Yaser Arafat decía que lo difícil de la paz es que hay que concertarla con el enemigo. La oposición anda en plan de diálogo, aunque con su arrogancia rutinaria, imponiendo condiciones como si hubiera obtenido más del 36,88% de los votos. ¿Negociamos? Sí, porque es la orden que les dio Washington, transmitida claramente por Thomas […]
Yaser Arafat decía que lo difícil de la paz es que hay que concertarla con el enemigo.
La oposición anda en plan de diálogo, aunque con su arrogancia rutinaria, imponiendo condiciones como si hubiera obtenido más del 36,88% de los votos.
¿Negociamos?
Sí, porque es la orden que les dio Washington, transmitida claramente por Thomas Shannon, subsecretario de Estado para América Latina, desde antes de las elecciones, conocedor de las encuestas. Así sí, porque hay al menos garantía de que los enanos de largas trenzas se van a portar con la obediencia de siempre.
Pero ¿conversar qué? Los medios de comunicación, por ejemplo, siguen en su rumba de siempre. Habría, por ejemplo, que conversar eso, con cualquier franquiciado venezolano del gobierno gringo o directamente con algún alto funcionario representativo de la Casa Blanca, para que imparta e imponga la nueva orden, porque Globovisión no entiende.
Me siento cómodo con los enemigos racionales, aquellos que están conscientes de las condiciones reales de la contienda, que no inventan cisnes negros ni se creen más de lo que son. Uno negocia cuántos cañones tienes tú, cuántos yo y qué daño nos podemos causar y ¿verdad que mejor negociamos? El problema son los fanáticos y los frenéticos.
En todo diálogo tiene que haber una muestra verificable de buena voluntad, intercambio de rehenes en las guerras, por ejemplo. Aplacar a los loquitos en Venezuela, por ejemplo, especialmente los de los medios de comunicación, que son los que multiplican a los demás desquiciaditos. Gustavo Cisneros apagó a Napoleón Bravo y ordenó a cierto periodista ser melifluo con Hugo Chávez. El mismo que llamaba a sapear chavistas el 12 de abril de 2002. No importa, mientras no joda.
Teodoro anda haciendo conmovedores esfuerzos para aplacar a sus desesperaditos. Maltratándolos, claro, porque no conoce otro modo. Burlándose de Carla Angola, pobrecita. Pero está bien, lo compro, contribuyó de modo decisivo, siguiendo el plan, a parar el guarimbeo que anunció Rafael Poleo el 6 de noviembre, a quien impusieron desmentirse de inmediato e irse a Miami pocos días antes de las elecciones, señal clara y distinta de que «la ucraniana» había sido abortada.
Que oigan a Shannon y después dialogamos.