La hoja de ruta continúa, los dados ya están echados. La inteligencia artificial dará su golpe definitivo al mundo del trabajo. Se perpetúa raudamente el nuevo choque cultural a escala mundial, ya no es horizonte sino puerto de destino. El tema se hace cada vez más presente, la OIT será caja de resonancia mundial durante […]
La hoja de ruta continúa, los dados ya están echados. La inteligencia artificial dará su golpe definitivo al mundo del trabajo. Se perpetúa raudamente el nuevo choque cultural a escala mundial, ya no es horizonte sino puerto de destino. El tema se hace cada vez más presente, la OIT será caja de resonancia mundial durante su conferencia anual de junio 2019.
No cabe duda de que la inteligencia artificial (IA) desempeñará un papel importante en el futuro del trabajo; un futuro que por otra parte ya ha comenzado. Los rápidos progresos en la IA tienen el potencial de crear nuevas oportunidades, aumentar los niveles de productividad y generar mayores ganancias, pero también existe el temor de que puedan causar la pérdida de empleos y el incremento de las desigualdades, con unos pocos afortunados apropiándose de los beneficios de la IA, mientras otros son dejados atrás.
Este es uno de los temas destacados en el histórico informe «Trabajar para un futuro más prometedor», que la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo publicó en enero y que será discutido en la Conferencia internacional del Trabajo de junio de este año.
Por lo tanto, algunos expertos de la OIT como Ernst Ekkehard avanzan sus conclusiones señalando que «podemos ser moderadamente optimistas, si los responsables de la toma de decisiones y los interlocutores sociales adoptan las medidas apropiadas».
Algunas conclusiones sostienen que las tecnologías digitales basadas en la IA pueden permitir que segmentos más amplios del mercado laboral mejoren su productividad y tengan acceso a empleos mejor remunerados, lo cual, a su vez, puede contribuir a promover el crecimiento inclusivo.
Según determinan los Informes la gran reducción en costos de capital propiciada por las aplicaciones de IA, junto al hecho de que la dirección del cambio tecnológico es, al menos en parte, orientada por la oferta relativa de trabajadores poco cualificados en comparación con los muy calificados, significa que los países en desarrollo podrían beneficiarse de la IA.
En muchos casos, los usuarios de IA no necesitan saber mucho sobre la manera en que funciona la tecnología ni introducir datos sofisticados en los dispositivos que utilizan. Más bien su uso cotidiano permitirá que las herramientas basadas en IA otorguen asesoramiento en cuanto a las mejores prácticas globales combinadas con las circunstancias locales.
Significa que, aun los países que carecen de recursos para impartir las competencias necesarias para producir aplicaciones de IA pueden hacer un amplio uso de estas aplicaciones, lo que genera grandes beneficios al potencial de crecimiento. Sin embargo, si las oportunidades han de superar los riesgos, las políticas deben ser ajustadas a nivel nacional e internacional.
Esto incluye ayudar a la fuerza del trabajo a adaptarse. Con la rápida evolución de las tecnologías, es necesario que la educación y la formación vayan mucho más allá de los años escolares, de manera que los trabajadores puedan capacitarse o reciclarse profesionalmente cuando sea necesario a lo largo de sus carreras.
De manera que las políticas en materia de competencias profesionales son indispensables, pero no suficientes. Necesitamos garantizar la difusión de las nuevas tecnologías en todo el mundo y permitir el acceso a los datos. Los responsables de la toma de decisiones y los interlocutores sociales deben además garantizar que ciertas empresas no logren dominar el mercado y así excluyan a otras. El aumento observado en la concentración del mercado entre las empresas digitales es motivo de preocupación y deben tomarse medidas decisivas. Es necesario formular políticas fiscales que establezcan condiciones de igualdad entre las empresas, impulsar la cooperación internacional y garantizar el diálogo social, a fin de permitir que las nuevas tecnologías y sus beneficios sean compartidos con mayor eficacia. La OIT posee la estructura idónea para proporcionar esta importante plataforma para el intercambio de experiencias y apoyar a los países y a los interlocutores sociales a ajustar y negociar la información y las recomendaciones políticas necesarias.
La contracara: usos y costumbres de la IA o su paradoja totalitaria
El hombre ha vivido durante milenios y milenios oprimido por una circunstancia adversa, precaria, limitadísima. Tiranizado por las dificultades. Por lo tanto, el horizonte humano consiste en un repertorio de facilidades y dificultades, donde cualquier realidad, puede ser facilidad y dificultad.
Un rio caudaloso es una facilidad si yo quiero nadar o beber, pero sería una dificultad si quiero cruzarlo y no puedo o si no se nadar y me ahogo. Esta es la cuestión esencial ya que nos movemos en un repertorio de facilidades y dificultades, aunque el resultado esperado muchas veces nos resulta impuesto por determinadas circunstancias. Es cierto que no puede convertirse la capacidad de innovación en defecto y consagrar, como supremas virtudes, la prudencia, el inmovilismo y el recelo, pero los errores pueden y suelen ser fatales en momentos evolutivos.
El capitalismo y su ideología legitimadora, el liberalismo, han impregnado todo tipo de relaciones humanas subordinando todo hacer social y todo pensamiento a la racionalidad económica. De esta forma la economía se ha convertido en el emblema del mundo moderno y no hay nada, ni pensamiento, ni sentimiento que no quede sometido al cálculo económico, a la rentabilidad que se convierte en nutriente de la acumulación.
Pensemos en los usos y costumbres de la vida, lo que se dice, lo que se hace, lo que se piensa, lo que se cree, lo que se consume… los usos actúan como la automatización de la vida, la regulación de la misma. De alguna manera y en el mismo sentido la incursión de la tecnología a través de la IA predetermina, establece pautas y carriles por los cuales la vida va a seguir.
No deberíamos olvidar que el desarrollo histórico de la sociedad burguesa ha corrido, desde 1859 a la fecha, evadiendo la automatización de la producción, pero viéndose obligada en diferentes etapas de su desarrollo a su uso por la fuerza de la competencia entre los múltiples capitales, obsesivos en su ambición de acrecentarla y rentabilizarla.
No obstante, si realizamos un análisis más punzante vemos como el desarrollo de la IA durante los siglos XX y XXI es altamente paradójico: en realidad la IA ha sido utilizada en smartphones y en computadoras personales, así como todo tipo de aplicaciones fuera del proceso de producción, incrustados en el consumo, en la oficina y en la circulación tanto comercial como financiera.
Al tiempo, tímidamente se extiende la robótica a dicho proceso de producción, liberando de trabajos peligrosos a los seres humanos o simplemente eliminándolos para incorporándolos al ejército de reserva en vista de lograr mayor rentabilidad y eficacia general. De esta forma se introduce efusivamente la IA en toda la línea cuando se trata de labores de vigilancia y de control social, así como de manipulación política e invasión de la privacidad o, también, del dominio del espacio exterior, de espionaje o ataques con misiles, siendo además la herramienta por excelencia para la manipulación y la creación de falsas noticias.
Hoy se nos permite, tener acceso fácil a los medios de transportes o para sacar dinero de tu cuenta bancaria, basta con posar tu dedo en un aparato de reconocimiento de huellas dactilares y simultáneamente quedas fichado en los archivos administrativos y de inteligencia gubernamentales.
Recientemente Narendra Modi, primer ministro de India, en connivencia con 30 megaempresas -como Master Card, Visa entre otras, socios de la OIT en muchas iniciativas- impuso invalidar el dinero efectivo de un día para otro y obligar a la población a usar tarjetas de crédito en todas sus transacciones previa identificación dactilar en ordenadores y smartphones so pretexto de combatir el terrorismo, el narcotráfico y el mercado negro.
Este es el resultado de un experimento múltiple a escala planetaria de ingeniería social totalitaria, que en este caso es la desmonetización de la vida en favor de la financialización y el control estatal total sobre la población, donde millones de cámaras de reconocimiento facial y corporal vigilan todo el territorio las 24 horas a fin de «proteger» a todos los ciudadanos.
El Estado capitalista genera en el contexto actual la aplicación desviada y perversa de la IA en el metabolismo social: en una aplicación débil a nivel de la producción, pero intensiva en el consumo, el comercio y las finanzas, sustentando su aplicación clasista y con base en la propiedad privada; por ello, a nivel político, sirve intensivamente al control, vigilancia y sometimiento de la población.
Y, de paso, tampoco deberíamos olvidar, que permite falsear la democracia formal republicana, mediante la venta de datos de los ciudadanos votantes a los partidos (caso Cambridge Analytica/Facebook).
Mientras, un sin número de ciudades europeas bajo el manto del terrorismo conviven en la doctrina del gran hermano, que nos muestran un avance inquietante y sofisticado de vigilancia totalitaria, sin que la seguridad sea garantizada.
A la vista de lo que hoy son los intereses y las preocupaciones de la mayor parte de los intelectuales occidentales podemos afirmar que estos se muestran incapaces de vislumbrar dónde está el frente de batalla, aparecen desorientados y se confunde en qué lugar de la guerra se está, ya no hay quien dibuje los mapas del poder que orienten las luchas.
En momentos cruciales en que se dispone de dispositivos extraordinariamente potentes generados por la IA, se construye un mundo paralelo (virtual) que, al tiempo que disfraza e invisibiliza el sometimiento y la explotación, distrae las resistencias. Hay otros, ciertamente una gran mayoría que dedican todas sus energías e inteligencia a buscar, en general en el plano puramente retórico, salidas «viables» al capitalismo, «humanizarlo» con reformas, caminos alternativos, espacios de consenso que les eviten riesgos innecesarios, para seguir vendiendo libros.
En el monolítico edificio gris de Ginebra, sede de la OIT, la IA se dará su cita internacional: miles de delegados abordarán las redes neuronales que navegan sin descanso por el big data (macrodatos) en busca de patrones que algún día sirvan para predecir nuestros más ínfimos deseos.
Pero el temor es que la argumentación sigan el curso de usos y costumbres, en su retórica de certezas teóricas que exime de responsabilidades su praxis. Un camino difícil donde la tensión social está en brasas y los desequilibrios abundan.
Eduardo Camín es periodista uruguayo, Corresponsal de prensa de la ONU. en Ginebra. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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