Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Los niños iraquíes se han visto más gravemente afectados por la ocupación estadounidense que cualquier otro segmento de la población.
Las Naciones Unidas estimaron que habían muerto medio millón de niños iraquíes durante los más de doce años de sanciones económicas que precedieron a la invasión estadounidense de marzo de 2003, como consecuencia, fundamentalmente, de la desnutrición y de diversas enfermedades.
Desde entonces, y según un informe de OXFAM Internacional publicado el pasado mes de julio, la desnutrición infantil ha aumentado un 9% en Iraq.
Otro informe, de la ONG Save the Children, muestra que Iraq continúa sufriendo la mortalidad más alta del mundo en niños menores de cinco años. Desde la primera Guerra del Golfo, esa mortalidad ha aumentado en un 150%. Se estima que uno de cada ocho niños iraquíes muere antes de llegar a su quinto cumpleaños: 122.000 niños murieron tan sólo en 2005. Iraq tiene una población de unos 25 millones de habitantes.
En un informe del Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas, publicado este mes, se dice que «al menos dos millones de niños iraquíes no disponen de nutrición adecuada, según la valoración elaborada por el Programa Alimentario Mundial en cuanto a inseguridad alimentaria en 2006, y que se enfrentan también a toda una serie de amenazas que incluyen la interrupción de la educación, la carencia de servicios de inmunización y las enfermedades diarreicas».
IPS entrevistó a tres niños de diferentes distritos de Baquba, la capital de la volátil provincia iraquí de Diyala, situada a 40 kilómetros al noreste de Bagdad.
Firas Muhsin tiene siete años y vive en Baquba con su madre. Su padre fue asesinado hace dos años por unos milicianos que le dispararon en su tienda.
Firas asiste cuatro horas al día a un colegio que hay cerca de su casa. En muy raras ocasiones sale a jugar con los niños vecinos, y siempre bajo la vigilancia de su madre.
A Firas no se le permite moverse a más de diez metros de su casa; su madre teme a los extraños. Secuestrar a niños iraquíes se ha convertido ahora en algo común, y se cree que muchos han sido vendidos para trabajar como esclavos o en el mundo del sexo.
Los funcionarios iraquíes y los trabajadores humanitarios han expresado recientemente su preocupación por la alarmante tasa de niños que desaparecen por todo el país a causa del inestable entorno iraquí.
Omar Jalif es vice-presidente de la Asociación de las Familias Iraquíes (IFA, en sus siglas en inglés), una ONG que se formó en 2004 para llevar un registro de casos de desaparecidos y víctimas de traficantes. En enero manifestó ante los informadores que, de promedio, al menos dos niños iraquíes son vendidos cada semana por sus padres. Además, se informa de la desaparición de otros cuatro con la misma periodicidad.
«Los números son alarmantes», dijo Jalif. «Hay un aumento de un 20% en los casos informados de niños perdidos en un período de un año».
Firas pasa cada día las horas sentado a la puerta de su casa mirando a la gente. La puerta es su única válvula de escape. Por la tarde, su madre le hace entrar para que haga sus deberes. Después de la cena, su gran esperanza es poder ver los dibujos animados, si es que pueden conseguir algo de electricidad de un generador privado.
Su madre tiene que hacer frente a la carencia del keroseno necesario para la calefacción. «Mis niños tienen frío y no puedo conseguir keroseno», dijo a IPS.
Muchos niños de la edad de Firas no pueden asistir a clase. Según Naciones Unidas, un 17% de niños iraquíes se han quedado de forma permanente fuera de la escuela primaria y se estima que 220.000 han perdido las clases debido a que sus familias han tenido que desplazarse. Eso hace que la cifra de niños que en 2006 perdieron las clases de enseñanza primaria se eleve a 760.000.
Estas son las cifras para el interior del país, no incluyen los cientos de miles de niños y jóvenes iraquíes cuya educación se ha visto interrumpida o finalizada al verse forzadas sus familias a escapar hacia otros países. El ACNUR estima que al menos 2,25 millones de iraquíes han huido de su país.
Qusay Amin tiene cinco años, y vive con su madre, su padre, dos hermanas y un hermano. Su padre era sargento en el ejército de Sadam y ahora está en paro. Recibe una pensión mensual de 110 dólares. Trata de mantener a la familia vendiendo también cigarrillos en la calle. La madre de Qusay es ama de casa. Qusay confía en empezar el colegio el próximo año cuando cumpla los seis años.
Después del desayuno, consistente siempre en algo sencillo como tomate frito con pan, Qusay quiere jugar, pero no tiene nada con qué hacerlo salvo un pequeño coche roto de plástico que su hermano encontró cerca de la puerta del vecino. Pasa la mayor parte de la mañana jugando con ese coche. Cuando parece ser más feliz es cuando visita la casa de su vecino, porque hay un columpio en el jardín.
Como la mayoría de los niños iraquíes en estos momentos, Qusay ha crecido en medio de grandes necesidades. Casi nunca puede conseguir dulces ni ropas nuevas.
La casa de la familia es increíblemente pequeña: una habitación y un espacio utilizado tanto para cocina como para baño. Todo el mundo duerme en esa única habitación, en la que hace mucho frío durante los meses invernales. No hay camas suficientes ni mantas, y todos duermen unos junto a otros para poder darse calor.
La casa no cubre más que las necesidades más básicas y, por supuesto, no disponen de televisor ni de ningún otro aparato doméstico de utilidad. Hay un pequeño calentador de keroseno que se utilizar tanto para cocinar como calentarse.
Según el Fondo para la Infancia de Naciones Unidas, sólo el 40% de los niños, por toda la nación, tiene acceso a agua potable, y sólo el 20% de las personas de fuera de Bagdad tienen un servicio de alcantarillado que aún funcione. Alrededor de 75.000 niños están viviendo con sus familias en refugios temporales.
Ali Mahmud tiene seis años, y vive con su tío en Baquba desde que una explosión de mortero mató a sus padres hace dos años en un bombardeo indiscriminado entre militantes. El año próximo se incorporará a un colegio de enseñanza primaria cercano a la casa de su tío.
Los días de Ali son todos parecidos, y tranquilos. Sus únicos amigos son los niños de su tío. Cuando se van al colegio, pasa su tiempo sólo. Parece que la familia de su tío no le cuida tan bien como hubiera hecho su propia familia. Su tío Thamir hace cuanto puede, pero la vida es difícil y Thamir tiene ya la responsabilidad de una gran familia.
Ali se ve privado de todo cuanto es normal en la infancia; no tiene lugar donde ir ni cosas con las que jugar. Ni nadie que piense en su futuro. Y, en cambio, ya tiene responsabilidades esperándole; se le ha dicho que en cuanto crezca deberá cuidar de su hermano menor.
Firas, Qusay y Ali son sólo niños, pero ninguno tiene la vida que un niño debería tener.
(*Ahmed, nuestro corresponsal en la provincia de Diyala, trabaja en estrecha colaboración con Dahr Jamail, nuestro escritor especializado en Iraq que ha informado ampliamente desde Iraq y el Oriente Medio)
Enlace con texto original en inglés:
http://www.ipsnews.net/news.asp?idnews=41524