El brasilero siente inseguridad. El síntoma más evidente de que lo trivial se convirtió en natural es cuando nos encerramos en casa con cercas eléctricas, altos muros y cámaras de vigilancia, evitamos andar de noche por las calles, y miramos a nuestros semejantes con desconfianza. La cuantificación de este estado de inseguridad, sin embargo, es […]
El brasilero siente inseguridad. El síntoma más evidente de que lo trivial se convirtió en natural es cuando nos encerramos en casa con cercas eléctricas, altos muros y cámaras de vigilancia, evitamos andar de noche por las calles, y miramos a nuestros semejantes con desconfianza.
La cuantificación de este estado de inseguridad, sin embargo, es más difícil de hacer porque depende de investigaciones que se orienten con las preguntas adecuadas.
Una de ellas es la investigación cuantitativa más reciente sobre el Sistema de Indicadores de Percepción Social del Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas (IPEA) divulgada en junio de 2012. Personas de todos los estados brasileros participaron en entrevistas que evalúan el componente psicológico del miedo a través de la vulnerabilidad al asalto, al asesinato, a la agresión física y al desvalijamiento residencial.
Algunos datos de esta investigación realzan la gravedad del estado psicológico de la población. El 73,4% de los entrevistados de la región Nordeste dijeron sentir mucho miedo del asalto a mano armada, mientras que el mayor porcentaje (18,5%) de los que no sienten ningún miedo reside en el Sur. El contraste entre las regiones Nordeste y Sur aparece nuevamente dónde, respectivamente 71,7% y 29,5% sienten miedo de sufrir algún tipo de agresión en las vías públicas.
La misma investigación complementa en uno de sus indicadores, que la sociedad tiene poca confianza en los agentes y en las instituciones responsables de la seguridad pública. La investigación sugiere que -y esta es mi interpretación- las políticas aplicadas al sector no sustentan ni retroalimentan una convivencia solidaria en los espacios públicos. En lugar de esto, se tornan en factores de intensificación del miedo y de la pérdida de credibilidad institucional.
La Tabla que trata la «Confianza en las Instituciones Policiales en Brasil» del informe de la investigación muestra que la Policía Federal y la Policía de Carreteras Federal recibieron los mayores votos (10,5% y 8,9%) de quien confía mucho en estas instituciones. Se evaluaron cuatro de ellas: Policía Militar, Policía Civil, Policía Federal y Policía de Carreteras Federal.
Un factor importante de la medición de calidad de las instituciones de seguridad pública es el grado de información que los ciudadanos poseen sobre sus derechos y sus deberes. Cuanto más se conocen los atributos y los límites de los agentes de seguridad pública, más se puede esperar que cumplan con su función y una mayor confianza resultante de esta interacción.
Muchas veces hay desconocimiento sobre quien debe interceder en un suceso y conducir las investigaciones, como sobre el consumo y tráfico de narcóticos. En otras, la falta de prudencia en el ejercicio de la función policial establece relaciones jerárquicas y preconcebidas con los civiles. Hay que mencionar también a los ciudadanos que irrespetan a los agentes de seguridad pública.
La disfunción del sistema brasilero de seguridad pública no se resuelve sin auscultar los conflictos de la sociedad a fin de proponer medidas que los articulen en forma respetuosa en lugar de temerosa. Esta articulación puede ocurrir por el aprovechamiento de oportunidades de vivir dignamente, un papel más esclarecedor y concientizador de los medios de comunicación y la reproducción de formas culturales de respeto a las diferencias.
Es de buen augurio que nuestra modernidad no se haya realizado plenamente, porque tenemos la chance de conferirle un camino más lúcido y más respetuoso de las diferencias que el de las naciones dominantes que el mundo ha conocido. Será también una modernización donde el tener no será más importante que el ser. Podemos todavía ajustar el molde del tipo de país que queremos: dónde permanece el miedo a las agresiones o donde prevalece el sentimiento de paz.