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Reseña de Los demonios, de Heimito Von Doderer, y Escolios a un texto implícito, de Nicolás Gómez Dávila

Intelectuales conservadores contra intelectuales progresistas

Fuentes: El Confidencial

Vivimos buenos tiempos para los autores de convicciones conservadoras. No sólo porque existan, a diferencia de otras épocas, diversas editoriales dedicadas a poner en el mercado el corpus de pensamiento de la derecha (ya se trate de analizar asuntos de actualidad, de indagar en la historia o de exponer sus argumentos filosóficos), sino que también […]

Vivimos buenos tiempos para los autores de convicciones conservadoras. No sólo porque existan, a diferencia de otras épocas, diversas editoriales dedicadas a poner en el mercado el corpus de pensamiento de la derecha (ya se trate de analizar asuntos de actualidad, de indagar en la historia o de exponer sus argumentos filosóficos), sino que también sellos de corte más literario han recuperado a creadores que habían quedado relegados a un segundo plano, ya fuera porque no se les consideraba interesantes, ya por su mismo posicionamiento ideológico.

En ese sentido, es llamativo que concurran en el mercado nacional dos títulos como Los demonios, de Heimito Von Doderer, y Escolios a un texto implícito, de Nicolás Gómez Dávila, obras de grandes dimensiones, formalmente muy conseguidas y que pertenecen a escritores más o menos olvidados por nuestra modernidad. Además, se trata de autores que poseen otras similitudes: los dos eran católicos, hacían santo y seña de la no militancia política (máxime cuando los ideales políticos les resultaban muy sospechosos) y los dos apostaban por lo fragmentario en su creación literaria, Gómez Dávila porque encontró en depurados aforismos su mejor forma expresiva, y Von Doderer porque privilegiaba en sus narraciones los detalles sobre el conjunto y las impresiones concretas sobre la línea narrativa. Las diferencias más significativas estuvieron en su vida (empezando por el éxito literario, que acompañó a Von Doderer en el último tramo de su vida, mientras que Gómez Dávila siempre fue un escritor secreto, sólo prestigioso en ámbitos concretos) y en su orientación ideológica. Mientras Heimito von Doderer era un conservador, esto es, veía su tiempo como un pálido reflejo de mejores épocas, como un instante histórico de degradación de los valores que admiraba; Gómez Dávila era un reaccionario, es decir, alguien que creyendo en esencias bien sólidas (Dios, la jerarquía, el orden) las entiende irremediablemente perdidas en manos de unos hombres que han optado del todo por lo fútil.

Y ese matiz ideológico que en épocas recientes hubiera dificultado la reivindicación de un escritor como Franz Carl Heimito Ritter von Doderer (1896-1966) hoy no sólo no es obstáculo sino que ha servido para potenciar una obra de primera magnitud. Von Doderer perteneció a una adinerada familia austriaca que perdió su fortuna tras la Primera Guerra Mundial, fue soldado que sufrió cautiverio, escritor que pasó notables penurias económicas y que tuvo prohibido (temporalmente) publicar en su país por su pasado nazi y figura literaria que alcanzó el éxito a finales de los años cuarenta. Así, cuando edita Los demonios (1956) es ya un gran nombre de las letras austriacas, ocupando una posición de privilegio que ratificó con su obra magna, fresco de una ciudad y una época (los años 20 vieneses), y retrato preciso y afilado del alma de la Europa de entreguerras.

Heimito Von Doderer recorre en Los demonios todo el espectro social de su tiempo abriendo numerosas tramas literarias que recompone sin demasiado esfuerzo, creando ambientes y describiendo personajes con una prosa lúcida y exigente, a veces austera, en ocasiones apasionada, y siempre dirigida a aumentar nuestro entendimiento de ese mundo de la vida esplendoroso que se despliega bajo su mirada, un microcosmos hecho de mil gestos en los que no podremos dejar de encontrar algún detalle que nos emocione.

Intelectuales de izquierda

Tampoco es casual que en los últimos meses se haya publicado (de la mano de la editorial Katz) buena parte de la obra de Axel Honneth, filósofo alemán hoy al frente del célebre Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frankfurt. Y no lo es porque Honneth representa muy bien, al igual que antes lo hiciera su maestro, Jürgen Habermas, las posiciones que buena parte de los progresistas están hoy defendiendo, tanto en lo que respecta los contenidos de la vida pública como a los presupuestos formales a los que se acogen. Pocas teorías como la de Honneth reflejan tan bien la evolución de los contenidos de la política progresista contemporánea, que ha pasado de sus posturas tradicionales, en las que se vinculaban las situaciones de injusticia a la cuestiones materiales y, por tanto, se promovía la redistribución de los recursos (fuera la por la vía de la propiedad del estado de los medios de producción o por la postura socialdemócrata de un mejor reparto de los bienes producidos por la sociedad capitalista) a una posición en la que el asunto central es el del reconocimiento. Según Honneth, en la esencia de toda clase de movimientos sociales están las experiencias de menosprecio y de negación de derechos, por lo que, si queremos una sociedad que no esté librada al puro ejercicio del poder, al combate incesante de unas posiciones contra otras, hemos de prestar atención a estas políticas del reconocimiento, esto es, a unas normas que sepan reconocer la especificidad y la identidad de cada uno de los integrantes de la sociedad.

Pero antes de formular su propia teoría, Honneth trazó las bases desde las que desplegarla en una obra tan relevante como Crítica del poder, donde realiza un interesantísimo recorrido por las aportaciones de pensadores como Adorno, Foucault o Habermas, a través de los cuales no sólo fija los presupuestos en que se ha apoyado la Teoría Crítica, sino que trata de extraer de ellos consecuencias teóricas que permitan evitar los errores en que tales pensadores terminaron incurriendo. Honneth subraya cómo la esencia de la Teoría Crítica ha sido la de percibir las sociedades contemporáneas como sociedades de dominación, ya fuese porque se trasladaba a ellas el modelo de dominación de la naturaleza, como afirmaban Adorno y Horkheimer, o porque se señalara, como hacía Foucault, que toda colectividad humana no era más que un cúmulo de posiciones enfrentadas que recurrían instrumentalmente a la moral para tener un arma más para la batalla.

Con ello, el autor no sólo logra establecer una lectura sugerente y fructífera de los autores analizados, sino que pone de manifiesto hasta qué punto había una motivación moral en los conflictos sociales que Adorno, Foucault o Habermas sólo contemplaban desde el punto de vista de intereses contrapuestos. Honneth subraya aquí, dirección que intensificará en sus trabajos posteriores, la motivación moral de estas disputas; ya no estamos sólo ante reivindicaciones de intereses económicos o antes meras luchas por el poder, sino ante conflictos que parten también del sentimiento de menosprecio o exclusión.

Formas de la derecha, formas de la izquierda

En definitiva, ambas obras recogen notablemente cuáles son las tipologías del intelectual más frecuentes hoy. Si las posiciones progresistas suelen estar ligados al ámbito universitario, utilizando un lenguaje que no está al alcance de todos los lectores y en el que se privilegia la intensidad teórica respecto de la claridad de lo expuesto, los narradores de la derecha reivindican, como hace Von Doderer, mucho más lo vital que lo reflexivo. Mientras unos, los de la izquierda moderada, buscan el respaldo de lo científico para legitimar sus posturas, muchos de los intelectuales conservadores reivindican el sentido común, la pasión y lo sensible, jugando la baza del autor solitario que observa desde fuera, que descree del mundo, y cuya principal motivación es la de señalar inequívoca y airadamente los males que aquejan a nuestra vida en común.

Crítica del poder. Axel Honneth, traducción de Germán Cano, A. Machado Libros, 462 páginas.

Los demonios. Heimito von Doderer, traducción de Roberto Bravo de la Varga, Acantilado Editorial, 1664 páginas.

http://www.elconfidencial.com/libros/intelectuales-conservadores-intelectuales-progresistas-20091024.html