Las excusas para obtener superganancias a costa de los consumidores ya tienen su anglicismo
Aunque a los economistas liberales y ultraliberales les gusta más sostener que la inflación tiene como única y principal causa la incontrolada emisión monetaria —que nacería del exceso de gasto público no financiado con ingresos “genuinos”—, algo que ya no proviene del discurso de la heterodoxia está aconteciendo.
En una nota publicada por BBC Mundo: “Greedflation”: cómo algunas empresas están utilizando la excusa de la inflación para generar ganancias récord a costa de los consumidores, publicada el 1 de septiembre de 2022, se explica esto. La autora refiere a los casos de las petroleras, las industrias farmacéuticas, las de los alimentos y muchas otras, de obtener superganancias a costa de los consumidores utilizando argumentos exagerados o falsos. Greedflation, o inflación de la codicia, ha surgido así como un nuevo término y explicación de la inflación tanto en los Estados Unidos como en Europa, debido a la práctica de las empresas de aumentar los márgenes de beneficio mediante incrementos en los precios que son innecesarios y engañosos. Detrás de ella se hallan hechos como el ejercicio del poder de mercado, el fracaso de las regulaciones, la creciente concentración empresarial, la avaricia y aspiraciones de los CEOs. A su vez, esta conducta se produce en un contexto de recesión, baja de salarios y desconcierto.
Ya en la crisis financiera de 2008 y 2009 –y en las recientes quiebras de entidades financieras– han coexistido dos factores: elevadísimas remuneraciones para ejecutivos y emisión monetaria descontrolada para salvar a estas instituciones y a los ahorristas. En verdad hasta ahora era más frecuente que se inflara el valor de los activos a que se registrara una exagerada repercusión en los precios al consumidor. Basta contrastar cuánto crecieron los índices bursátiles respecto al PBI desde 1980 a la fecha para constatar lo dicho. Pero ahora ya no es sólo esto, pues todos buscan ganancias exponenciales y parece no haber piedad ni remordimiento en un mundo de valores destruidos, recursos finitos y desigualdades extremas.
En la Argentina, este supuestamente nuevo factor inflacionario no tiene profetas, pero sí practicantes devotos e infinidad de antecedentes. Tal vez porque ya llevamos unas décadas de sufrir inflación por avaricia y más de 70 años de oír a los fundamentalistas de mercado que no dudaron en pedir ayudas y subsidios al Estado, fabricar dinero fácil con dinero fácil y tampoco se han preocupado por la sustentabilidad social de sus recetas.
Si tenemos en cuenta que los datos de junio acerca del valor de la Canasta Básica Total y Alimentaria se ubicaron en 203.361 pesos para no ser pobre y en 94.148 para no caer bajo la línea de indigencia –y que el Salario Mínimo, Vital y Móvil es de 80.342 pesos mensuales– podemos entender mejor este anglicismo que se expresa como greedflation. Si convirtiéramos a dólares esos valores, ni siquiera usando el dólar blue tendríamos cifras con algún sentido. En tal caso la canasta básica tendría un valor de 191 dólares frente a un salario de 163, con lo cual para no ser pobre se necesitan más de 2,5 salarios y todo hogar con solo un salario mínimo es indigente. En las figuras 1 y 2 se presenta la evolución histórica entre 2003 y junio de 2023 de los valores del salario mínimo vital y móvil, el indicador de base para estimar el valor de la línea de pobreza y, por otra parte, la evolución de la tasa de cambio nominal y del índice de precios de los alimentos según lo estima la FAO. Es de destacar que el salto en el valor de esta canasta a partir de 2016 se da en un período de baja de los precios de los alimentos en el mercado mundial, tendencia que se revierte ya en 2021 y más en 2022 a causa de la guerra ruso-ucraniana, aunque cae en 2023. A su vez las devaluaciones coinciden con la disminución del salario y el incremento de los precios.
Se dice que la avaricia es un vicio capital porque ese afán por el dinero conduce a los seres humanos a tratar de conseguirlo mediante cualquier medio y acto. En la Argentina tal vez esta es la clave para explicar tanto desasosiego y tanta pobreza. Parece ser que un salario competitivo no basta para bajar el costo de vida sino que alienta a mantener los niveles más altos que el mercado puede soportar.
Las consecuencias de este comportamiento se reflejan también en la demanda de productos industriales. Si comparamos la producción de cemento y de leche, veremos que no ha de ser verdad que la inflación y la avaricia nos afectan por igual.
Roberto Kozulj es economista y profesor titular de la Universidad Nacional de Río Negro; ex Vicerrector de la Sede Andina de la UNRN entre 2013 y 2019.
Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/inflacion-de-la-codicia/