India es famosa por el Taj Mahal, sus ceremonias religiosas, los filmes de Bollywood y por su acelerado crecimiento económico en los años recientes. Sin embargo, es más importante y menos conocido su aporte de medicamentos genéricos de buena calidad y bajo costo que han salvado o prolongado millones de vidas. Muchas personas van a […]
India es famosa por el Taj Mahal, sus ceremonias religiosas, los filmes de Bollywood y por su acelerado crecimiento económico en los años recientes. Sin embargo, es más importante y menos conocido su aporte de medicamentos genéricos de buena calidad y bajo costo que han salvado o prolongado millones de vidas. Muchas personas van a India para comprar medicamentos genéricos y llevárselos a familiares que no pueden permitirse los costosos fármacos originales de marca.
Una década atrás, la compañía farmacéutica india Cipla produjo medicinas genéricas contra el VIH/sida al precio de 300 dólares para un tratamiento anual, mientras los productos de marca costaban 10 mil dólares. Actualmente, la versión genérica india es todavía más barata: menos de 80 dólares. Esto ha permitido extender el suministro de medicinas a muchos millones de enfermos de sida de escasos recursos. En efecto, India abastece 70 por ciento de los medicamentos contra el síndrome de inmunodeficiencia adquirida a Unicef, al Fondo Global y a la Fundación William J. Clinton.
Además, entre 75 y 80 por ciento de los fármacos (no solo para el sida) distribuidos por la Asociación Internacional de Dispensarios en los países en desarrollo provienen de India, que es por ello calificada de «farmacia del mundo en desarrollo».
En enero pasado, la Asociación India de Fabricantes de Medicamentos, que reúne a 700 empresas, celebró su 50 aniversario y brindó por el gran crecimiento de la industria, la amplia variedad de sus productos y su contribución a la creación de fármacos seguros y a precios razonables. Pero hay también factores que pueden impedir la continuidad de la producción india de medicamentos accesibles a los pobres.
Un factor básico para el éxito de la industria farmacéutica fue la decisión del gobierno indio, en 1970, de excluir los medicamentos de la lista de productos necesariamente patentables. Así se permitió que las compañías locales produjeran versiones genéricas de costosos fármacos extranjeros y en pocas décadas dominaran más de 80 por ciento del mercado interno y exportaran medicinas baratas en gran escala.
Un giro negativo se produjo cuando el tratado internacional sobre propiedad intelectual conocido como TRIPS se estableció en 1995 e invalidó la decisión de algunos países de excluir a los medicamentos de la obligación de patentar. No obstante, el tratado aceptó que los países determinaran individualmente el criterio para otorgar una patente a una invención. Asimismo, dio a los gobiernos la facultad de expedir licencias a las compañías locales para fabricar los productos patentados, si no tuvieran éxito sus pedidos a los dueños de la patente de ceder voluntariamente la licencia.
Para cumplir sus obligaciones, India aprobó en 2005 cambios a su ley de patentes de modo que sus medicamentos pudieran ser patentados. Sin embargo, la nueva ley también contiene criterios estrictos (cambios nimios para un producto cuya patente expiró podrían no darle el derecho a una nueva patente) y autoriza la oposición pública a la aplicación de una patente antes de que sea tomada una decisión.
India tiene una de las mejores leyes de patentes del mundo y gracias a ella tiene todavía algún espacio para producir medicamentos genéricos. Pero la amplitud que dejaba la anterior legislación se redujo porque muchos nuevos fármacos han sido, desde 2005, patentados por multinacionales que los venden a precios exorbitantes.
Las empresas indias ya no pueden hacer sus versiones genéricas de estos nuevos medicamentos a menos que pidan al gobierno licencias y, mediante un proceso muy engorroso, las obtengan, o que lleguen a un acuerdo con la multinacional dueña de la patente, que sería dada con duras condiciones, ante todo para la exportación. Otra preocupación es que India está negociando un tratado de libre comercio con la Unión Europea. Tales tratados usualmente contienen condiciones que impiden u obstaculizan la producción genérica, como la exclusividad de los datos y la extensión del plazo de la patente.
Asimismo, seis compañías indias fueron compradas recientemente por grandes empresas extranjeras. Si esta tendencia continúa, el mercado indio de medicamentos podría ser nuevamente controlado por las multinacionales. Es incierto si ellas querrán seguir exportando al mundo en desarrollo fármacos genéricos que competirán con sus propios productos de marca. A organizaciones internacionales como Onusida, Unitaid y Médicos Sin Fronteras les preocupa que esas tendencias pongan en peligro el papel de India como principal proveedor de medicamentos a bajo precio para África y otras regiones en desarrollo.
Millones morirán si India no puede producir en el futuro los nuevos fármacos contra el VIH/sida. «Es una cuestión de vida o muerte», dijo Michel Sidibé, director ejecutivo Onusida. De ahí que se necesite una estrategia que involucre al gobierno y a las compañías farmacéuticas, que asegure que la industria local de medicamentos continúe prosperando, que produzca no solo los fármacos existentes sino también los nuevos aunque ya estén patentados y que sean suministrados a precios bajos no solo en India.
* Martin Khor es director ejecutivo del South Centre, con sede en Ginebra.