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Imágenes y verdugos

Fuentes: Le Monde Diplomatique

Traducido para Rebelión por Rocío Anguiano «Estados Unidos lucha por la eliminación mundial de la tortura, a la que combate predicando con el ejemplo. Hago un llamamiento a todos los gobiernos a unirse a Estados Unidos y a la comunidad de Estados de derecho para castigar cualquier acto de tortura y para impedir los castigos […]

Traducido para Rebelión por Rocío Anguiano

«Estados Unidos lucha por la eliminación mundial de la tortura, a la que combate predicando con el ejemplo. Hago un llamamiento a todos los gobiernos a unirse a Estados Unidos y a la comunidad de Estados de derecho para castigar cualquier acto de tortura y para impedir los castigos crueles y desproporcionados.»

Georges W. Bush,

The Washintong Post, 27 de junio de 2003

La trampa de la guerra colonial se cierre alrededor de los invasores de Irak. Al igual que, años atrás, las tropas francesas en Argelia, las británicas en Kenia, las belgas en el Congo y las portuguesas en Guineas-Bissau (o incluso hoy las israelíes en Gaza) se metieron en un atolladero, las fuerzas americanas constatan que su aplastante superioridad no basta para evitar secuestros, emboscadas y otros atentados mortales… Para las tropas desplegadas, la ocupación de Irak se está convirtiendo en una bajada a los infiernos.

Un conflicto colonial se caracteriza por la arrogancia de los ocupantes, por su convicción de pertenecer a una categoría superior (más «civilizada»; más «avanzada»), por el desprecio al colonizado y, en ocasiones, por el rechazo a admitir incluso su pertenencia a la especie humana (1)

Esta «fatuidad colonial» lleva al ocupante, en nombre de una «misión superior y sagrada» (defender el Bien frente al Mal, proteger a la civilización, instaurar la democracia), a utilizar la fuerza de forma desproporcionada. Así, en Faluya, a principios de abril, para castigar a los autores de la profanación de los cadáveres de unos guardias privados asesinados en un atentado, las fuerzas americanas no dudaron en bombardear zonas residenciales, causando unos 600 muertos entre la población civil.

En este resbaladizo contexto la CBS, rompiendo una omerta mediática, desveló, el pasado 28 de abril, en su emisión «Sixty Minutes II», las primeras fotos de los suplicios infligidos a los prisioneros iraquíes por los carceleros americanos de la prisión de Abou Ghraib. Estas espectaculares imágenes asombraron al mundo, ya que confirmaban la veracidad de las torturas en Irak. El reportaje de la CBS estaba preparado desde principios de mes, pero las presiones del pentágono retrasaron su difusión. El general Richard Myers, jefe del estado mayor de los tres ejércitos, habló personalmente con el productor Dan Rather par pedirle que aplazara la difusión…

Cuando la CBS supo que el periodista Seymour Hersch, del New Yorker, iba a difundir por su parte una nueva serie de fotos así como fragmentos del abrumador informe del general Antonio Tabuga (2), la cadena decidió difundirlas.

Inicialmente, los grandes medios de comunicación que se habían plegado a las consignas gubernamentales que prohibían mostrar a los soldados americanos muertos en Irak censuraron estas imágenes, consideradas «poco patrióticas«. Así, por ejemplo, el presentador de la cadena Fox News, Bill O’Reilly declaró: «Difundiendo esas fotos de torturas, la CBS ha proporcionado a los enemigos de América una peligrosa arma. Y eso resulta inaudito»

El mismo presidente Bush se mostró sorprendido. Rumsfeld, por su parte, negó que hubiera tenido conocimiento de tales abusos. Ambos atribuyen estas crueldades a algunas «ovejas descarriadas«. Mienten. Como mintieron sobre las armas de destrucción masiva o sobre las relaciones entre Saddam Husseim y Ossama bin Laden.

La práctica de torturas a los prisioneros ya se conocía. Desde hacía meses circulaban informes del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y de Amnistía Internacional, sin hablar del presentado por el general Tabuga, que denunciaban estas crueldades sistemáticas. En diciembre de 2002, una investigación del Washington Post (3) había revelado que los prisioneros acusados de pertenecer a Al-Qaida eran retenidos por la CIA en la prisión de Bagram, en Afganistán, en condiciones inhumanas y martirizados. Le Monde Diplomatique publicó en el mes de abril un informe de Human Rights Watch sobre esos malos tratos. Otros detenidos habían sido enviados a prisiones secretas en la Isla de Diego García o entregados a los servicios especiales de «países amigos» (Egipto, Jordania) conocidos por practicar la tortura. Unos 600 de entre ellos, cuya identidad todavía se ignora, fueron deportados a Guantamo en donde los inspectores de la Cruz Roja siguen teniendo prohibido el acceso, y en donde se han experimentado los castigos que, a continuación, se han practicado en el Irak ocupado.

Ya entonces, uno de los oficiales encargado de la custodia de los detenidos declaraba: «Si no violas un derecho humano de vez en cuando, no haces tu trabajo«. Y refiriéndose al trato a los prisioneros Cofer Black, jefe del centro de contraterrorismo de la CIA, confesaba: «Hay un antes y un después del 11 de septiembre. Desde el 11 de septiembre, no nos andamos con contemplaciones«

Este sentimiento de legitimidad y de impunidad ha favorecido la generalización de los suplicios contra los prisioneros iraquíes. Torturar por una buena causa, siniestra proeza que bien merecía unas fotos de recuerdo. Aunque solo fuera para recordar que una guerra colonial es siempre una guerra inmoral.

(1) Sin embargo, Donald Rumsfeld reconoció recientemente que «los iraquíes son seres humanos«.

(2) Véase el texto integro: www.agonist.org/annex/taguba.htm

(3) Dana Priest y Barton Gellman, «US Decries Abuse but Defends Interrogations», The Washington Post, 26 de diciembre de 2002.