Partimos del principio o precipicio de que el mayor problema de la humanidad en la actualidad tiene relación con el imperialismo estadounidense, tanto más porque es omnipresente y de tanto serlo se vuelve «omniausente»; por la simple razón de que de una forma u otra lo encarnamos en lo que somos, en lo que deseamos, […]
Partimos del principio o precipicio de que el mayor problema de la humanidad en la actualidad tiene relación con el imperialismo estadounidense, tanto más porque es omnipresente y de tanto serlo se vuelve «omniausente»; por la simple razón de que de una forma u otra lo encarnamos en lo que somos, en lo que deseamos, en lo que, incluso a pesar de sí mismos, nos hemos convertido.
Bajo este punto de vista, la situación brasileña es tragicómica.
El imperialismo gringo está por detrás, al frente, de lado, dentro y fuera del golpe de espectro completo contra la economía brasileña (o de lo que en el Gobierno Dilma Rousseff existe de proyecto de autonomía económico-tecnológico para el Brasil) y mientras tanto nadie toca, por ejemplo, en la relación criminal de la oposición, de los medios corporativos, del poder judicial, de la policía federal y del ministerio público con diversos sectores del Estado imperialista yanqui.
Cuando mucho, la prensa anti-golpe brasileña critica a los sectores precitados como si nacieran por generación espontánea; como si viviésemos en un mundo literalmente invadido por Estados Unidos.
Esta ausencia de referente vinculado al imperialismo gringo es el talón de Aquiles de las izquierdas del mundo y muy especialmente de la del Brasil, razones suficientes para la producción de este ensayo, comprometido con el análisis de lo que hemos llamado imperialismo mundial integrado, al interior del cual el imperialismo yanqui ocupa un papel hegemónico.
Llamamos imperialismo mundial integrado, bajo este punto de vista, al efecto corporal-subjetivo de la amalgama (no sin conflicto) entre el imperialismo europeo, el gringo y el periférico e inscribimos su inspiración en el concepto de imperialismo colectivo, elaborado por Samir Amin, razón suficiente para citarlo, teniendo en cuenta su ensayo Imperialismo, pasado y presente (2005):
La segunda guerra mundial vino a representar una transformación mayor en lo que concierne a las formas de imperialismo: la sustitución de una multiplicidad en permanente conflicto por un imperialismo colectivo asociando el conjunto de los centros del sistema mundial capitalista (para simplificar, la «tríada»: Estados Unidos y su provincia canadiense, la Europa Occidental y Central, Japón). Esta nueva forma de expansión imperialista pasó por diferentes fases de desarrollo, pero ella aún está en plena vigencia (AMIN, 2005: 90).
Aunque Samir Amin sea un singular economista, un indispensable analista sobre la teoria del imperialismo (y no solo, claro), no es posible, en este caso, acordar con él, porque, como se verá luego, lo que el autor de Imperialismo & desarrollo desigual (1977), designa como imperialismo colectivo a la tríada marcada por la asociación entre Estados Unidos, Europa y Japón, aqui, en diálogo con Deleuze y Guattari (1980), tal término será analizado como imperialismo estadounidense o parte del imperialismo mundial integrado.
El imperialismo europeo significante y el americano pos-significante
Para analizar el imperialismo periférico y el mundial integrado, deben ser presentados primero el europeo y el gringo, teniendo en cuenta un diálogo con la fórmula del rostro, desarrollada por Deleuze y Guattari en el tercer volumen (edición brasileña) de Mil mesetas (2008), aunque, de antemano, se destaque: el término «imperialismo» no ha sido usado por Deleuze ni por Guattari, cuando analizaron sea la fórmula del rostro y/o el régimen de signos (Mil mesetas, Vol. 2), razones suficientes para afirmar que la apropiación de los argumentos de los autores de El Anti-Edipo (1972) no se realizará como paráfrasis, sino como dialogismo, en los términos de Bakhtin (2005, edición aqui empleada).
Hecho el reparo, he aqui la fórmula del rostro de Deleuze y Guattari:
Habíamos encontrado dos ejes: uno de significancia y otro de subjetivación. Eran dos semióticas bastante diferentes, o incluso dos estratos. Pero la significancia no existe sin un muro blanco sobre el cual inscribe sus signos y sus redundancias. La subjetivación no existe sin un agujero negro donde aloja su conciencia, su pasión, sus redundancias. Como solo existen semióticas mixtas o como los estratos nunca ocurren solitos, habiendo por lo menos dos, no debemos sorprendernos con el montaje de un dispositivo muy especial en su cruce. Sin embargo, es curioso, un rostro: sistema muro Blanco-agujero negro. Gran rostro con mejillas blancas, rostro de tiza atascado con ojos como agujero negro (DELEUZE & GUATTARI, 2008: 28, 29).
Está ahí, pues, la fórmula del rostro: muro blanco-agujero negro, en un contexto en el que el muro blanco puede ser interpretado como el soporte a partir del cual se inscriben las significancias, los rastros, las tachaduras, los signos, las redundancias. El agujero negro sería el proceso de subjetivación que produce, junto con el muro blanco, el sistema de apariencia de una época dada.
Aún en diálogo con Deleuze y Guattari, ahora con el volumen dos de Mil mesetas (2008), el imperialismo europeo se inscribe en el régimen de signo significante, que es lo que se define como un rostro de referencia, estableciendo relaciones edípicas dicotómicas, tales como colonizador/colonizado, blanco/no blanco, civilización/barbarie, en diversos contextos en los cuales el segundo término (colonizado, no blanco, bárbaro) tiene la posibilidad de ser analizado también como el efecto o parte integrante del sistema de apariencia de la expansión imperialista europea.
Para ilustrar, he aquí abajo el sistema de rostro del imperialismo europeo:
Rostro despótico significante terrestre
Máquina simple con efecto
Como es posible observar, el rostro se inscribe como el propio significante terrestre, porque presupone una figura, una referencia del mundo, no siendo casual que sea llamado imperialismo significante, porque el conjunto significancia (soporte, rostro, cara) y subjetivación, puntos de subjetividad, esbozan, al fin y al cabo, el perfil del sistema de apariencia del imperialismo europeo, aquí designado por el siguiente régimen de rostro: el despótico significante terrestre, que tiene en la figura del colonizador la referencia edípica para ser odiada, combatida; en la mayoría de las veces amada, reverenciada.
Por otro lado, el imperialismo estadounidense, a diferencia del europeo, tiene una fórmula de rostro más compleja, porque elimina las antinomias del primero jugando com el soporte del rostro (que puede ser el propio planeta) por medio de la multiplicación de puntos de subjetividad, no siendo casual, en este sentido, que pueda ser llamado también imperialismo pos-significante, entendiendo por este, de conformidad con el volumen dos de Mil mesetas, el siguiente: «Nos gustaría hablar aún más particularmente de un cuarto régimen de signo, régimen pos-significante, que se opone a la significancia con nuevos caracteres (y que se define por un procedimiento original) de subjetivación (DELEUZE & GUATTARI, 2008: 59, 60).
Y, ¿qué procedimiento original es este, de subjetivación, que define al imperialismo pos-significante gringo, distinguiéndolo del europeo?
Para responder a esta pregunta, es necesario dialogar con el Foucault, por ejemplo, de La historia de la sexualidad: voluntad de saber (1976), libro en el cual es posible leer los primeros esbozos de teoria sobre el biopoder, término que puede ser comprendido literalmente como poder en la vida.
Para Foucault, el biopoder tiene dos ejes: el anatómico-político y el de la biopolítica de la población. El primero se relaciona con la dimensión corporal de las subjetividades étnicas, de género, de edad, de clase. El segundo, a su vez, se relaciona con el perfil de la población. El imperialismo, en su expansión, invierte en el reto de producir el perfil de la especie humana, con el objetivo de garantizar, en los más distantes lugares del planeta, su permanencia como centro de expansión productiva del capital.
La expansión imperialista, por lo tanto, depende de la producción de una humanidad que tenga un sistema de apariencia que coincida con el modelo productivo-cultural de los centros financieros-productivos, lo que equivale a decir lo siguiente: que tenga relación con el sistema de rostro de referencia de la civilización burguesa, en un momento determinado de su sistema capitalista.
El imperialismo europeo está (estuvo) relacionado con la expansión capitalista, teniendo en cuenta las dos primeras revoluciones industriales de la era moderna, no siendo casual que el modelo productivo de este período histórico haya sido igualmente dicotómico: colonizador/colonizado, blanco/no blanco/ civilizado/bárbaro, burgués, propietario del medio de producción/obrero sin medio propio de producción de la existencia.
El clásico libro de Lenin, Imperialismo, etapa final del capitalismo (1916), al identificar la emergencia del imperialismo a una fase monopolista (en la cual el capital industrial y financiero se volvieron indiscernibles) puede ser comprendido como una obra de transición del imperialismo europeo al estadounidense, sea porque en él categorías dicotómicas, típicas del imperialismo europeo (como centro y periferia, por ejemplo) aún son el eje de las argumentaciones en él presentadas; sea porque, al identificar el surgimiento del imperialismo a una fase específica del capitalismo, apunte a la emergencia, así sea de forma inconsciente, del imperialismo gringo.
Y ¿por qué? Porque el imperialismo gringo, ampliando la version inglesa, decreta definitivamente la centralidad del parasitario poder financiero, como modelo planetario de producción de valor, en el capitalismo.
El imperialismo yanqui no inventó el holding, pero tomó la centralidad de un proceso de expansión del capital financiero en el que un conglomerado de grandes empresas, pertenencientes a los más diversos sectores de la economia, avanza planetariamente con el objetivo de producir plusvalía a escala mundial.
Si generalmente un holding es administrado por una oficina central, tal vez no sea absurdo decir que el Estado gringo sea, en sus muchas oficinas, un holding de holdings actuando de forma concertada, como holding bélico, financiero, jurídico, ejecutivo, legislativo, resultando de ahí la rueda gigante imperialista formada por las instituciones como Departamento de Estado, Reserva Federal, Presidencia de la República, CIA, FBI, Congreso, Pentágono, Wall Street, donde es posible deducir que se constituye como un imperialismo pos-significante, de multiplicidad de rostros, en la inmanencia misma de su gestión, como Estado imperialista.
Es así, pues, que el imperialismo estadounidense se distingue del europeo, a partir de un sistema de rostro en orquestación expansiva, girando sin cesar y ampliando su entorno planetariamente, de forma concéntrica, como pasa cuando se arroja una piedra en un lago (en este caso, en el planeta), de forma que todo, independiente de su rostro de referencia, tiende a girar como parte y contraparte del holding Estados Unidos de América.
Es a partir de este último argumento que es posible recuperar el diálogo con el Foucault de La historia de la sexualidad: voluntad de saber (1976). El imperialismo yanqui pos-significante es lo que se refiere a la dimensión anatómico-política del biopoder: captura multiplicidades etarias, de género, culturales, étnicas e incluso de clase, fuera de las dicotomías del imperialismo europeo, produciendo una biopolítica de la población como parte y contraparte del holding de una falsa democracia planetaria, al estilo gringo, marcada por rostros aislados, cosificados.
Imperialismo gringo y la falsificación planetaria de la democracia
Si existe una falsa democracia, ¿qué es el imperialismo estadounidense, lo que sería una «real»?
Definimos democracia, en diálogo con el Jacques Rancière de El compartir de lo sensible (2009), como un régimen político que sin cesar indetermina jerarquías de identidad (como las de blanco y negro, por ejemplo), deslegitima posiciones de palabra (quién está autorizado a hablar o no) y desregula tiempos y espacios, volviendo indiscernibles las dimensiones individuales y colectivas de la vida social.
Una democracia sin fin, por lo tanto, en su proceso, produce igualdades, incluso entre el individuo y la colectividad, tal que un lado afirme al otro, sin contradicción alguna.
El imperialismo gringo pos-significante imita a la democracia, produciendo falsas (farsescas, diríamos) igualdades, porque, al romper las dicotomías jerárquicas de identidades, de posiciones de palabra, de tiempos y de espacios, lo hace teniendo en cuenta la dimensión anatómico-política del biopoder, reforzando así al individuo o a las oligarquías, en detrimento de las mayorías, perseguidas implacablemente por su genocida máquina bélica.
El imperialismo yanqui, en este sentido, elimina, literalmente, a la colectividad humana, multiplicándola al infinito en rostros narcisísticos, aislados.
Es, pues, el gringo, un imperialismo anatómico-político en guerra contra la biopolítica de la población humana, porque cuanto más, en su dinámica pos-significante, las singularidades se afirmen, en nombre de la vida, aisladamente, como negra, como gay, como mujer (curiosamente nunca como pobre), como brasileña, argentina, francesa, colombiana, siria; como blanco, clase media, católica, evangélica, islámica, más el perfil de la población humana encarna en sí la tragedia de la muerte colectiva, no siendo casual, bajo este punto de vista, las guerras que se expanden por el planeta, las cuales, en nombre de particularidades aisladas, masacran a la vida colectiva.
El imperialismo periférico y el mundial integrado
El imperialismo periférico, en este contexto, es el que comienza a adquirir una conciencia crítica en relación con la dinámica plural e ilusionista del imperialismo estadounidense (en guerra contra la colectividad humana), buscando expandirse planetariamente, al evitar caer en las trampas pos-significantes de la falsa democracia del imperialismo gringo.
El hito de esta conciencia crítica del imperialismo periférico, en fase de pos-significante yanqui, fue el genocidio del pueblo libio, orquestado por el imperialismo gringo, a partir de la Resolución 1973, del Consejo de Seguridad de la ONU, elaborada con el supuesto objetivo de permitir una zona de exclusión aérea en territorio libio, a fin de evitar (un pretexto pos-significante) que Kadafi matase a su propio pueblo.
Rusia y China, como miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, fueron firmantes de la Resolución 1973 y vieron concretamente lo que apoyaron: una zona de exclusión aérea para que, en nombre del imperialismo gringo, la OTAN masacrara al pueblo libio, afectando directamente los intereses comerciales de Rusia y de China y al mismo tiempo abriendo la guardia del continente africano al racismo-mayor de la actualidad: el proyecto AFRICON de neocolonización genocida de la biotanatopolítica de la población africana, llevado a cabo por el imperialismo gringo y que tenía en la resistencia de Kadafi una importante oposición que debía ser abatida, como a la postre ocurrió.
El imperialismo periférico, en este sentido, es el que emerge como expresión en proceso a través, por ejemplo, del BRICS.
Es una formación imperialista aún en proyecto porque se expande en un contexto planetario tomado por el sistema de apariencia del imperialismo yanqui.
El reto del imperialismo periférico es expandirse sin retomar la forma del rostro significante del imperialismo europeo y al mismo tiempo sin caer en las trampas falsamente democráticas del imperialismo estadounidense.
Está, pues, retado a crear su estilo (aunque tal estilo sea, como parece ocurrir de hecho, una mezcla entre imperialismo europeo y gringo) a partir del juego de las promesas nunca cumplidas de ambos imperialismos: la promesa de una felicidad colectiva, típica del imperialismo europeo, a partir de la figura de la civilización (presuntamente europea) en lugar de la barbarie; y la promesa del respeto a las libertades individuales, bandera del imperialismo yanqui, igualmente nunca respetada, por la clara razón de que, matando colectividades, mata del mismo modo individuos: alteridades.
El imperialismo mundial integrado, en este contexto, es la orquestación, en tierra, de los tres imperialismos, el europeo, el gringo y el periférico, en un contexto en que este último aún solo es un proyecto contradictorio y sin unida defectiva, como resistencia y alternativa, al imperialismo yanqui y europeo.
No hay dudas de que, bajo este punto de vista, vivimos como nunca una guerra interimperialista, tal como había pronosticado Lenin, en Imperialismo, la fase final del capitalismo (1916). Aunque ya, de hecho, eso se hubiera presentado con el fenómeno de la Guerra Fría que el profesor Juan Carlos Monedero señala que «le convendría mejor llamarse Segunda Guerra Interimperialista» o «Tercera Guerra Mundial por la cantidad de víctimas que implicó.» (MONEDERO, Juan Carlos. El gobierno de las palabras: de la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza, Bogotá, 2005: 54).
El imperialismo gringo, teniendo al imperialismo europeo como vasallo (o el imperialismo colectivo, en términos de Samir Amin) está en guerra contra el imperialismo periférico; guerra de espectro completo.
A partir de aquí, pues, es necesario dejar claro: el imperialismo periférico, sobre todo teniendo en cuenta China y Rusia, en el ajedrez del imperialismo mundial integrado actual, ocupa una posición «civilizatoria» de resistencia al sometimiento integral de la humanidad al imperialismo gringo, esa ave de rapiña que, pretendiendo expandir la Doctrina Monroe a todo el planeta, a partir de la «democracia anatómico-política», impone a la humanidad el caos, la ignorancia, la barbarie, como únicas salidas.
En este sentido es posible afirmar que el imperialismo periférico, en función del caos instalado por el imperialismo gringo, es literalmente un mal menor.
Aunque sea evidente que una democracia al estilo propuesto por Rancière solo es posible en una sociedad sin imperialismos y, por lo tanto, sin capitalismo y, en este sentido, sin oligarquías, comprender objetivamente que el imperialismo yanqui es la jerarquía más peligrosa, más letal, del mundo, hoy, es indispensable, sea porque sea una farsa mundialmente montada para mimetizar la democracia y en un cierto sentido hasta el socialismo; sea porque el imperialismo mundial integrado, aunque ya tenga la colaboración del imperialismo periférico, mantiene un sistema de apariencia fundamentalmente marcado por medidas bélicas y demagógicas del imperialismo gringo.
La izquierda mundial de cara al imperialismo mundial integrado
En este contexto, es posible definir, como contrapuestos al imperialismo mundial integrado, cuatro eventos posibles para la imagen de la izquierda mundial.
La primera está constituída por la izquierda vinculada al sistema de rostro del imperialismo europeo.
Una izquierda, por lo tanto, de base significante, que piensa y actúa, teniendo en cuenta categorías dicotómicas establecidas por el imperialismo europeo.
Sin lugar a dudas, las izquierdas del mundo aún son básicamente europeas, aunque puedan ser definidas por medio de un doble vector, así: 1) Existe una izquierda clásica, que se opone al imperialismo europeo, a partir de los parámetros del sistema de apariencia maniqueísta del imperialismo europeo: afirma la periferia, el colonizado, el oprimido, en la presuposición de que estos rostros están libres del sistema de apariencia del imperialismo yanqui; 2) Existe una izquierda al estilo anatómico-político del imperialismo estadounidense, que tiende a afirmar el sistema de apariencia multifacético de la Doctrina Monroe, concibiéndolo como democrático, y al mismo tiempo concentrando su odio edípico al imperialismo europeo o incluso al periférico: es lo que generalmente llaman (y así se denomina) nueva izquierda.
Además de estas dos variables de izquierda vinculadas al sistema de apariencia del imperialismo europeo, existe, en menor número, una izquierda que se opone al imperialismo gringo, aunque fundamentalmente aún no comprenda su modelo de funcionamiento anatómico-político.
Esta tercera forma de izquierda tal vez ni sea autónoma, porque aún pasa como heredera de la resistencia al imperialismo europeo, con alguna plasticidad, porque lo amplía a la expansión imperialista gringa e incluso a la expansión imperialista del imperialismo periférico.
De cualquier forma, es una izquierda vulnerable porque descree del modelo de realización típico del imperialismo yanqui y tiende a ignorar o a despreciar la fuerza mundial de su sistema de apariencia que produce, como efecto, el imperialismo mundial integrado.
El perfil de izquierda ideal, por ser necesario, es el que se opone al imperialismo mundial integrado, comprendiendo que, para producir una sociedad mundial sin oligarquías, basada en la igualdad sin fin, es indispensable superar el modelo de funcionamiento pos-significante del imperialismo gringo, concentrando esfuerzos colectivos para superarlo. Y, ¿cómo es eficaz este modelo de funcionamiento pos-significante del imperialismo estadounidense?
El modelo de realización del imperialismo gringo se experimenta sin cesar a partir de una cultura mundial pos-significante, concentrada en la cosificación planetaria de la dimensión anatómico-política de la humanidad, lo que solo es posible a través del dominio mundial de la industria cultural.
No es casual, no obstante ser extraordinario, que un libro como Cultura e imperialismo (2009), de Edward Said, necesite ser reescrito, porque (aunque traiga ejemplos de la literatura gringa) se fundamenta argumentativamente teniendo en cuenta el sistema de rostro de la cultura imperialista europea, evidenciando cómo algunas obras literarias consideradas canónicas de la literatura Occidental, aun con sus respectivas singularidades estéticas, pueden ser leídas como culturalmente imperialistas, al ratificar, por ejemplo, la creencia en el supuesto rostro europeo civilizador, como premisa para que las periferias del sistema mundial puedan civilizarse, abandonando su «barbarie eterna».
El propio hecho de partir de obras literarias, ya inscribe el libro Cultura e imperialismo, de Said, como una reflexión teórica del imperialismo europeo, en su articulación dicotómica con la cultura europea y no europea, sobre todo si se consideran maniqueísmos como civilización y barbarie, centro y periferia, colonizador y colonizado. Reescribir (sin menospreciarlo), Cultura e imperialismo, de Said, parte de la premisa de que existe una especificidad cultural del y en el imperialismo gringo; especificidad no dicotómica y que se inscribe ante todo por medio de artefactos culturales producidos por la industria planetaria de la sociedad del espectáculo, bajo el control básicamente del imperialismo yanqui, que funciona como una oficina propia de su holding pos-significante, anatómico-político.
Si una version de imperialismo, cualquiera que sea, se vuelve hegemónica produciendo el mundo a su imagen y semejanza, el estadounidense pos-significante lo hace a partir de dos procedimientos contrapuestos: un primero, a través de la afirmación de la vida, la falsa democracia, capturando y encarnándose en la dimensión anatómico-política de las subjetividades, que toma el lugar del demos, de los pueblos; un segundo, que se contrapone al primero, vinculado a una tanatopolítica planetaria.
Como se ve, el primer dispositivo, de rostros aislados, como farsa de la libertad de la democracia, se sobrepone al segundo como una lluvia de misiles, excluyéndolo y asesinándolo, razón suficiente para definir al imperialismo gringo como biotanatopolítico.
Curioso, en el primer dispositivo está el soporte de espejo en el cual se refleja, fijando su imagen supuestamente emancipada, alegre, bien-resuelta sexualmente, libre: es el soporte de los vehículos de comunicación ungidos como el propio rostro anatómico-político del imperialismo gringo, desde lo que es posible deducir que en cada lugar del mundo, incluso en los mismos Estados Unidos, existen periódicos, canales de radio y de televisión que funcionan como el rostro mediático de la farsa democrática estadounidense: el rostro, por lo tanto, del ilusionismo anatómico-político de y por medio de subjetividades sonrientes, saludables, ligeras, plásticas, como si estas fuesen el ideal de la y en la biopolítica de la población; como si estas fuesen la metonimia de la colectividad American Way of Life (en realidad, Death). En Brasil, tal soporte mediático, espejo para el régimen de rostro pos-significante del imperialismo yanqui, sostiene algunos nombres: TV Globo, además de la revista Veja, del diario Folha de São Paulo y Estadão.
Son básicamente estos los soportes en los que un segmento social brasileño específico se refleja, en un proceso de Ideal de ego que en el limite tiene relación directa con el sistema de rostro pos-significante del imperialismo estadounidense.
Bajo el punto de vista semiótico, es un juego especular triple y al mismo tiempo simultáneo, que funciona así: los soportes de estos vehículos del imperialismo gringo traducen para el contexto brasileño el lado anatómico-político idealizado de los rostros gringos, a través de la publicación continua de las imágenes de los rostros de las clases medias del Brasil.
Las telenovelas de TV Globo, bajo este punto de vista, funcionan como sistemas mediáticos de producción de narrativas en que de un lado se fija la imagen anatómico-política del imperialismo gringo a través de los rostros de las clases medias brasileñas, narrándolas como libres, plásticas, liberadas sexualmente, creativas, inteligentes; y de otro lado, los rostros del brasileño común son editados como bárbaros, violentos, reprimidos, resentidos, traidores, ignorantes, constituyéndose como la instancia tanatopolítica brasileña.
Esta misma técnica está presente en el periodismo de estos soportes, TV Globo, Folha de São Paulo, Veja, Estadão, en un contexto específico en el que los políticos del PSDB son presentados como el lado anatómico-político, en Brasil, del imperialismo yanqui, con los atributos que les son fijados publicitariamente; y las izquierdas (y muy especialmente el PT, no porque sea izquierda, sino porque no es el rostro anatómico-político del imperialismo gringo; y ocupa el poder Ejecutivo) son presentadas como el lado tanatopolítico, la apariencia incompetente, ignorante, inferior, terrorista, corrupta, si se compara con el bioestilo estadounidense.
Los manifestantes que fueron a las calles del Brasil, el domingo 16 de agosto de 2015, son la imagen y semejanza, por lo tanto, de la TV Globo, de la Folha de São Paulo, de la revista Veja y del Estadão, del imperialismo gringo.
Las calles del Brasil, por lo tanto, fueron tomadas, como misiles contra la colectividad brasileña, por la TV Globo, Folha de São Paulo, revista Veja, Estadão: es decir, por el imperialismo gringo.
Los marines yanquis, por medio de estos rostros pos-significantes «brasileños», como siempre, hacen su trabajo: golpe de Estado. Los brasileños tenemos que hacer el nuestro, para que jamás vuelvan los militares al Poder. Y los colombianos, no sobra advertirlo, también.
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