Recientemente se ha desatado un polvorín mediático y público, más artificial que espontáneo, sobre lo que se ha denominado en la Red como «caso Valadés». Pedro Gómez Valadés es el Presidente de la Asociación Galega de Amizade con Israel, AGAI, y era responsable del área de cultura y lengua de la Ejecutiva Comarcal del BNG […]
Recientemente se ha desatado un polvorín mediático y público, más artificial que espontáneo, sobre lo que se ha denominado en la Red como «caso Valadés».
Pedro Gómez Valadés es el Presidente de la Asociación Galega de Amizade con Israel, AGAI, y era responsable del área de cultura y lengua de la Ejecutiva Comarcal del BNG de Vigo. El problema, por decirlo de alguna forma, surge cuándo se valora el grado de incompatibilidad entre mantener ambas responsabilidades, por el riesgo de contradicción en el ejercicio de esa doble vertiente.
El Bloque Nacionalista Galego no es una asociación cultural, ni gastronómica, es una organización política, democrática y plural, que se rige por sus estatutos y que posee, a diferencia de entidades de otro tipo, un ideario propio que es, y debe ser, el denominador común de su afiliación.
No tendría sentido formar parte de una asociación ecologista si uno fuera propietario o administrador de una empresa celulosa contaminante… La entrada en el BNG es libre e individual, nadie está obligado a formar parte del Bloque, pero aquel que decide dar el paso de afiliarse debe cumplir sólo dos requisitos que emanan del más sencillo y simple sentido común: aceptar y acatar las normas de juego y compartir el corpus ideológico de la organización.
El BNG es por definición, y así lo ha acordado su base militante, una organización anti-imperialista que proclama el derecho universal de los pueblos a su libre autodeterminación y que defiende unas relaciones internacionales de mutuo respeto en pie de igualdad entre todos los pueblos y naciones del mundo.
Pedro Gómez Valadés con su pertenencia como Presidente, y promotor, de la AGAI incurre en una más que evidente contradicción por su calidad de dirigente comarcal del BNG. La posición del BNG sobre el conflicto palestino-israelí es de viejo conocida y está claramente reflejada en la acción política del frente: Hay un pueblo oprimido y usurpado de su derecho a la autodeterminación, dominado por una potencia militar aliada de EEUU, Palestina; y hay un estado opresor y que permanentemente vulnera la legalidad internacional (asesinatos selectivos, cierre de los canales de distribución de mercancías con Palestina, el muro de la vergüenza…), Israel.
Esa definición, o descripción en clave de análisis político, del conflicto por muy sintética que sea no es maniquea. Lo que sí es cínico es equiparar víctimas con verdugos, piedras con tanques, oprimido y opresor, haciéndole el juego a los intereses geoestratégicos de Israel y EEUU, (más cuándo comienza a verse con claridad la posibilidad real de la constitución de un estado Palestino), en la búsqueda de apoyos internacionales para diluir al máximo la soberanía de ese futuro estado palestino y desfigurar su composición geográfica.
Es evidente que el nacimiento de loobies pro-israelies, escondidos quizá tras la demagogia de la amistad entre pueblos, es una buena noticia para el sionismo, que con su maquinaria diplomática, y su red consular, los empleará como satélites de su aparato de propaganda, una vez se enteraron de que perdieron la batalla de las ideas frente a la comunidad internacional. Porque un código tatuado en el antebrazo hace sesenta años no legitima el asesinato de la población civil palestina.
Escudarse en la falsedad de que se está a negar el Holocausto, cuándo por activa y por pasiva, la izquierda, la gallega pero también la internacional, desde los más variados espectros ideológicos ha condenado con total rotundidad el genocidio judío, es producto de una artimaña de mercadotecnia del victimismo, y un insulto a la inteligencia de las personas.
En el fondo el caso Valadés no trata sobre la expulsión o no de un afiliado del BNG, aspecto que decidirá en tiempo y forma, conforme lo estatutariamente establecido, la propia organización.
Muy a su pesar, Pedro Gómez Valadés no es tan relevante como para ser la piedra de toque de este debate, pese a su intencionada campaña de intoxicación mediática contra de la organización que dice defender (sólo hay que escuchar su entrevista en la COPE con Cesar Vidal, el mismo que defiende un revisionismo de la historia de España en la línea de la doctrina del Movimiento, negando la guerra civil o que la Dictadura fuera tal…) y pese al goteo de adhesiones y apoyos nada espontáneos de intelectuales de la progresía, desde Manolo Bragado hasta Pilar Rahola.
El debate es otro. Y Valadés lo sabe. Queda claramente definido en la Carta Abierta que sus afines dirigieron al portavoz nacional del BNG: «(…) el mismo planteamiento de los Derechos humanos individuales siempre debe preceder a cualquier consideración de carácter colectivista(…)».
El tema no es nuevo. Quizá el problema es que este tipo de cuestiones enquistaron y niegan el propio sentido común. La confusión interesada entre el legítimo derecho a la discrepancia y la práctica de la disidencia, o el proceso de desideologización que promueve un sector del BNG argumentando posiciones de tacticismo y pragmatismo en la conquista de espacios de poder institucional, entroncan de lleno con la concepción individualista que el propio sistema impone a través de la más sutil violencia estructural de cara a desarticular de facto cualquier atisbo de alternativa crítica y posible.
Es en el fondo una contraposición de concepciones de la política bien diferentes.
De una parte aquellos que la conciben con perspectiva biográfica, en clave personalista, enfatizando los espacios para la individualidad, en detrimento del conjunto/ colectivo. De otra, los que la entendemos reconociendo el valor añadido que genera la sinergia del cuerpo común, que la concebimos en perspectiva histórica.
El BNG no es una federación de individuos librepensadores, sino la expresión política organizada, y absolutamente plural, de millares de personas que compartimos ansias y un proyecto transformador/revolucionario determinado por rasgos ideológicos definidos con rotunda claridad.
Nadie le negó a Valadés ni a ningún afiliado el derecho a discrepar interna y públicamente, si fuere preciso, de la línea política que marca democráticamente el conjunto de la organización. Pero disidir es separarse, y no hay posibilidad de separarse desde dentro, sólo hacia fuera.
(http://contradiscurso.blogaliza.org)
Traducido para Rebelión por C.B