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Inflexiones

Fuentes: Rebelión

Los últimos acontecimientos mundiales en torno al futuro de la Unión Europea – subsumida en la política de la austeridad lo que legitima tasas de crecimiento que rozan lo negativo – y el avance de los sectores políticos más concentrados tanto en la América del Norte como la del Sur invitan a considerar cual puede […]

Los últimos acontecimientos mundiales en torno al futuro de la Unión Europea – subsumida en la política de la austeridad lo que legitima tasas de crecimiento que rozan lo negativo – y el avance de los sectores políticos más concentrados tanto en la América del Norte como la del Sur invitan a considerar cual puede ser el rumbo local bajo una administración caracterizada por la opacidad de su gestión y la pasividad gestual ante la toma de medidas gubernamentales que afectan a millones de ciudadanos argentinos.

Es quizás necesario rescatar una palabra oculta en el lenguaje mediático que puede resumir en claro los acontecimientos recientes: Neoliberalismo.

Fruto de su imposición a sangre y fuego en la década de los 70 en el Chile de Dictador Pinochet para luego ser calcado en las democracias liberales de Occidente y posteriormente como una conducta hegemónica mundial como la salida del Capitalismo ante el avance de las fuerzas sociales alimentadas por un alicaído keynesianismo que limitaba la expansión del capital y por ende sus tasas de ganancias eran inferiores a la potencial despliegue de las fuerzas productivas.

La impudicia de las fuerzas del Mercado en retroceso de la fuerza Estatal y la cosmo generación de un mundo productivo deslocalizado y el albur de las finanzas como eje de las ganancias corporativas generó no solo la pauperización del salario sino la constatación cada vez más fehaciente del fenómeno del desempleo.

Economías crecientes pero poblaciones decrecientes fue su perfecta ecuación hasta que en giro geográfico las crisis emergieron tanto en Asia como en América Latina para llegar a cuestionar su legitimidad no solo política sino económica.

Asimismo, el centro de la economía mundial sufrió un duro revés en la crisis de 2008 donde la banca fue fundida vía elementos financieros denominados como «tóxicos» y su propagación a la fiabilidad de todo el sistema de crédito tanto local como foráneo hasta el punto que la solución fue la emisión desaforada por parte de la Reserva Federal con tal de salvar la integridad del endeble sistema.

Pero mas allá de las consideraciones económicas del proceso, en general no distamos en señalar los efectos socio políticos o socio culturales en las poblaciones locales o, en términos más finos, la conflagración de sus conciencias pues aquí la materialidad tiene un lugar para jugar.

Desde los sucesos de las crisis de España, Portugal, Italia pasando por el avezado gobierno griego ante el poder desenmascarado del Capital Financiero enmarcado en la Unión Europea de la mano de la Canciller Angela Merkel, hasta el ahora inusitado Brexit donde la esfinge europea es vista como un monstruo burocrático que insume recursos para batallas que distan de las necesidades locales y que, en definitiva, son el eje expansionista oriental de los EEUU sobre Medio Oriente, estamos en presencia de una crisis de legitimidad del Neoliberalismo en aquellos terruños donde fue estrella.

Quizás la paradoja es si los países latinoamericanos fueron los que más sufrieron sus consecuencias, por qué los últimos resultados electorales y otros de carácter no democrático, como es el caso brasileño, las sociedades abrazan aquello que en definitiva las acorta en derechos tanto sociales como económicos.

Desligar la fuerza en los contenidos mediáticos y la conformación del mensaje es una parte pero es quizás necesario hacer algún tipo de autocritica por parte de los actores gobernantes que puedan explicar las derrotas sufridas y que son avances de lo retrógrado.

La reconfiguración de los partidos progresistas locales y el proceso de renovación generacional demanda un tiempo a mediano plazo hasta llegar al proceso eleccionario, pero el punto es que hacer en el corto plazo ante las demandas sociales que cada vez serán más profundas en cuanto avanza la gestión estatal actual y que su no resolución afecta cada vez más la legitimidad del sistema democrático en su conjunto.

Sera quizás necesario tener contactos sociales directos con las poblaciones afectadas para que la demanda sea efectivamente direccionada para no quedar en una protesta inconclusa y que nos separa de lo que una verdadera Democracia debe atender.

El desafío esta a la vista.

 

Ezequiel Beer, Geógrafo UBA- Analista Político

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.