En la salida del metro más cercana a la macrofábrica de Foxconn, cuatro agencias de reclutamiento se disputan a los visitantes de la «iPhone city», como llaman a este nuevo barrio de la periferia de Shengshu, construido por y para una de las más grandes fábricas electrónicas del mundo. «No os entretengáis, corred a inscribiros», […]
En la salida del metro más cercana a la macrofábrica de Foxconn, cuatro agencias de reclutamiento se disputan a los visitantes de la «iPhone city», como llaman a este nuevo barrio de la periferia de Shengshu, construido por y para una de las más grandes fábricas electrónicas del mundo. «No os entretengáis, corred a inscribiros», berrean los altavoces. En el interior, una cuadragenaria de tez mate invita a sentarse en sillas plegables. «Si traéis a un becario para 45 días, ¡os habréis ganado 3 000 yuanes!», exclama. «Si tenéis más que quieran venir, si conocéis una escuela, podemos hablar de las primas.»
Este otoño, las fábricas de Shengshu operan a todo trapo para suministrar ejemplares del iPhone X al mundo entero. Foxconn, el principal subcontratista de Apple en China, se instaló en la capital de Henan en 2012 para aprovechar la mano de obra abundante y barata de esta provincia del centro de China, la más poblada del país. Pero además de los obreros, los becarios, que trabajan durante varios meses y devengan menos cargas sociales, se consideran perfectos para responder a las necesidades de temporada. Más de 3 000 estudiantes trabajan actualmente en las líneas de montaje de Foxconn, en las mismas condiciones que los obreros. Las tareas repetitivas que desempeñan no tienen nada que ver con sus estudios. Hacen horas extraordinarias, contrariamente a la ley.
La situación es conocida. Después de producirse una serie de suicidios en el campus de Foxconn en Shenshen (sudeste de China), en 2010, Apple, su principal cliente, ha reforzado los controles en sus cadenas de abastecimiento. Sin embargo, a las 17 horas, en la salida norte de la inmensa fábrica de Foxconn, todavía nos cruzamos con numerosas caras adolescentes. Un pequeño grupo de jóvenes de 16 años se va a olvidar el tedio de la jornada a una sala de juegos situada en la planta baja de los dormitorios. «Es deprimente, este curro, pero nos obligan», suspira un hombre joven enjuto (todos los estudiantes con que hemos hablado han pedido el anonimato). «Si no lo hacemos, la escuela no nos dará el diploma el año que viene.»
Las estudiantes saben que la práctica no es en absoluto legal, pero no tienen otra salida. En estos momentos, 2 500 alumnos y alumnas de la Escuela de Tránsito Ferroviario Urbano, una escuela de formación profesional de Shengshu, ocupan las líneas de montaje de Foxconn. Varios centenares más vienen de diversos centros de formación profesional de Henan. La mayor parte del tiempo, los puestos que ocupan no tienen nada que ver con su formación.
Me paso la jornada probando las cámaras frontales de los iPhones -explica un chaval mofletudo con una cinta negra en la frente-. Los meto en una máquina, pulso un botón y los vuelvo a sacar. Es terriblemente aburrido -confiesa, con un cigarrillo entre los labios, en una sala de billar-. Yo estudio grafismo, pero en mi escuela los hay que aprenden puericultura, otros logística, y ahí nos juntamos todos ensamblando teléfonos.
Su compañera de clase pule las pantallas durante toda la jornada. Otra aporta materiales a las líneas de producción.
Un sistema bien rodado
Contactada por el Financial Times en relación con estas prácticas, Apple publicó un comunicado el 22 de noviembre: «En el transcurso de una reciente auditoría, hemos descubierto casos de estudiantes becarios que hacían horas extraordinarias en la fábrica de uno de nuestros proveedores en China. Hemos comprobado que han trabajado voluntariamente, que les han indemnizado y que han estado asegurados, pero no deberían haber ido autorizados a hacer horas extraordinarias», ha reconocido la empresa. Si bien es cierto que los becarios reciben ahora una paga similar a la de los obreros, de hecho se ven obligados a participar en el programa para que les convaliden su formación.
El sistema, bien rodado, funciona con la colaboración de las escuelas de formación profesional, que perciben sendas comisiones, y con la complicidad de las autoridades locales. En septiembre, cuando la producción del iPhone X estaba en su apogeo, el ministerio de Educación de Henan envió una nota a todas las escuelas profesionales de la provincia en la que les pedía que enviaran a sus «becarios en empresas» a Foxconn, informa el Financial Times.
Las escuelas justifican esta medida presentándola como «experiencia de trabajo». En general, la experiencia dura de dos a tres meses. En el curso del otoño han participado al parecer hasta 15 000 becarias en la fabricación del iPhone X, según los trabajadores. Puesto que la fábrica de Shengshu emplea a 350 000 personas, el número de becarios no sobrepasa el 5 % de la plantilla. La empresa taiwanesa cuenta con alrededor de un millón de trabajadores en China.
«Nada cambia»
Los estudiantes con que hemos hablado nos han dicho que el lunes, 20 de noviembre, la dirección de Foxconn les comunicó que ya no podían hacer más horas extras. Esta decisión parece tener que ver con la visita, unos días antes, de periodistas del Financial Times. El diario económico británico se había puesto en contacto con Apple de cara a un artículo publicado el 21 de noviembre. Los jóvenes afirman asimismo que todos ellos han hecho hasta ahora horas extras: «Trabajábamos diez horas al día, a veces once, seis días a la semana», manifiesta un estudiante. O sea, una sesentena de horas a la semana, que permiten a los becarios, al igual que a los obreros recién contratados, superar su salario base de 1 900 yuanes (243,5 euros), para llegar a cobrar alrededor de 3 500 yuanes (cerca de 450 euros) al mes.
Si las reacciones de Foxconn y de Apple pueden aparecer como pruebas de buena voluntad, lo cierto es que cabe la duda, no en vano el problema se repite año tras año. En julio, una universidad de Shenyang, en el noreste, se disculpó después de haber obligado a sus estudiantes a trabajar temporalmente en otra de las fábricas de Foxconn, en Yantai, en la costa oriental.
Es el caso de numerosos subcontratistas de la electrónica. Los salarios son bajos, las jornadas muy largas, las condiciones bastante malas. La industria desgasta al personal muy rápidamente y contrata continuamente a nuevos trabajadores. Para los puestos de trabajo poco cualificados, recurren masivamente a becarios y temporeros», explica Keegan Elmer, portavoz de la ONG China Labour Bulletin, con sede en Hong kong.
En las calles polvorientas de la «zona económica del aeropuerto de Shengshu», nombre oficial del distrito, no abundan las personas de más de 30 años de edad. Tras dos años trabajando en Foxconn, Liu, de 23 años, ya es un veterano. Pero no ve ninguna mejora:
La empresa dice que lo intenta, pero nada cambia. Porque si eso cambiara, la producción se encarecería. Las necesidades de mano de obra son estacionales: se hace horas extras a mansalva y después, cuando bajan los pedidos, el mínimo pretexto vale para despedir. Para ellos, los becarios que vienen por 45 días, es perfecto.
(Publicado originalmente en Le Monde.fr)
http://alencontre.org/asie/chine/chine-liphone-x-la-pomme-de-lexploitation.html
Traducción: Viento Sur