Apocalipsis neoliberal, capítulo 32. Los Estados Bolivarianos de Norteamérica, presididos por el camarada George W. Bush, anuncian que están estudiando la nacionalización de parte de la banca. Desde que el hundimiento de Lehman Brothers dejo ver el pantano subprime sobre el que se levantaban las catedrales de Wall Street, hemos ido perdiendo, día a día, […]
Apocalipsis neoliberal, capítulo 32. Los Estados Bolivarianos de Norteamérica, presididos por el camarada George W. Bush, anuncian que están estudiando la nacionalización de parte de la banca. Desde que el hundimiento de Lehman Brothers dejo ver el pantano subprime sobre el que se levantaban las catedrales de Wall Street, hemos ido perdiendo, día a día, el sentido de los superlativos. Ya nada sorprende o, mejor dicho, ya nada parece imposible. A la mayor quiebra bancaria de la historia siguió el mayor terremoto financiero y bursátil del siglo que hizo que el Congreso de Estados Unidos aprobase, con dificultades, el mayor y más grande plan de rescate del mundo mundial. ¿Fin de la historia? Ya le gustaría a Fukuyama. El circo de tres pistas sigue en marcha; aún no ha terminado la dramática función.
La noticia la adelantó ayer el New York Times y se confirmó horas después: la Casa Blanca está preparando otro nuevo e inédito plan de rescate, un superlativo más con redoble y triple salto mortal. Ahora planean comprar, además de los títulos basura, las propias acciones de los bancos; banca basura. El plan es temporal y, como todos los giros ideológicos, como todas las traiciones, se disfraza con eufemismos. La Administración Bush reconoce la noticia pero no habla de nacionalizar la banca, que es pecado, sino de inyectar liquidez al mercado a través de la compra temporal de acciones de las entidades financieras. Es lo mismo, pero no suena igual.
Nacionalizar la banca. Reino Unido ya lo ha hecho. Estados Unidos va en camino. Lo pedían los comunistas, pero también la Falange, los joseantonianos. Hoy apenas queda quien celebre la noticia, que no es una victoria sino la triste realidad de un capitalismo que nos ha derrotado a todos, no sólo a los que confiaron en él. Después de un siglo, la ortodoxia convenció a la izquierda y a los ismos de que la más mínima desviación del modelo perfecto de platino iridiado era una utopía. Ahora resulta que la utopía era otra, que lo verdaderamente ingenuo y soñador era pensar que el mercado era capaz de autorregularse él solito. Ya pasó una vez, en 1929, y ahora ha vuelto a pasar.
La bolsa estadounidense reaccionó ayer a la noticia, la evidencia de que la recesión será más dura, más larga, más terrible que nunca, con la enésima caída histórica de la semana. Lunes negro, martes negro, jueves negro. Ayer perdió otro 7%. ¿Y mañana? Cualquier cosa es posible. Tal vez, en el futuro, otro mundo mejor.
Fuente: http://www.escolar.net/MT/archives/2008/10/in-marx-we-trust.html