Traducido para Rebelión por Jonatan Garrido
Nota de Klaus Wagenbach: en abril de 1968 Andreas Baader, Gudrun Ensslin, Thorwald Proll y Horst Söhnlein provocaron dos incendios en la principal calle comercial de Frankfurt, que causaron grandes daños. Los cuatro fueron detenidos tan sólo un día después y declararon, en el proceso que tuvo lugar en octubre, que querían prender fuego a los grandes almacenes para protestar contra la indiferencia de la sociedad ante el genocidio en Vietnam. Cada acusado fue condenado por esta acción- la primera al estilo de guerrilla urbana- a cuatro años de prisión.
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En contra de la provocación de incendios se suele decir que se pone en peligro la vida de personas innecesariamente.
Pero contra el hecho de incendiar grandes almacenes podemos decir en especial que este tipo de ataques contra el mundo del consumo- como creían entender los acusados en el proceso de Frankfurt-, no irrita al mundo consumista, ni tan siquiera lo perjudica mínimamente, ni perjudica a aquello producido por el mismo para quienes obtienen beneficios, a quienes más bien esta acción favorece.
La mera destrucción de un gran almacén se corresponde con el principio según el cual en esta tierra nuestra se produce y se consume, con el principio del beneficio y de la acumulación de capital, en vez de aniquilar el mismo. Pues a aquellos a quienes la producción y venta masiva de mercancías en grandes almacenes proporciona beneficios, no se les puede probable y ocasionalmente hacer mayor favor que la destrucción sin costes de estos bienes. Según la ley del beneficio, el seguro pagará los daños. El problema de la saturación, e incluso estancamiento, de los bienes de consumo que no en encuentran salida en el mercado se resuelve mediante los mismos medios que utiliza la producción industrial para poder mantenerse. En la visión de «Una ciudad del futuro» de Vance Packard ya se construyen absolutamente «todos los edificios con una particular masa de papel, de manera que puedan ser arrancados y nuevamente construidos cada primavera y otoño durante la época de la gran limpieza de casas». Y «una de cada cuatro fábricas está situada en una pendiente aguda, los extremos de las cadenas de montaje pueden oscilar hacia las puertas traseras o delanteras. Si la demanda es floja oscilará el extremo de la cadena hacía la puerta inferiror, y la producción total de frigoríficos o demás productos desaparecerá en la profundidad y se transformará inmediatamente en chatarra, de manera que no se haya de saturar el mercado de bienes de consumo» (Vance Packard. El gran despilfarro , Frankfurt, 1960).
Sin embargo, la destrucción la riqueza producida socialmente no se produce de una forma tan rápida como un incendio provocado o la transformación directa en chatarra. Es más, la industria intenta afrontar esta saturación del mercado de bienes de consumo mediante «un nuevo modelo cada dos años», mediante el derroche de millones en investigaciones que no sirven tanto para mejorar los productos como para aumentar sus ventas; mediante el empaquetado, que acaba en el cubo de la basura, y posibilita el beneficio caro y sin sentido (el consumidor es el que carga con los gastos de la retirada de la basura); mediante una asimismo publicidad radicalmente embustera y costosa, son despilfarrados millones en tiempo de trabajo y energía para producir la caducidad artificial («Obsolescencia»), la programada fecha de cese, de manera que los frigoríficos, máquinas de afeitar, las medias de las damas, el juguete, las bombillas se estropeen mucho antes que el material utilizado en ellos y que no se correspondan con el tiempo despilfarrado necesario para su producción, para, de esta manera, poder mantener artificialmente la demanda, para conseguir beneficios que serán invertidos de nuevo, no para satisfacer las necesidades sociales, sino para hacer posible la acumulación de capital. (Lo que hay en el capitalismo, también se encuentra en los grandes almacenes. Lo que no hay en los grandes almacenes, se encuentra en el capitalismo sólo de forma inadecuada, solamente de manera insatisfactoria, insuficiente: hospitales, escuelas, jardines de infancia, sistemas de atención sanitaria, etc…) De cualquier manera, la destrucción de la riqueza producida socialmente mediante el incendio de un gran almacén no se diferencia esencialmente de la destrucción sistemática de la riqueza social por medio de la moda, el empaquetado, la publicidad, el deterioro programado. Así las cosas, el incendio de un gran almacén no es ninguna acción anti-capitalista, sino más bien mantendora del sistema, contra revolucionaria.
El momento progresivo de un incendio provocado no se encuentra en la destrucción de las mercancías, se haya más bien en la criminalidad del hecho, en la transgresión de la ley. La ley que se transgrede no protege a las personas del hecho de que su tiempo y energía de trabajo, la plusvalía que producen, sea destruida, corrompida, despilfarrada, de que mediante la publicidad se les mienta sobre sus propios productos, de que a través de las organizaciones sindicales y el secretismo sobre los mismos se les separe de ellos, tanto como productores como consumidores son sometidos por aquellos que se apropian del beneficio e invierten según su propio gusto. Según su propio gusto significa según la lógica del beneficio, o sea, allí donde pueda producirse la apropiación de nueva plusvalía, no donde el dinero pueda ser usado de forma efectiva y por todos: por ejemplo, en educación, sanidad, en transporte público, para el reposo y la purificación del aire y educación sexual, etc.
La ley que se transgrede con la provocación de un incendio, no protege a las personas, sino a la propiedad. La ley prescribe que la propiedad ajena no puede ser destruida, puesta en peligro, dañada ni incendiada. Los que usan la propiedad indebidamente son los protegidos por la ley, no las víctimas de este uso indebido de la propiedad, no los que mediante riqueza y consumo producen riqueza, sino los que en el Estado capitalista se apropian legalmente de la misma. Es un deber para la ley mantener alejados de sus productos a aquellos que los producen. Y tan desesperado se puede llegar a estar en cualquier momento como para incendiar un gran almacén; esto es, que los incendiarios puedan hacer con sus productos lo que ellos quieran, que puedan transgredir la ley que únicamente permite a los llamados propietarios hacer con su propiedad lo que quieran, es decir, transgredir la ley que protege la lógica de la acumulación, no a las personas de esta lógica y sus consecuencias bárbaras; esta transgresión de la ley es el momento progresivo de un incendio provocado, debe como tal ser reconocido; sin descartar, de esta manera, que la consiguiente destrucción de bienes más bien favorezca al sistema, contradiciendo materialmente a las intenciones anti-capitalistas.
Por tanto, si un incendio de un gran almacén contiene el momento progresivo que transgrede la ley protectora contra el crimen, queda abierta la pregunta acerca de si este momento puede ser utilizado, si se puede transformar el mismo en un principio de la ilustración. Según esta pregunta, ¿qué es lo que pueden acometer las personas mediante un incendio en un gran almacén? Los negros del gueto que saquean comercios en llamas se dan cuenta de que el sistema no se derrumba porque ellos de forma puedan apropiarse de lo que necesitan urgentemente, de lo que debido a su pobreza y desempleo no pueden comprar; pueden percibir que un sistema es negligente, que éste les aparta de aquello que necesitan para vivir. Asimismo, las mercancías que los frankfurtianos pueden llevarse de los comercios de Frankfurt apenas serían las adecuadas para lo que realmente necesitan. (Con excepción de los lavavajillas, que apenas aparecen en las estadísticas sobre electrodomésticos en los hogares alemanes, aunque en Alemania haya casi 10 millones de mujeres trabajando, todas las cuales deberían tenerlos. Éstos no son solamente demasiado caros para comprarlos, sino también demasiado pesados para llevárselos)
En esta tierra nuestra aumentaría en los hogares, a causa del saqueo de un gran almacén, solamente el número de cosas que únicamente sirven para la reposición de productos de consumo, se perfeccionaría el micro-cosmos «privado», el autodominio y el consuelo para soportar las condiciones a las que se ve forzado el productor social (André Gorz, Zur Strategie der Arbeiterbewegung im Neo-Kapitalismus, Frankfurt 1967). Aquellas necesidades colectivas, que en los países capitalistas ricos continúan evidentemente sin ser realizadas, no se verían afectadas en lo más mínimo, no se puede hacer consciente a la gente de ello por medio del incendio de un gran almacén.
Así las cosas, los hechos que están siendo juzgados en Frankfurt- aparte de la tremenda amenaza de severas condenas para los que los llevaron acabo- no se pueden recomendar como algo a imitar. Queda, sin embargo, lo que Fritz Teufel dijo en la conferencia de delegados del SPS: «siempre será mejor pegarle fuego a un gran almacén que dirigir un gran almacén». En verdad, Fritz Teufel suele hacer formulaciones adecuadas.
Artículo original en: http://www.infopartisan.net/archive/1967/266785.html