Tómese con la preocupación que se quiera, pero no es difícil colegir que el endeudamiento debe considerarse bien como excepción, bien como posterior generador de recursos, aunque haya quien lo tome como una vía de escape. En el caso de la deuda pública, deuda de todos… los que pagan impuestos y reciben servicios públicos (cuya mengua puede tomarse como otra forma de pago de la deuda), alimentada por los déficits públicos que generan los gobiernos y las Administraciones públicas en general, puede contemplarse como fruto de una necesidad, cuando sobreviene una situación que requiere asistir a los necesitados por una causa accidental mayor (no hay la menor duda en el caso de los destrozos causados por la reciente erupción volcánica en la isla de La Palma, en las Islas Canarias), como también así puede considerarse la excepcional situación provocada en la población por el COVID 19 (cosa aparte y no entraremos en ello es que la aprobación, gestión y control del gasto público haya sido el adecuado y posible). No obstante, es conveniente vigilar la deuda pública para que los políticos no nos instalen en ella para mayor confort de sus partidos yseguidores, por decirlo suavemente.
Con preocupación por el futuro, la delegación para la prospectiva del Senado francés, registró, el pasado 10 de noviembre de 2021 un Rapport d’information al respecto (N.º 139, presentado por los senadores Éric Bocquet y Sylvie Vermeillet), de dicho informe tomaremos los datos y gráficos principales, si bien el informe comienza con una reflexión “histórica y filosófica”sobre qué hacer con la deuda pública, de la que conviene destacar las opciones que se plantean; a saber: 1) mutualizarla a nivel de la UE; 2) aparcar la deuda COVID; 3) anularla o reescalonar la deuda; y 4) seguir como en los últimos decenios.Las atribuye el informe a diversos economistas, lo que es factible con tanto economista como hay, si bien me inclino por pensar que son opciones que surgen en la mesa de los políticos. Ninguna de las cuatro opciones plantea clara y llanamente pagarla sin más según la responsabilidad de cada Estado y sus Administraciones Públicas gastadoras. El recorrido histórico que hace el informe tiene su qué, incluyendo en descargo la culpabilización moral, por poner un ejemplo.
Es indicador usual para medir la importancia de la deuda pública su ratio sobre el PIB. El gráfico siguiente nos lo muestra de los estados miembros de la UE:
Gráfico N.º 1:
Es inmediato observar que el promedio de la Zona Euro está en el nivel 100% y que el de la UE está incluso por debajo. Los países que están por encima son: Grecia (por encima del nivel 200%), Italia (por encima del nivel 150%; Portugal (por encima del nivel 125%); España (en el nivel 125%); y Francia, Bélgica y Chipre, que están por encima del nivel 100%. El resto de países de la UE están por debajo y muchos notablemente por debajo. No hay duda que la “zona sur” de la UE presentan un peso relativo de la deuda pública sobre el PIB, que el resto de países no tienen por qué asumir, de ahí que mutualizar la deuda no sea de recibo para ellos, salvo que se encuentre la manera de compensarles, lo cual vale a los políticos, pero no a los pobres ciudadanos de la “zona sur”, que habrán de pagar con creces y en términos que pueden ser de todo orden: económico y político.
Dejar de lado la deuda Covid, resulta psicológicamente confortable, sólo hay que apartarla, dejar de mirarla, como si no existiera. Sería una solución fácil a condición de que toda la UE se hubiera endeudado por igual, todos pondrían entre paréntesis la deuda, sólo que eso es no tener en cuenta a los acreedores, que no serán contrapartes de unos con otros y muy probablemente no serán los mismos, vale decir, que lo serán también de fuera de la UE y no tienen por qué aceptar que lo prestado para aliviar la carga derivada del COVID se aparque.
Anular la deuda pública no es lo mismo que reescalonarla. En un contrato entre al menos dos, ¿podemos imaginar que el deudor de por anulada la deuda? Sí, es imaginable y podemos hallar antecedentes, pero ¿con qué consecuencias? El descrédito (palabra que hace de síntesis, tanto de percepción o achaque “moral” cuanto de negación de crédito futuro). Si llevamos una marcha de endeudamiento progresivo, como es el caso, y hemos de afrontar que no nos den más crédito, forzoso será evitar la necesidad de nuevo endeudamiento, por lo que el sacrificio puede resultar de un dolor que no quiera para él ningún gobierno. Otra cosa es reescalonar la deuda, cambiar plazos de pago y tramos a pagar, nada nuevo para la banca internacional, añadiendo garantías y mayor precio, se puede tomar esa vía, sin embargo, el compromiso de reducir o contener la deuda impone de nuevo sacrificios a la población (es difícil no pensar en lo sufrido por Grecia y la caída de las pensiones, por citar lo más alarmante).
La cuarta y última de las opciones contempladas, la de ir girando la deuda pública, al modo que era corriente en el mundo de las empresas, sobre todo PYMES, de girar letras de cambio para pagar las impagables en aquel momento, utilizando deuda para pagar deuda y esperar tiempos mejores, esa es la solución que más puede gustar a los políticos irresponsables, aquellos cuyo horizonte es a unos años vista y después salen del Gobierno. Otros vendrán que tendrán que cargar con el fardo. En el ínterin lo que hay que procurar es que el pago de los intereses no pese mucho sobre el déficit público, y ahí, los Bancos centrales, al servicio último de los gobiernos, ya se han encargado de castigar el ahorro con intereses negativos, y ahora viene en socorro de los gobiernos la inflación, que con no poca hipocresía, dicen mirar con preocupación, si bien les viene pintiparada para pagar la deuda pública, de ahí que no se esfuercen en demasía en eliminarla, más bien andan calculando hasta dónde puede alcanzar sin que haya revuelta social.
¿No hay otra opción? ¡Pues claro que la hay!, pero no es plato de gusto de los políticos: reducir el gasto público en lo que es superfluo, empezando por su propia corrupción, aunque bien es verdad que pedirles a ellos que así lo vean es pedir demasiado. Situarse en la irresponsabilidad del gasto público para empavesar la nula acción pública positiva para los ciudadanos, cuando no destruyendo el tejido empresarial desde un ministerio es lo que hacen mejor, pero la deuda la pagan y la pagarán los ciudadanos. Que la deuda pública no nos aboque a la mendicidad-país.
Fernando G. Jaén Coll. Profesor del Departamento de Economía y Empresa de la UVIC-UCC.
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