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Introducción a la ecología de la comunicación

Fuentes: Rebelión

La divulgación científica, y muy en particular, la divulgación biológica, ha facilitado de modo significativo el surgimiento y difusión del ecologismo. Es cada día más evidente que la preocupación ecologista implica «la crítica de esta sociedad y el intento de identificar racionalmente los factores y agentes de una posible sociedad justa y emancipada».[1] Como es […]

La divulgación científica, y muy en particular, la divulgación biológica, ha facilitado de modo significativo el surgimiento y difusión del ecologismo. Es cada día más evidente que la preocupación ecologista implica «la crítica de esta sociedad y el intento de identificar racionalmente los factores y agentes de una posible sociedad justa y emancipada».[1] Como es bien sabido, todo cambio tecnológico radical implica un cambio en el modo de producción y en el consumo, o sea, introduce una revolución. De ahí que, desde hace varios decenios, se venga hablando de «revolución científico-técnica (Radovan Richta).

La práctica ecologista se contrapone claramente al modo actual de producción, tan depredador tanto en lo material como en lo espiritual. Surge así la conciencia de que «la revolución social moderna sugiere puntos de vista ecologistas».[2]

Ahora bien, en el ámbito concreto de la ecología, el desarrollo tecnológico ha llevado a que hoy día sean los seres humanos quienes determinan su medio, la sociedad, en función de sus intereses. Su dominio de la naturaleza ha llegado a tal extremo que ya se crean entornos artificiales, eso que se denomina realidad virtual y ciberespacio. Los seres humanos se ven obligados a adaptarse cada vez más a la técnica y no a la naturaleza.

La creciente conciencia de que la humanidad asiste a una crisis ecológica pone de manifiesto que:

1) El comportamiento antiecológico del ser humano destruye el entorno natural.

2) Las intervenciones en el medio natural tienen repercusiones sobre los seres humanos. En este sentido, el alemán Mathias Donath reivindica que, igual que se habla de Mit-Mensch, del prójimo como compañero, también habría que hablar del Mit-Welt, del mundo con el que vivimos, del mundo como compañero.

3) La relación armónica entre el ser humano y el mundo con el que vivimos requiere principios ecológicos.[3]

Como se sabe, las intervenciones técnicas del ser humano no se limitan a la biosfera. También afectan a la sociosfera y al ámbito de la comunicación, al medio social humano.

Es notorio que la comunicación se ha convertido en un sector estratégico de la economía, la política y la cultura. Por eso se le aplican a este desarrollo conceptos como «sociedad de la información», «sociedad de medios», «sociedad de la comunicación», etc.

Las últimas innovaciones tecnológicas, eso que desde hace decenios se viene llamando Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), introducen nuevas vías de comunicación que implican cambios significativos en el paisaje comunicacional.

Las intervenciones tecnológicas en la esfera de la comunicación tienen consecuencias para los individuos y para la sociedad. La actual reorganización de las comunicaciones, calificada incluso de «revolución comunicacional» por algunos, presenta las tendencias siguientes: 1) la sociedad dispone de más aparatos técnicos, de más comunicación técnicamente difundida y canalizada; y 2) de más información. Pero también se levantan cada vez más voces que, precisamente por eso o por el uso que se hace de esas TIC, afirman que 3) cada vez hay menos contactos personales, menos comunicación primaria, Se altera la relación entre la función informativa y la función socializadora de la comunicación. Más aparatos tecnológicos y más informaciones suelen traducirse en simple lujo de las pocas sociedades avanzadas y ricas del Primer Mundo respecto de las muchas atrasadas y pobres del Tercero. La reducción de los contactos personales, esto es, el aumento de la soledad, afecta siempre a la salud mental.

De ahí la pertinencia de estudiar también la comunicación desde una perspectiva ecológica, esto es, de desarrollar una teoría ecológica de la comunicación (o una teoría de la comunicación ecológica). En la comunicación humana no sólo interesan los aspectos cuantitativos, los valores de cambio, sino también los cualitativos, los valores de uso, los que, en última instancia, afectan la calidad de vida.

La ecología de la comunicación establece así un puente entre teoría de la comunicación y ecología humana. En el fondo se trata de estudiar la relación entre medio humano interno y el medio comunicativo externo. Desde esta perspectiva cabe preguntarse :

1) Cómo quieren comunicarse unos con otros los seres humanos, qué actitud tomar ante el medio interno, social y natural.

2) Qué exigencias se derivan de esto para la organización de las condiciones tecnológicas de la comunicación.

3) Hasta qué punto es factible crear o conservar relaciones satisfactorias con el medio interno, social y natural,

4) Cuáles son las necesidades humanas de información y comunicación.

5) Cómo sensibilizar la percepción para las necesidades comunicativas, cómo orientar la acción comunicativa de modo que no sólo tenga en cuenta el aspecto tecnológico, sino también el espiritual, social y ecológico.

Se afirma, con razón, que una sociedad es como se comunique. Dada la índole social del ser humano, la relación comunicativa, dialógica, con el otro es consustancial a su existencia, a su calidad de vida. Por eso, cuando la tecnología y los medios masivos sustituyen las relaciones sociales, se tiene una relación parasocial, incompleta, insatisfactoria. Se tiene entonces la comunicación paradógica de la asistencia psicológica a través de los medios, del teléfono (de la esperanza, por ejemplo), horóscopos, tarots,, etc. Por eso hay que reflexionar sobre las nuevas realidades mediales, sobre el empleo de los medios por los receptores y, viceversa, de los receptores por los medios.

De ahí que las tareas de una ecología de la comunicación estriben en:

1) Desarrollar tesis teóricas sólidas que puedan servir de principios reguladores de toda actuación comunicativa, así como de baremo para investigar las formas y sistemas de la comunicación humana.

2) Obtener conceptos prácticos para la comunicación ecológica: cómo, cuándo, dónde, por qué pueden o no pueden utilizarse las TIC a corto y a largo plazo para incrementar la calidad de vida, el bienestar del ser humano, la riqueza social.

3) Descubrir las contradicciones de los sistemas actuales de comunicaciones y apuntar vías para superarlas.

El interés ecológico de la comunicación no debe entenderse sencillamente como descriptivo. Se sustenta más bien en la sospecha de amenaza que se deriva de las experiencias efectuadas hasta ahora por la tecnología. Estas dicen que todo tipo de innovación tecnológica no sólo conlleva efectos deseados y sorprendentes.

De todos es sabido que la industrialización del trabajo manual y la aplicación de la tecnología durante los últimos decenios ha llevado a la amenaza grave de la biosfera. Hoy cabe preguntarse si la «industrialización del trabajo mental» no supone una amenaza seria para la sociosfera.

Por lo demás, parece darse una analogía entre la biosfera y la sociosfera. Igual que la biosfera es un sistema vivo, en el que todo está interrelacionado, también lo es la comunicación, en la que están integradas todas las partes. Esto significa que las intervenciones tecnológicas en esta red de comunicación tienen en última instancia repercusiones globales y que los efectos pueden presentarse en la forma típica de los sistemas vivos, a saber, según principios de autorregulación, homeóstasis, etc.

En opinión de Barbara Mettler von Meibom, los conceptos sistémicos, tienen especial significado para el enfoque ecológico de la comunicación debido a su índole sistémica. Mas no por eso hay que excluir otros puntos de vista a la hora de analizar y entender los efectos de los medios o de las tecnologías de la información y de la comunicación. La realidad es compleja y tiene muchas caras.

En este contexto interesa cómo puede desarrollarse la comunicación bajo las condiciones de los sistemas tecnológicos, o qué condiciones espaciales, sociales y temporales se requieren para poder adquirir competencia comunicativa bajo las condiciones de sistemas tecnológicos avanzados. La competencia comunicativa comprende, en lo esencial, lo siguiente: capacidad para percibir el entorno natural y social y expresar las necesidades propias en interacción con los del entorno. Esto presupone experiencias correspondientes en situaciones sociales y espacios experimentales.

Pero las experiencias cambian. Si se contempla el desarrollo de las infraestructuras durante los últimos 150 años, se pueden constatar cambios en los espacios que hoy parecen adquirir una calidad nueva. Las infraestructuras pueden diferenciarse en las que sirven para el transporte de bienes materiales (ferrocarril, carreteras, etc.) y las que transportan bienes inmateriales o noticias (teléfono, radiodifusión, etc.).

Gracias a las primeras se han ampliado los espacios geográficos de la experiencia humana, sin que necesariamente se tenga que perder el contacto con el entorno inmediato. Se ha efectuado un desplazamiento en favor de los espacios lejanos. Los radios de acción se amplían a medida que aumenta la rapidez de los medios de transporte y acercan la lejanía.

Con la segunda clase de infraestructuras se crean espacios inmateriales, es decir, espacios de experiencia que sólo se dan en la imaginación y muy en particular en la TV. Se pierde con ellas el lugar, el tiempo y la sensorialidad, esto es, tiene lugar una descontextualización de la información y la comunicación.

Las posibilidades perceptivas, extraordinariamente ricas y complejas, se aprovechan en una parte mínima. De ahí que se hable de la desmaterialización o pérdida de la sensorialidad de las experiencias con la aplicación de las tecnologías. Las experiencias directas se reducen a experiencias mediadas y mediatizadas.

Los intereses económicos también producen cambios. Las infraestructuras cuestan mucho dinero. De ahí que para hacerlas rentables se siga el principio de la economía de señales (Pross). En este sentido desempeñan un papel decisivo la superación del espacio, como factor que consume tiempo, y el empleo racional del tiempo en el proceso de trabajo. Ambas cosas exigen innovación constante, aunque en la actualidad sean las tecnologías relacionadas con la información y la comunicación las que hagan la aportación más importante.

Las innovaciones se inician en el sector militar y económico y pasan luego al sector privado. De este modo se aplican en la esfera privada lógicas de la superación del tiempo y del espacio que fueron determinantes en lo militar y económico. En este sentido la interacción con el entorno es el resultado de la política militar y económica. El viejo aforismo de que una sociedad es como se comunique en ella se modifica en el sentido de que una sociedad es como se comunique en economía.

Se vuelve así a la sospecha de amenaza formulada al principio, a los efectos que pueden tener los cambios inducidos por la tecnología y la economía en la interacción con el entorno natural y social.

Por la biosfera se sabe que muchas intervenciones puntuales en los contextos naturales pueden desembocar en efectos de inversión. Cuanto más se apliquen las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) o los medios en la comunicación cotidiana tanto más se reforzarán los procesos de decontextualización, de pérdida de lugar, tiempo y sensorialidad en la comunicación y en la experiencia.

Dónde y cómo se busquen los peligros de esta evolución depende, a su vez, de los intereses específicos. Así, por ejemplo, tiene sentido analizar sus repercusiones en las estructuras de poder y dominio y en la organización de la sociedad.

Por las teorías de la socialización y de la psicología social se sabe lo esenciales que son las relaciones comunicativas para la formación de la identidad, la capacidad de relacionarse con otros y la competencia comunicativa. La salud mental y la capacidad para delimitar el trato con otras personas y declararse solidario con ellas, todo esto se aprende en la interacción directa con el entorno natural y social. Y esto no puede hacerse de forma abstracta o medial, sino que implica acción directa en el aquí y en el ahora, interacción directa en un espacio y en un tiempo dados, con el concurso de los sentidos y de las posibilidades expresivas. Requiere la calidad especial del intercambio directo, del principio dialógico (Freire). Requiere el espacio de la experiencia sensorial concreta; la comunicación contextualizada y situacional. Exige la respuesta, la reacción humana, que amplía la visión, la comprensión individual del entorno social y del mundo.

Pero para desarrollar y practicar esta actividad se requieren condiciones básicas externas en las que puedan desplegarse. Es menester el entorno natural y social vivo, en vez de los sistemas tecnológicos rígidos en los que los seres humanos están fijados en el sentido del diálogo persona-máquina. Requiere espacios sensorialmente perceptibles en donde pueda desplegarse la profusión social y humana del instante. Se trata de «lugares del tiempo», lugares del encuentro, de entrar en contacto: mercados, plazas, campos deportivos, patios, cafés, iglesias, etc.[4]

Este tipo de lugares de actividad simultánea parecen desaparecer cada vez más del escenario, ya sea en el trabajo, en público, o en casa. El diálogo con el compañero o compañera de trabajo se ha sustituído por el diálogo con la pantalla del ordenador. El lugar de la cocina y del comedor como centro cálido de la familia y la comida en común lo ha ocupado la cocina rápida. La pequeña tienda que invitaba a la charla con el vecino lo ha desplazado el supermercado despersonalizado.

Y, como dice Barbara Mettler von Meibom, aún no se ha llegado al fin. Gracias a las infraestructuras de la telecomunicación deben desaparecer del escenario hasta esos lugares de escasa comunicación social. Quien quiera quedarse en casa podrá hacer sus compras a través de la pantalla de su ordenador (teletienda, telecompra, etc.), resolver asuntos burocráticos con las autoridades (declaración de la renta, situación de las carreteras, etc.), pedir un telediagnóstico al médico, emprender televiajes, teleaprendizaje, etc., etc. Y viceversa, quien quiera seguir en su lugar de trabajo podrá hacer todo esto con el mando a distancia: encender el horno, encender y apagar las luces y la calefacción, controlar robos, etc.

La tendencia económica apunta también en otra dirección: la de sustituir los lugares de comunicación intensiva por una profusión cada vez mayor de relaciones comunicativas tecnológicas.

«El futuro de las ciudades está en la comunicación», se dice, significando con esta afirmación la infraestructura telemática de las ciudades del mañana.

Ante esta creciente mutilación de los aspectos más humanos de la comunicación, la relación e interacción directa entre las personas, cabe preguntarse, primero, ¿qué hacer? y, segundo, ¿qué investigar?.

Los desarrollos tecnológicos del pasado y, en particular, los del presente están dispuestos de tal manera que los espacios de la experiencia humana se definen cada vez más de manera medial. Las experiencias mediales tienen una importancia secundaria en la formación de la personalidad, en el aprendizaje de la capacidad de relacionarse y de la competencia comunicativa. Pueden, incluso, oponerse a éstas si se carece de espacio suficiente para interactuar directamente con el entorno natural y social. Por todo esto hay que reivindicar, proteger y fomentar los espacios experimentales, los lugares públicos, contra la retificación (red, tejido) telemática de la sociedad. Esta reivindicación se refiere tanto a la vida cotidiana privada como a la esfera pública laboral. Si se piensa que el ser humano es, en gran medida, producto de la comunicación, gracias a la cual compensa sus carencias afectivas y cognitivas, si se tiene en cuenta, por tanto, que necesita la comunicación con los demás en el trabajo cotidiano, en público y en la vida privada, se reconocerá la importancia de los lugares del tiempo como espacios de la comunicación.

Cada cual puede experimentar por sí mismo, la ola de desregulación, esto es, privatización, que afecta a ámbitos cada vez más numerosos de la vida y de la sociedad. La privatización de los espacios públicos equivale a una expropiación del ciudadano, por suponer siempre una limitación al uso público, esto es, del pueblo.

Ante el abandono creciente de los servicios públicos y su privatización, esto es, su comercialización privada, se impone la necesidad de defender los espacios públicos que aún quedan y luchar por ampliarlos. De otro modo, pronto los ciudadanos se quedarán hasta sin plazas donde reunirse.

La democracia, como sistema abierto, implica necesariamente espacios abiertos, a los que todos pueden acceder. El espacio público debe ser del público, o mejor dicho, de los públicos, el lugar de encuentro del pluralismo y de la interacción social. En este sentido, los espacios públicos tienen gran importancia para el disfrute y uso colectivo del tiempo libre, de la comunicación, del consumo de cultura, del asueto y esparcimiento, etc.

Las plataformas municipales y las diferentes asociaciones vecinales y ciudadanas pueden ser vehículos adecuados para la defensa y ampliación de los espacios públicos. Son las más descentralizadas y próximas al conjunto de los ciudadanos y, por tanto, las que mejor pueden articular sus intereses y necesidades, las que más fácilmente pueden dar acceso a la participación. Defender los espacios públicos equivale a combatir la fragmentación social, el aislamiento, la incomunicación, y, en última instancia, a mejorar la calidad de vida.

No hay que olvidar que uno de los rasgos distintivos de la cultura mediterránea es precisamente este tipo de espacios. El ágora y el foro no surgieron en las frías brumas nórdicas. Estas disposiciones y usos del espacio permiten formas de convivencia que favorecen el desarrollo de las relaciones sociales, de la vivencia colectiva de las cosas. A través de ésta se descubre lo que se tiene en común con el otro y, por ende, se fomentan los sentimientos democráticos y solidarios. De ahí que reducir y privatizar los espacios públicos equivalga a mutilar las potencialidades humanas y a empeorar la calidad de vida.

Se necesitan lugares del tiempo que fomenten la comunicación, sin tener que estar primero organizados. Tienen que mantenerse en el tejido de relaciones sociales de manera que se visiten cotidianamente. Se necesitan relaciones comunicativas múltiples y creativas, esto es, una buena mezcla de espacios comunicativos y perceptivos mediales y no mediales. Esto significa que la telecomunicación no es deseable a cualquier hora ni en cualquier lugar.

Se necesita el derecho a la no asequibilidad y a zonas o tiempos sin tecnologías a fin de protegernos de la omnipresente agresión medial. Esto tiene especial importancia en la época de la telefonía móvil y de la comunicación altamente tecnificada de la oficina.[5]

Sólo si se logran reconocer estos valores se podrán defender. De otro modo ocurrirá con la comunicación lo que sea técnicamente factible, inducible. Y eso podría ser la comunicación atemporal, descontextualizada, insensibilizada, de que se ha hablado más arriba.

¿Qué hay que investigar, entonces?. Si el ser humano es la medida de todas las cosas, la investigación debe abordar los desafíos de las teorías sistémicas y preguntarse qué cambios sufre la comunicación como sistema a través de crecientes procesos de informatización y tecnificación.

Como este proceso afecta a todos, se trata, en última instancia, de formular una ética de la comunicación ante los últimos desarrollos tecnológicos, y tomar en consideración las amenazas que se derivan de otros procesos de difusión tecnológica. Esto lleva a toda una serie de cuestiones que puede plantearse la investigación.

1. Cuáles son los elementos básicos de una ética de la comunicación en la era de la llamada sociedad de la información, caracterizada, sobre todo, por procesos crecientes de mediatización e informatización.

2. Cuáles son las condiciones sociales, espaciales y temporales para el eprendizaje de la competencia comunicativa y, a decir verdad, condiciones necesarias, no suficientes.

3. Qué significa comunicación como sistema retificado vivo.

4. Qué significan creatividad, diversidad y productividad como premisa de la autorregulación en los procesos de comunicación humana.

5. Qué lugares importantes del tiempo tiene la sociedad en el sentido de lugares de la comunicación. ¿Corren peligro de desaparecer, y si es así, se pueden conservar o crear otros nuevos?.

6. Dónde residen las fuerzas motrices (impulsos) esenciales para el cambio de la comunicación y a qué intereses sirven.

7. Qué medidas organizativas, institucionales y tecnológicas son necesarias para lograr la comunicación deseable.

8. Cómo puede impedirse que la comunicación se convierta en objeto de dirección y regulación tecnológica, para que no nos desplacemos hacia una «cibernocracia» y, por tanto, sucumbamos a la comprensión mecanicista de la comunicación.

Para la organización de la teoría de la comunicación esto significa:

a) Romper los límites entre medios de masas y medios de comunicación individual;

b) abandonar los conceptos estrechos de causa-efecto;

c) analizar cada vez más el lado tecnológico de los medios y de las TIC;

d) incluir en la investigación los factores económicos;

e) abordar la cuestión de la ética ante este desarrollo tecnológico, que afecta al meollo de la teoría de la comunicación, si es que se toma en serio su nombre.[6]

Tal sería el contenido de una teoría ecológica de la comunicación. Y tal el propósito de este libro. Quien conozca a su autor podrá constatar que esta preocupación le viene de hace tiempo. Por eso se recogen aquí, aunque puestas al día, algunas de las cosas escritas en otros lugares.


[1] Sacristán Manuel: Pacifismo, ecología y política alternatuva, Icaria antrazyt, Barcelona 1987, p. 136.

[2] Ibidem, p. 132.

[3] Donath, Matthias, Mettler-v Meibom: Kommunikationsökologie: Systematische und historische Aspekte, Lit Verlag, Münster 1998.

[4] Cf. Romano, Vicente: El tiempo y el espacio en la comunicación. La razón pervertida, Argitaletxe Hiru S. L., Hondarribia (Guipúzcoa) 1998.

[5] Cf. Mettler von Meibom, Barbara (ed. ): Das Private und die Technik. Frauen zu den neuen Informations- und Kommunikationstechniken, Opladen1990.

[6] Para la relación entre ética y periodismo véase Francisco José Karam: Jornalismo, Etica e Liberdade, Summus, Sao Paulo 1998


Enlaces relacionados – Reseña del libro:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=4302