material yo debería construir una política de transición y moratoria, que pudiera desembocar en posibilidades alternativas.
18. «Las reflexiones que seguirá no pretenden ser más que los primeros pasos de este camino: en otras palabras, son hipótesis basadas en una hipótesis» (p. 82)
Y las hipótesis son:
a) Lo primero en la determinación social del problema ecológico es la cuestión del modo de producción (p. 82)
. Hace una especie de modelo de previsión.
. Considera inútiles los movimientos parciales y locales de autodefensa, porque desembocan según él en el mismo absurdo de los programas de acción de los ecólogos, moralistas y sermoneadores.
.»Postular una diferencia entre necesidades «auténticas» y necesidades «artificiales» significa desconocer su situación real. Su interimbricación mutua es tal que constituyen un todo inseparable en perspectivas subjetivas u objetivas. El hambre de mercancías es un producto engendrado por la producción de mercancías que difícilmente podrá reprimirse» (p. 87).
. Sin que sea falso, es ideologismo. No porque se pueda establecer un sentido no-histórico de «auténticas» sino porque la evolución de la especie-sociedad no ha llevado todavía a un desconocimiento de lo que es causa de catástrofe.
Luego hace un repaso de las posibilidades de supervivencia en los distintos sistemas: los que lo tienen peor son los países capitalistas avanzados; los «revisionistas» lo tienen mejor, aunque «desde la celebración del II Congreso del Partido no puede ya decirse que esté inmunizado contra el fetichismo de la mercancía» (!!!! p. 91).
Y así llega a la conclusión de que la globalización es ideología, aunque hay cosas globales, como el clima, pero lo decisivo es cada sociedad, como muestra la prudente China blablabla (p. 93).
19. Y la conclusión (p. 95) [Desde «Si la hipótesis ecológica se confirmara, las sociedades capitalistas habrían imposibilitado, probablemente de forma definitiva, la realización del proyecto marxista…» hasta «…El socialismo que antaño prometiera la liberación ha pasado a ser la única vía de la supervivencia. Pero si las ecuaciones de la ecología se cumplen en la realidad, el reino de la libertad estará más lejos que nunca»].
Todo el oscilante blablabla megalomaníaco acaba en el mismo pesimismo de Harich. Con infinitamente mayor cretinismo, porque, por ejemplo, si hubiera unas fuerzas destructivas paralelas a las productivas, o sea, si no fueran las fuerzas productivas mismas las que destruyen, los problemas serían mucho más sencillos.
Cada vez está más claro que lo que hay que construir es una línea de revisión moratoria.»
Nota SLA:
Igualmente, este paso lateral de su conferencia «Sobre Lukács» (M. Sacristán, Seis conferencias, op. cit, pp. 164-165):
«Siguiendo son esta ambivalencia, su mismo estilo es ambivalente y nos deja hoy en dudas cuando se lee en alemán. En traducciones eso se nota menos. Lukács era húngaro pero su estilo alemán de joven, cuando él todavía no era marxista, cuando estaba más bien en la línea de la sociología de Simmel y estos autores, era un estilo muy brillante, un alemán muy bonito, muy clásico-barroco, un gran estilo literario. Cuando pasa al marxismo, empieza a escribir de una manera repetitiva, demasiado facilona, demasiado largo, explicando las cosas página tras página innecesariamente, lo que hizo que tuviera críticas, por ejemplo, de uno de esos pseudosocialistas de izquierda (que siempre los hay, aquí ahora ya conocemos el fenómeno: muchos de esos que se desencantan en seguida cuando pasa algo, que aquí los conocemos ahora por centenares, pero que entonces, en los años sesenta, se conocían menos). Me estoy refiriendo a Enzensberger.
Enzensberger, que tuvo un momento en que creyó que había cortado de verdad el cordón umbilical con la burguesía que era su madre pero que en realidad fueron unos años nada más, cuando empezó a escribir en forma antimarxista, una de las primeras cosas que hizo, porque era de lo de más fácil, fue ponerse a insultar a Lukács por su mal estilo, porque degradaba, porque estropeaba la lengua. Insultó en serio, hasta extremos que no parecen de los años sesenta sino más bien de los años ochenta, porque llegó a llamar a Lukács «viejo cabrón» por escrito, claro que cabrón en alemán no es, ni mucho menos, tan fuerte como en castellano, es más suave. Pero así y todo era un poco fuerte.
¿Qué pensar de esto? ¿Lleva razón Enzensberger cuando piensa que esa degradación del estilo de Lukács es síntoma de cosas más graves, de cosas peores? A medias, también en esto yo daría una respuesta ambivalente. Por una parte, creo que está mal degradar el estilo por razones populísticas, sobre todo el estilo de obras filosóficas. Eso no tiene sentido. Pero, en cambio, creo que hay que tener comprensión por la finalidad que tenía Lukács al intentar escribir, por así decirlo, muy por los suelos: pretendía ser más leído…»
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14. Roger Garaudy (n. 1913)
La publicación de este pequeño volumen en la serie de «filósofos» de PUF es como un anticipo de la inmediata conmemoración de Lenin. La colección en la que aparece está destinada al uso didáctico en el bachillerato y en la iniciación universitaria; sería, entonces, injusto esperar del libro detalle monográfico o interpretación arriesgada que no tendría mucho espacio para ser argumentada (Si restamos la breve antología de textos de Lenin, que ocupa el final del volumen, el autor dispone de nada más 66 páginas para su ensayo).
A pesar de la brevedad, el texto merece atención por proceder de un escritor marxista tan sincero y tan leído como Garaudy. La gravedad de los problemas con los que se enfrenta hoy el movimiento comunista revela ya con tanta claridad la inutilidad de la literatura marxista inauténtica, de tantos tratados y manuales con todos los problemas del mundo resueltos, que la lectura de los escritores marxistas que verdaderamente piensan -guste o no guste lo que piensen- es hoy recomendable incluso como ejercicio político. Garaudy puede haber sucumbido en otros momentos, como Althusser lo confiesa de sí mismo, a la «línea imperativa» según la cual la filosofía marxista no puede elegir sino entre el comentario y el silencio, una convicción iluminada o bien obligada y al mutismo del malestar. Pero hay mudos y mudos, y Garaudy, como su contrincante Althusser, pertenecía ya entonces a la clase de mudos que podían hablar porque saben pensar. Por esto vale la pena atender su reciente ensayo sobre Lenin.
El escrito tiene dos buenos rasgos que conviene destacar. El primero puede decirse brevemente: Garaudy no muestra en esta ensayo el excesivo respeto académico por las definiciones tradicionales que es frecuente en la literatura francesa, incluso en la marxista; y así caracteriza el pensamiento de Lenin al margen de cualquier definición universitaria de la filosofía: «El problema principal de su (de Lenin) filosofía es el del militante: elaborar una metodología de la iniciativa histórica».
El segundo se presenta en su manera de construir los aspectos del pensamiento de Lenin, que Garaudy ofrece al estudio del lector. La elección es muy adecuada para las necesidades presentes. Garaudy acentúa sobre todo la insistencia de Lenin en la importancia del factor subjetivo en la historia y las enérgicas tomas de posición antidogmáticas y antisectarias de diversos textos de Lenin. No hay duda que una y otra cosa son elementos esenciales del pensamiento leninista, pero la redacción de esta nota no obedece solamente al deseo de dar noticia del ensayo de Garaudy y de registrar elogiosamente estas características de su composición, sino de añadir una observación más.
En las 66 páginas del ensayo queda muy claro que Garaudy lo ha escrito con el fin de librar la clásica batalla en dos frentes: subrayar la importancia del factor subjetivo en el pensamiento de Lenin (igual que en el de Marx, por otra parte) le es útil contra el derechismo de tipo tradicional. Mostrar que Lenin quiere pensar siempre de manera antidogmática y antisectaria le sirve contra el infantilismo o izquierdismo. Y ambas cosas le sirven, además, y muy eficazmente, contra el burocratismo y el estatalismo de la degeneración socialista, la cual presenta al mismo tiempo el mecanicismo y la razón de Estado y un sectarismo hipócritamente dogmático que disfraza de teoría, desde los tiempos de Zdanov, lo que es mera implicación del poder o de la lucha por éste en tal o cual intriga momentánea.
Los textos de Lenin que recoge Garaudy son muy eficaces para ilustrar todos aquellos puntos. La selección es un éxito. En particular, el izquierdista reflexivo podrá aprender mucho de la sólida demostración por parte de Garaudy de que Lenin ha tomado prestado los rasgos más autoritarios del ¿Qué hacer? (uno de los textos más cultivados por el extremismo) directamente del patriarca de la socialdemocracia, de Kautsky…
Aquí se plantea, sin embargo, justamente la cuestión. No parece que la mejor manera de oponerse al derechismo y el nuevo izquierdismo, al igual a que a la degeneración del poder socialista, sea continuar utilizando los clásicos del movimiento socialista convirtiéndolos en instrumentos de la disputa. Parece claro que Garaudy tiene razón en su triple polémica, pero parece dudoso que esta razón vaya a triunfar substancialmente con los mismos procedimientos que ha llevado al derechismo «filológico» de la vieja social-democracia (hecha de citas a pie de página de algunos elementos de El Capital), al infantilismo (hecho de citas a pie de página del ¿Qué hacer?, etc) y a la degeneración burocrática revestida con todas las citas, sean de donde sean, que vayan bien para expulsar a alguien, justificar tal ley o proclamar tal sentencia).
Es necesario de una vez dejar vivir a los clásicos. Y no se ha de enseñar a citarlos, sino a leerlos.
14. «Sobre el Lenin de Garaudy» (1969), Nous Horitzons, nº 17, pp. 53-54.
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15. André Gorz, Gerard Host (n. 1923)
A. André Gorz -quizá más con la firma periodística de Michel Bosquet en Le Nouvel Observateur– ha contraído muchos méritos con la política ecologista, a lo largo de los años; pero su evolución última me deja perplejo y preocupado, sobre todo por su abierto llamamiento al derrocamiento violento del régimen soviético, cosa que en la actual situación el mundo sólo podría hacerse mediante una guerra mundial dirigida por el gobierno estadounidense y alimentada por el gran capital yanqui. Gorz ha llegado a admitir esto, y ha reprochado a los liberales alemanes del Spiegel poner la evitación de la hecatombe nuclear por encima de la liberalización del régimen soviético. Según Gorz, ese instinto de conservación se debe a que los alemanes no aman la libertad. Su posición me parece insultantemente injusta para la izquierda y los liberales alemanes y, además, absurda y suicida. Lo que es peor: suicida para millones de europeos a los que Gorz no ha preguntado que opinan. Por otra parte, sus últimas formulaciones políticas me parecen desembocar en una aceptación del dominio mundial de las grandes corporaciones transnacionales. En efecto, si se limita, como él pide, el poder del Estado, pero no se reconoce a las comunidades básicas más esfera de competencia económica que la de «la producción de lo superfluo», como dice Gorz, y eso sin revolución alguna, sino por decisión del actual poder, según se lee en su utopía de Ecología y libertad, reproducida en Adiós al proletariado, entonces no se ve cómo se puede evitar que el gran capital transnacional domine absolutamente «la producción de lo necesario». Y creo que ese triste final del pensamiento supuestamente libertario de Gorz se debe en gran parte a su aceptación del ambiguo privatismo de Ivan Illich.
B. Pero tal vez no convenga hacerse ilusiones sobre la superación definitiva de polémicas causadas por lecturas unilaterales de Marx impregnadas de intereses ideológicos y políticos. Tal vez ni tan siquiera se ha apagado definitivamente la disputa sobre la relación entre el «Marx joven» y el «Marx maduro» que ha presidido la literatura marxológica de los últimos decenios y en el marco de la que se ha insertado las tomas de posición de Althusser y de Rubel. La verdad es que toda persona hecha a criterios académicos de discusión tiene motivos para considerar resuelta esta vexatam quaestionem. Pero no se puede decir lo mismo de los que leen a Marx con el deseo de encontar argumentos o, como mínimo, palabras que apoyen tesis políticas propias. Así, por ejemplo, con el título bestselleriano de Adiós al proletariado, André Gorz ha publicado últimamente unos escritos que, en lo que tienen de exégesis de Marx, hacen servir líneas de pensamiento del autor procedentes de épocas diferentes de su desarrollo y aparentemente discordantes, sin trabajar el problema histórico y textual que esta situación plantea. Podría parecer que esto no es posible en Francia después del Pour Marx [La revolución teórica de Marx] y del Lire le Capital [Para leer El Capital] de Althusser pero lo es.
C. Este análisis [SLA: desde la manufactura, y desde la gran industria especialmente, el conocimiento científico se requiere sólo para el conjunto de la unidad de producción, mientras que las tareas del trabajador individual pueden ser perfectamente mecánicas y ciegas] muestra hasta qué punto falsea André Gorz (engañado por sus propios escritos de otra época), la idea que Marx se hacía del proletariado industrial. (Cfr. André Gorz, Adiós al proletariado, 2ª ed. Barcelona, 1982). Gorz parece creer que Marx basaba su perspectiva de desalienación del trabajo en el «ascenso de los obreros profesionales, de su poder en la fábrica», y afirma que hoy el taylorismo, la «organización científica del trabajo» y la robotización, al terminar definitivamente aquel tipo de obrero, han cerrado la perspectiva de Marx. Como interpretación de Marx eso es un disparate: precisamente Marx basaba su perspectiva revolucionaria en un proletariado «vaciado», totalmente desposeído, sin nada que perder, como dice el Manifiesto Comunista, y contaba con la «robotización» para que se emancipase. El Gorz de 1980 confunde a Marx con el Gorz de 1960.
D. En esa situación, antiguos marxistas evolucionan hacia posiciones de cierto intimismo en la vida personal y en la concepción de las instituciones sociales, un poco bajo la influencia de Illich, que es un antimarxista, no un marxista, pero en fin, muy influyente en ambientes marxistas, y de Gorz, que en otro tiempo fue, o intentó ser, supermarxista y ahora no lo es nada. Con posiciones que en última instancia son de aceptación de la situación que hay, cuando no incluso belicistas, como en el caso de Gorz, a medias. Pacifistas para el orden constituido y, en cambio, belicistas contra la Unión Soviética.
El último Gorz, ya muy lejos de cuando escribía Historia y enajenación y estas cosas de los años 50 y 60, lo que propone prácticamente es una aceptación de que el sistema capitalista sólo se puede perfeccionar en el sentido de dar mayor autonomía al individuo para la producción de lo superfluo, reducir el tiempo de trabajo para la producción de lo necesario y evitar la intervención del Estado. Con lo cual, si el individuo sólo produce lo superfluo, si el Estado no tiene que producir nada, díganme quién produce lo necesario. Pues claramente las trasnacionales. Es una clara aceptación de la situación actual, mientras al mismo tiempo está llamando ya, casi abiertamente, a una cruzada contra la Unión Soviética, que es el último resultado de este intimismo de Illich que, curiosamente, mucha gente de izquierda cree que es un revolucionario.
15. A. «Entrevista con Naturaleza» (1983), Pacifismo, ecología y política alternativa, op. cit, pp. 136-137. 15. B. Prólogo a la edición catalana de Karl Marx, El Capital I (1983), Edicions 62-Diputació de Barcelona, Barcelona, p. 6. 15. C. «Karl Marx como sociólogo de la ciencia» (1983), mientras tanto nº 16-17, pp. 38-39. 15. D. Seis conferencias, op. cit., pp. 133-134
Notas SLA:
Observaciones de Sacristán, de una de las carpetas de resúmenes depositadas en Reserva de la UB, en torno a Adiós al proletariado, según la edición castellana de 1982.
1. «Más que sobre el «salario social», la separación entre «derecha» e «izquierda» se producirá en el futuro en torno al derecho a la autoproducción. El derecho a la autoproducción es fundamentalmente el derecho de cada comunidad de base de producir ella misma una parte al menos de los bienes y servicios que consume, sin para ello tener que vender su trabajo a los detentadores de los medios de producción ni tener que comprar bienes o servicios a terceros» (p. 12). A pesar de la plausibilidad de esa política, está muy mal pensada:
1º, porque la comunidad de base me puede permitir más que «la sociedad»,
2º, porque la ambigüedad del «una parte al menos» falsea lo que sigue:
2. «El derecho a la autoproducción supone el derecho de acceso a las herramientas y su convivencialidad. Es incompatible con monopolios industriales, comerciales o profesionales, privados o estatales» (p. 12)
Cuando se concreta la producción de las comunidades de base como «producción de lo superfluo», esto queda reducido a una apología indirecta de las transnacionales.
3. «Creer que la «autogestión» puede hacer el trabajo complejo, personal y realizante para todos es una peligrosa ilusión» (p. 16)
Se despertó del 68. Pero mal despertar el suyo.
4. «El ascenso de los obreros profesionales, de su poder en la fábrica, su proyecto anarcosindicalista, no habrán sido más que un paréntesis que el taylorismo, después «la organización científica del trabajo» (O.C.T) y finalmente la informática y el robotismo habrán cerrado» (p. 35)
La interpretación de Marx es falsísima: Marx no pensaba en el obrero cualificado aristócrata, sino en un proletariado «que no tenía nada que perder» y era la destrucción de la humanidad. Y Marx y marxistas esperaban la liberación por la robotización.
5. p. 58 [Desde «La teoría marxista, efectivamente, no ha precisado nunca quién, justamente, efectúa la apropiación colectiva, en qué consiste, quién ejerce, y dónde, el poder emancipador conquistado por la clase obrera…» hasta «(…) Nota. El paso decisivo en este sentido ha sido franqueado en Francia por el marxismo de inspiración estructuralista. Bastaba asentar que el proletariado no es sujeto y no tiene vocación de devenirlo, que «el hombre proletario, no siendo un concepto, carece de estatuto filosófico, que el poder de la clase obrera no tiene pues nada que ver con la experiencia sensible («lo vivido») de los trabajadores ni el comunismo con la felicidad de las gentes, para expulsar del campo de la filosofía toda posible crítica del estalinismo, es decir, de la dictadura estatal del trabajador colectivo sobre los trabajadores vivientes, de la policía del estado apelando a sus derechos sobre los proletarios desde el proletariado»].
Muy buena crítica del marxismo. Muy injusta, pero paradójicamente merecida, de los althusserianos, por no haber entendido éstos a tiempo que estaban hablando (mal) de modestas cuestiones metodológicas trilladas (bien) por la filosofía de la ciencia occidental desde antes de Popper.
6. «Nadie produce lo que consume, ni consume lo que produce» (p. 45)
Lamenta románticamente. Prohibido tomar té en el norte.
7. «El fascismo abolió el poder funcional a todos los niveles para sustituirle en todas partes por el poder personal de los más fuertes y de los más capaces. Abolió el sistema» (p. 66)
Casi apologética ilusión ideológica sobre el fascismo, que usa «sistema» de tal modo que no es ni la producción, ni la alienación, ni nada.
8. «Para el fascismo, la abolición de los partidos forma parte de la abolición del Estado en tanto que aparato de poder impersonal, exento de voluntad» (p. 68)
Aparte de ser grotescamente falso en esta afirmación, el desarrollo de Gorz está por detrás del análisis marxiano del fetichismo y la cosificación de las relaciones de poder económico u otro.
9. p. 70 [Desde «No niego que [el reformismo] ha efectuado reformas; pero no ha cambiado la naturaleza del poder ni el modo de gobierno..» hasta «… La única posibilidad de abolir las relaciones de dominación es el reconocer que el poder funcional es inevitable y el hacerle un espacio circunscrito, previamente determinado, de manera que se disocie poder y dominación, y se proteja las autonomías respectivas de la sociedad civil, de la sociedad política y del estado»].
Al pie de la letra, es el programa liberal del XIX. Para que no produzca concentración, habrá que impedirla política(policial)mente. Pero serán curas como Illich, por lo visto, los que lo harán, y al servicio de las transnacionales, no de los estados nacionales.
10. Todo el análisis de «Mas allá del socialismo» se basa en la idea de que ha desaparecido el supuesto proletariado filosófico marxista de 1844, el cual ni existió nunca, ni fue pensado por Marx desde 1848 al menos como sujeto. En páginas 75-76, Gorz da su versión de la relación entre los dos Marx. Y este contra-Althusser hace que Marx no creciera de la metafísica al pensamiento positivo.
11. p. 76 [Desde «(…) La división capitalista del trabajo ha destruido el doble fundamento del «socialismo científico»: el trabajo obrero ya no comporta poder. Una clase para la que su actividad social no es una fuente de poder no tiene la posibilidad del llegar al poder, ni de poner a prueba esta vocación» hasta «…El «trabajo» mismo es una cierta cantidad de actividad reificada que va al encuentro del «trabajador» sometiéndolo»]. El primer punto es un non sequitur. Puede haber «invasión vertical de los bárbaros». El segundo fue siempre así. Es Gorz el que confunde al proletariado de Marx con el de Weitling.
12. «Para el trabajador ya no es cuestión (…) de liberarse en el seno del trabajo ni de hacerse dueño del trabajo ni de conquistar el poder en el marco de ese trabajo. A partir de ahora ya no es cuestión más que de liberarse del trabajo, rechazando a la vez la naturaleza, el contenido y las modalidades» (p. 76)
La falsa utopía quiere decir: dejar el dominio del trabajo en las manos del amo. El texto sigue (p. 76) [Desde «Pero rechazar el trabajo es también rechazar la estrategia tradicional…» hasta «…en la que las clases serían abolidas al mismo tiempo que el trabajo y que todas las formas de dominación»]. El comienzo es verdad: su proletariado no existió nunca. El final no llega a mito: es un bla-bla demagógico indigno.
13. p. 77 [Desde «Esta no-clase engloba, de hecho, al conjunto de individuos que se ven expulsados de la producción por el proceso…» hasta «…y que con una notable clarividencia se oponían a la clase de los obreros estables, sindicados y protegidos por un contrato y un convenio colectivo»]. Deduce el final del socialismo de lo que era para Marx su condición: la reducción del trabajo socialmente necesario. Su descripción de la no-clase es la del proletariado consumado de Marx, no su invento.
14. «La evolución tecnológica no marcha en el sentido de una apropiación posible de la producción social por parte de los productores» (p. 79)
En qué quedamos: ¿hay productores o no los hay? Esta última afirmación es lo único correcto de su especulación.
15. p. 81 [Desde «La lógica del capital nos ha conducido al umbral de la liberación [MSL: Esto es Marx, supongo que incluso conscientemente»…» hasta «(…) Sólo la no-clase de los no-productores es capaz de ese acto fundador: ya que sólo esa clase encarna a la vez el más allá del productivismo, el rechazo de la ética de la acumulación y la disolución de todas las clases»].
El final da vergüenza, con su lenguaje de la estafa.
16. «La no clase engendrada por la descomposición de esta sociedad sólo puede tener concepción de la no-sociedad que ella misma prefigura. Y llamo no-sociedad, por supuesto, no a la ausencia de todo tipo de relaciones y de organización social, sino a la extracción de la esfera social de una esfera de soberanía individual sustraída a la racionalidad económica y a las necesidades exteriores» (p. 82).
O sea, a su sociedad dual. Y, por lo visto, el individuo no come.
17. «A fin de cuentas, desde el punto de vista del individuo, el plan no tiene superioridad alguna sobre el mercado» (p. 85)
Va haciéndose claro. Olvida toda la experiencia de las crisis, etc.
18. «Todas las actividades relativas a la reproducción de la vida carecen de racionalidad económica, al igual que la mayor parte de la actividades estéticas y educativas» (p. 88)
Definición convencional y bastante poco práctica
19. «Contrariamente a lo que pensaba Marx, es imposible que el individuo coincida totalmente con su ser y que el ser social integre todas las dimensiones de la existencia individual» (p. 94).
Dale con el Marx joven.
20. p. 98 [Desde «Ahora bien, la moralización no exige necesariamente…» hasta «…y su núcleo incomprensible de actividades heterónomas sirvan de soporte»]. Parece mentira que, al cabo de tanto realismo, se ponga a hablar de realización integral de los individuos.
21. «En resumen, no hay otra solución que la dualista, con la organización de un espacio social discontinuo [MSL: que comporta] dos esferas distintas y una vida acompasada por el tránsito de la una a la otra» (p. 99)
Y esto lo da con cita de K III, cap. XLVII/III, después de tanta argumentación contra Marx (contra la metafísica del Marx joven); tomada como ciencia o política, y sin cuestionarse nada: ¿Cómo es posible que Marx diga lo mismo -en K III– si decía todo lo contrario, en 1844? El tránsito de la metafísica a la política no es nada para estos.
22.»La autogestión de un combinado, de una gran fábrica o de un centro administrativo no puede ser efectiva: tropezará siempre con la rigidez de las exigencias técnicas y de las numerosas mediaciones presentes entre «los de abajo» y los resultados obtenidos por la oficina de estudios y de métodos» (p. 102)
También hay rigidez en la producción «libre» de un mueble, si es que ésta ha de ser más que atontar al esclavito del combinado en su tiempo libre. Gorz ha abandonado totalmente toda de superación de la división fija espontánea del trabajo.
23. No habla jamás de agricultura quizá porque ahí queda claro lo de la caseta i l´hortet.
24. «La liberación no puede consistir en eliminar el trabajo socialmente determinado ni en abolir la obligación exterior para hacer interiorizar por cada individuo, como un deber ético, el cumplimiento de todo lo que es objetivamente necesario. La liberación consiste, al contrario, en reconocer que la esfera de la necesidad impone tareas heterónomas cuyos imperativos técnicos no tienen nada que ver con la moral y en circunscribir estas tareas mediante reglas precisas, en un espacio social específico. La separación de la esfera de la necesidad y de la esfera de la autonomía es una condición para la máxima expansión de ésta» (pp. 105-106).
La tesis es una mezcla de la sensata constatación de Marx en KIII con ecologismo, Schumacher y demagogia metafísica clerical de Illich. Esta última hace que el conjunto se vuelva política peligrosa: la concepción groseramente global de la necesidad técnica elimina la discusión sobre que técnicas admitir y cuáles rechazar, pese a su «necesidad objetiva» supuesta interesadamente (a saber, para preservar el poder los proletarios de esos grandes y decisivos medios de producción). El camino hasta eso está facilitado por el privatismo de Illich.
25. Cuando dice estado, sólo quiere decir aparato central del estado (p. 109).
26. p.116-117 [Desde «Sólo el movimiento mismo puede, a través de su práctica…» hasta «de manera que la esfera de la heteronomía resultante de su funcionamiento ocupe el menor espacio posible» ]. En suma: no hagáis ninguna revolución que no podéis.
27. «Abandonado por los partidos, el lugar de la política tiende entonces a transferirles a todas partes. En todo el Occidente capitalista se reproduce la evolución que, en Estados Unidos, ha desplazado los debates de fondo sobre la producción y la transformación de la sociedad civil hacia las asociaciones, iglesias, universidades, clubes y movimientos marcándose como objetivo no el ejercer sobre la sociedad el poder del estado, sino de sustraer aquélla de éste, con el fin de ampliar el espacio de la autonomía y de la autodeterminación, que es también el espacio de las relaciones éticas » (p. 118)
Es muy instructivo: a) valoración de los USA como vanguardia hacia la sociedad dualista de Gorz. b) Confusión de la política con la discusión ideológica, ignorando la política militar e internacional. c) Ocultación de la función paragubernamental de muchas «iglesias». d) Eliminación de la relación política-estado-clase. e) Deja el poder estatal en manos de quienes lo tienen.
28. p. 130 [Desde «el desarrollo de las fuerzas productivas en el marco del capitalismo…» hasta «…y sólo permite, una expansión de la esfera de la autonomía»]. Cuando escribe corto, dice menos chorradas.
Igualmente, de carpetas de resúmenes de Reserva UB, estas anotaciones de Sacristán sobre las siguientes obras de Gorz.
I. Michel Bosquet (André Gorz), Ecología y libertad. Técnica, técnicos y lucha de clases, Gustavo Gili, Barcelona, en 1979.
1. Interesantes los conceptos de capitalismo y socialismo «de crecimiento» (p. 11)
2. «El marxismo pese a que sigue siendo insustituible como instrumento de análisis, ha perdido su valor profético» (p.11).
Más bien ha quedado en entredicho un aspecto de su profecía: el optimismo objetivista.
3. «El desarrollo de las fuerzas productivas, gracias al cual la clase obrera debería haber podido romper sus cadenas e instaurar la libertad universal, ha desposeído a los trabajadores de sus últimas parcelas de soberanía, ha radicalizado la división entre el trabajo manual y el intelectual, y ha destruido las bases materiales de un poder en manos de los productores» (p. 11).
Eso es a) fingir que el esclavo de Eutifrón era más libre que un obrero industrial, y b) olvidar el idiotismo, y, en general, idealizar la opresión pasada (la mierda pasada, diría Marx).
4. pp. 19-20 [Desde «Del mismo modo que la economía se encuentra más allá de la esfera de la reciprocidad y la cooperación voluntaria, así también la ecología se encuentra más allá de la esfera de la actividad y el cálculo económicos, pero sin englobarla: no es cierto que la ecología sea una racionalidad superior que subsuma la de la economía…» hasta «…Esta inversión aparece cuando la actividad económica triunfa sobre el equilibrio de los ciclos elementales y/o destruye unos recursos que es incapaz de regenerar o de reconstruir»].
La tesis es falsa, como lo muestra su autocontradicción subrayada. La polución por oxígeno, economía de las algas, es nuestro ecosistema. En general, ¿cómo no va a ser la misma la dinámica de la supervivencia y la de sus condiciones? Es la misma dialéctica. Pero desde un limitado punto de vista antropocéntrico, la tesis parece verdadera.
5. «(…) elección de la autorregulación descentralizada antes que de la heterorregulación central» (p. 23).
Mecanicismo. Lo dialéctico es el federalismo. El texto sigue con un ejemplo revelador:
pp. 23-24 [Desde «En este sentido, la «política sanitaria» proporciona un ejemplo particularmente sorprendente…» hasta «…Porque lo que los ecologistas reprochan a los ingenieros de sistemas no es que violen la naturaleza (pues ésta no es en absoluto sagrada), sino que el hacerlo permitan la intervención de nuevos instrumentos de poder»].
Darwinismo social. No dice que el domino de la naturaleza es el dominio de los hombres más fuertemente dotados (de garras o de dinero) por principio, mientras que la organización social no es en principio (necesariamente) eso. El buen salvaje cede ya su lugar, como en todo darwinismo social, a la bestia (rubia o no).
6. Muy buena lista de objetos de despilfarro (pp. 33-34) [Desde «Así, por ejemplo, hemos asistido a la sustitución de la hojalata por el aluminio, que requiere quince veces más energía…» hasta «(…) cuya refrigeración en verano consume tanta energía como la calefacción en invierno, etc.»].
7. La crisis del petróleo «no ha causado la depresión económica, sino que la ha desencadenado y ha puesto de manifiesto una depresión que permanecía latente desde hace varios años. Y, sobre todo, ha puesto el dedo en la llaga del hecho evidente de que el desarrollo capitalista había provocado una multiplicidad de rarezas absolutas: en efecto, al intentar superar los obstáculos económicos mediante el crecimiento, el desarrollo capitalista engendró obstáculos físicos» (pp. 34-35).
Excelente idea que muestra el entrelazamiento entre economía y ecología.
8. p. 35 [Desde «La crisis de reproducción. En el régimen capitalista, la rareza…» hasta «…con los bosques, los peces y un número creciente de materias primas»].
Es una buena muestra de la interconexión de economía y «ecología».
9. Dos consecuencias sobre la crisis (p. 36) [Desde «1ª. La necesidad de tal reciclaje tiene una significación económica concreta…» hasta «…los nuevos yacimientos de materias primas únicamente pueden ser descubiertos y explotados al precio de inversiones mucho más elevadas que en el pasado»].
Todo un entrelazamiento entre ecología y economía.
10. «En resumen, nos enfrentamos con una crisis clásica de sobreacumulación complicada con una crisis de reproducción debida, en última instancia, a la escasez de los recursos naturales» (p. 39).
Tesis razonable. No así la consecuencia política.
11. p. 39 [Desde «La solución a la crisis ya no puede encontrarse en el crecimiento económico…» hasta «…de energía y de trabajo, causando los menos perjuicios posibles»].
El punto de vista cuantitativo es insuficiente.
12. «Esto es posible realizarlo sin empobrecimiento…» (p. 39)
La afirmación es posible porque usa el concepto de pobreza de Marshall Sahlins.
13. pp. 42-43 [Desde «Observación previa. La escasez de recursos materiales no incide del mismo modo cuando estos recursos…» hasta «(…) Al igual que no hay pobres cuando no hay ricos, así tampoco puede haber ricos cuando no hay pobres: cuando todo el mundo es rico, nadie lo es, y lo mismo sucede cuando todo el mundo es «pobre». A diferencia de la miseria, que es insuficiencia de los recursos necesarios para vivir, la pobreza es esencialmente relativa» (pp. 42-43).
La tesis de Marshall Sahlins es pésima por tres razones:
1º. Es una pura tautología, cuestión de «definición», como torpemente reconoce Gorz.
2º. Ignora la cuestión que realmente importa en la relación hombre-naturaleza, que es, con su léxico, la «miseria» y no la «pobreza».
3º. Es metafísicamente a-histórica, olvidando la comparabilidad en el tiempo (Nietzsche), aunque no hubiera diferencias económico-sociales. A los defectos de la tesis de Sahlins se suma en Gorz la inconsecuencia, puesto que en su programa no excluye enriquecimiento económico muy diferencial: en su utopía habrá «pobres» en el sentido de Sahlins, puesto que el tiempo libre es aprovechable para acumular (nunca dice que la propiedad sea colectiva).
14. p. 46 [Desde «(…) en los países industrializados jamás se logrará eliminar la pobreza mediante un crecimiento de la producción…» hasta «…3. tales bienes deben ser concebidos de manera que su difusión general no destruya su valor de uso como consecuencia de los inconvenientes que plantea»].
A la vez conservador y utópico, pues el paisaje no cumple la tercera condición (Montnegre). O sólo la cumple mediante medidas autoritarias.
15. «La ruptura entre producción y consumo, entre vida laboral y «ocio», resulta de la destrucción de las capacidades autónomas en beneficio de la división capitalista del trabajo» (p. 53).
El tradicional disparate de echarle la culpa de todo al capitalismo tiene que borrar la filosofía del ocio en Grecia, el sábado judío, el domingo cristiano, etc. Lo que tiene de más perverso es la glorificación implícita de la situación del esclavo antiguo y el siervo medieval, gentes realmente sin ruptura entre el trabajo y nada. Pero para estos anticapitalistas la muerte del esclavo de la mina antigua no es trabajo, ya que no es asalariado.
16. Empiezan las tesis: «1. La crisis actual del capitalismo tiene sus causas en un superdesarrollo de las capacidades de producción y en la destructividad, generadora de penurias irremediables, de las técnicas empleadas. Esta crisis sólo puede ser superada por un modo de producción nuevo que, rompiendo con la racionalidad económica, se cimiente sobre el ahorro de los recursos renovables y el consumo decreciente de energía y materias primas» (p. 63)
¿Cómo se explica el absurdo de que la «racionalidad económica» sea contraria al «ahorro de los recursos renovables»? Porque identifica racionalidad económica con racionalidad económica capitalista.
Por lo demás, la tesis sobre la crisis está muy bien. Lo malo es la confusionaria demagogia romántica.
17. «2. La superación de la racionalidad económica y la disminución de los consumos materiales pueden realizarse tanto a través de la heterorregulación tecnofascista como a través de la autorregulación convivencial. El tecnofascismo únicamente podrá evitarse mediante una expansión de la sociedad civil, lo que a su vez supone la puesta a punto de técnicas y útiles que permitan una soberanía creciente de las comunidades de base» (pp. 63-64)
Como Illich, está buscando el autismo idiota de los «naturalmente» (no estatalmente, va de retro) débiles.
18. «3. El vínculo entre «más» y «mejor» se ha roto. Lo «mejor» puede obtenerse con menos. Se puede vivir mejor trabajando y consumiendo menos, pero a condición de producir cosas más duraderas y que no engendren ni perjuicios ni penurias irremediables cuando todos tengan acceso a ellas. Únicamente merece ser producido socialmente aquello que sigue siendo bueno para cada uno cuando todos lo disfrutan…y al revés» (p. 64)
Tesis muy interesante:
a) El principio es bueno;
b) Pero disimula inevitable autoritarismo a lo Harich (p. e., prohibición del automóvil privado; Gorz puede objetar que no lo «prohíbe»: sólo que no «merece» fabricación. Pero, ¿cómo se consigue que no se fabrique? Tal vez porque todos se habrán convertido en santos…).
c) La limitación de las prohibiciones a la producción que él llama «social» (como si no lo fueran las de cooperativas, colectivos e individuos) tiene mucha miga; deja la posibilidad de que los más fuertes «por naturaleza» se produzcan lo que quieran y se aseguren su disfrute exclusivo.
19. p. 79 [Desde «La pobreza, en los países ricos, tiene su causa no en la insuficiencia…» hasta «…y tampoco lo son los productos que unos obreros puedan realizar por su propia causa con las máquinas de «su» taller»]. Este uso de ‘social’ es malísimo.
20. «Al estar limitado el trabajo social a las producciones socialmente necesarias, la reducción del tiempo de trabajo podrá correr pareja con la expansión de las actividades autogestionarias y libres. Además de lo necesario que está garantizado por la producción social, los individuos podrán crear durante su tiempo libre, solos o colectivamente, todo cuando siendo superfluo les parezca deseable. La producción de variedad ilimitada de bienes y servicios en las fábricas y cooperativas comunitarias garantizará la expansión de la esfera de la libertad y la debilitación de las relaciones mercantiles: la expansión de la sociedad civil y la debilitación del estado» (pp. 64-65)
Muy mal pensado:
a) ¿qué es «socialmente necesario», si socialmente producido es lo que ha dicho?
b) ¿Qué es necesario en general, como a renglón seguido?
c) ¿Mercantilizan los individuos lo «superfluo»? ¿Se da cuenta de lo que pasará en caso afirmativo? En principio, es lo que empieza a pasar hoy: el estado produce «socialmente» la infraestructura necesaria y deficitaria, y el capitalismo (las multis y los demás) produce «lo superfluo». Y lo vende.
d) ¿Cómo va a ser ecológicamente defendible «la producción de variedad ilimitada de bienes y servicios»?
21. «La uniformidad del modelo de consumo y de vida desaparecerá simultáneamente a las desigualdades sociales. Los individuos y las comunidades se diferenciarán y diversificarán sus estilos de vida en un grado muy superior al que hoy se puede imaginar. Sus diferencias serán, sin embargo, el resultado de los distintos usos que den a su tiempo libre y no de la desigualdad de las remuneraciones sociales y de los poderes. El despliegue de las capacidades autónomas durante el tiempo libre será la única fuente de las diferencias y de las riquezas» (p. 65).
En sustancia, dibuja un nuevo estado asistencial, pero con plena libertad de enriquecerse sin límites en nombre de la autogestión: la «producción social» dará algo de pan a todos, y los fuertes «por naturaleza» construirán en su «tiempo libre» enormes riquezas, competirán, crearán oligopolios y dominará el estado, esto es, la producción de lo «necesario». Es como un nuevo siglo XVIII con las Conferencias de San Vicente de Paul generalizadas por el estado. Hay que imaginarse lo que hará en su tiempo libre, en la utopía de Gorz, el Opus Dei…
Por lo demás, las tesis no tratan un sólo problema mundial: los océanos, la atmósfera, la organización mundial de la conservación y la administración de recursos, el intercambio mundial,…
22. «Ese técnico había seguido cursos durante tres años. se habrá observado que sobre todo sus conocimientos de cálculo diferencial eran lo que le daba un sentimiento de superioridad. Esa «formación de la mente» era el fundamento de sus privilegios y de su autoridad jerárquica. Pero el cálculo diferencial no le servía para nada en su trabajo. El cálculo diferencial era el símbolo cultural que le situaba por encima de sus obreros: de todos los conocimientos era casi el único que ellos no podían adquirir a través de la práctica.
Aquí tenemos una ilustración perfecta de la manera como el sistema escolar sirve a la jerarquización social» (p. 113)
Brutal materialismo burgués, que ignora la satisfacción intelectual y lo contemplativo.
23. «Este resultado se logra por medio de métodos de enseñanza conceptuales y abstractos que hacen que las capacitaciones intelectuales sean, para los hijos de padres poco instruidos, particularmente difíciles de adquirir, a pesar de tener buenas calificaciones escolares que dan derecho a posiciones sociales privilegiadas. El sistema escolar es, pues, el instrumento clave de la jerarquización [MSL: y no la propiedad de medios de producción, como en Illich]» (pp. 116-117)
Oscurantismo e ignorancia: todos ignorantes, para que no haya jerarquía, salvo la dimanante de la propiedad y su «autogestión».
II. André Gorz, Le socialisme difficile, Paris, Seuil, 1967.
Primera parte: Sindicalismo y política.
1. p.15 [Desde «C´est centre celle conception…» hasta «…Au nom de quoi et sur la base de quoi?»].. En realidad, la estimación de la situación es ya muy indicativa de ese «quoi».
2. pp. 17-18. Es la primera aparición de sus tesis básica.
3. p. 20. Pero, a escala mundial, esa presión es tan hecho básico como el desarrollo local.
4. p. 21. El punto crítico de esta versión general de la tesis básica de Gorz es la posible «sobrestimación» de la tolerancia del sistema capitalista. Evidentemente que queda abandonada la pauperización absoluta. Pero incluso la relativa resulta discutible. Si él está en lo cierto, la cínica salida teórica «clásica» consiste en interpretar «pauperización» en un sentido vital-cultural, como empobrecimiento cualitativo de la vida. Esto, poco deseable teóricamente para Althusser, por ejemplo, exigiría readucir conceptos del joven Marx, secularizados. Se puede decir que Gorz lo hace. En evitación de mentiras, se podría partir de la racionalidad, que es también Marx viejo.
5. Sobre la base de que (1º) el obrero siente que nunca está bastante pagado y (2º) reivindica salario también contra su «subordinación social», Gorz enumera los elementos de la «intollerabilité» específica de la condición obrera (p. 27).
6. p. 43. Un pozo de nebulosa contradicción con el principio de globalidad.
7. pp. 57-58. El uso ritual de «especialización» tiende a confundirlo todo, cuando en realidad la cosa está muy clara. Especializados lo son, más, los helenistas o filósofos de la «élite» que el muchacho producto de una Universidad Laboral. Pero cada uno en funciones sociales diversas que, en esta sociedad, se determinan clasísticamente.
8. p. 69. El planteamiento se encuentra en la primera fase del texto. Los defectos más visibles de su desarrollo serían: el olvido total del ejército (muy a diferencia de Debray) y las contradicciones en cuanto da la función de la «ideología».
9. pp. 82-83. a) Nada concluyente: preparar la batalla de ruptura puede ser instalarse en trincheras. b) Lo que no permiten es el paso de la estrategia de posiciones a la de movimiento. c) Eso era así ya al empezar la guerra de posición. d) La lucha por reformas no alcanza nunca techo, pero Gorz lleva razón al decir que puede quedar bloqueada.
En realidad, no se trata de su discusión, que es falsa… si no es posible el socialismo enseguida, ni tampoco -como él mismo infiere- reformas inmediatamente destructoras del capitalismo, entonces tampoco es posible la guerra de movimientos ni la batalla de ruptura. Hay que atrincherarse. Los problemas reales son: que el ejército no se deteriore ni disminuya, que eso mejore el contrario.
10. pp. 84-85. Muestra completa del paralogismo de Gorz. 1) La vulnerabilidad ha sido obra del ataque de las reformas, que se han acumulado, así como de la ciencia-técnica; 2) si la burguesía resiste ya encarecidamente a cualquier reforma, hay que imaginarse como resultará el ataque a su «naturaleza». De ahí la necesidad de tener armas, un ejército, cosa de la que Gorz no habla. Lo otro, su «nécessité» no pasa del campo de la propaganda. Lo cual está muy bien pero, sólo, no es más que tic de intelectual. Lo más curioso es que luego se pone más preciso: (p. 100) Una ideología mistifica siempre -quizás no siempre al servicio de otros. Sólo el programa con finalidad (?) explícita no mistifica.
11. Muy en relación con ese ideologismo está su concepto de cultura obrera que, al negar la difusión de la cultura superior burguesa, prácticamente excluye la ciencia (pp. 105-106).
12. Y luego viene el espléndido final de este ensayo, la crítica del partido bolchevique: a) Su inadecuación con las tareas actuales (p. 107). b) El partido responde a una tentación permanente (p. 108), lo cual no excluye, sino que permite, práctica oportunista con conciencia limpia (Añado: porque práctica pseudo-oportunista) (p. 108). c) Actitud del estado, post-burguesa (p. 108).
13. El dogmatismo URSS de la perspectiva global fatalista sin necesidad de nuevo pensamiento de intelectuales (p. 109).
Segunda parte: El socialismo difícil.
1. Empieza por recordar las tres condiciones marxianas del comunismo (victoria sobre la escasez, formación polivalente de los individuos, abolición del trabajo como «obligación impuesta por la miseria y los fines externos»). Admite que el desarrollo heterónomo y autoritario es inevitable en la construcción de la base del socialismo (p. 119). Cabría objetar: a lo sumo como en la construcción de esa base en país capitalista.
2. p. 120. Esta última razón es especiosa. «Basta» con una población sumamente limitada, y con la supresión de privilegios para los factores económico-científicos.
3. Sobre las causas de la crisis del anterior sistema de planificación central: la imposibilidad de distribuir lo superfluo (p.123); crisis de los criterios para la producción de lo no-indispensable, que es casi idéntica con la crisis de la planificación (p. 123).
4. En nota vuelve a la justificación del pasado en forma casi agresiva (p. 125).
5. Sigue la espléndida crítica a la actual salida soviética del período de escasez (p. 126).
6. p. 129. Como la ejecución del plan ha de ser central y más o menos basada en intercambios administrativos, la vía única es el centralismo democrático.
7. p. 130. Lo más nuevo de estos interesantes desarrollos es el concepto de «lo superfluo». Tiene un punto real. Pero habría que formularlo quizás más «biológicamente»: lo que rebasa la reproducción de la fuerza de trabajo.
8. Mucho «pleno desarrollo», mucha ignorancia (de literato francés) de la naturaleza, etc. por reducción de todo «lasir»(?) a «culture». Puritanismo, autoridad de literato. ¿Por qué no condena también el sexo no requerido socialmente como un lujo? Todo basado, naturalmente, en la verdad de que la emancipación ha de ser en el trabajo y del trabajo obrero clásico.
9. p. 142. El uso de ‘alienación’ es aquí bastante laxo. Sólo en la medida en que la situación descrita implica intranspariencia del trabajo y de sus necesidades se podrá hablar en serio de alienación. Si no, se tratará sólo de escasez y Zersetzung [descomposición], que pueden ser vividos lúcidamente, sin alienación.
10. El final es un alegato por la independencia y la sustantividad del sindicato, que arranca de consideraciones interesantes para el problema de la representación (p.147). Esto último plantea, por la necesidad de organismos centrales, el problema de la representación.
11. Primero muestra que la razón está en la «concepcion (?)». Luego, que esa razón no es nada al lado del prolongado sufrimiento de los pueblos colonizados. Muy a la intelectual llega a la conclusión (p. 190).
*
16. Ernesto Guevara (llamado Che) (1928-1967)
Como si para siempre
te llevases contigo (…)
tu huella de héroe
luminosa de sangre
(…) Pero esto
de golpe da vida a las «quimeras»
y muestra
la médula y la carne
del comunismo.
V. Maiakovski, Al camarada Nette.
No ha de importar mucho el cobarde sadismo complacido con el que la reacción de todo el mundo ha absorbido los detalles macabros del disimulo, tal vez voluntariamente zafio, del asesinato de Ernesto Guevara. Posiblemente importa sólo como experiencia para las más jóvenes generaciones comunistas de Europa Occidental que no hayan tenido todavía una prueba sentida del odio de clase reaccionario. Pero esta experiencia ha sido hecha, larga y constantemente, en España, desde la plaza de toros de Badajoz hasta Julián Grimau.
Importa saber que el nombre de Guevara ya no se borrará de las historias, porque la historia futura será de aquello por lo que él ha muerto. Esto importa para los que continúen viviendo y luchando. Para él importó llegar hasta el final con coherencia. Los mismos periodistas reaccionarios han tributado, sin quererlo, un decisivo homenaje al héroe revolucionario, al hacer referencia, entre los motivos para no creer en su muerte, en sus falsas palabras derrotistas que le atribuyó la estulticia de los vendidos al imperialismo.
En la montaña, en la calle o en la fábrica, sirviendo una misma finalidad en condiciones diversas, los hombres que en este momento reconocen a Guevara entre sus muertos pisan toda la tierra, igualmente, según las palabras de Maiakovski, «en Rusia, entre las nieves», que «en los delirios de la Patagonia». Todos estos hombres llamarán también «Guevara», de ahora en adelante, al fantasma de tantos nombres que recorre el mundo y al que un poeta nuestro, en nombre de todos, llamó: Camarada.
16. «En memoria de Ernesto «Che» Guevara», Nous Horitzons nº 16, 1er trimestre, 1969, p. 39.
Nota SLA:
Un breve apunte de Sacristán sobre el ensayo de Inti Peredo, Mi campaña con el Ché.
Después de copiar dos pasos del ensayo: a) pp.12-13 [Desde «El Ché nos explicó con su franqueza habitual que la lucha tendría estas características…» hasta «…de sacrificio de los revolucionarios bolivianos», y b) pp. 38-39 [Desde «Estábamos en los umbrales de la guerra y era necesario armar una red clandestina…» hasta «…Pero los compañeros no pudieron conseguir el agrónomo, problema que tenía que solucionar el Partido, porque se dedicaron a atender a las necesidades más urgentes de la guerra»], Sacristán cita en extenso un pasaje de las páginas 135-136 (Desde «Para los críticos interesados, para los que deseaban el fracaso de esta empresa heroica, en el Yuro quedó sepultada toda perspectiva de hacer triunfar en América un movimiento armado de liberación…» hasta «…Más que conceptos teóricos preferimos mostrar ejemplos y sintetizar la historia de esta experiencia que influirán hondamente en América Latina»], y comenta: «Pero lo que sigue hasta el final del capítulo, es sólo análisis casuístico de las vicisitudes del foco del Ché en Bolivia, para mostrar que la desgracia se debió a causas particulares, no referentes al foco en general».
También, de Reserva de la UB, estos breves comentarios al discurso de Fidel Castro en el acto central por el 1º de mayo de 1971, en Verde Olivo, año XIII, nº 19, La Habana, 9 de mayo de 1971.
«1. «Y como el socialismo trabaja no para la ganancia, sino para las necesidades, y las necesidades son ilimitadas (..)». ¡Ojo!.
2. p. 63 [Desde «Es decir que nosotros hemos seguido un camino correcto. El único camino, traducido en esta frase…» hasta «…Realmente no es así. Y todo eso es un proceso; y un proceso de marcha ascendente»]. Este caso es anterior al que he transcrito inmediatamente: «Hay que procurar que la ideología no sufra derrotas, porque las derrotas de la ideología se pagan con retrocesos en el camino de las revoluciones. Marchemos tan lejos como podamos, tan rápidamente como podamos, pero no más allá de lo que podamos, para preservar la ideología de derrotas».
Finalmente, estas anotaciones sobre R. Debray, ¿Revolución en la revolución?? Lucha armada y lucha política en América Latina. MSL cita por la edición francesa de Maspero, 1967.
«1. Cosas notables son la desigualdad entre la primera mitad y la última, mucho más propagandística o encendida; diferentes contradicciones que acaso sean fruto de pensamiento al hilo de la escritura; la aparente limitación a Sudamérica, o la aparente violación de esa limitación.
2. [La autodefensa armada]. Refutación de la táctica de los grupos de autodefensa. Por pre-marxismo, espontaneísmo (p. 26).
3. p. 28. Es el caso máximo de penetración en la sociedad civil: si no se captura el estado, se acaba a la corta o a larga.
4. Por afinidad de tema, pasa a una crítica muy severa del trotskismo en Sudamérica.
5. [La propaganda armada]. Crítica análoga a la del (inverso) caso anterior. Debray piensa que la importancia de esta táctica en el Vietnam se ha debido a la gran densidad de población campesina y a la protección de los propagandistas por un ejército revolucionario poderoso, en el marco de una guerra nacional (pp. 48-50). En este contexto dice explícitamente otra diferencia importante entre Vietnam y Sudamérica (p. 50).
Con eso Debray está reconociendo (él es muy limpio y eso no le importa) que la autodefensa ha sido en Vietnam positiva. Esto, sumado al contrario caso de (?), me parece indicar que la solución no es precisamente lo uno ni lo otro, sino que la cuestión es un problema de tiempo. Se trata del tiempo justo del paso de la conquista (parcial y suficiente) de la sociedad civil a la lucha por el poder. En realidad, la primera conquista había sido hecha en Cuba por otros (en las ciudades) y por el anacronismo en el campo. En Vietnam, cosa parecida. Pues, mutatis mutandis, el problema de la conquista de la sociedad civil no es exclusivo de los países de capitalismo adelantado. Prueba: la sociedad campesina ha entregado la guerrilla de Guevara en Bolivia, etc.
6. La base guerrillera. Crítica aún más severa de Huberman y Sweezy (p.60).
7. Partido y guerrilla. Llega a la tesis. A propósito de la falta de mando único político-militar, pero muy aplicable (más) a Occidente desarrollado (p. 85).
8. II. La principal lección del presente. Tiene el desarrollo de la tesis básica, en forma casi de catecismo. Tropieza con el hecho chino-vietnamita de que el partido ha creado el ejército popular, y apela a una diferencia entre esos dos partidos y los sudamericanos, empezando mal, por circunstancias históricas. Distribuye el tema en dos preguntas. La primera (p. 99). La respuesta a esta cuestión termina señalando la necesidad de «un nuevo estilo de dirección» (combatiente -> joven), «una nueva organización» (sin centralismo democrático).
9. La segunda es (p. 111). La tesis se va desgranando en cursivas, entre las cuales hay a veces errores peligrosos para el futuro (pp. 113-114). El error más grave (pp. 117-118). Versión final de la respuesta (p. 125).
10. Las consecuencias de la lección para el futuro. En nota (p. 134). Claro: si hay «guerras de clases», esas formas aguantarán mejor, contra su voluntad.
*
17. Robert Havemann (1910-1982)
A. El profesor Robert Havemann, destacado investigador en el campo de la físico-química, es internacionalmente conocido por sus trabajos científicos. Su relevante personalidad científica le ayudó a mantener, en los años estériles de la contraposición «física socialista-física burguesa», el trato, la polémica útil y la amistad con destacados científicos occidentales, como Max Born y Linus Pauling; antes, en 1943, le había permitido, incluso, salvar la vida cuando, tras ser detenido y condenado a muerte por su actividad de resistente contra el nazismo, vio aplazada repetidas veces la ejecución de la sentencia, pues al régimen nazi le interesó aprovechar su trabajo en el laboratorio del presidio de Brandenburg…
B. Ya ese asunto puede contarse entre los temas gramscianos (y leninianos) que hoy deben encontrarse de nuevo en primer plano de la reflexión marxista. Y lo está ya en realidad, de modo más o menos explícito. Son numerosos, en efecto, los autores que no ven en los fenómenos involutivos de la filosofía marxista de los decenios anteriores a 1956 más que los efectos de un «positivismo» global y simplísticamente atribuido a «Stalin». Por eso tales escritores filosóficos tienden frecuentemente a recurrir de nuevo a Hegel y a la tradición idealista. Tales son los casos, por ejemplo, del Lukács de los últimos años (sobre todo en la Estética), de Kosik, de Kolakowski, de Garaudy, y hasta de Havemann, pese a su condición de científico de la naturaleza.
C. Dialéctica sin dogma reúne dos textos distintos del profesor Robert Havemann: una conferencia pronunciada en septiembre de 1962, en el congreso celebrado en Leipzig, para tratar del tema «Las tradiciones progresistas de la ciencia natural alemana de los siglos XIX y XX», y un curso para estudiantes de todas las facultades de la Universidad Humboldt, de Berlín-Este, dictado durante el semestre de otoño-invierno de 1963-64.
Desde el punto de vista doctrinal, Havemann polemiza con el pseudomarxismo mecanicista, rígido y convencional de los zdhanovistas, apelando de nuevo a Hegel, como hizo Lenin, en su tiempo para corregir las tendencias mecanicistas. Es un hecho que Zdhanov y sus filosóficos funcionarios de la cultura dieron al marxismo un giro involutivo por el procedimiento -entre otros- de separarlo de sus raíces histórico-culturales y, señaladamente, haciendo del pensamiento hegeliano una mera ideología del prusianismo. Pues bien: la orientación de Havemann aspira a recuperar, mediante una nueva lectura de Hegel, la inspiración dialéctica que pueda poner al marxismo a cubierto de nuevas cristalizaciones dogmáticas, siempre mecanicistas y fijistas.
17. A. Solapa de Dialéctica sin dogma. 17. B. «La formación del marxismo en Gramsci», Sobre Marx y marxismo, op. cit, p. 78. 17. C. Solapa Dialéctica sin dogma.
Nota SLA:
De una de la carpetas de resúmenes de Reserva UB, estas anotaciones sobre: R. Havemann, Fragen Antworten, Fragen. Aus der biographie eines deutschen Marxisten. München, R. Piper & Co. Verlag, 1970.
1. Alusión torpe a Koestler (Darkness at Noon) (p. 27).
2. «Pero hoy la producción se puede liberar ya de las cadenas de la economía de guerra. La Unión Soviética está ya madura para el socialismo. El estalinismo se ha hecho anacrónico (p. 63).
El punto de vista sigue siendo estalinista en el «buen» sentido: sigue pensando en el socialismo en un sólo país.
3. «Lenin había esperado que la ruptura de la cadena desencadenaría también la revolución en los grandes centros capitalistas. Pero ¿de verdad era Rusia un eslabón de la cadena del capitalismo? La teoría del eslabón más débil era lo que se suele llamar una teoría «ad hoc», cortada especialmente para las necesidades presentes, útil para el momento, pero falsa» (pp. 64-65).
Una tesis ad hoc no tiene por qué ser falsa. En ciencia social no hay frecuentemente más avance orgánico que la corrección ad hoc. Por otra parte, esta corrección ad hoc implica nada menos que la teoría general del imperialismo.
4. p. 153 [Desde «La revolución a medias no se puede completar más que si los trabajadores…» hasta «(…) el socialismo es liberación, no libertad»].
La suma de Trotski y Bernstein es barroca, pero tiene su gracia.
5. Habla de la derrota de Jruschov (pp. 251-253).
El 7 de mayo de 1971, Encarna Benería Vidal dirigió una carta a Sacristán pidiéndole razones por el cambio de título del ensayo de Havemann sobre la dialéctica. Benería señalaba que el título original era «Dialektik ohne Dogma?» [¿Dialéctica sin dogma?], con signo de interrogación, y que, contrariamente, el ensayo de Havemann había sido publicado en castellano sin interrogante. Por lo que «ya que usted es el traductor considero que es la persona más indicada para informarme»
Sacristán respondió el 14 de mayo de 1971 lo cual tiene su importancia dado que se trata de un asunto, digamos, personal, no de trabajo, y que la situación anímica de Sacristán no estaba entonces en su mejor momento:
«Señorita Benería:
Contesto a su carta del 7 de mayo. Siento no haber podido hacerlo antes, pero tengo una temporada de escasa salud que me obliga a menudo a descansar totalmente.
El título auténtico (en sentido estricto jurídico, o sea, el título puesto por el mismo autor) del libro de Robert Havemann es Naturwissesnchaftliche Aspekte Naturphilosophische Probleme (Aspectos científico-naturales de los problemas filosóficos). El título Dialektik ohne Dogma? (¿Dialéctica sin dogma?) es la presentación editorial introducida por el responsable de la edición de Hamburgo, en la Alemania occidental.
El uso de que el editor ponga un título presentador de los textos que edita no es infrecuente ni criticable en sí: se hace. Lo criticable en este caso era, en mi opinión, presentar el texto de un autor insultando a éste: cuando un autor no gusta, no se edita y en paz. Al encargarme Ariel la traducción del texto, me negué a hacerlo si se mantenía como título la frase insultante y comercial (pues de eso se trata fundamentalmente: el empresario capitalista ni siquiera insulta si no es para hacer negocio, en este caso a través de la punta escandalosa de la frase). Propuse editar con el título auténtico, o con alguna abreviatura suya, como Ciencia natural y filosofía. Pero el editor barcelonés -que, como es natural e independientemente de sus rasgos personales, realiza un trabajo mercantil como toda producción en esta sociedad-, se quejó de la escasa comercialidad del título auténtico, aunque compartía mi indignación por el título-insulto hamburgués (y burgués). Me pidió una solución de compromiso. Entonces propuse -y Ariel aceptó- Dialéctica sin dogma y sin interrogación insultante para Havemann.
Todo lo cual se podría resumir así: Dialéctica sin dogma? es el comentario insultante-mercantil del editor Rowohlt al texto de Havemann. Dialéctica sin dogma es el comentario favorable (y también, desgraciadamente, mercantil) que Ariel (no yo, que prefiero el título no-comercial) pone al libro de Havemann.
Atentamente, M. Sacristán»
Si no ando errado, creo que el editor barcelonés al que se refiere Sacristán era Xavier Folch.