Traducido para Rebelión por Marina Trillo
Es totalmente pertinente que la Cumbre de Presidentes Ibero Americanos (IAPS) se celebre este año en Bolivia. Porque apenas unas semanas antes, Bolivia fue el sitio de una confrontación histórica, que quizás marque época, entre una élite neoliberal corrupta apoyada por la Embajada de EEUU y las Fuerzas Armadas y los campesinos, trabajadores, estudiantes y pobres urbanos decididos a recobrar el control soberano de sus fuentes energéticas y mercados interiores. No es accidental que la IAPS tenga lugar en Santa Cruz, la única ciudad de toda Bolivia donde el presidente en su huída procuró provocar un infortunado golpe de estado apoyado por empresarios. El levantamiento popular de octubre 2003 tiene dimensiones verdaderamente heroicas, pero es sólo la ola de apertura de una lucha de amplitud continental que está emergiendo en toda Latinoamérica. Para entender esta naciente confrontación es importante examinar brevemente los protagonistas del cambio, la naturaleza de la polarización entre los constructores del imperio y sus regímenes vasallos por un lado, y los movimientos socio-políticos de masas por otro lado, colocando esto dentro del contexto de los cambios de poder históricos de las últimas décadas. Este contexto político es importante para delinear el campo de batalla fundamental – y los asuntos sobre los que se producirán las luchas presentes y futuras. Estos incluyen la batalla por el gas, el petróleo y otras fuentes de energía; la cuestión agraria en todas sus manifestaciones, desde la distribución de la tierra, a la autodeterminación del cultivo de cosechas (incluida la coca), la protección de los mercados interiores y la promoción de la seguridad alimentaria doméstica; el tema del enorme ejército de trabajadores urbanos parados permanentes; el punto fundamental de los derechos humanos sostenibles y el asunto de la justicia social y la impunidad de la élite.
En la sección final demostraremos por qué el imperialismo es el tema principal de nuestro tiempo. En todos y cada uno de los más importantes problemas sociales, políticos y económicos de nuestro tiempo, una resolución progresista exige la derrota del proyecto imperial.
Cambio de Marea
Hay indicadores empíricos significativos de que la marea se está volviendo en contra de los regímenes cliente estadounidenses de Latinoamérica, aunque a un coste muy alto y sangriento. En Bolivia una alianza de clase de varios millones de Bolivianos derribó el régimen de Sánchez de Losada en octubre de 2003 e impuso al Presidente entrante, Meza, un límite de 90 días para renacionalizar el gas y las fuentes energéticas, revocar el programa de erradicación de coca e implementar otras demandas populares. El coste fue alto: 81 Bolivianos fueron matados y 400 gravemente heridos. En la vecina Colombia, el Presidente Uribe, EEUU y el FMI promovieron un referéndum que no logró obtener el mínimo 25% del electorado y fue sonoramente derrotado – bloqueando así los planes neoliberales de austeridad y privatización de Uribe. Un candidato de «centro-izquierda» derrotó también al elegido de Uribe para la alcaldía de Bogotá, la segunda posición política más importante del país. El programa de contra-insurgencia de Uribe no ha conseguido hacer ningún progreso significativo contra la guerrilla, a pesar de que las fuerzas paramilitares continúan asesinando y desahuciando por la fuerza a millares de campesinos en las áreas conflictivas.
En Venezuela, los intentos apoyados por EEUU para derrocar violentamente por medio de sicarios locales al régimen democráticamente elegido del Presidente Hugo Chávez fueron derrotados dos veces por una alianza de pobres urbanos y sectores del ejército constitucionalista. Como resultado Chávez ha «renacionalizado» la compañía estatal del petróleo, reasignando sus ganancias desde las inversiones exteriores a proyectos sociales locales para sanidad, educación, viviendas económicas para los pobres y reforma agraria para los campesinos sin tierra – 100.000 beneficiarios en 2003.
En Argentina un levantamiento de masas populares en diciembre de 2001 y la movilización urbana a lo largo de 2002-2003 han llevado a la acusada reducción de los pagos de deuda, una bajada del precio de la electricidad, gas y otras utilidades y el principio de la reforma del corrupto y represivo Estado dejado por la dictadura militar y los venales regímenes civiles neoliberales de Menem, De La Rua y Duhalde. En Perú, Ecuador y Brasil, los movimientos de masas se reagrupan para relanzar sus proyectos de transformaciones sociales, después del giro a la derecha hacia el neoliberalismo ortodoxo de los presidentes pseudo populistas, Lucio Gutiérrez en Ecuador, Da Silva en Brasil y Toledo en Perú. El apoyo a Toledo ha caído a plomo a cifras de un sólo dígito; Gutiérrez ha perdido el apoyo de los grandes sindicatos y organizaciones indias- campesinas y se ha aliado con el ultraderechista Partido Cristiano Social Febres Cordero. En Brasil para gran desilusión de la mayor parte de sus 50 millones de votantes, Da Silva ha abrazado una versión extrema del «programa de ajuste» neoliberal del FMI, cortando los programas sociales, reprimiendo a los activistas rurales, cortando las pensiones de los funcionarios y distribuyendo tierras a menos del 5% de los 60.000 trabajadores rurales sin tierra a los que prometió asentar en el primer año de su mandato. El MST, los funcionarios públicos, los trabajadores autónomos y muchos otros sectores populares están ya en huelga, preparando ocupaciones masivas de tierras y organizando un nuevo partido político.
El resurgimiento popular del año 2003 representa la cuarta oleada de lucha popular durante el último medio siglo. La primera oleada abarcó el período entre 1959 y principios de los 1970 – empezando con el éxito de la revolución cubana y terminando con la derrota de socialistas y populistas y la imposición de dictaduras militares en el Cono Sur. La segunda oleada se centró en América Central y empezó con la Revolución Sandinista de 1979 y terminó con su derrota en las elecciones de 1990 y la consolidación de regímenes cliente de EEUU en Nicaragua, Guatemala y El Salvador. La tercera oleada, empezó a finales de los años 1990 y terminó en 2002, una mezcla de movimientos populares de masas y coaliciones con personalidades y partidos electorales pseudo populistas. La cuarta oleada, que gana ímpetu rápidamente, está cada vez más ligada a los movimientos sociopolíticos de toda Latinoamérica. La integran coaliciones de indios-campesinos-clase obrera urbana parada, dedicadas a actividades extra parlamentarias.
El asunto que unifica esta cuarta oleada de insurgencia popular es su oposición a la recolonización de Latinoamérica por medio del ALCA promovido por los EEUU. La singularidad de estos movimientos es su independencia del control de partidos electorales, su alcance de amplitud continental, su poderosa red internacional de solidaridad a través de varios foros sociales y organizaciones. Lo más importante son su profundo enraizamiento en movimientos locales y su participación en luchas concretas, basados en un análisis derivado de las especificidades de la historia, cultura, estructura de clase, características étnicas y de género de cada país.
Contexto histórico para la Re-colonización de Latino América (ALCA)
Los avances y retrocesos de los regímenes cliente apoyados por EEUU y los intereses económicos imperiales han estado en relación inversa a la fuerza de los movimientos populares y los regímenes socialmente progresistas del último medio siglo. La primera oleada de regímenes cliente apoyados por el imperio estaba formada por dictaduras militares anti comunistas enormemente represivas durante los años 1950: Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua, Trujillo en la República Dominicana, Odria en Perú, Pérez Jiménez en Venezuela, Armas en Guatemala. Estos fueron los predecesores de los gobernantes neoliberales militares y civiles de la última parte del siglo. Sirvieron esencialmente para abrir las puertas a una temprana invasión del capital estadounidense y para proporcionar apoyo incondicional a los EEUU durante la Guerra Fría. Los constructores del imperio estadounidense apuntaron contra los emergentes regímenes nacional-populares y socialistas – Perón en Argentina, Vargas en Brasil, Allende en Chile, J. J. Torres en Bolivia – que promovían la propiedad nacional de las fuentes de energía y la empresa pública en industrias básicas.
Los EEUU intervinieron y derrocaron a los regímenes nacionalistas populistas por medio de golpes de estado de las élites cliente militares y civiles, e invasión directa (República dominicana 1965). El resultado fue la implantación del modelo «neoliberal» o el modelo de acumulación de capital centrado en el imperio (ICMCA), con el que se privatizaron las empresas públicas y fueron vendidas a corporaciones multinacionales estadounidenses y europeas. Además invadieron los mercados locales con exportaciones subvencionadas y las deudas extranjeras contraídas por gobernantes corruptos fueron utilizadas para socavar cualquier estrategia nacional de desarrollo equitativo.
Los años 1980 presenciaron la transición de dictaduras militares a electoralistas civiles autoritarios e intensificación del «modelo neoliberal» y transferencia masiva de ganancias, intereses, royalties y fondos ilícitamente ganados a EEUU y la Unión Europea. La consolidación de los regímenes neoliberales llevó al desmantelamiento de los sistemas de bienestar social, al desempleo urbano masivo, enormes aumentos de migración rural huyendo de la miseria absoluta en el campo, aumento de los niveles de pobreza a más del 50% y al creciente descontento generalizado con el modelo de acumulación centrado en el imperio.
El período entre 1990-2001 presenció el derrocamiento popular de dos presidentes neoliberales en Ecuador, otro en Brasil (Collor), un cuarto en Venezuela (Carlos Pérez), preludios del derrocamiento de los corruptos políticos electorales autoritarios de Perú (Fujimori), De La Rua (Argentina), Sánchez de Losada (Bolivia) en los primeros años del nuevo milenio.
Aunque el neoliberalismo proporcionó ganancias extraordinarias a las corporaciones multinacionales europeas y estadounidenses y a las élites locales multimillonarias no es ni políticamente ni socialmente sostenible. El descenso y deterioro del neoliberalismo quedan patentes en las tasas de crecimiento per capita negativas, la descapitalización de las economías, el descenso del consumo doméstico, la profundización de la crisis de la agricultura (excepto en los enclaves de exportación), y los pagos exorbitantes de deuda que socavan cualquier inversión pública en economía y programas sociales.
Neoliberalismo en Crisis: Re-Nacionalización o Re-Colonización
El ALCA es la respuesta propuesta por EEUU a las declinantes fortunas del neoliberalismo y a los estados fallidos asociados con su implementación. El ALCA implica la transferencia de soberanía a una comisión ALCA dominada por los EEUU. Esta comisión establecerá el armazón legal, económico y político para la implementación a largo plazo y gran escala de los intereses imperiales estadounidenses. El ALCA conducirá a la cesión de todas las funciones legislativas y ejecutivas Latinoamericanas y su subordinación total a un ALCA controlado por EEUU. La meta económica inmediata del ALCA será privatizar las restantes áreas lucrativas de propiedad nacional: el petróleo y las telecomunicaciones Venezolanas, Mexicanas y Ecuatorianas y la privatización de la sanidad pública, la educación y los servicios sociales. El ALCA también significará la protección continuada de los sectores agrícolas e industriales estadounidenses no competitivos, la subvención continuada a los exportadores estadounidenses – y la monopolización del comercio – para privilegiar a los exportadores estadounidenses por encima de los productores asiáticos y europeos.
Para defender el ALCA como un proyecto de re-colonización, los constructores del imperio estadounidense están militarizando la región por medio del Plan Colombia, construyendo extensas redes de bases militares y aumentando los contactos político-personales que suman a funcionarios militares por la vía de ‘maniobras militares conjuntas’. El aumento del conflicto social y de la insurgencia generalizada de las masas populares no es sólo una respuesta a las pasadas y presentes depredaciones sinó al futuro proyecto de re-colonización, que implica el control de los recursos energéticos (como el gas Boliviano), la expulsión y desarraigo del campesinado rural y la «solución final» a la autodeterminación nacional y la soberanía popular.
La crisis del neoliberalismo y la transición a la re-colonización sucede, sin embargo, en terrenos de gran contestación política y social: la emergencia de la «cuarta oleada de movimientos sociopolíticos» y la relativa debilidad y aislamiento de los regímenes vasallos pro-ALCA. Bolivia ha ido por delante, primero al derrocar al corrupto régimen de Sánchez de Losada y al señalar una dirección alternativa: la re-nacionalización de las fuentes de energía y la protección y autodeterminación de sus productores agrícolas domésticos. Los métodos Bolivianos de demandas de cambio y programáticas tienen profunda resonancia entre el pueblo de Latinoamérica, cada vez más desengañado de los líderes políticos elegidos cuyas campañas y promesas electorales se oponen diametralmente a lo que hacen una vez alcanzan el poder.
Plan de la Cuarta Oleada de Movimientos Sociopolíticos
El eje de las luchas sociopolíticas emergentes gira alrededor de cinco grupos de asuntos, implicando cada uno de ellos choques frontales entre las élites locales y los constructores del imperio estadounidense de un lado y los indios-campesinos, trabajadores, parados y juventud del otro lado.
2. La fuerza impulsora de la actual insurrección popular, los movimientos sociales mejor organizados y más conscientes se encuentran en las áreas rurales de Latinoamérica. El tema esencial es la cuestión agraria en formas múltiples y complejas, que van desde las demandas por la reforma agraria en Brasil a las demandas de los cultivadores de coca en Bolivia, Perú y Colombia por el derecho a cultivar y comercializar la hoja de coca. La lucha fundamental se da entre pequeños campesinos, trabajadores rurales sin tierra y campesinos de tipo medio que producen alimentos para los mercados locales contra los agro-exportadores, los importadores comerciales y los grandes exportadores subvencionados de Europa y EEUU. Los asuntos son múltiples – unas tres cuartas partes del crédito, asistencia técnica, subvenciones de derechos del agua son asignadas por los regímenes neoliberales a los sectores agro- exportadores, mientras que los campesinos y pequeños granjeros locales son forzados a pedir prestado a tasas usurarias a prestamistas locales, grandes hacendados y comerciantes. En Brasil, Paraguay y Colombia propiedades inmensas en su mayor parte de tierra sin cultivar coexisten con millones de trabajadores sin tierra y campesinos de subsistencia. En Colombia y Brasil cientos de miles de campesinos son desahuciados y cientos asesinados cada año por los ejércitos privados de los grandes terratenientes protegidos por el corrupto sistema judicial. La misma «justicia de clase» encarcela a millares de activistas campesinos que intentan remediar las quejas de sus partidarios. El problema de la pobreza rural sólo puede arreglarse confrontando el asunto de la concentración de riqueza, tierras y crédito. El problema agrario es el tema más explosivo que probablemente sea detonante de una guerra social a largo plazo y a gran escala.
Los subempleados y parados incluyen a trabajadores fabriles que han perdido sus trabajos y a jóvenes que entran al mercado de trabajo y nunca han estado empleados. Los recientes levantamientos en Bolivia y Argentina, que lograron derrocar regímenes vasallos de EEUU, y la movilización popular que restauró al Presidente Chávez en el poder estaban integrados en gran parte por subempleados y parados urbanos más que por sindicatos industriales de base fabril.
La cuarta área de la lucha de masas está en la esfera de los derechos humanos entendida ampliamente. Los movimientos de masas contra la impunidad de los funcionarios del gobierno implicados en masacres, genocidio, tortura y encarcelamiento están en marcha, especialmente en Argentina, Bolivia, Perú, Paraguay y Colombia. Campañas a gran escala para liberar a activistas políticos y sociales encarcelados, están teniendo lugar en Brasil, Colombia y otras partes. La lucha contra la impunidad de antiguos asesinos políticos se dirige hacia prevenir la reincidencia – la repetición de crímenes por los mismos funcionarios en el presente y el futuro. El número más grande de extorturadores, exdictadores, exmilitaristas de Latinoamérica se encuentra en confortable exilio en los EEUU, especialmente en Miami que tiene la concentración per capita más alta del mundo de terroristas Latinoamericanos.
Puesto que la mayoría de los crímenes contra los derechos humanos son el resultado de los gobernantes que protegen los privilegios, enormes tenencias de propiedad y pillaje de recursos nacionales por parte de élites minoritarias, la defensa más efectiva de las obligaciones de derechos humanos sostenibles requiere la transformación de las estructuras del estado y la redistribución de la riqueza, y la propiedad hacia el control mayoritario – por los trabajadores, campesinos y profesionales. La continuación de violaciones de los derechos humanos, la persistencia de la criminalización de los movimientos sociales y la impunidad de las élites bajo los recientemente elegidos regímenes de Da Silva, Gutiérrez y Toledo sugieren que los derechos humanos no serán respetados por un cambio de Presidentes, si no va acompañado de cambio estructural.
Imperialismo Estadounidense: En el Ojo de la Tormenta
Desde la caída de los regímenes comunistas, Washington ha expandido su influencia sobre la mayor parte de los antiguos países comunistas – desde el Báltico por Europa Oriental a los Balcanes y más allá al Asia Central y Meridional, mediante guerras, invasiones y operaciones encubiertas. El imperio estadounidense abarca casi el cincuenta por ciento de las 500 corporaciones multinacionales y bancos más grandes, 120 bases militares alrededor del mundo y centenares de misiones militares. El ALCA forma parte integral de la Doctrina de Bush de dominación del mundo. Pero este imperio no es omnipotente, el poder mundial no es «unipolar», ni el imperio está omnipresente. En Irak, el régimen colaborador-colonial se encuentra con resistencia popular masiva con más de tres docenas de enfrentamientos armados diarios y numerosos soldados estadounidenses y colaboradores civiles heridos y muertos cada semana. La resistencia aumenta también en el Afganistán colonial. En Latinoamérica, los proyectos de poder estadounidenses fueron derrotados en Venezuela, Colombia y Bolivia. La resistencia popular derrotó dos golpes de estado orquestados por EEUU en Venezuela, el «Plan Colombia» en Colombia y la venta del gas de Bolivia por Sánchez de Losada.
El coste de la construcción imperial de Washington está socavando la economía doméstica y el apoyo político de los regímenes, a medida que la cantidad de soldados muertos sube junto con el déficit del presupuesto – mientras el gasto social y los trabajos industriales descienden. El «imperio crece pero la república declina» – es la mayor contradicción, junto con la contradicción entre la ocupación colonial y la resistencia anti-colonial en Irak y Latinoamérica.
La Centralidad de Latinoamérica para el Imperio estadounidense y la Centralidad del Imperio estadounidense en la Regresión Latinoamericana
Las políticas y las prácticas de las principales instituciones políticas y económicas estadounidenses están en el centro de los mayores problemas a los que se enfrenta Latinoamérica. La noción de la «centralidad» del imperio no niega el papel negativo de los especuladores locales, políticos corruptos, terratenientes y gente de negocios explotadores y oficiales militares autoritarios. Pero deja en claro que los funcionarios de EEUU han elaborado el modelo de acumulación centrado en el imperio que ha estado en el centro de la regresión de la sociedad Latinoamericana y el estancamiento de su economía.
La importancia de Latinoamérica para la construcción imperial estadounidense se encuentra en tres áreas generales: comercio, márgenes de beneficio y control de la energía y otros recursos estratégicos. EEUU tiene un creciente e insostenible déficit comercial con Asia y Europa; la única región en la que EEUU mantiene una cuenta excedente neta es Latinoamérica. Si no fuera por los superávit de comercio y servicios en Latinoamérica, la balanza comercial negativa estadounidense pondría en riesgo el dólar y quizás contribuiría a acelerar una crisis financiera. El ALCA es visto por EEUU como un mecanismo para sostener y ensanchar este superávit en vista de las deprimentes perspectivas competitivas de otros sitios. En segundo lugar, los márgenes de beneficio estadounidenses, especialmente en finanzas y banca pero también en talleres de maquilas, energía y comercio están por encima de la tasa media de retorno en los EEUU. Entre 1990-2000 más de 900 mil millones de dólares ($900.000.000.000) fueron transferidos a EEUU en concepto de pagos de interés, royalties, ganancias y transferencias ilícitas de dinero de las corruptas élites locales. Latinoamérica, especialmente México, Venezuela, Ecuador, es la principal fuente de importación de la energía necesaria para sostener la economía estadounidense – especialmente en tiempos de guerra y resistencia popular en Oriente Medio y Asia Meridional.
Dados estos estratégicos asuntos – todos ellos componentes básicos de la construcción del imperio estadounidense – las presiones de EEUU hacia el ALCA llegan a ser totalmente entendibles: Le proporciona a EEUU el control directo, colonial, sobre los superávits Latinoamericanos al conformar las políticas comerciales en su propio beneficio, asegurándose la extracción continua de pagos de interés y la toma de las fuentes de energía por medio de privatizaciones.
Las instituciones imperiales estadounidenses y los políticos están en el centro de la lucha de clases en Latinoamérica en tres áreas de gran significado histórico.
Los EEUU y sus auxiliares en las Instituciones Financieras Internacionales (IFI) como el FMI, BM, BID son los arquitectos y principales promotores y beneficiarios de la ideología y prácticas neoliberales. La lucha contra el neoliberalismo implica la confrontación directa con los regímenes locales que aplican esas políticas e indirectamente pero de modo aún más significativo el ataque a las IFI y sus patrocinadores en Washington y Europa.
EEUU es la fuerza primaria que presiona para la rápida imposición del ALCA y el más prominente beneficiario de la re-colonización de Latinoamérica. La creciente oposición generalizada al ALCA es ‘lenguaje cifrado’ para la oposición a la reconquista imperial estadounidense de Latinoamérica, y el efecto último, la des-emancipación de los ciudadanos latinoamericanos y la muerte de la soberanía nacional.
La principal fuente de conflictos hoy y en el pasado ha estado relacionada con la toma o con el intento de apropiación por parte de los EEUU de las fuentes energéticas Latinoamericanas. Los mayores y más sangrientos enfrentamientos recientes entre los movimientos populares Latinoamericanos y los clientes estadounidenses se produjeron en Bolivia y Venezuela – sobre el control del petróleo y el gas. El comportamiento violento de los clientes apoyados por EEUU, un golpe en Venezuela y masacres en Bolivia, nos dice mucho acerca de la base política profundamente autoritaria de la recolonización estilo ALCA.
En ‘análisis sectoriales’ más específicos encontramos todo el penetrante impacto negativo del imperialismo – especialmente en aquellas áreas problemáticas anteriormente aludidas, la cuestión agraria, el desempleo, los derechos humanos y los recursos energéticos.
El imperialismo y la Cuestión Agraria
Hay cinco áreas donde los intereses imperiales han tenido un impacto negativo sobre los granjeros Latinoamericanos, los campesinos y los trabajadores sin tierra:
2. Agencias policiales estadounidenses como la DEA ha impuesto la carga del tráfico de drogas a los campesinos productores de coca, que no producen drogas adictivas, ni las consumen, ni reciben más de un 5% del precio final de las calles de las ciudades estadounidenses. El programa estadounidense de erradicación de droga ha puesto en peligro el sustento de cientos de miles de casas campesinas y socavó las economías de cinco veces ese número de establecimientos comerciales y de servicios que dependen del gasto de los productores de coca, por no mencionar las pérdidas de rentas públicas que podrían financiar el desarrollo y el empleo.
3. El desarraigo y desplazamiento masivos, la ‘urbanización forzada’ de millones de campesinos en Colombia, América Central y otras partes es el resultado de los mil millones de dólares en programas de contra-insurgencia que han aterrorizado el campo, destruido las casas productivas y socavado la confianza inversora en cualquier tipo de inversiones que hubieran creado puestos de trabajo.
4. La sistemática militarización del Pentágono de la política Latinoamericana especialmente en las áreas rurales y la alianza entre terratenientes, barones de la madera y jefes políticos derechistas han llevado al crecimiento de un ‘déficit alimentario’ porque la mayoría de los productores de alimentos básicos para consumo local son pequeños granjeros adversamente afectados por la militarización estadounidense del campo.
5. Finalmente la insistencia de EEUU y las IFI en el pago inmediato e íntegro de la deuda ha agotado los cofres de las administraciones municipales – fondos que podrían haber sito usados para proporcionar crédito, compra de tierra para la reforma agraria o producción subvencionada de alimentos.
El gas y el petróleo son de importancia estratégica para el imperio y también para las empobrecidas gentes de Latinoamérica. El asunto es claro: las enormes ganancias y rentas del gas y del petróleo, el uso y procesado de energía tienen implicaciones enormemente importantes para sostener el imperio o, desde la perspectiva popular, para la financiación de la actividad productiva, sanidad, educación, empleo y actividad relacionada agrícola e industrial. La pregunta fundamental es la propiedad, dirección y asignación. El imperio estadounidense quiere que sus corporaciones multinacionales posean, dirijan y se beneficien del petróleo al servicio de la economía de EEUU. Los movimientos populares quieren la propiedad pública nacional bajo control democrático para reinvertir las ganancias del petróleo en multiplicar el crecimiento económico y social dentro de sus países y para suministrar energía y electricidad baratas a sus hogares, granjas y fábricas.
Desempleo e Imperialismo
El modelo de acumulación centrado en el imperio (ICMA), mejor conocido como «neoliberalismo», está implicado en profundizar y extender el desempleo tanto en las áreas urbanas como en las rurales. Las exportaciones agrícolas subsidiadas por Washington y la protección de cultivadores y fabricantes no competitivos locales han llevado a la quiebra a granjeros y cerraron los mercados a los productores locales, aumentando el número de parados en millones. El ICMA ha eliminado la protección de los fabricantes locales llevando al enorme despido de trabajadores porque los industriales pasan a realizar actividades comerciales tales como la venta productos baratos importados. Del mismo modo el proceso de privatización ha llevado a despidos masivos y crecientes cargas sobre la energía provocando que los usuarios locales no sean competitivos en los mercados locales y extranjeros. Finalmente las demandas de los banqueros y las IFI de pagos completos e inmediatos de la deuda privan al estado de recursos para financiar los servicios públicos e inversiones de capital que a su vez llevan a despidos masivos de empleados del sector público y socavan la capacidad del estado para crear nuevos puestos de trabajo y financiar reformas agrarias que podrían absorber a la población rural excedente.
Aunque la corrupción y la incompetencia de los funcionarios locales y la fuga de capitales de los inversores locales son importantes factores contribuyentes, el sobre- curvado armazón político-económico generador de desempleo ha sido diseñado y reforzado por las agencias imperiales de EEUU y sus auxiliares en las IFI.
Imperialismo y Derechos Humanos
El vínculo más flagrante y obvio entre el imperialismo y los profundos problemas estructurales existentes en Latinoamérica está en el área de los derechos humanos. Todas las principales instituciones estatales y para-estatales – ejército, policía, inteligencia y sus auxiliares en las fuerzas paramilitares – implicadas en violaciones de los derechos humanos reciben armas, entrenamiento, adoctrinamiento, financiación y poderoso apoyo político de sus agencias equivalentes en el estado imperial estadounidense. Si es el Plan Colombia, las bases militares de EEUU por toda Latinoamérica, o la intervención directa y flagrante del Embajador de EEUU para promover golpes de estado y represión, el estado imperial estadounidense es profundamente cómplice de crímenes contra la humanidad, ya sea en la promoción del asesinato de 300.000 civiles en América Central durante los años 1980, la matanza de 30.000 campesinos en Colombia en los años 1990, o la masacre y centenares de heridos en Bolivia en 2003.
Como indica el caso de la residencia actual en Miami del expresidente Sánchez de Losada, EEUU proporciona refugio y santuario a fugitivos y criminales que huyen de procesos judiciales sobre violación de derechos humanos y pillaje del tesoro público lo que convierte a EEUU en cómplice de sus crímenes.
Conclusión
Es totalmente pertinente que haya dos conferencias en Santa Cruz, Bolivia. Una, la Cumbre Iberoamericana de Presidentes, representa los intereses de los constructores imperiales estadounidenses y europeos y sus estados vasallos, mientras que la conferencia alternativa reúne a la resistencia popular contra el imperio – las fuerzas que luchan por una transformación social profunda. Está claro que la correlación de fuerzas en Latinoamérica y en el mundo está cambiando lenta e inexorablemente en contra del imperialismo: después de los discursos triunfales que acompañaron la invasión y ocupación de Irak ahora oímos la creciente resistencia popular anti-colonial, las crecientes bajas estadounidenses y el descontento en el corazón del imperio. En Ibero América el ascenso y caída de «presidentes» vasallos imperiales se acelera: en asunto de meses los recién elegidos, aclamados por los medios de comunicación como «nuevos salvadores», sucumben rápidamente a las demandas de sus patronos imperiales y confrontan a los cada vez más movilizados campesinos, trabajadores parados, mujeres, jóvenes y pueblos indígenas. Sus aceptaciones populares se hunden a cifras de un sólo dígito. Bolivia es emblemática en este acelerado proceso de cambio: Sánchez de Losada fue expulsado en menos de 2 años, Carlos Meza, el Presidente provisional, siguiendo órdenes del Embajador estadounidense Greelee, ha declarado la guerra contra los cocaleros y puede no durar más allá de los 90 días de mandato dados por el plebiscito popular.
Mientras los movimiento populares avanzan, con retiradas, bajas y conquistas, así también el imperio prepara golpes militares, masacres y corrupción de los líderes populares. Quedan por delante grandes batallas. Presenciamos un período de luchas masivas, represión violenta, intervención patente y distorsiones monstruosas en los medios de comunicación, convirtiendo a las víctimas en verdugos, y a los verdugos en víctimas. Pero los movimientos avanzan, dolorosamente, pero con seguridad, enterrando a sus camaradas, atendiendo a sus heridos, nutriendo a sus supervivientes y aumentando su solidaridad. Finalmente, con organización, consciencia y audacia ganaremos, no sólo porque la causa de la libertad y la igualdad es justa, sinó porque nos atrevemos luchar.
6 de Noviembre de 2003