El criterio de Kuhn (las reglas para la resolución de problemas definidos) y su juicio sobre el marxismo se compenetran muy bien con mi entendimiento de este último: el marxismo no es una ciencia, sino la mejor construcción existente del socialismo, el cual es una pretensión de innovación cultural. Manuel Sacristán Yo haría […]
El criterio de Kuhn (las reglas para la resolución de problemas definidos) y su juicio sobre el marxismo se compenetran muy bien con mi entendimiento de este último: el marxismo no es una ciencia, sino la mejor construcción existente del socialismo, el cual es una pretensión de innovación cultural.
Manuel Sacristán
Yo haría pues la respuesta más bien problemática de que en un comportamiento a la vez racional y revolucionario debe tenerse siempre presente la idea del hombre nuevo sin mito, porque el marxismo sólo quiere decir relaciones de convivencia nuevas, relaciones sociales nuevas, no quiere decir sustancias metafísicas nuevas.
Manuel Sacristán (1967)
Creo que los términos «marxismo», «comunismo», «socialismo», «anarquismo» abarcan ya cada uno de ellos formulaciones con tantos matices diferentes que, en mi opinión, aluden más a tradiciones de pensamiento que a cuerpos doctrinales fijos. Y, además, me parece que eso es un bien, no sólo por lo que tiene de rectificación de posibles esquematismos injustificables, sino porque en esta época de reflujo de las expectativas de cambio social revolucionario esa situación de crisis de estructuras teóricas supuestamente rígidas puede ayudar a remontarse a la fuente común de la que ha salido todas esas tradiciones: socialismo, anarcosindicalismo, marxismo, etcétera.
Manuel Sacristán (1983)
En esta tercera entrega de «Imágenes marxistas» se continúa la selección de textos de Manuel Sacristán sobre autores de la tradición marxista que no fueron objeto de un largo desarrollo por su parte pero sobre los que ofreció en notas, presentaciones, contraportadas o resúmenes reflexiones de innegable interés
Para algunas entradas, especialmente en el caso de observaciones de lectura, me he servido de las detalladas anotaciones de sus cuadernos de resúmenes y trabajo depositados en Reserva de la Universidad de Barcelona. Para no alargar la selección, en algunas ocasiones, no he reproducido el texto completo del libro anotado, cosa que, efectivamente, Sacristán sí que hizo siempre y con cuidado detalle. Me permito destacar de esta selección sus reflexiones sobre obras de Karl Korsch.
Quizá al lector le extrañe la no presencia en esta entrega de textos sobre Harich o Heller. Autor y autora merecerán un desarrollo autónomo.
Como en los casos anteriores, mis comentarios están indicadas por «Notas SLA» o están escritas en letra de menor tamaño.
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18. Pietro Ingrao.
Ingrao no sólo sigue estando en su sitio, sino que, además, construye con mucho sentido de la realidad.
18. Reserva de la Universidad de Barcelona, fondo Sacristán.
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19. Paul Kägi.
El mismo léxico de Marx bastaba para darse cuenta de eso: Marx habla con desprecio de lo que él llama science, en malintencionado anglofrancés, y habla con orgullo de lo que llama deutsche Wissenschaft, saber alemán, literalmente «ciencia alemana», igual que más tarde los nazis. Entre otras cosas, porque tienen en común con éstos una tradición: la del idealismo alemán. Cuando se quejaba del patriotismo de Marx, Bakunin tenía bastante razón (tanta cuanta Marx cuando se quejaba del paneslavismo de Bakunin).
Autores mucho menos conocidos que nuestros filósofos sabían hace tiempo esta novedad debilitadora del marxismo cientificista y teoricista de estructuralistas y neokantianos. Paul Kägi, por ejemplo, un viejo funcionario sindical suizo que nunca fue profesor de ninguna universidad, se había expresado así en 1965: «Afirmaremos: Marx encontró en Hegel una estimación de la ciencia empírica, pero, al mismo tiempo, un concepto de ciencia que abarca desde la ciencia empírica hasta la doctrina de las ideas […]»
1. «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia» (1978), Sobre Marx y marxismo. Icaria, Barcelona, 1983, p. 322.
Nota SLA:
De una carpeta de resúmenes de Reserva de la UB, anotaciones de Sacristán en torno a la obra de P. Kagi, La génesis del materialismo histórico. Karl Marx y la dinámica de la sociedad. Sacristán cita por la edición alemana: Genesis des historischen Materialismus. Karl Marx und die Dynamik der Gesellschaft, Europa Verlag, 1965.
1. Sobre su método (p. 43) [Desde «Utilizo por de pronto proposiciones del prólogo a la Aportación a la crítica de la economía política..» hasta «… en la medida en que éste difiere de aquel otro texto»].
2. «Afirmaremos: Marx encontró en Hegel una estimación de la ciencia empírica, pero al mismo tiempo un concepto de ciencia que abarca desde la ciencia empírica hasta la doctrina de las ideas, de modo que tenía que resultar difícil distinguir entre las ciencias. Posiblemente nos aclare esto más adelante el que Marx, al abandonar el modo especulativo de pensar, pudiera de todos modos recoger ideas hegelianas que sin ninguna duda pertenecen a la parte especulativa de la ciencia hegeliana» (p. 54).
Aunque este honrado socialdemócrata piadoso yerra al referir esas afirmaciones a la dialéctica realmente practicada por Marx, la observación es de cierto interés para el pleito de Althusser.
3. Expone el ateísmo de Marx no por Strauss ni por Feuerbach ya que, según observa, las correspondientes publicaciones de estos (Das Leben Jesu [La vida de Jesús], Das Wesen des Christentums [La esencia del cristianismo]) son anteriores al entusiasmo hegeliano de Marx joven; sino por influencia de Bruno Bauer (p. 78).
4. Ha estudiado mientras escribía. La polémica con Cornu en pp. 81-82 es ridícula, porque acaba coincidiendo con él. Al empezar a escribirla debió de creer que no.
5. Algunas citas de Feuerbach.
6. Sobre el origen de ‘comunismo’, ‘socialismo».
7. Que el materialismo histórico está en Buret (p. 292).
8. Que la sobreestructura no tiene dinámica propia (p. 312).
9. Da influencia decisiva, a través de Thiers y Mignet, a Plan de travaux scientifiques, nécessaires pour organiser la société, de Comte, 1822, 1824, nueva edición. Luego en el Cours, vol. 4, 1828.
10. «Hay, pues, repentinamente una expresión ideológica de la impotencia [MSL: de los filósofos frente al mundo], como si ésta fuera un hecho económico. Esos deslices permiten ver lo poco consolidada que estaba la doctrina» (p. 325).
Es muy tonta esa interpretación tan determinista-economicista.
11. Al final del capítulo escribe (p. 342) [Desde «Pero todavía querría llamar la atención acerca de un hecho…» hasta «…Análogamente la Entfremdung como proyección de sentimientos humanos (en la religión y la filosofía) se sustituye por el concepto de ideología»].
12. Pasa al capítulo sobre la Miseria de la filosofía. Empieza por recordar que tres años antes, Marx había elogiado altamente a Proudhon en la Rheinische Zeitung [Gaceta Renana]. Insiste en la superación de la fase Manuscritos (pp.344-345).
13. «Y así sucesivamente. Los admirados logros de la burguesía, como el aumento de la productividad, la unificación de los microestados en la nación, alternan con ataques a la personalidad humana: los obreros son mercancía, adminículo de las máquinas; esto recuerda intensamente el hilo de pensamientos de la Entfremdung de la sociedad humana» (pp. 367-368).
La tontería consiste en pensar antidialécticamente.
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20. Karl Korsch (1886-1961)
A. Resulta interesante comparar su conducta [la de Lukács] con la del otro principal filósofo condenado, Karl Korsch, que aquel mismo año había publicado Marxismo y filosofía. Korsch no se retractó de su marxismo primero, tan hegelizante como el de Lukács, ni tampoco rectificó su izquierdismo. Por el contrario, empezó una larga y deprimente carrera de fundador de grupúsculos comunistas radicales que desembocó en el aislamiento completo durante su exilio en EE.UU. Pero lo notable es que Korsch acabó por abandonar completamente, en el curso de su vida, las posiciones hegelianas que compartió con Lukács en los veinte, mientras que éste, que tan prontamente aceptó en política el comunismo centrista de Lenin y el Gobierno soviético, siguió siendo un marxista hegeliano hasta en las grandes obras de su vejez (Estética, 1963). Sólo después de 1968 pareció algo dispuesto a revisar de verdad su pensamiento.
La comparación entre Lukács y Korsch ilustra acerca de lo torpe que es identificar adhesión política con homogeneización intelectual, con ortodoxia, como suele hacerlo la literatura política trivial. Lukács se adhirió al comunismo estaliniano, muy antihegeliano, pero siguió cultivando su hegelomarxismo.
B. Cosa análoga ocurre con los izquierdistas neopositivistas de los años 20 y 30. Así, por ejemplo, Korsch criticaba a Lenin, todavía en 1938, por no haber visto «el punto de partida resueltamente materialista en que se basa la filosofía neopositivista». Esa crítica está fuera de lugar: lo que había que ver y que apreciar -ya desde Mach y Bogdánov- era, por ejemplo, el análisis formal que reduce, sólo para fines internos del estudio de los lenguajes científicos, la noción de objetividad a la de intersubjetividad, o la de axiomas evidentes a la de simplicidad, a eficacia deductiva, a «armonía de pensamiento», como decía Mach. Muchas de esas nociones han sido ya abandonadas, incluso en el trabajo analítico que era su terreno propio y de origen. Pero eran apreciables (y su intención científica sigue siéndolo) como instrumentos destinados a traducir las afirmaciones generales y materiales sobre el mundo por enunciados de contexto interno al trabajo científico mismo y, por lo tanto, de manejo más simple formalmente exacto e inambiguo. En cambio, si esos enunciados se toman por afirmaciones sobre el mundo, entonces se tiene no el análisis de las teorías, no una «crítica de la experiencia», sino el neopositivismo como filosofía de tipo tradicional…
C. Traduzco Betriebsverfassung por «constitución industrial» creyendo que el autor [SLA: Wolfgang Abendroth] está pensando, aunque no lo diga explícitamente, en temas sugeridos en la tradición marxista alemana, por Karl Korsch a principios de los años veinte. Y el léxico histórico-teórico de éste (Arbeitsverfassung, etc.) recomienda versiones como «constitución del trabajo», etc.
20. A. «¿Para que sirvió el realismo de Lukács?» (1985), Pacifismo, ecología y política alternativa, Icaria, Barcelona, 1987, pp. 176-177. 20. B. «Lenin y la filosofía», Sobre Marx y marxismo, op. cit, pp. 180-181. 20. C. Nota de traductor de SADP, p. 48.
Nota SLA:
Anotaciones de Sacristán sobre algunas obras de K. Korsch del fichero «dialéctica» de Reserva de la Universidad de Barcelona.
A. KK, Marxismus und Philosophie [Marxismo y filosofía].
1. «Al situar unilateralmente la dialéctica en el objeto -en la naturaleza y en la historia- y caracterizar el conocimiento como un reflejo meramente pasivo y una reproducción de ese ser objetivo en la consciencia subjetiva, Lenin y los suyos destruyen en realidad toda relación dialéctica entre el ser y la consciencia y, por consecuencia necesaria, también la relación dialéctica entre la teoría y la práctica» (p. 62)
En esta vieja inspiración idealista hay siempre una fusión del problema de la actividad del sujeto con el de la naturaleza del producto.
2. «(…) para la concepción dialéctica, método y contenido van inseparables» (p. 63). También en este punto la tradición dialéctica (o sea, idealista) es imprecisa: pues es claro que no prohíbe el silogismo para ningún contenido. Lo que es inseparable es la singularidad de procedimiento heurístico.
3. p. 100 [Desde «Cuando, por ejemplo, muchos intérpretes burgueses de Marx y también bastantes marxistas…» hasta «… Pues uno de los rasgos esenciales de ese método materialista-dialéctico es que no conoce esa diferencia, sino que consiste más bien esencialmente en la conceptuación teórica de lo histórico»]. Ese paso magnífico capta en mi opinión la verdad y la inspiración del espíritu dialéctico. Al mismo tiempo, permite bien ver que eso no es ni puede ser un método: es un programa. La debilidad potencialmente acientífica, pseudocientífica, de las dialécticas consiste en no querer admitir que para la realización de ese programa de conocimiento no hay más «métodos», más instrumentos, que los comunes.
4. pp. 126-128 [Desde «El gran defecto básico de este socialismo vulgar consiste en que se aferra «de modo no científico»..» hasta «…una crítica de la economía política no habría podido jamás convertirse en el elemento principal de una teoría de la revolución social»]. La madre del cordero, como en Lukács. Pero dicho mucho más agudamente. La causa de la locura es la ortodoxia: toma la carrera intelectual de Marx desde la crítica a la teoría como si fuera una demostración, y no una aventura con curvas y rodeos. Pero qué bien expresa lo que ocurrió en la cabeza de Marx. Y de esa locura idealista se desprenderá fácilmente su crítica de la división base-sobreestructura y de las interrelaciones
5. «Esos camaradas creen que la cuestión del método «científico» ha quedado resuelto de una vez para todas en el método empírico de las ciencias de la naturaleza y en el correspondiente método histórico-positivo de las ciencias de la sociedad; y no se dan cuenta de que precisamente ese método, grito de guerra con el cual la clase burguesa ha conducido desde el primer momento su lucha por el poder, sigue siendo hoy el método específicamente burgués de investigación científica» (pp. 172-173).
Como lo que añade es la práctica, se puede pensar que siempre sostuvo las ciencias en su «limitación».
B. KK, Karl Marx, Ariel, Barcelona.
1. pp. 60-61 [Desde «Este método tan tremendamente devorador de contradicciones se podía considerar…» hasta «…en sentido materialista y liberada de su mistificación, los métodos específicos de su ciencia materialista de la sociedad»]. En el Karl Marx, Korsch escribe con una peculiar ambigüedad (a primera vista): en el asunto de la dialéctica, como en cualquier otro, conserva modos de decir ortodoxos en los que ya no cree mucho; pero luego trabaja los conceptos de un modo original. Las frases sobre dialéctica, aparentemente contradictorias, se pueden resolver tal vez en una nueva concepción, en un nuevo uso de «dialéctica» que se puede ir rastreando por todo el libro. El programa es muy bueno, pero contiene todavía la errónea afirmación «ortodoxa» de que eso es un método o ciencia nueva. Mejor sería decir que es un saber o conocimiento nuevo. Logrado, en lo que tiene de sólido, con las ciencias de la academia.
2. «El postulado de Hegel de que la verdad es concreta es teóricamente exagerado y prácticamente irrealizable en el terreno positivo [MSL: Scientia non est de particularibus]. Pero eso Marx lo desarrolla hasta obtener un nuevo principio de conceptuación en la ciencia social, principio que mantiene el carácter histórico específico de todas las relaciones sociales y la realidad de la transformación histórica sin abandonar la generalización y en ella misma» (p. 71).
Parece que quiere decir (si se concreta y desgermaniza la vaguedad de la formulación) que Marx construye un modelo de leyes y, además, considera históricas estas leyes y el modelo.
[Nota añadida: De todos modos, expresa la esencia del programa de Korsch: una ciencia histórica exacta].
3. «Mientras que con el corriente procedimiento de abstracción con que se forman los llamados conceptos «generales»… Marx analiza la particular forma histórica de la sociedad burguesa y llega así a un conocimiento más general del desarrollo social, conocimiento que rebasa realmente dicha forma histórica burguesa» (p. 72).
Es el paso clave de la concepción de la dialéctica marxiana por KK.
4. «La moderna ciencia de la naturaleza no generaliza cualesquiera rasgos de un objeto empíricamente dado, a la vieja manera aristotélico-escolástica, pasando, por ejemplo, de la piedra que cae a la ley general de caída de las piedras, sino que parte del análisis del caso singular en toda su particularidad, o bien procede del experimento singular realizado bajo condiciones bien precisas a la formulación de la ley de la gravitación universal…» (p. 72)
Buen análisis, aunque no se pregunta qué guía el análisis previo a la inducción o abstracción.
5. «Análogamente, una ciencia social rigurosa… Sólo así lleva a ser la investigación de la sociedad una ciencia exacta basada en el experimento y en la observación» (p. 73).
Esta segunda parte es una analogía desmesurada, por las ideas de exactitud y de experimento.
6. p. 89 [Desde «En su desarrollo tardío entre los «economistas vulgares» del siglo XIX…» hasta «…la economía se ha anquilosado hasta convertirse en una disciplina especial que no contiene ya ningún interés social general]. Para redondear su complicada teoría de la ciencia marxista.
7. pp. 188-189 [Desde «(…) la teoría de Marx, conscientemente progresada de la filosofía a la ciencia…» hasta «…mediante una ciencia y una práctica directamente materialista»]. Se apoya en la Ideología Alemana y es contra el Diamat.
8. p. 200 [Desde «Lo que hizo que el joven Marx, pese a su sana resistencia, sucumbiera finalmente a la filosofía hegeliana…» hasta «…que ya en el período hegeliano habían constituido el verdadero contenido oculto de los conceptos»]. Una de las causas de que el texto de Korsch deslumbre es que escribe todas las interesantes agudezas que se le ocurren, aunque procedan de puntos de vista diferentes sobre la obra de Marx.
9. p. 239: «(…) al formular su principio materialista, Marx y Engels han partido desde el principio, como de cosa obvia, del hecho de que «una misma base económica -misma en cuanto a las condiciones principales- puede mostrar por innumerables circunstancias empíricas diversas… infinitas variaciones y gradaciones en su manifestación, las cuales sólo se pueden entender por el análisis de esas condiciones empíricamente dadas» (K III, MEW 25, 9.800).
La interesante comprensión de este punto por Korsch, con su cita de K III, da otra luz a la cuestión del «verdadero método científico». Es la nueva concepción de la dialéctica típica de Korsch, la cual supone otro trato de las abstracciones, inspirado en el desarrollo hegeliano del concepto. En metodología positiva, el resultado es posiblemente una idiografía científica, «exacta» al decir de Korsch.
10. pp. 249-250 [Desde «Para la determinación del tipo particular de relaciones y conexiones que existen entre la «base» económica y la «sobreestructura» jurídica y política…» hasta «(…) El principal trabajo preparatorio de esa resultante determinación moderna respecto de las particulares conexiones que dominan la vida práctica histórico-social, del hombre, se debe, en forma filosófica propia de la época, a la dialéctica hegeliana, y luego, en forma ya no filosófica, pero tampoco enteramente desprendida de la filosofía hegeliana, al materialismo dialéctico de Marx y Engels»]. Da la impresión de que su familiaridad con el Círculo de Viena no pudo ser muy profunda, porque sólo así se entiende que no perciba la abismática diferencia de estilo intelectual entre [Philip] Frank y Hegel-Marx. Pero sin duda Korsch quería decir algo razonable a través de oscuridad, a saber, que en historia -o, más korschianamente, en la teoría de la revolución- lo que interesa es una cosa distinta de las leyes causales conocidas en la tradición.
C. KK, texto mecanografiado del 27.10.1931, cit. apud. Rusconi.
1. Rusconi, XLII. «Trovare l momento unitario anche epistemológico tra filosofía, scienza e prassi e il problema di Korsch».
El programa es bueno y esencial a la tradición socialista marxista. Pero, para que no degenere en confusión, tiene que saber que eso no es epistemología en sentido etimológico, sino gnoseología. O que es ciencia no teórica.
2. Rusconi, XLII [Desde «Contra el procedimiento dialéctico de Hegel que escinde teóricamente…» hasta «…Basta con que en su desarrollo dialéctico se pueda derivar de esos conceptos otros conceptos empíricamente llenables y llenos»]. La reconstrucción de Hegel de acuerdo con la filosofía de la ciencia moderna, tiene mucho de analogía metafórica y apologética. La raíz es política, la idea de que la dialéctica es una noción imprescindible para «la etimología de la voluntad revolucionaria».
La confusión de Korsch a propósito de Hegel y el empirismo (lógico) se explica porque él oyera sobre todo el tono psicologista de aquel empirismo.
D. KK, Einleitung a Das Kapital [Introducción a El Capital], Berlin, G. Kiepenheur, 1932.
1. p. 12 [Desde «En el libro primero del Capital, Marx limita sólo formalmente su investigación…» hasta «(…) con un procedimiento aparentemente sólo lógico, el material adquirido en los detalles de la investigación»].
El que considere que el procedimiento axiomático es aparentemente lógico indica que sólo había oído campanas sobre el mismo. Seguramente.
E. KK, «Lenin und die Komintern, die Internationale», año 7, núms.10-11, pud. Rusconi, XXX/XXXI.
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El uso de ‘ciencia’ es el especial, no «ciencia pura».
Por otra parte, en el seminario sobre dialéctica impartido en la Facultad de Económicas de la UB en 1984-1985, o en el mismo curso sobre metodología, no puedo precisarlo, el apartado dedicado a Korsh, seguía el siguiente desarrollo (Es posible, por lo demás, que las anteriores anotaciones fueran material de trabajo para este curso y para el de posgrado que impartió en la UNAM en 1982-1983):
«3.1. Atractivo del personaje: su evolución, en el curso de la cual, luces y oscuridades de gran interés.
3.2. Valentía y sinceridad.
3.2.1. Aunque restricciones mentales.
3.3. Continuidad a través de los grandes cambios.
3.4. Su primera concepción de la dialéctica.
3.4.1. Versión tradicional de la dialéctica en 1923, con rasgo personal.
3.4. 2. Arranque idealista anti-positivista, como Lukács (coetáneo y condenado), 1924.
3.4.2.1. Pero trabajará sobre eso, no se verá intelectualmente forzado, como Lukács, a cambiar de ruta.
3.4.3. Aún mantiene posiciones hegeliano-lukácsianas en la Antikritik de 1930.
3.4.3.1. En parte por oponerse al marxismo-leninismo.
3.4.3.2. Y con el importante rechazo de la tesis de la Umstülpung [inversión], que, aunque no nueva en él, cobra particular relieve en la Antikritik.
3.4.4. Por otra parte, desde muy pronto (Marxismus und Philosophie), noción concreta de la dialéctica, más epistemológica que metodológica: ciencia conceptual de la historia.
3.4.5. Por otra parte, también desde muy temprano, 1924, concepción de una ciencia dialéctica no pura, sino revolucionaria.
3.4.5.1. «Grandeza y miseria.» del filosofar de Korsch, salvo en los últimos años.
3.5. Su segunda concepción de la dialéctica.
3.5.1. A principios de los años 30, Korsch colabora en la Gesellschaft für empirische Philosophie [Sociedad de Filosofía empírica] con Philip Frank, Hans Reichenbach, Ludwig von Mises.
3.5.2. Nueva actitud: conservar un Hegel compatible con la nueva filosofía de la ciencia.
3.5.2.1. Método de Hegel, método axiomático, constructos teóricos modernos.
3.5.2.2. Muy libre comprensión de la filosofía del Círculo de Viena.
3.5.2. La culminación de esta época es el Karl Marx, obra de muchos planos y muchas restricciones mentales, con restos de anteriores y anticipación de las siguientes. La intervención de Brecht.
3. 6. Última presentación de la dialéctica.
3.6.1 Negación del sistema dialéctico (Diamat) en el Karl Marx
3.6.2. Desformalización del hegelismo de Marx.
3.6.2.1. Muy original, pero dentro de la tradición, a propósito de la distinción método-sistema en la filosofía hegeliana. Karl Marx.
3.6.3. Eliminación de las categorías hegelianas en una versión contenidista, no formal, de la dialéctica.
3.6.4. Dialéctica y teoría de juegos de estrategia (Gerlach).
3.6.5. La «ciencia empírica» marxista, fruto de la dialéctica concreta, contenidista.
3.6.5.1. Ciencia histórica exacta (Althusser).
3.6.5.1.1. Con muy buena captación de Marx en «odres nuevos».
3.6.5.2. Reconocimiento de que esa ciencia tiene un estatuto epistemológico diferente del de la «ciencia burguesa», porque
3.6.5.2.1. Es «social»
3.6.5.2.2. Es crítica.
3.6.6. Esta concepción busca aunar la desmesura del programa hegelizante juvenil con el buen sentido epistemológico, que se aprecia en las claras distinciones.
3.6.7. Pero resulta evidente que el Korsch maduro es ambiguo acerca de la «dialéctica».
3.6.7.1. Pero en esa ambigüedad se puede apreciar una concepción positiva, original, con un defecto importante.
3.6.8. Y, dicho sea de paso, su imponente forcejeo en el Karl Marx entre epistemología standard y aspiraciones marxiano-praxiológicas da a veces frutos notables, muy korschianos. El abandono de la dialéctica.
3.7.1. Observación de Gerlach para 1931: ya dialéctica no es para Korsch lógica ni super-lógica.
3.7.2. Rechazo de la dialéctica en 1937.
3.7.3. El programa de «reconstrucción» de Marx.»
Y acaso el esquema anterior, esté inspirado en el desarrollo seguido en «Inducción y dialéctica», seminario de postgrado que Sacristán impartió en México en el curso académico 1982-1983:
3.1. Atractivo del personaje: su evolución, en el curso de la cual, luces y oscuridades de gran interés.
3.2. Valentía y sinceridad.
«(…) Hay que estar dispuesto a abandonar todas las convicciones cuando ya no coinciden con las experiencias actuales» (Korsch en Hannover, conferencia 1959, en E. Gerlach, K.K., M und Ph., p.30).
3.2.1. Aunque restricciones mentales.
«(…) El elemento crítico aparece aún más claramente en el método de la filosofía hegeliana que en su contenido. El método dialéctico es para Hegel el poderoso instrumento con el cual, en vez de dejar las contradicciones nacidas en la sociedad burguesa presentes las unas junto a las otras (como todavía ha hecho Ricardo), las consigue reunir -con numerosas imprecisiones, groserías y arbitrariedades teóricas, pero con una sistematicidad de todos modos genial de mediaciones lógicas «en la Idea»- en una unidad de las contradicciones entendida como proceso vivo, aunque, al mismo tiempo, de acuerdo con las necesidades de una clase que está reclamando el final del movimiento revolucionario y la «restauración», lo recubra todo con una «restitución» aparentemente completa de toda la vida metafísica ya superada por el materialismo burgués temprano, incluyendo la misma dogmática cristiana en una metafísica «absoluta».»(Karl Marx. Barcelona, Ariel, p. 69).
3.3. Continuidad a través de los grandes cambios.
3.4. Su primera concepción de la dialéctica.
3.4.1. Versión tradicional de la dialéctica en 1923, con rasgo personal.
«(…) Modo de pensar metafísico y modo de pensar dialéctico:
a) Marx y Engels llaman metafísica a la concepción que elabora en conceptos y proposiciones sueltas los fenómenos de la realidad dada de la naturaleza, (2) de la historia humana, (3) de nuestra misma actividad intelectual, y contrapone al mundo esos conceptos sueltos y esas proposiciones sueltas como verdades absolutas.
b) Se llama, en cambio, dialéctico al modo de pensar que concibe «el entero mundo natural, histórico e intelectual» (Engels) como un «proceso de desarrollo», y para el cual, por lo tanto, no puede haber verdades absolutas. Este modo de pensar se desarrolla primero en la filosofía burguesa del siglo XIX» (desde Kant hasta Hegel).» (Karl Korsch, «Fünfzehn Thesen über wissenschaftlichen Sozialismus» [Quince tesis sobre el socialismo científico] (1923), en K. Korsch, Politische Texte, Frankfurt am Main, Europäische Verlangsanstalt, 1974, pp. 52-53).
Observar el giro «modo de pensar» (Denkweise).
3.4.2. Arranque idealista anti-positivista, como Lukács (coetáneo y condenado), 1924.
A. «(…) Esos camaradas creen que la cuestión del método «científico» ha quedado resuelto de una vez para todas en el método empírico de las ciencias de la naturaleza y en el correspondiente método histórico-positivo de las ciencias de la sociedad; y no se dan cuenta de que precisamente ese método, grito de guerra con el cual la clase burguesa ha conducido desde el primer momento su lucha por el poder, sigue siendo hoy el método específicamente burgués de investigación científica» (KK,»Über materialischen Dialektik», junio 1924, en KK, Marxismus und Philosophie, pp. 172-173).
Como lo que añade es la práctica, se puede pensar que siempre sostuvo las ciencias en su «limitación».
B. «(…) El gran defecto básico de este socialismo vulgar consiste en que se aferra «de modo no científico», por decirlo de un modo marxiano, al ingenuo realismo con que el llamado buen sentido, el «peor de los metafísicos», y, con él, la corriente ciencia positiva de la sociedad burguesa, trazan una tajante línea divisoria entre la consciencia y su objeto. No se dan cuenta de que es contraposición, que ya no subsiste del todo para la consideración trascendental de la filosofía crítica, queda totalmente abolida para la concepción dialéctica (…) Pero prescindiendo de toda filosofía, está completamente claro que sin esa coincidencia de consciencia y realidad, característica de toda dialéctica, también de la marxista-materialista, coincidencia que hace que las relaciones de producción materiales de la época capitalista sean lo que son sólo junto con las formas de consciencia en las que se reflejan tanto en la consciencia precientífica cuanto en la consciencia científica (burguesa) de la época, hasta el punto de no poder subsistir realmente sin ellas, una crítica de la economía política no habría podido jamás convertirse en el elemento principal de una teoría de la revolución social» (Ibídem, pp. 126-128).
La madre del cordero, como en Lukács. Pero dicho mucho más agudamente. La causa de la locura es la ortodoxia: toma la carrera intelectual de Marx desde la crítica a la teoría como si fuera una demostración, y no una aventura con curvas y rodeos. Pero qué bien expresa lo que ocurrió en la cabeza de Marx. Y de esa locura idealista se desprenderá fácilmente su crítica de la división base-sobreestructura y de las interrelaciones
3.4.2.1. Pero trabajará sobre eso, no se verá intelectualmente forzado, como Lukács, a cambiar de ruta.
3.4.3. Aún mantiene posiciones hegeliano-lukácsianas en la Antikritik de 1930.
«(…) Al situar unilateralmente la dialéctica en el objeto -en la naturaleza y en la historia- y caracterizar el conocimiento como un reflejo meramente pasivo y una reproducción de ese ser objetivo en la consciencia subjetiva, Lenin y los suyos destruyen en realidad toda relación dialéctica entre el ser y la consciencia y, por consecuencia necesaria, también la relación dialéctica entre la teoría y la práctica» (KK, M. und Ph., Antikritik de 1930, p.62).
En esta vieja inspiración idealista hay siempre una fusión del problema de la actividad del sujeto con el de la naturaleza del producto.
3.4.3.1. En parte por oponerse al marxismo-leninismo.
3.4.3.2. Y con el importante rechazo de la tesis de la Umstülpung, que, aunque no nueva en él, cobra particular relieve en la Antikritik.
«(…) El (Lenin) se imagina el paso de la dialéctica idealista hegeliana al materialismo dialéctico de Marx y Engels como un simple trueque de la concepción del mundo que subyace a esa dialéctica idealista en Hegel por otra concepción del mundo filosófica ya no «idealista», sino «materialista», y no parece ni barruntar que con esa «inversión materialista» de la filosofía idealista de Hegel no se puede conseguir, en el mejor de los casos, más que una modificación terminológica consistente en no llamar ya al Absoluto espíritu, sino materia» (Ibídem, p. 60).
3.4.4. Por otra parte, desde muy pronto (Marxismus und Philosophie), noción concreta de la dialéctica, más epistemológica que metodológica: ciencia conceptual de la historia.
«(…) Cuando, por ejemplo, muchos intérpretes burgueses de Marx y también bastantes marxistas de los últimos tiempos, creen poder hacer en la obra principal de Marx, El Capital, una distinción entre los materiales históricos y los teórico-económicos, prueban con solo eso que no han entendido aún nada del verdadero método marxiano de crítica de la economía política. Pues uno de los rasgos esenciales de ese método materialista-dialéctico es que no conoce esa diferencia, sino que consiste más bien esencialmente en la conceptuación teórica de lo histórico» (Ibídem, p. 100)
Ese paso magnífico capta en mi opinión la verdad y la inspiración del espíritu dialéctico. Al mismo tiempo, permite bien ver que eso no es ni puede ser un método: es un programa. La debilidad potencialmente acientífica, pseudocientífica, de las dialécticas consiste en no querer admitir que para la realización de ese programa de conocimiento no hay más «métodos», más instrumentos, que los comunes.
3.4.5. Por otra parte, también desde muy temprano, 1924, concepción de una ciencia dialéctica no pura, sino revolucionaria.
«(…) Sólo la nueva ciencia de la clase proletaria, que no es ya, ni quiere ser, como la ciencia burguesa, ciencia «pura» teórica, sino, al mismo tiempo, práctica revolucionaria, puede romper esas barreras» (de las antinomias) (KK, «Über materialischen Dialektik»[Sobre el materialismo dialéctico], junio 1924, en KK, M. und Ph., p.175).
3.4.5.1. «Grandeza y miseria» del filosofar de Korsch, salvo en los últimos años.
A. En el artículo «Cuestiones fundamentales relativas a la socialización», Der Arbeiterrat, 1920, ahora en Consigni di fabbrica e socializzazione [Consejos de fábrica y socialización], Bari, Laterza, 1970, Korsch propone el concepto «Erkenntnistheorie des revolutionären Willes» [Teoría del conocimiento de la voluntad revolucionaria], a propósito de su interpretación de la unidad de teoría y práctica en Marx (Karl Korsch, Il materialismo storico, trad. di Enzo Rota, con un saggio introductivo de Gian Enrico Rusconi, Bari, Laterza, 1972, p. XVIII).
B. «(…) Trovare l momento unitario anche epistemológico tra filosofía, scienza e prassi e il problema di Korsch» [Encontrar el momento unitario también epistemológico entre filosofía, ciencia y praxis es el problema de Korsch] (Rusconi, XLIII).
El programa es bueno y esencial a la tradición socialista marxista. Pero, para que no degenere en confusión, tiene que saber que eso no es epistemología en sentido etimológico, sino gnoseología. O que es ciencia no teórica.
3.5. Su segunda concepción de la dialéctica.
3.5.1. A principios de los años 30, Korsch colabora en la Gesellschaft für empirische Philosophie [Sociedad de Filosofía empírica] con Philip Frank, Hans Reichenbach, Ludwig von Mises.
3.5.2. Nueva actitud: conservar un Hegel compatible con la nueva filosofía de la ciencia.
«(…) En una conferencia inédita que pronunció en 1931 en la «Gessellschaft für empirische Philosophie» acerca del «Empirismo en Hegel», se arguye que la verdadera importancia de Hegel para Marx se encuentra en el trabajo de pionero de Hegel en el terreno de la investigación empírica de la sociedad. Sostiene que el método de Hegel no es muy distinto del procedimiento axiomático de las modernas ciencias de la naturaleza. También en Hegel toda determinación conceptual dialécticamente derivada se fundamenta con el correspondiente fenómeno empírico. Korsch niega que exista un concepto dialéctico de verdad análogo al de la lógica formal. Pero subraya «la imponente ampliación y el giro particular que ha dado Hegel al concepto mismo de experiencia» «El concepto hegeliano de experiencia no es sólo mucho más amplio que el concepto de experiencia de las ciencias naturales de hoy día, sino que, además, tiene una inclinación, muy importante, para el futuro desarrollo del empirismo (…) hacia lo subjetivo, hacia la experiencia como acción, como práctica humana, social». Korsch llama a Hegel precursor decisivo de una «empiria exacta del sujeto que piensa y actúa».» (Erich Gerlach, en Karl Korsch, Marxismus und Philosophie, pp. 23/24).
La confusión de Korsch a propósito de Hegel y el empirismo (lógico) se explica porque él oyera sobre todo el tono psicologista de aquel empirismo.
3.5.2.1. Método de Hegel, método axiomático, constructos teóricos modernos.
A. «(…) Contra el procedimiento dialéctico de Hegel que escinde teóricamente el mundo de la experiencia inmediatamente dada en parejas de conceptos opuestos para obtener de la contraposición de conceptos -es decir, de la contraposición y unión de dos conceptos abstractos que se niegan mutuamente- el todo concreto, pero ahora como todo conceptual, no se puede objetar nada de fondo por el hecho de que a los conceptos de oposición así formados no corresponda, en el caso límite, tomados individualmente, en la realidad empíricamente determinable nada determinado. Basta con que en su desarrollo dialéctico se pueda derivar de esos conceptos otros conceptos empíricamente llenables y llenos» (Karl Korsch, texto mecanografiado del 27/10/1931,. cit. apud. Rusconi, XLIII).
La reconstrucción de Hegel de acuerdo con la filosofía de la ciencia moderna, tiene mucho de analogía metafórica y apologética. La raíz es política, la idea de que la dialéctica es una noción imprescindible para «la etimología de la voluntad revolucionaria».
B. «(…) Hegel entiende por experiencia (…) no sólo la experiencia inmediata, sino los resultados que se van obteniendo mediante la elaboración científica del ámbito específico que se examina, exactamente igual que el moderno procedimiento axiomático no tiene ya nada que ver con la experiencia directa» (Ibídem, XLIII).
C.»(…) En el libro primero del Capital, Marx limita sólo formalmente su investigación al proceso de producción del capital; en realidad, en esta parte ha recogido y presentado al mismo tiempo el conjunto del modo de producción capitalista y de la sociedad burguesa que aquí crea con todas sus formas ideológicas (…) como una totalidad. Eso es una consecuencia necesaria del modo de representación que Marx ha tomado de la filosofía hegeliana sin alterarlo mucho formalmente, pese a la inversión materialista de su contenido idealista. Ese modo de representación -semejante en estos a los modernos métodos axiomáticos de las ciencias naturales materialistas- deduce de conceptos básicos sencillos, con un procedimiento aparentemente solo lógico, el material adquirido en los detalles de la investigación» (Karl Korsch, Einleitung a Das Kapital [Introducción a El Capital], Berlin, G. Kiepenhuer, 1932, p. 12, apud. Rusconi, XLIII/XLIV).
El que considere que el procedimiento axiomático es aparentemente lógico indica que sólo había oído campanas sobre el mismo.
3.5.2.2. Muy libre comprensión de la filosofía del Círculo de Viena.
A. «Para la determinación del tipo particular de relaciones y conexiones que existen entre la «base» económica y la «sobreestructura» jurídica y política, junto con las «correspondientes» formas de consciencia, no bastan en esta forma general ni la determinación conceptual filosófica de la causalidad dialéctica» ni la «causalidad» científico-natural complementada por «interacciones». La ciencia natural del siglo XX ha aprendido que las relaciones «causales», en cuyo descubrimiento para un determinado campo trabaja el investigador especialista en él, no se pueden definir en la forma de un concepto de causalidad o una ley de causalidad generales, sino «específicamente» para cada campo particular (Philip Frank, Das Kausalgesetz und seine Grenzen, Wien, 1932). El principal trabajo preparatorio de esa resultante determinación moderna respecto de las particulares conexiones que dominan la vida práctica histórico-social, del hombre, se debe, en forma filosófica propia de la época, a la dialéctica hegeliana, y luego, en forma ya no filosófica, pero tampoco enteramente desprendida de la filosofía hegeliana, al materialismo dialéctico de Marx y Engels» (Karl Marx, op. cit, pp. 249-250).
Da la impresión de que su familiaridad con el Círculo de Viena no pudo ser muy profunda, porque sólo así se entiende que no perciba la abismática diferencia de estilo intelectual entre [Philip] Frank y Hegel-Marx. Pero sin duda Korsch quería decir algo razonable a través de oscuridad, a saber, que en historia -o, más korschianamente, en la teoría de la revolución- lo que interesa es una cosa distinta de las leyes causales conocidas en la tradición.
B. «(…) La moderna ciencia de la naturaleza no generaliza cualesquiera rasgos de un objeto empíricamente dado, a la vieja manera aristotélico-escolástica, pasando, por ejemplo, de la piedra que cae a la ley general de caída de las piedras, sino que parte del análisis del caso singular en toda su particularidad, o bien procede del experimento singular realizado bajo condiciones bien precisas a la formulación de la ley de la gravitación universal (…)1. Análogamente, una ciencia social rigurosa no puede proceder por simple abstracción de unas notas y conservación de otras más o menos arbitrariamente escogidas para hacerse un concepto de la forma históricamente dada de sociedad. Tiene que llegar al conocimiento de lo general obtenido de esa forma de sociedad mediante una investigación cuidadosa y exacta de la génesis histórica de esta forma particular y, de ser posible, también a partir de la alteración de su forma presente producida en circunstancias conocidas con precisión. Sólo así lleva a ser la investigación de la sociedad una ciencia exacta basada en el experimento y en la observación» (Ibídem, p. 73).
(1) Buen análisis, aunque no se pregunta qué guía el análisis previo a la inducción o abstracción. Esta segunda parte es una analogía desmesurada, por las ideas de exactitud y de experimento.
3.5.2. La culminación de esta época es el Karl Marx, obra de muchos planos y muchas restricciones mentales, con restos de anteriores y anticipación de las siguientes. La intervención de Brecht.
3.6. Última presentación de la dialéctica.
3.6.1 Negación del sistema dialéctico (Diamat) en el Karl Marx
A. «(…) Como investigación rigurosamente empírica que es de determinadas formas sociales históricas, la ciencia social materialista de Marx no necesita ninguna fundamentación filosófica semejante» (Ibídem, p. 187)
B. «(…) la teoría de Marx, conscientemente progresada de la filosofía a la ciencia; (…) La única razón por la cual los filósofos materialistas Marx y Engels, a partir de un determinado punto de su desarrollo (y con más consecuencia que los que inicialmente les habían precedido en este sentido, Feuerbach y Moses Hess) se han vuelto de espaldas a toda filosofía, también a la materialista, consiste en que quisieron rebasar el materialismo de la filosofía mediante una ciencia y una práctica directamente materialista» (Ibídem, pp. 188-189).
Se apoya en la Ideología Alemana y es contra el Diamat.
3.6.2. Desformalización del hegelismo de Marx.
3.6.2.1. Muy original, pero dentro de la tradición, a propósito de la distinción método-sistema en la filosofía hegeliana. Karl Marx.
«(…) Lo que hizo que el joven Marx, pese a su sana resistencia, sucumbiera finalmente a la filosofía hegeliana para todo un importante período de su vida fue precisamente la circunstancia de que Hegel, pese a toda la mistificación especulativa, ha llevado a la investigación de la historia de la sociedad y del llamado «Espíritu» algo más que la actitud del investigador de la naturaleza (…) En el fondo, Marx no ha seguido nunca más que al investigador natural de la sociedad Hegel, al que ha creído descubrir bajo el disfraz mistificador del filósofo idealista. Ha abandonado a Hegel inmediatamente, en cuanto que ha creído poder representar de modo directo las conexiones de los hombres y las cosas, que ya en el período hegeliano habían constituido el verdadero contenido oculto de los conceptos» (Ibídem, p. 200)
Una de las causas de que el texto de Korsch deslumbre es que escribe todas las interesantes agudezas que se le ocurren, aunque procedan de puntos de vista diferentes sobre la obra de Marx.
3.6.3. Eliminación de las categorías hegelianas en una versión contenidista, no formal, de la dialéctica.
«(…) La «contradicción» hegeliana se sustituye por la lucha de clases sociales, la «negación» dialéctica se sustituye por el proletariado, y la «síntesis» dialéctica por la revolución proletaria y el paso a un estadio histórico superior de desarrollo de la sociedad» (Ibídem, p. 203).
Véase comentario a ficha 65 [Texto 3.621]
3.6.4. Dialéctica y teoría de juegos de estrategia (Gerlach).
«(…) Desde este punto de vista (el del Karl Marx) no es posible deducir dialécticamente del marxismo la necesidad de la victoria del socialismo. El marxismo es simplemente ciencia social referida a la acción de la clase trabajadora, ciencia de la cual esa clase se puede servir para el análisis teórico y para la transformación práctica. «La revolución social del proletariado es la acción de los seres humanos que se encuentran unidos como clase social determinada y en lucha con otras clases sociales; contiene todas las posibilidades y todos los riesgos vinculados a semejante aspiración real y práctica» (KM). La teoría de los «juegos de estrategia» es la expresión científica moderna de esa concepción» (E. Gerlach, en KK, M. und Ph, p.27)
3.6.5. La «ciencia empírica» marxista, fruto de la dialéctica concreta contenidista.
3.6.5.1. Ciencia histórica exacta (Althusser).
A. «(…) El postulado de Hegel de que la verdad es concreta es teóricamente exagerado y prácticamente irrealizable en el terreno positivo
Parece que quiere decir (si se concreta y desgermaniza la vaguedad de la formulación) que Marx construye un modelo de leyes y, además, considera históricas estas leyes y el modelo. De todos modos, expresa la esencia del programa de Korsch: una ciencia histórica exacta.
B. «(…) Las únicas leyes auténticas en la ciencia de la sociedad son (…) leyes de desarrollo» (Ibídem, p. 74).
3.6.5.1.1. Con muy buena captación de Marx en «odres nuevos».
«(…) Mientras que con el corriente procedimiento de abstracción con que se forman los llamados conceptos «generales» de los teóricos sociales burgueses no es posible conceptuar ningún estadio real del desarrollo, Marx consigue con su transformación racional del principio dialéctico de la filosofía hegeliana la única forma de generalización posible en una ciencia social practicada como ciencia rigurosa según el modelo de las ciencias de la naturaleza más desarrolladas. Los investigadores burgueses de la sociedad, que aparentemente estudian la sociedad en general
Es el paso clave de la concepción de la dialéctica marxiana por KK.
3.6.5.2. Reconocimiento de que esa ciencia tiene un estatuto epistemológico diferente del de la «ciencia burguesa», porque
3.6.5.2.1. Es «social»
«(…) En su desarrollo tardío entre los «economistas vulgares» del siglo XIX y de modo completo ya con los representantes actuales de la economía ni siquiera «política» o «social» sino «pura», la economía se ha anquilosado hasta convertirse en una disciplina especial que no contiene ya ningún interés social general» (Ibídem, p. 62).
Para redondear su complicada teoría de la ciencia marxista.
3.6.5.2.2. Es crítica.
«(…) La ciencia marxista representa frente a los principios burgueses las nuevas concepciones y aspiraciones de esta clase oprimida en la sociedad burguesa. En este sentido no es una ciencia positiva, sino una ciencia crítica» (Ibídem, p.80).
3.6.6. Esta concepción busca aunar la desmesura del programa hegelizante juvenil con el buen sentido epistemológico, que se aprecia en las claras distinciones.
3.6.7. Pero resulta evidente que el Korsch maduro es ambiguo acerca de la «dialéctica».
3.6.7.1. Pero en esa ambigüedad se puede apreciar una concepción positiva, original, con un defecto importante.
«(…) Este método tan tremendamente devorador de contradicciones se podía considerar -con sólo admitir que su «prematuro» cierre por Hegel con la sociedad burguesa, su estado, su filosofía, su religión y su arte es una violación del método revolucionario por el sistematizador conservador como abierto para recibir un contenido nuevo y tan plenamente contradictorio como es el movimiento de la clase y la revolución proletarias. Lassalle y, durante algún tiempo, Proudhon creyeron seriamente que el método podía dar de sí semejante tarea.
Marx y Engels vieron claro que los viejos odres de la dialéctica idealista burguesa no valían ya para el nuevo vino del materialismo proletario. Han conservado ciertamente, para los varios principios metódicos que han desarrollado en su investigación social, el nombre genérico de «dialéctica» (materialista), y también han «coqueteado» a veces con la forma externa de expresión de la filosofía hegeliana. Pero materialmente han roto del todo con la filosofía idealista de Hegel. Han puesto la dialéctica sobre una base materialista en vez de idealista. Marx y Engels desarrollaron, partiendo de la dialéctica de Hegel invertida en sentido materialista y liberada de su mistificación, los métodos específicos de su ciencia materialista de la sociedad» (Ibídem, pp. 60-61).
En el Karl Marx, Korsch escribe con una peculiar ambigüedad (a primera vista): en el asunto de la dialéctica, como en cualquier otro, conserva modos de decir ortodoxos en los que ya no cree mucho; pero luego trabaja los conceptos de un modo original. Las frases sobre dialéctica, aparentemente contradictorias, se pueden resolver tal vez en una nueva concepción, en un nuevo uso de «dialéctica» que se puede ir rastreando por todo el libro. El programa es muy bueno, pero contiene todavía la errónea afirmación «ortodoxa» de que eso es un método o ciencia nueva. Mejor sería decir que es un saber o conocimiento nuevo. Logrado, en lo que tiene de sólido, con las ciencias de la academia.
3.6.8. Y, dicho sea de paso, su imponente forcejeo en el Karl Marx entre epistemología standard y aspiraciones marxiano-praxiológicas da a veces frutos notables, muy korschianos.
«(…) al formular su principio materialista, Marx y Engels han partido desde el principio, como de cosa obvia, del hecho de que «una misma base económica -misma en cuanto a las condiciones principales- puede mostrar por innumerables circunstancias empíricas diversas… infinitas variaciones y gradaciones en su manifestación, las cuales sólo se pueden entender por el análisis de esas condiciones empíricamente dadas» (K III, MEW 25, 9.800) (Ibídem, p. 239).
La interesante comprensión de este punto por Korsch, con su cita de K III, da otra luz a la cuestión del «verdadero método científico». Es la nueva concepción de la dialéctica típica de Korsch, la cual supone otro trato de las abstracciones, inspirado en el desarrollo hegeliano del concepto. En metodología positiva, el resultado es posiblemente una idiografía científica, «exacta» al decir de Korsch.
3.7. El abandono de la dialéctica.
3.7.1. Observación de Gerlach para 1931: ya dialéctica no es para Korsch lógica ni super-lógica.
Sobre Karl Korsch, «A Non-dogmatic Approach to Marxism», Politics, 1946, escrito en 1931 al principio: «Aquí la dialéctica no se entiende como una «superlógica» de la que uno se sirve como de la lógica común, sino de manera «subjetivista» y «activista», como el modo en que en una época revolucionaria las clases, los grupos, los individuos producen ideas nuevas, disuelven los existentes sistemas del saber y los substituyen por «sistemas más flexibles o, en el mejor de los casos, por ningún sistema, sino por la libre aplicación sin trabas del pensamiento al curso cambiante del proceso» (E. Gerlach, en KK, Marxismus und Philosophie, pp. 24-25).
3.7.2. Rechazo de la dialéctica en 1937.
«(…) No sólo en su mistificadora forma hegeliana, sino también en su transformación racional marxista, la dialéctica tiene determinados rasgos que no se armonizan plenamente con la principal tendencia de la investigación marxiana, la cual es revolucionaria y progresista, antimetafísica y rigurosamente científica y empírica» (Karl Korsch, «The Old Hegelian Dialectic and the New Materalistic Science» en International Council Corresponde for Theory and Discussion, oct. 1937, citado del manuscrito por Erich Gerlach en «Die Entwicklung des Marxismus von der revolutionären Philosophie zur wissenschaflichen Theorie des proletarischen Handelns bei Karl Korsch», Introducción a Karl Korsch, Marxismus und Philosophie, herausgegeben und eingeleiltet von Erich Gerlach, Frankfurt am Main, Europäische Verlagsanstalt, 1966, pp. 22/23).
3.7.3. El programa de «reconstrucción» de Marx.
*
21. Karel Kosík (1926-2003)
Karel Kosik señaló [Dialéctica de lo concreto, México, 1967, pp. 152-153] la Introducción de 1857 a la Contribución a la Crítica de la Economía Política como el lugar de Marx en que se asienta la distinción entre la génesis social de un producto (en aquel caso el arte griego) y su validez o vigencia. La concepción que acabamos de estudiar, según la cual la economía política inglesa nace vinculada a una clase, de la que son expresión sus mejores autores (señaladamente Ricardo), pero es, sin embargo, ciencia, producto sin más interés que «el pensamiento desinteresado», permite sustituir la fecha en que se fijó Kosik por los primeros años 1840.
21. «Karl Marx como sociólogo de la ciencia», mientras tanto, nº 16-17, 1983, p.18.
Nota SLA:
De una de las carpetas de resúmenes de Reserva de UB, estas anotaciones de Sacristán sobre Dialéctica de lo concreto de Karel Kosík, según la traducción castellana de Adolfo Sánchez Vázquez, editada en México por Grijalbo en 1967.
1. «Como es sabido, Marx distinguía el método de investigación del método de exposición. Sin embargo, el método de investigación se pasa por alto como algo conocido y el método de exposición es considerado como una forma de presentación y, por tanto, no se ve que no es sino el método de explicación, gracias al cual el fenómeno se vuelve transparente, racional, comprensible1 (…) Sin el pleno dominio de este método de investigación, cualquier dialéctica se convierte en una vacua especulación.
En cuanto la ciencia inicia su propia exposición estamos ya ante el resultado de una investigación y de una asimilación crítico-científica de la materia. El comienzo de la exposición es ya un comienzo mediato, que contiene en germen la estructura de toda la obra. Pero lo que puede y debe ser el comienzo de la exposición no es conocido todavía al comienzo de la investigación. El inicio de la exposición y el inicio de la investigación es casual y arbitrario, en tanto que el de la exposición es necesario 2 .
El Capital de Marx se inicia -y esto es ya un lugar común- con el análisis de la mercancía. Pero el hecho de que la mercancía sea una célula de la sociedad capitalista, su comienzo abstracto, cuyo desarrollo reproduce la estructura interna de la sociedad capitalista, tal comienzo de la exposición es resultado de una investigación, pero es asimilación científica de la materia. Para la sociedad capitalista, la mercancía es la realidad absoluta, puesto que es la unidad de todas las determinaciones, el embrión de todas las contradicciones y, en este sentido, puede ser caracterizada en términos hegelianos como la unidad del ser y el no ser, de la distinción y la indistinción, de la identidad y la no identidad. La dialéctica de la explicación o exégesis no puede eclipsar al problema central: ¿cómo llega la ciencia al comienzo necesario de la exposición o sea, de la explicación?3 (…) Sin un comienzo necesario, la exposición deja de ser un desarrollo4, una explicación, para convertirse en una mezcolanza ecléctica, o un continuo estar de acá para allá o, por último, lo que se opera no es el desarrollo interno y necesario de la cosa misma, sino el desarrollo del reflejo de la cosa, de la meditación sobre la cosa, lo cual es -en relación a la cosa- algo externo y arbitrario5. El método de la explicación no es el desarrollo evolutivo6, sino el despliegue, la manifestación y «complicación» de las contradicciones, el desarrollo de la cosa por mediación de éstas.
La explicación es un método que presenta el desenvolvimiento de la cosa como transformación necesaria de lo abstracto en concreto. El desconocimiento del método de la explicación dialéctica (basado en la concepción de la realidad como totalidad concreta) conduce, bien a la absorción de lo concreto por lo abstracto7 o bien a saltarse los términos intermedios y a la construcción de abstracciones forzadas» (pp. 50-52).
(1) Ya lo que Marx llama método de investigación es explicación.
(2) Hipervaloración de la teoría y creencia en la unicidad de la explicación, muy hegeliana.
(3) Se cree que no hay más que un sistema axiomático para cada campo de conocimiento.
(4) Hegel. Marx lo dice más modestamente.
(5) De modo que toda la física es ecléctica y arbitraria.
(6) No fuéramos a admitir alguna ciencia.
(7) La ciencia de verdad.
2. «La totalidad concreta como concepción dialéctico-materialista del conocimiento de lo real (…) significa, por tanto, un proceso indivisible cuyos elementos son: la destrucción del pseudoconcreción, es decir, de la aparente y fetichista objetividad de lo fenómeno, y el conocimiento de su auténtica objetividad; en segundo lugar, el conocimiento de carácter histórico del fenómeno, en el cual se manifiesta de modo peculiar la dialéctica de lo singular y lo general humano; y, por último, el conocimiento del contenido objetivo y del significado del fenómeno, de su función objetiva y del lugar histórico que ocupa en el seno del todo social» (p. 74).
No olvidar el arranque heideggeriano de la destrucción de la falsa concreción.
3. Capítulo II. Economía y filosofía.
Parte de la Sorge [cura, cuidado, preocupación] heideggeriana, con el estilo acumulativo de Heidegger: no definir, sino fabricar psicológicamente una sensación. La vida cotidiana se va configurando como una versión «marxista» de la Alltäglichkeit [cotidianidad] heideggeriana. Pero concluye en contra:
«La decisión en pro de la autenticidad subspecie mortis finaliza en el romanticismo aristocrático del estoicismo (bajo el signo de la muerte se vive lo mismo el trono que entre cadenas) o bien se realiza como decisión en pro de la muerte. Pero esta forma de modificación existencial no es la única, y ni siquiera el modo más frecuente o adecuado de realizarse auténticamente el individuo. Es sólo una elección histórica, con un claro y determinado contenido social y de clase» (p. 104)
Está muy bien, aunque yo prefiero el aparato conceptual clásico de la tragedia.
4. «La razón dialéctica es un proceso universal y necesario dirigido a conocer y plasmar la realidad de modo que no deje nada fuera de sí; por consiguiente, es razón tanto de la ciencia y del pensamiento como de la libertad, y la realidad humana. La sinrazón de la razón y, por tanto, la limitación histórica de la razón, consiste en el hecho de negar la negatividad. La racionalidad de la razón consiste en el hecho de presuponer y prever la negatividad como su propio producto, de concebirse a sí mismo como una continua negatividad histórica y en saber, por tanto, de sí misma, que su misión es plantear y resolver las contradicciones. La razón dialéctica no existe fuera de la realidad y tampoco concibe la realidad fuera de sí. Existe únicamente en cuanto realiza su racionalidad, esto es, se crea como razón dialéctica sólo en tanto que crea una realidad racional en el proceso histórico. Es posible agrupar las características fundamentales de la sinrazón dialéctica en los siguientes puntos esenciales:
1) El historicismo de la razón, a diferencia de la supra-historicidad de la razón racionalista. 2) A diferencia del procedimiento analítico-computativo de la razón racionalista, que va de lo simple a lo complejo, y que toma los puntos de partida, aceptados de una vez para siempre, para realizar la suma del saber humano, la razón dialéctica procede en cambio del fenómeno a la esencia, de la parte al todo, etc., y concibe el progreso del conocimiento como el proceso dialéctico de la totalización que incluye la eventual revisión de los principios fundamentales. 3) La razón dialéctica: no es sólo la capacidad de pensar y de conocer racionalmente, sino también y al mismo tiempo el proceso de formación racional de la realidad, es decir, la realización de la libertad. 4) La razón dialéctica es negatividad que sitúa históricamente los grados de conocimiento alcanzados y la realización de la libertad humana, superando teórica y prácticamente cada grado alcanzado, insertándolo en la totalidad evolutiva. No confunde lo relativo con lo absoluto, sino que comprende y realiza la dialéctica de lo relativo y de lo absoluto en el proceso histórico» (pp. 123-124)
En el plano teórico, no consigue presentar algo distinto de la razón a secas. Ni en el práctico, si se trata de la razón a secas.
5. «Es injusto afirmar que cada categoría económica de El Capital de Marx es al mismo tiempo una categoría filosófica (H. Marcuse), pero es verdad que sólo un análisis filosófico, que rebasa el ámbito de la ciencia especializada y revela qué es la realidad y cómo se forma la realidad humano-social permite comprender la esencia de las categorías económicas y, por tanto, facilita la clave de su análisis crítico» (p. 206).
Estos metafísicos quieren que la filosofía sea «superior» a las ciencias, pero, además, que dé el mismo rendimiento que ellas. No tengo inconveniente en admitir que hay un filosofar distinto de las ciencias, operación muy importante. Pero averiguar «qué es la realidad» es algo que pasa de filosófico a científico en la medida en que se hace positivo, criticable, etc. Por lo demás, también hay filosofar en las ciencias.
6. «La praxis es la esfera del ser humano. En este sentido el concepto de práctica constituye el punto culminante de la filosofía moderna, que frente a la tradición platónico-aristotélica, ha puesto de relieve el verdadero carácter de la creación humana como realidad ontológica. La existencia no solo «se enriquece» con la obra humana, sino que en ella y en la creación del hombre -como en un proceso ontocreador- se manifiesta la realidad y en cierto modo se produce el acceso a ésta. En la praxis humana acontece algo esencial, que no es mero símbolo de otra cosa, sino que posee en sí su propia verdad y tiene, al mismo tiempo, una importancia ontológica» (p. 240)
Heidegger.
7. «La dialéctica trata de la «cosa misma». Pero la «cosa misma» no es una cosa cualquiera o, dicho sin rodeos, ni siquiera es una cosa: la «cosa misma» de que se ocupa la filosofía es el hombre y su puesto en el universo, o bien (lo que, con otras palabras, expresa lo mismo): la totalidad del mundo que se revela en la historia por el hombre, y el hombre existente en al totalidad del mundo» (pp. 268-269)
La idea heideggeriana de ontología le sirve para resolver el problema del ámbito de la dialéctica mediante la inyección de idealismo imprescindible para todos los que quieren una dialéctica que lo abarque todo.
Y a propósito de la Dialéctica de lo concreto, estas dos citas finales. La primera es de Brecht:
Dime, casa que estás entre el Sund y el peral:
el viejo lema «La verdad es concreta»
que el fugitivo, en tiempos, encerró entre tus muros,
¿sobrevive a los bombardeos?»
B. Brecht , «Al refugio danés de los primeros años del exilio»
[El mismo Brecht había grabado en la pared de esa casa de Swendborg, localidad danesa cercana al Sund -donde encontró su primer refugio al abandonar la Alemania nazi- el lema Die Wahrheit ist Konkret].
La segunda incluye un comentario del propio Sacristán:
«[…] Hay que señalar, por otra parte, que la utilización de tal o cual tipo de paradigma está a veces dictada por las características lógicas de los fenómenos analizados. Por ejemplo, no se ve cómo las eorías hipotético-deductivas del tipo de las que utiliza la física pudieran ser utilizadas -o en todo caso, pudieran ser exclusivamente utilizadas- en el análisis de los fenómenos singulares; por ello el análisis mertoniano de la máquina americana no puede tomar la forma de una teoría hipotético-deductiva» (Boudon, R. La crisis de la sociología. Barcelona, Laia, 1974, p. 221). Este paso tiene dos debilidades fundamentales: la persistencia de la idea de que pueda haber teoría de lo singular, y la persistencia de la idea de que la teoría no sirva para entender lo singular. Toda la tecnología refuta esta idea, y Aristóteles ya refutó la primera.
*
22. Paul Langevin (1872-1946)
A. La perplejidad en que ha sumido a físicos y filósofos la mecánica cuántica, que parece hacer quebrar nociones cosmológicas básicas -como las de causa y determinación- en su concepción tradicional, es la ocasión más clara que la realidad presenta hoy a la razón para que despliegue su «táctica intelectual». Todos los filósofos marxistas están de acuerdo en algunas actitudes fundamentales respecto de este problema: se niegan a aceptar fórmulas como las de «disolución de la materia», «libertad de la materia», y otras semejantes que les recuerdan los intentos de la «apologética del siglo pasado, cuando intentaba deducir la libertad de la pérdida de peso de una sustancia quemada». Ante todo, el pensamiento marxista rechaza la solución neopositivista de considerar irresoluble -y, por tanto, sólo aparente- todo problema que se plantee en términos de realidad y no de vivencias. Las siguientes líneas de P. Langevin pueden leerse como características. «Yo creo que es difícil de ser un físico experimental sin creer en la realidad no sólo de los demás físicos, sino también del mundo… Si se considera desprovista de sentido toda afirmación referente a la realidad del mundo externo, si se considera el carácter esencialmente colectivo de nuestra ciencia como resultante de nuestro contacto común…, si se habla entonces de una intersubjetividad, confieso que veo sin duda subjetividades, pero no veo cómo se puede hablar de intersubjetividad, pues en aquel caso cada uno de nosotros está encerrado en su papel de sujeto…, ya que no hay realidad externa sobre la cual nos veamos incitados a obrar.»
B. Dos notas.
1. Puede Heidegger llevar razón cuando afirma «que en la moderna física atómica se prepara un cambio de la relación (del hombre) al objeto, cambio que, a través de la técnica moderna, modifica todo el tipo humano de representación» (SG 19). Así lo piensan también los grandes físicos. Pero este hecho precisamente prueba que la razón es el camino «esencial» por el que se descubren horizontes que superan los antiguos. Y la razón ha superado ya tantos, se ha superado ya a sí misma tantas veces entre dolorosas contradicciones que no parece insensato esperar con un gran cosmólogo contemporáneo que sepa también esta vez aplicar su «tactique intellectuelle» (Paul Langevin, La Pensée et l´Action [El pensamiento y la acción], 1950, p. 241).
2. En una filosofía que valore positivamente el sentido común sería sin duda cuestión ociosa la que preguntara por los motivos de una dilatación, por así decirlo, de la epistemología en gnoseología, de la teoría de la ciencia en doctrina general del conocimiento. Lo mismo vale, con más o menos matices, de toda filosofía racionalista en el más amplio sentido. Uno de los físicos teóricos contemporáneos más sensibles a las cuestiones gnoseológicas suscitadas por el desarrollo de su ciencia formula en cierto momento el desequilibrio surgido entre el pensar y el nuevo pensamiento científico como un mero atraso de los productos de la capacidad humana de abstracción, y no como una ruptura inevitable e insalvable.
22. A. «Filosofía» (1958), Papeles de filosofía, op. cit, pp. 177-178. 22.B.1. Las ideas gnoseológicas de Heidegger (1959), Crítica, Barcelona, 1995, p. 231. 22.B.2. Ibidem, pp. 75-76.
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23. Anatoli Vasílievich Lunacharski (1875-1933).
Pero sin las consecuencias que esas rupturas [la de Lenin y Bogdánov] tuvieron -o cubrieron como pretextos- en la época de Stalin. Lunacharski, el miembro más fantasioso del bolchevismo positivista de principios de siglo, inspirador de la idea del socialismo como «construcción de Dios» (y excelente ejemplo temprano de la facilidad con que el positivista depone nocturnamente su sobriedad diurna), fue en los comienzos de la URSS un dirigente muy influyente en la política cultural.
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«El filosofar de Lenin» (1970), Sobre Marx y marxismo, op. cit, p. 140, nota 5
Nota SLA:
A propósito de la URSS y el construcción del socialismo, estos apuntes de Sacristán sobre la cuestión. En Ob 72, se pueden encontrar varias reflexiones sobre algunos de los procesos revolucionarios de orientación socialista del pasado siglo. Señala aquí Sacristán que la construcción del socialismo en la URSS y en todos los otros países donde la burguesía había sido derrotada por el ejército Rojo, así como en China y en Cuba, la planificación económica seguía el camino que en las sociedades capitalistas desarrolladas había conducido a un callejón sin salida, no sólo en el plano económico sino también en los terrenos del propio modo de vida y en el del asentamiento de la especie humana en la tierra. Y añadía:
«Esto no se refiere sólo al pesadismo soviético tradicional, sino también a la elección de los multiplicadores económicos ya utilizados por las economías imperialistas, con la consiguiente decisión implícita acerca de los modos de vida. Por ejemplo, el 15-III-1972, Tele/Express reproducía una entrevista concedida al New York Times por el Dr. Agnelli, presidente de la FIAT, en la que este enemigo principal de la clase obrera en el estado italiano valoraba la intervención de su sociedad en la economía soviética. Entre otras cosas, decía. «No hemos tenido ningún interés económico en este negocio [la instalación del monstruoso centro de producción de automóviles para propiedad personal (¿o no se la puede llamar ya privada?) de Togliattigrad], pero hemos obtenido beneficios de otras muchas clases». En efecto -añadía MSL-, el principal beneficio obtenido por lo que Agnelli representa es el haber remachado la coincidencia de la dinámica económica soviética con la capitalista-imperialista. La dificultad ilustrada por este ejemplo tiene incluso alcance teórico, porque probablemente obliga a reinterpretar, revisar o negar la opinión de Marx (expresada en su defensa de Ricardo contra la crítica romántica del capitalismo) sobre la función de «la producción por la producción».
Sacristán apuntaba por la vía de reinterpretación del papel de los partidos comunistas, vía que debía incluir los nuevos problemas post-leninianos, y que si bien debía partir de lo pensado por los clásicos de la tradición respecto de la objetividad comunista, tenía también que reconocer el fracaso de la revolución cultural en la URSS, «al no pasar de ser un fenómeno, aunque de gran amplitud, sólo cuantitativo, no productor de una cultura nueva… y por la inseguridad o los muchos puntos dudosos de los hechos conocidos de lo que en China se ha llamado, tal vez con demasiado ambición, ‘primera revolución cultural’ «.
Concluía Sacristán con el interrogante de si los problemas que para la teoría marxista representaban algunos de los nuevos fenómenos sociales no obligaba a preguntarse sobre si el denominado extremismo de izquierda comunista de los años veinte y treinta (Korsch, Pannekoek) no llevaba algo de razón, sugiriendo por ello el replanteamiento de las cuestiones que esta tendencia marxista había suscitado.
Igualmente, en Ap.74, MSL comenta críticamente la concepción defendida en el «avant-projecte [anteproyecto] de programa del PSUC» sobre la época histórica que se estaba viviendo en aquellos años. En el documento se sigue pensando en clave de la fase de «esperanza democrática antifascista» del final de la II Guerra Mundial. En su opinión, esta fase pasó hace ya tiempo y fue sustituida, primero, por la guerra fría, y luego por el «entendimiento entre los gobiernos de Washington y Moscú (¿Y Pekín?), o sea, entre la gran burguesía capitalista norteamericana, la casta dominante rusa (¿y la casta dominante china?)»
Además, la identidad del modo de desarrollo civilizatorio entre la sociedad capitalista norteamericana y la soviética no excluye pugnas entre unos y otros. Pero «sí excluye todo optimismo acerca de un desarrollo histórico espontáneo -en la política internacional- en el sentido de la democratización de la vida política».
También este paralogismo señalado por Sacristán en el coloquio de la mesa redonda de 1967 sobre «Irracionalismo y el hombre nuevo» en torno al uso de las categorías «sociedad burguesa» y «sociedad industrial».
«El paralogismo que yo criticaría es el siguiente: si se empieza diciendo «los fenómenos sociales tal vez tengan que explicarse en base a la categoría «sociedad industrial», que es más importante que la categoría «sociedad burguesa», que implica también la categoría «sociedad socialista». Entonces, siguiendo, la conclusión, supuesto que la interpretación de ciertos fenómenos de la sociedad soviética fuera correcta, debería llevar a la conclusión de que esos fenómenos no son de sociedad burguesa, sino de sociedad industrial, puesto que primero se ha substituido la categoría «sociedad burguesa» por «sociedad industrial». Hay aquí un paralogismo que me parece, dicho sea sin ánimo muy polémico, que tiene una punta ideológica y propagandística: primero se dice «sociedad industrial», pero cuando luego se trata de echársela a los rusos encima, ya no se dice «industrial», sino que se dice «burguesa».
A lo que línea, posteriormente, añadía Sacristán: «Por último, sólo una observación para estar también tranquilo con la conciencia científica: el paralogismo de Aranguren, del que he tomado el punto de partida no me hace olvidar, ni creo que deba hacer olvidar a ningún socialista, que la apologética indirecta del capitalismo conseguida por esta vía tecnocrática, desde Burhnam hasta Galbraith, aunque es obviamente propaganda capitalista, es de enorme interés para todo socialista, se pueden aprender muchas cosas de ella. Esta argumentación, aunque la crea paradójica y en el fondo apologética capitalista, está cargada de una serie de hechos que la cultura socialista ha desconocido durante mucho tiempo, como el problema de democracia técnica, etc.»
Estos textos complementarios sobre política exterior, guerra fría y prestigio del «socialismo real»:
I. Política exterior y guerra fría.
A. 1981: «Y no hay duda de que el gobierno de Moscú ha intervenido estos últimos años, más que en otras épocas, en desarrollos políticos fuera de sus fronteras e incluso lejos de ellas. Pero no se puede olvidar que lo ha hecho al mismo tiempo o después de las potencias occidentales; van, por ejemplo, dieciocho años desde la intervención occidental que configuró violenta y duramente la situación en el África del centro-oeste hasta la intervención soviética en esa área y un cuarto de siglo desde la intervención norteamericana que estructuró a su servicio el Oriente Medio hasta la intervención soviética en Afganistán, la cual por otra parte, se puede entender como réplica al proyecto norteamericano de rearme nuclear en Europa y de intervención en la zona del Golfo Pérsico. Desde luego que consideraciones así no deben servir para «disculpar» la política exterior de Moscú. Sirven sólo para recordar que no se puede entender nada si no se contempla en su contexto. Y es el contexto entero lo que hemos de rechazar, no sólo las tardías (y reducidas) respuestas moscovitas a cuarenta años de dominio e intervención del poder norteamericano en todo el mundo.»
B. 1982: «Desde el primer momento, un observador frío que intente ver los dos lados superando sus simpatías, tendrá que reconocer que también el gobierno soviético entra en esta dinámica, en esta lógica de la carrera de armamentos, de una manera más o menos inevitable. Es una cosa que entre gentes de izquierda social…se dice pocas veces, y quizá a alguno le parezca criticable lo que voy a decir. Pero habría que decir, creo yo, que los cohetes soviéticos SS-20 aunque son técnicamente muy inferiores y por tanto mucho menos agresivos que los cohetes que los americanos nos invitan a tener (los proyectiles de crucero y los «Pershing») de todas maneras no son claramente tampoco un arma defensiva. Son unos cohetes móviles, de alcance medio, y por regla general un cohete de alcance medio nunca es un cohete defensivo, siempre está pensado no para asustar al contrario, sino más bien para percutirle.
Desde luego que es perfectamente explicable que la Unión Soviética haya entrado desde el primer momento en esta lógica del armamento por la sencilla razón que todos conocemos, de que la Unión Soviética es un país primero sitiado, cercado desde 1917 hasta 1939. Y en 1939-40 dejó de ser sitiado para ser invadido. Es decir: que un país que realmente ha estado siempre sometido a un cerco y lo sigue estando hoy… De modo que no es que haga ahora un reproche muy unilateral a la política soviética. Se comprende muy bien que hayan entrado en esa carrera porque tienen una situación de país sitiado desde siempre. Pero el hecho es que sobre todo la gente que nos hemos educado en una tradición comunista nunca habríamos imaginado, desde el punto de vista de Marx y de Engels, a una sociedad socialista rearmándose constantemente. Ahí hay sin duda una importante y desgraciada discrepancia entre los ideales de la gente que nos hemos educado como comunistas y la realidad de la situación.
Referencias: 1. A .»Réplica a la comunicación de Vicenç Fisas»,mientras tanto 4, p. 36. 5. B. «A propósito del peligro de guerra»,Pacifismo, ecologismo y política alternativa, op. cit, pp. 83-84.
II. Causa de la crisis del marxismo (1979): «Pero hay también factores externos de gran importancia. Una nueva evidencia en el sentido extensional, es decir, evidencia para más gente, de que la revolución soviética no ha sido la revolución que abriera camino a una nueva sociedad emancipada. Esto hasta con exageración. Hoy se empieza ya a ignorar absurdamente las cosas que sí ha sido la revolución de Octubre y que sí son aquellos regímenes. Una actriz checa, firmante de la carta de los setenta y siete, manda un manifiesto a Occidente, pidiendo solidaridad y contando las torturas de que allí es objeto. Las torturas de que allí es objeto son, por ejemplo, el riesgo de que le reduzcan la jubilación. Claro, cuando uno es de un país en el que en plena democracia muere a palos un preso de la CNT, dan cierta gracia las torturas que está infringiendo el gobierno checo. Da cierta risa. Con esto no quiero ignorar que hay torturas más gordas, si no del gobierno checo, del gobierno soviético: el tratamiento psiquiátrico forzoso, etc. Pero quiero decir que la consciencia generalizada de que aquello es un fracaso desde el punto de vista de la tradición emancipatoria, o de que haberlo tomado por socialismo es un error, una tragedia, está llegando a ser excesivo. Pero, en todo caso, es la gran causa exógena, creo yo, de la crisis del marxismo» (‘»Una conversación con Manuel Sacristán» por J. Guiu y A. Munné, Acerca de Manuel Sacristán, op cit, pp. 116-117).
III. A propósito de un uso del término «real» (1977): «Los rusos pecan de incautos cuando contraponen el carácter «real» de su «socialismo» al movimiento animado por el Partido Comunista Italiano, o el francés, o el de España, porque alguien les replicará que es más realidad social el 30% (no menos del 50% del proletariado) de un electorado como el italiano que la policía política checa y las tropas blindadas de ocupación. Fuera del bloque de hegemonía rusa y del Extremo Oriente, los tres principales partidos «eurocomunistas», si no ya también el japonés, integran la mayor realidad político-social precedente del movimiento que se originó por reacción al abandono del internacionalismo proletario por la socialdemocracia, al voto nacionalista de los créditos de guerra de 1914″ («A propósito del `eurocomunismo´», Intervenciones políticas III, op. cit, p. 197).
Y antes estas declaraciones del señor Walters: «Se lo explicaré. Poco después de ser nombrado presidente, Ronald Reagan convocó a una serie de reuniones sobre, digamos, el estado del mundo. Yo asistía a ellas como subdirector de la CIA. Cuando sus asesores empezaron a hablarle de Rusia, él les empezó a preguntar. «¿Podemos utilizar con ellos el arma nuclear?». Los asesores, como él esperaba, lo desaconsejaron: moriría demasiada gente. Reagan preguntó entonces: «¿Ganaríamos una guerra convencional?». La opinión general era que el ejército convencional soviético era extremadamente poderoso y que nadie podía garantizar una victoria. Entonces Reagan les preguntó que era lo que Estados Unidos tenía y Rusia no tenía. Él mismo se lo contestó: dinero. Y el dinero acabó con Rusia (…) Claro. Era simple. Sí se puso en marcha la guerra de las galaxias que salió carísima, y otras iniciativas paralelas. Aunque el proceso de arruinamiento había empezado mucho antes. Recuerdo que, según las estadísticas que manejábamos, Rusia tenía un producto interior bruto que era la mitad del nuestro. Pero estábamos equivocados. Reclutamos a alguien que nos demostró que el PIB de Rusia era una sexta parte del de los Estados Unidos (…) Yo luché contra el comunismo. Y ganamos. Ganamos la guerra fría» (Vernon A. Walters, «Ganamos la guerra fría». Entrevista con Arcadi Espada.El País, 25/8/2000), este paso de un texto inédito de septiembre de 1982 en torno a una polémica entre Harich y Thompson:
» La última intervención de Wolfgang Harich en su polémica con Thompson es difícil de entender. No por las ideas en las que se fundamenta explícita o implícitamente, las cuales son claras y, además, compartibles, en mi opinión, por personas sin prejuicios invencibles: esta claro que la Unión Soviética es un estado sitiado desde su fundación, y que prácticamente toda agravación de la tensión entre ella y las potencias occidentales ha sido provocada por estas últimas, desde el discurso de Churchill en Fulton, pasando por el roll-back de Foster Dulles, hasta la negativa del senado norteamericano a ratificar las conversaciones SALT y hasta las casi inverosímiles exhibiciones belicistas de la administración Reagan. También está claro que cada salto cualitativo en la carrera de armamentos ha sido obra de los Estados Unidos, lo cual parece suficientemente explicable por la diferente función económica de los gastos de investigación y desarrollo militares en ambas potencias (punto sobre el cual vale la pena leer el artículo de los hermanos Medvedev publicado en el nº 12 de mientras tanto) y por la superioridad estadounidense, cada vez más visible, en el campo del equipamiento cibernético y en otros terrenos tecnológicos. La impotencia de la aviación y del armamento antiaéreo sirios (de fabricación soviética) ante las armas norteamericanas del ejército israelí en la campaña del Líbano es sólo la prueba más reciente de esa correlación de fuerzas. Dicho sea de paso, ella ha satisfecho plenamente al Pentágono, que no ha tenido reparo en expresarlo.»
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24. Lysenkismo
A. Se puede leer en Hipótesis para una teoría marxista de los valores: «En cierto «sentido», las ciencias sociales hacen ellas mismas su verdad, por la intensidad de los contenidos axiológicos que acogen, por la posibilidad que tienen de descubrir, sobre la base de aquellos contenidos, las fuerzas y las posibilidades reales apoyadas en las cuales, «insertándose» en las cuales, pueden realizar sus valores, decidir su propia verdad». En «cierto sentido» eso mismo son capaces de hacer las teorías científico-naturales. Pero ese cierto sentido no es el naturalista en que aquí piensa la autora, sino el sentido artificioso, o artefactor en el cual toda teoría construye su objeto directo o formal, como se decía tradicionalmente. La fabricación del objeto o de la verdad en sentido naturalista es lysenkismo. Cierto que Lysenko iba más lejos y pretendía realizar sus valores en el mismísimo trigo. Pero la diferencia es psiquiátrica, no epistemológica, pues el principio (erróneo) de filosofía de la ciencia es el mismo en ambos casos, a saber, la idea de que las características de las teorías (en sentido fuerte o estricto) depende sólo de los objetos materiales, y no también de la naturaleza de herramientas de artefactos, que tienen dichas teorías y sus objetos formales.
B. A mí me parece que uno encuentra el camino racional de interpretación de la obra de Marx, en primer lugar, si abandona el prurito apologético y estudia a Marx en su época, lo cual se puede hacer sabiendo, por otra parte, que hay un aspecto de la obra de Marx tan incaducable como el Nuevo Testamento o la poesía de Garcilaso, que es su obra de filósofo del socialismo, de formulador y clarificador de valores socialistas. Y, en segundo lugar, si uno se desprende de los restos de lo que podríamos llamar zdhanovismo o lysenkismo, y deja de confundir la cuestión de la génesis de un producto cultural (en este caso, la filosofía de la ciencia contemporánea) con la cuestión de su validez.
24. A. «Agnès Heller» (1971), Sobre Marx y marxismo, op. cit,, pp. 258-259. 24.B. «Entrevista con Manuel Sacristán» (1983), Pacifismo, ecologismo y política alternativa, op. cit, p. 118.
Nota SLA:
Un notable argumento contra la descalificación política de un tema o de una razonamiento en función de su posible origen social, lo esgrimió Sacristán en su intervención en el pleno del comité central de PCE en el verano de 1970 (véase tesis doctoral de Miguel Manzanera, pp. 828-829) al referirse a la política del partido en torno a las nacionalidades ibéricas:
«Tal vez la inquietud que injustificadamente, puesto que la doctrina es tan clara, podemos sentir a veces se deba a dos causas, si no contradictorias, al menos concurrentes en direcciones contrarias. Por un lado, la objeción de tipo abstracto, de tipo extremista, de que el tema de las nacionalidades, el problema o el concepto es de origen burgués. Por otro lado, la crítica confluyente con esto y en sentido opuesto de que no nos tomamos en serio las entidades nacionales.
A lo primero hay que decir bastantes cosas. Quizá la primera que habría que tener siempre presente es que aunque nos digan que un tema trabajado por nosotros es un tema de origen burgués, no nos han dicho absolutamente nada. El origen histórico de un fenómeno o de un problema no lo agota ni mucho menos. Igual es de origen burgués la ciencia moderna, la física por ejemplo o la química.
Si hubiera que calificar, desde el punto de vista de clase, las cosas por su génesis, ya podríamos borrarnos lo poco o lo mucho que sepamos de geometría, porque resulta que sería esclavista puesto que es un tipo de producto cultural nacido en el esclavismo. Y no es que no haya relación entre el esclavismo y la geometría, claro que la hay. Sin una determinada estructuración de la agricultura que fue posibilitada por el esclavismo, no habría habido geometría. Y sin el desarrollo de fenómenos incipientemente burgueses, supongo que tampoco habría habido aparición de fenómenos nacionales, tal como los conocemos al menos. Pero es que la relación genética de nacimiento de un fenómeno con una estructura clasista, con un sistema social, no determina ni mucho menos para siempre todos sus contenidos sociales o significaciones sociales cuando cambian los sistemas mismos, cuando cambia la estructura. Porque lo que determina los contenidos parciales de la dialéctica es la estructura total…»
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25. Rosa Luxemburg (1870-1919)
A. Los dirigentes comunistas alemanes Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht ambos (sobre toda Rosa) destacados también como teóricos, fueron asesinados en Berlín la noche del 15 al 16 de enero de 1919. Estaban detenidos en el Estado Mayor de la División de tiradores de caballería de la Guardia, en el hotel Edén, de Berlín. Pretextando su traslado a la cárcel de instrucción de Berlin-Moabit, fueron muertos a tiros y culatazos por los oficiales y soldados de la División capitán Horst von Pflugk-Hartung (jefe del destacamento que trasladaba a Liebknecht), teniente Rudolf Liepmann, teniente Kurt Vogel (del destacamento que trasladaba a Rosa Luxemburg), húsar Otto Runge (que confesó haber derribado a culatazos a ambos detenidos), sin duda con la participación de otros varios que no fueron procesados. El capitán Waldemar Pabst, del que partió la orden de trasladar a Rosa Luxemburg, no fue siquiera acusado. El asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht fue el primer crimen político de la Alemania de Weimar. Los asesinos fueron condenados: Liepmann a seis semanas de arresto domiciliario, Vogel a dos años y cuatro meses de prisión y expulsión del ejército, Runge a dos años de prisión, dos semanas de detención y expulsión del ejército. Los demás, incluidos el capitán von Pflugk-Hartung y otros oficiales que, según los testigos, habían disparado contra las víctimas, fueron absueltos. El gobierno era socialdemócrata.
B. USP, Unabhängige Soziallistiche Partei, Partido Socialista Independiente, escisión entre la socialdemocracia y los grupos que formaron el partido comunista. Spartakusbund, Liga espartaquista, la organización de Rosa Luxemburg y Liebknecht. Noske, ministro del interior socialdemócrata bajo el cual fueron asesinados Luxemburg y Liebknecht.
25. A. AG (1970), p. 108, n. 26. 25.B. Nota de MSR (1977), p. 35.
Nota SLA:
De una carpeta de Reserva de la UB dedicada a la revolución bolchevique, probable material de trabajo de una conferencia posterior, estas breves anotaciones de Sacristán sobre algunos pasajes críticos de La revolución rusa de Rosa Luxemburg:
1. «Una dictadura militar con un régimen de terror contra el proletariado y, luego, la vuelta a la monarquía habrían sido la consecuencia inevitable [MSL: de la consolidación de la burguesía]. Con ese medida se puede medir lo que tiene de utópica y, en el fondo, de reaccionaria la táctica que han decidido seguir los socialistas rusos de tendencia Kautsky, los mencheviques. Empeñados en la ficción del carácter burgués de la revolución rusa ((…)) se han aferrado desesperadamente a la coalición con los burgueses liberales (…).
La tendencia bolchevique tiene el mérito de haber proclamado desde el primer momento en esa situación y seguido luego con una lógica de hierro la única táctica que podía salvar la democracia y promover la revolución. Todo el poder a manos de las masas obreras y campesinas, a menos de los soviets: ésa era la única salida de la dificultad en que se encontraba metida la revolución, el tajo que cortaba el nudo gordiano» (Fröhlich 299)
. Aceptación de la revolución de octubre
. Y con cierto abandono de esquemas tradicionales
2. «En primer lugar, la nacionalización de la gran propiedad, porque presenta el grado técnicamente más elevado de concentración de medios de producción y de los métodos agrícolas (…) única garantía de organizar la producción agrícola según una gran perspectiva socialista.
Y, en segundo lugar, una de las condiciones previas de esa transformación es que se suprima la separación de agricultura e industria, rasgo característico de la sociedad burguesa, para dar lugar a una penetración y fusión recíproca, a una organización de una y otra según puntos de vista únicos» (Fröhlich, 301).
. Primer punto crítico.
(Esas son las necesidades).
3. «Si el proletariado toma el poder, no podrá nunca renunciar a la transformación socialista, siguiendo el sabio consejo de Kautsky, con el pretexto de que ‘el país no está maduro’ (…). Tiene el deber y la obligación de ponerse a aplicar en seguida las medidas socialistas, y del modo más inexorable, más brutal; y, por lo tanto, de ejercer la dictadura: pero una dictadura de clase, no de un partido o de un camarilla, sino de clase, es decir, con la publicidad más amplia, con la participación más activa y sin trabas de las masas populares, en una democracia sin límites» (Fröhlich 305).
. Segundo motivo crítico.
4. «Eso de que nunca hemos idolatrado la democracia formal [MSL: frase de Trotski] no quiere decir más que una cosa: que siempre hemos distinguido entre el fondo social y la forma política de la democracia burguesa, que siempre hemos mostrado el áspero núcleo de desigualdad y servidumbre sociales que se esconde bajo la suave cobertura de las formas de igualdad y de libertad, pero no para rechazar éstas, sino para incitar a la clase obrera a no contentarse con el recubrimiento, sino conquistar el poder político o para llenar aquél con un contenido social nuevo. La misión histórica del proletariado cuando llega al poder es crear en el lugar de la democracia burguesa una democracia socialista, y no el destruir toda democracia» (Fröhlich 306).
. Segundo motivo crítica, aspecto a)
5. «La libertad reservada exclusivamente a los partidarios del gobierno, a los miembros del partido -por numerosos que sean- no es la libertad. La libertad es siempre libertad del que piensa de otro modo. Y eso no por fanatismo de la ‘justicia’, sino porque todo lo que la libertad política tiene de instructivo, saludable y purificador se debe a eso, y la ‘libertad’ pierde su eficacia cuando se convierte en un privilegio» (Fröhlich 307).
-Segundo motivo crítico, transición a-b.
6. «Lo negativo, la destrucción, se puede decretar; lo positivo, la construcción, no» (Fröhlich 307).
. Segundo motivo crítico, aspecto b).
7. «(…) al ahogar la vida política de todo el país, es inevitable que la vida se paralice cada vez más en los soviets mismos. Sin elecciones generales, sin libertad completa de prensa y de reunión, sin lucha libre entre las opiniones, la vida muere en todas las instituciones públicas, se convierte en una vida aparente en la cual el único elemento que sigue activo es la burocracia. La vida pública se aletarga poco a poco: unas cuantas docenas de jefes del partido, hombres de energía inagotable e idealismo sin límites, dirigen y gobiernan; entre ellos mismos la dirección se encuentra realmente en menos de una docena de hombres de gran cabeza, y de vez en cuando se convoca a una élite de la clase obrera a reuniones para que aplauda los discursos de los jefes y vote por unanimidad las resoluciones que se le presentan; en el fondo, pues, es un gobierno de camarilla; es una dictadura, ciertamente, pero no la dictadura del proletariado, sino la dictadura de un manojo de políticos, o sea, una dictadura en sentido burgués, en el sentido de le revolución jacobina.
Todo régimen de excepción prolongado lleva inevitablemente a la arbitrariedad, y toda arbitrariedad ejerce en la sociedad una acción depravadora» (Fröhlich 307-308).
– Segundo motivo crítico, aspecto b).
8. «El bolchevismo se ha convertido en símbolo del socialismo revolucionario práctico, de todos los esfuerzos de la clase obrera por conquistar el poder. El mérito histórico del bolchevismo consiste en haber abierto violentamente el abismo social en el seno de la sociedad burguesa, en haber ahondado y agravado el conflicto internacional entre las clases; y todos los errores particulares del bolchevismo resultan sin realidad y se borran ente ese hazaña, como ocurre siempre en el contexto y a la escala de los grandes acontecimientos históricos» (Fröhlich 310)
. Balance.
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26. Ernest Mandel (1923-1995)
I. Dos breves referencias.
A. «Los comunistas tienen que mostrar que sólo en circunstancias comunistas pueden llegar a ser prácticas las verdades tecnológicas ya alcanzadas» (Carta a Roland Danielson, marzo de 1851; esta carta no se ha conservado, pero el paso sí que se ha conservado porque Danielson lo reprodujo en su respuesta a Marx, del 1-6-1851; MEW 27, 553). Tiene mucho interés el hecho de que la carta es anterior en seis años a los Grundrisse, en los que comúnmente se ve el comienzo de la asimilación por Marx de las cuestiones de la ciencia y la tecnología. (Así lo entiende Ernest Mandel, por ejemplo.)
B. Ernest Mandel ha aludido en un reciente escrito al destino de estos dirigentes del izquierdismo de los años 20, que «durante decenios fueron redactando sus escritos revolucionarios por la noche, mientras que durante el día se dedicaban a practicar la astronomía o a construir puentes» (Bordiga es ingeniero). (E. Mandel, «Lenin und das Problem des proletarischen Klassenbewusstseins» [Lenin y el problema de la consciencia de clase del proletariado], en Lenin. Revolution und Politik [Lenin. Revolución y política], Frankfurt am Main, 1970, pág. 190). Acaso esas circunstancias expliquen la incoherencia entre la capacidad intelectual de Pannekoek y la fragilidad de su crítica.
26. A. «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia» (1978), Sobre Marx y marxismo, op. cit, p.367, nota 66. 26. B . «El filosofar de Lenin» (1970) ,Ibidem, p. 142, nota 7.
Nota SLA:
Del fichero «Marxismo» de Reserva de UB, estas breves anotaciones de Sacristán sobre Ernest Mandel, Johannes Agnoli, Offener Marxismus. Ein Gespräch über Dogmen und die Haresie der Realität, Frankfurt/ New York, Campus Verlag (1980).
1. pp. 50-51 [Desde «Piensas que nuestros críticos contestarán que con esas medidas la violencia no desaparecerá completamente…» hasta «,,,aunque en él no hubiera desaparecido totalmente la violencia»]. Mandel debería recurrir aquí al principio de la docta ignorancia, o también a Kant, que anda por debajo de todo eso, que podríamos llamar buen sentido del marxismo.
2. Agnoli usa una buena expresión: nominal-sozialistische Staaten (p.52).
3. Sobre el GREECE (Groupement de Recherche et d´Etudes pour la Civilisation Européenne) y el Club de L´Horloge, véase un artículo bien documentado del New York Review of Books, 24 de enero de 1980.
4. Cita a Marx, NEW 23, 528, 529, 530. Muy buena para la revista.
5. Cita a Engels, Dialektik, Dietz 1952, ss 190, 191, 194: muy buena para la revista.
6 A la oposición de Mandel a las técnicas «pequeñas»(p. 73) hay que objetar que las técnicas no tienen por qué ser pequeñas, pero sí descentralizadas y federables.
7. Mandel en contraposición al compromesso storico, reconociendo que obedece a un problema real: «Nosotros hemos intentado hallar la solución transitoria [MSL: a la división religiosa de la clase obrera] a través de la consigna: los trabajadores católicos tienen que fundar su propio partido obrero. Este partido tiene que formar una alianza con el partido socialista y el partido comunista contra el partido católico burgués. Eso no es, naturalmente, más que un modelo hipotético. En la Gran Bretaña las cosas han sido de otro modo» (p. 107).
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27. Mao Tse-tung (1893-1976)
A. Desde un punto de vista estrictamente técnico-filosófico, la obra de Mao Tse-tung es de menor entidad que la de Gramsci, por ejemplo. Pero, por ser el marxismo una «filosofía de la práctica» la obra del político y teórico chino es sumamente relevante para el desarrollo del marxismo en el siglo XX. La noción gramsciana de filosofía, inspirada por la obra material de Lenin en Rusia, se centra en la tesis de que la construcción de una sociedad y una cultura es hecho «mucho más filosófico» que el descubrimiento de alguna irrelevante «originalidad». De acuerdo con ello, la obra de Mao Tse-tung contendría la experiencia filosófica más importante del marxismo al filo de la segunda mitad del siglo XX.
(…) Si, manteniéndose en el ámbito técnico-filosófico, se intenta apresar el objetivo de la producción teórica de Mao Tse-tung, se ofrece como fórmula compendiosa la siguiente: Mao Tse-tung ha buscado una fundamentación teórica de las peculiaridades del desarrollo del marxismo en China, y la ha hallado en su teoría de la «especificidad de la contradicción». Según esta doctrina, la comprensión de la «universalidad de la contradicción, de las contradicciones universales que valen (un tanto abstractamente) del mundo entero o de toda la humanidad, exige la comprensión simultánea de la especificidad de cada fenómeno, pues «lo universal existe sólo en lo particular» y la universalidad de la contradicción existe sólo en la contradictoriedad específica y concreta de cada ambiente y cada fase histórica de desarrollo. Esta doctrina permite ante todo la elaboración de la específica «vía china» hacia el socialismo y el comunismo. Pero, además, ha posibilitado a Mao Tse-tung elaborar ciertos temas que afectan a toda la filosofía política marxista. Tal es, principalmente, el tema de «las contradicciones en el seno del pueblo». Es éste un tipo de contradictoriedad específica, de tensión propia y distinta de la que existe «entre el pueblo y sus enemigos». Como se trata de contradicciones específicas, su resolución exige medios también propios, que atiendan a una especial dialecticidad (la que existe entre la edificación de una cultura y
una sociedad y la presencia de un pueblo postrado en una situación de incultura y arcaísmo feudal).
27.. «Filosofía» (1958), Papeles de filosofía, op. cit, pp. 192-194.
Nota SLA:
En sus clases de Metodología de las ciencias sociales del curso 1980-1981, Sacristán se refirió brevemente a algunas de las aportaciones del maoísmo clásico, centrando su atención básicamente en dos campos: en el de la dialéctica y en el de la política cultural.
Algunas corrientes hegelianas del marxismo sostenían que la buena dialéctica debería basarse en contradicciones, no en contrarios. Dado que la realidad es contradictoria, el pensamiento dialéctico, forzosamente, debe moverse en el ámbito de la contradicciones. En cualquier discusión se parte de un punto y se llega a una contradicción. Mao Tse-tung habló siempre de contrarios, señaló Sacristán, no de contradicciones. La visión anterior, la biyección de un pensamiento contradictorio y de una realidad dinámicamente alterada por sus internas contradicciones, sólo sería válida en un mundo concebido de forma idealista. En el buen decir de la dialéctica maoísta, burguesía y proletariado serían contrarios, pero no son contradictorios.
Sacristán habló a continuación, de la decisiva importancia de la política cultural china. Pasar de un país de mandarines a romper con el analfabetismo no fue una tarea sencilla. Seguramente, en su opinión, había sido una de las tareas culturales más gigantescas de todos los tiempos. Sacristán citó como ilustración el caso de la enseñanza del antiguo chino. Antiguamente su dominio era una cuestión de, como mínimo, siete u ocho años de estudio, tan sólo posible para los sectores sociales pertenecientes a la aristocracia china; se tuvo que reducir el número de caracteres e introducir otros signos de origen latino para simplificar el aprendizaje del idioma, de su propio idioma.
Esta fue pues una aportación indiscutible de la revolución maoísta, sin que ello significara simpatía alguna por su parte respecto a otros aspectos de la política cultural o general maoísta, ni, desde luego, por las organizaciones marxistas-leninistas-maoístas de la época, a cuya extrema y, en ocasiones, aparente radicalidad se refirió críticamente en más de una ocasión, lo cual no quita, claro está, el reconocimiento explícito, por su parte, del trabajo político y cultural de fuerzas de la extrema izquierda como el Moviment Comunista, en cuyo desarrollo hubieron, sin duda, momentos de deslumbramiento orientalista. Concretamente, Sacristán nunca aceptó la «teoría» maoísta de concebir al imperialismo como un tigre de papiro, ni coincidió en absoluto con muchos de los pronunciamientos del PCCh en la delicadísima etapa de la guerra fría y a propósito de la guerra nuclear, por no hablar de algunos episodios de la política exterior china de los años sesenta y setenta (Chile, Angola, Camboya, etc).
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28. György Márkus (n.1934)
György Márkus (nacido en 1934 en Budapest) estudió y se graduó en la Universidad Lomonosov de Moscú. Luego enseñó en la Facultad de Filología de la Universidad Científica de Budapest. Actualmente [1976] trabaja en el Instituto de Filosofía de la academia Húngara de las Ciencias, en calidad de investigador. Se doctoró en 1965 con una tesis sobre el Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein. La relación de Márkus con Lukács no ha sido sólo teórica y científica, sino también personal e íntima. Luego de haberse ocupado durante años de problemas de teoría del conocimiento, Márkus cultiva ahora preferentemente temas metodológicos básicos de la economía de Marx y cuestiones de filosofía de la historia.
Márkus está encargado por la Academia Húngara de preparar uno de los principales póstumos de Lukács: la «Estética de Heidelberg» (1912-1918). Marxismo y «antropología» es el primer trabajo de György Márkus que se publica en castellano. Antes y después de esta obra, Márkus ha publicado otros trabajos de su época de especial dedicación a cuestiones epistemológicas: Sobre las concepciones epistemológicas del joven Marx (traducciones alemana e italiana); Lenguaje, lógica y realidad ; La percepción y el problema psicofísico.
28. Presentación de la traducción castellana de Marxismo y «Antroplogía», Grijalbo, Barcelona, 1974, p. 4.
Nota SLA:
En esta nota de 17 de mayo de 1972 («Nota sobre las obras de la escuela de Budapest»), depositada en Reserva de la U.B., Sacristán hace referencia la publicación del libro de Márkus y de otros trabajos de miembros de la escuela de Budapest y aconseja a la editorial Grijalbo que, para evitar la etiqueta de adhesión al marxismo lukácsiano (por lo demás, siempre valorado críticamente por él), diversifique del modo siguiente sus publicaciones en el ámbito de los autores marxistas:
«Dentro de poco vamos a publicar otra obra de la señora Heller y, si se acepta mi informe al respecto, un ensayo de György Márkus. Esto, sumado a la edición de las Obras Completas de Lukács, a la escasez de clásicos marxistas (aparte de la colección 70) y de la escasez, también, de publicaciones marxistas que no sean de Lukács y sus discípulos, puede dar a la editorial un tono de preponderante adhesión al marxismo de Lukács y sus discípulos. Con todo el aprecio que me merecen las obras en cuestión, no me parece, en cambio, deseable que la editorial reciba ese sello.
El remedio principal será la edición del Capital y, luego, de más obras del Marx maduro. Pero este proyecto se está retrasando por causa de la disminución de mi capacidad de trabajo y, sobre todo, de mi menor seguridad sobre ella, desde agosto del año pasado. Es poco probable que pueda sistematizar el trabajo sobre El Capital hasta septiembre. Por otra parte, la posible colaboración de Pérez Royo se tiene que estudiar con más detalle del que le he dedicado hasta ahora. Desgraciadamente, la obra en que él había trabajado son los Grundrisse que ha empezado a publicar Siglo XXI y que quedan, por lo tanto, fuera de nuestros planes a corto y medio plazo.
Otro remedio está en la colección «Teoría y realidad», en la cual introduciremos, junto a textos de tipo puramente analítico, otros de tendencia marxista (empezamos precisamente con Zeleny). Me propongo que los textos marxistas que aparezcan en esta colección representen tendencias marxistas diferentes de la lukácsiana.
Pero echo a faltar un capítulo difícil de cubrir: una publicación que contrapese, por así decirlo, la edición de las Obras Completas de Lukács. No tendría que ser, desde luego, otra colección de veintitantos volúmenes, pero sí que me gustaría que se tratara de unas obras completas. El problema se me plantearía así: elegir un autor marxista contemporáneo, pero no joven, sino ya famoso, cuya obra completa no rebase los 4-6 vols. y tenga buenas perspectivas de difusión. Se me han ocurrido varios, que he ido eliminando por razones varias: Schaff, porque salvo en sus escritos de juventud es también muy filosófico-literario, como Lukács; Kosik, porque no me resulta dar la talla, pese a su difusión; Della Volpe, porque hay demasiados derechos suyos en poder de otras editoriales de lengua castellana, y porque es de venta poco fácil. Etc. Rosa Luxemburg, que creo debemos publicar un día u otro, es ya propiamente un clásico. La única idea que, por el momento, me queda en pie, pero sin que haya podido precisarla del todo, es la edición de las obras completas de algún marxista importante inglés o norteamericano. Dobb, que sería un gran éxito, tiene el inconveniente de estar parcialmente editado ya en castellano, lo que quiere decir que habría problemas de derechos y de venta. Lo mismo pasa con las obras de Sweezy -que, además, vive todavía y es relativamente joven- y las de Baran, aunque estas últimas me atraen mucho, no por el hecho de que ya haya muerto, sino porque, además de un gran economista, fue un escritor variado que trató temas como el psicoanálisis, la filosofía marxista, etc. Pero está el problema de los derechos, sobre el cual no tengo visión completa: dos de sus obras principales están ya editadas en castellano por el Fondo. Cornforth, que no presenta ese inconveniente, me resulta un poco demasiado tradicional, «stalinista» por así decirlo, aparte de que no estoy muy convencido de que dé la talla él tampoco.
Si estemos de acuerdo, seguiré dándole vueltas al asunto.»
Igualmente, de la carpeta «Marxismo» de Reserva de la UB, estas anotaciones sobre el ensayo de Márkus, Marxismo y «antropología» (colección «Hipótesis», Grijalbo, 1974. Sacristán cita por el «texto mecanografiado alemán de 175 holandeses»: Marxismus und «Anthropologie». Der Begriff des menschlichen. Wesens in der Philosophie von Karl Marx).
1. En la introducción (p. 4 edic. alem.; p. 7, edic. cast.) ya cita el Capital en apoyo de su tesis de que las nociones de los Manuscritos se mantienen: Das Kapital, Band III, Teil 2. Y, en general: «Precisamente a causa de la continuidad de pensamiento entre las obras juveniles de Marx y sus obras de madurez y vejez -y en parte también para documentar esa continuidad-, aduciremos, en cada caso en el que Marx haya desarrollado las ideas de los Manuscritos económico-filosóficos, los lugares correspondientes de las obras posteriores, sobre todo de las dedicadas a la economía política» (p. 7)
2. [«El hombre como ser natural universal»]. Utiliza la distinción lukácsiana entre «Objetivationssysteme» (Sitte, Sprache) y Vergegenständlichung (a través del trabajo), unos y otros surgen de las normas. En este contexto es muy interesante la construcción del concepto valor de uso (pp. 104-105).
3. Una larga nota (pp. 105-106) muestra que la problemática de la escuela de Budapest es la teleología; y que intenta resolverla mediante un concepto ontológico-práctico del ser humano, de la historia-momento revolucionario. Está en esta nota lo principal.
4. Que para Marx la pregunta por la esencia del hombre es sobre la historia. Por lo que sólo se puede contestar desde un punto de vista social. La autoproducción del hombre, su «rasgo esencial», su progreso, es sólo socialmente significativo (p. 117). Así justifica el punto de vista social del planteamiento del tema de la esencia del hombre, contra quienes (Popper) lo atribuyen a hipostatización de la sociedad con consecuencias totalitarias.
5. pp. 80-81, n. 23 [Desde «En una forma más madura, sintetizando ya los resultados de la investigación de la sociedad capitalista…» hasta «…problema que, más tarde, Marx pasó del primer volumen del Capital al tercero, que quedaría sin terminar»]. Además de documentar inapelablemente la falsedad de la tesis de Althusser, el texto de Marx es útil para explicar los países llamados socialistas.
Interesante nota incidental sobre división del trabajo [nota 24, pp. 81-83], que distingue entre «natürliche» [natural] y «naturwüchsig» [espontánea] Arbeitsteilung [división del trabajo]. En DI [La ideología alemana], MPh [Miseria de la filosofía] y K [Capital] el tema de la superación de la división naturwüchsig del trabajo va con la superación de la especialización. Marx se basa, piensa Márkus, en la idea de que el progreso técnico reduce todo trabajo complicado a trabajo simple (K I, 385-387, 452-454; III). Márkus escribe (pp. 82-83) [Desde «Pero, en mi opinión, la abolición-superación…» hasta «…de lugar en el sistema de la división social del trabajo»]. Relación división del trabajo-jerarquía clasista, que es la diferencia entre «natürliche» y «naturwüchsige». Es también muy útil el contenido de la riqueza, presupuesto de la emancipación.
6. La otra problemática (tras de la alienación) que le impone su tema es la teleología de la concepción marxista de la historia.
7. pp. 164-165. Esta determinación tiene el defecto -como interpretación del marxismo- de ignorar el «sentido» dado por muchos marxistas a la historia pre-socialista. Pero claro que él puede desolidarizarse de esos marxistas.
8. Y termina espectacularmente con un párrafo de D I, 60 (La ideología alemana) que dice lo mismo [Lo mismo que Grundrisse, 438].
También resultan de interés algunas notas de traductor que acompañaron a la versión castellana de Marxismo y «Antropología», como por ejemplo:
1. ‘Objetual’ sirve aquí para significar la coseidad, la materialidad de las cosas que son objetos. ‘Objetivo’ designará una propiedad de ciertos contenidos de consciencia (por ejemplo: los conocimientos propiamente dichos).
2. Epojé. Término griego tecnificado por E.Husserl para significar el aislamiento metódico, la separación metódica de aspectos temáticamente no interesantes (para la investigación husserliana) de un fenómeno.