Para salvar a la soja, los creyentes del libre comercio proponen negociar TLC con el principal productor del mundo
Los tres principales productos agrícolas «ofensivos» para Estados Unidos en las negociaciones de Tratados de Libre Comercio (TLCs), es decir aquellos productos que la potencia desea vender a como dé lugar a sus socios comerciales, son los cereales, la carne de cerdo y las oleaginosas. Prueba de ello es que en la negociación con Colombia una de sus prioridades fue imponer la apertura del mercado para 900 mil toneladas de soja, desplazando a los exportadores de oleaginosas bolivianos. Si esto es así, la gran pregunta para Julio Alvarado y otros líderes del movimiento político/empresarial pro TLC es: ¿Podría Bolivia preservar su mercado andino de oleaginosas negociando un TLC con Estados Unidos, el principal productor mundial de oleaginosas interesado en acomodar sus cereales en los mercados de la Comunidad Andina?
Ya es casi una norma que los razonamientos de Alvarado, ex negociador del TLC, y de todo el equipo político empresarial financiado por la Embajada norteamericana para promocionar las bondades del libre comercio con Washington incurran en contradicciones generalmente insalvables. Cuando Alvarado fungía como coordinador alterno del TLC, su oficina difundía profusamente panfletos a favor del acuerdo en los que se aseguraban que la industria nacional jamás perdería con la apertura del mercado, simplemente porque la producción nacional (materias primas y productos con poco valor agregado) no compite con la producción norteamericana (muy sofisticada tecnológicamente). Curiosamente, en estos panfletos no se decía nada de la soja, el principal producto agroindustrial boliviano que está a punto de colapsar nada menos que por el coletazo del TLC de un tercer país. Ya se podrá imaginar el lector el tamaño del impacto de un TLC negociado directamente entre Bolivia y Estados Unidos.
Alvarado y sus amigos, entre ellos el José Luis Paredes, prefecto de El Alto, soldado del derechista Podemos y hombre de la Embajada de Estados Unidos, solían propagandizar -y todavía lo hacen- que el TLC abrirá el principal mercado del mundo, lo que automáticamente generará más empleo. Como en una apuesta, la banda pro TLC se jugaba y siguen jugándose por el acuerdo en función de posibilidades y sin tomar en cuenta las condicionalidades o el precio que el país debe pagar por el ‘privilegio’ de ser socio de Estados Unidos. Primero, da por hecho que los productores nacionales se impondrán sobre la competencia y, segundo, confía en que la sola apertura del ‘ilimitado mercado norteamericano’ o la eliminación de aranceles necesariamente se traducirá en un boom exportador. Pero la experiencia nacional prueba exactamente lo contrario.
El país se beneficia de las preferencias arancelarias ofrecidas por Estados Unidos desde 1991 en el marco del ATPA y el ATPDEA. Pero en estos 15 años de «libre comercio», Bolivia solo aprovechó el 4% de las preferencias, es decir que exportó productos consignados en 280 subpartidas arancelarias de un total de 6.449 partidas «libres de aranceles» que Estados Unidos concedió. ¿Cuál es la razón de este sub aprovechamiento? Básicamente por el mínimo desarrollo productivo y la estrecha oferta exportable nacional.
Alvarado reconoció en el pasado que el libre comercio y el TLC es bueno para las empresas que pueden llegar al mercado de Estados Unidos; el dato objetivo es que no todas están en condiciones de hacerlo. En la actualidad no más de 10 productos representan el 90% de todas las ventas al norte, las que se concentran en solo 10 empresas.
De 1985 a 2004, las exportaciones bolivianas a Estados Unidos ascendieron de aproximadamente 672 millones de dólares a más de 2000 mil millones. Sin embargo, Bolivia continúa exportando productos básicos en general, con cotización volátil (hidrocarburos y minerales representan más del 45%), y una pequeña lista de manufacturas que incluye madera, muebles y manufacturas (57 millones de dólares en 2003); joyas (53 millones); manufacturas de cuero y prendas de vestir (43 millones); textiles e hilados de algodón (30 millones) y alimentos (35 millones).
Respecto a la productividad y la competitividad, en general el país ha caído en su participación en el comercio exterior. En 1980 teníamos una productividad de 774 dólares por persona ocupada, pero ese nivel se ha reducido en un 30% para 1998. Un índice de competitividad publicado por el World Economic Forum sitúa a Bolivia en el puesto 101 de 117 países.
Los mitos del libre comercio
La ex burocracia gubernamental encargada de negociar con Estados Unidos prometía beneficios automáticos para los pequeños productores cuando éstos accedan al ‘ilimitado’ mercado norteamericano. Pero, ¿realmente se garantiza el acceso libre al mercado norteamericano con acuerdos comerciales?
El acuerdo no garantiza que la potencia del norte elimine automáticamente las trabas a las exportaciones andinas, especialmente agrícolas, las que sortean fuertes barreras sanitarias y fitosanitarias. En la actualidad, Estados Unidos obstaculiza el comercio imponiendo normas sanitarias si se trata de productos agroindustriales, o reglas de etiquetado y embalaje en el caso de otras mercancías.
La burocracia defenestrada aseguraba que el TLC garantiza el mercado ‘cautivo’ norteamericano, 150 veces más grande que el nuestro, sin considerar que ese mercado está disputado por otros 200 países, entre ellos potencias como México y China. Además, el mercado ‘prometido’ del norte atraviesa una profunda recesión. Un reciente informe del Centro de Investigación Económica y Política (CEPR) de Estados Unidos indica que la potencia en algún momento tendrá que reducir su insostenible déficit comercial del seis por ciento de PIB y también el valor del dólar para prevenir un crecimiento explosivo de la deuda. Esto implica que el mercado para las importaciones disminuirá en los próximos años.
Al igual que Alvarado, el ex coordinador del TLC Juan Carlos Iturri solía apoyar sus razonamientos en pronósticos y previsiones. A principios de 2005, la ex autoridad pronosticaba que los productores nacionales de textiles no serían perjudicados por la sobreproducción china. Pasado medio año, las compras norteamericanas en América Latina perdieron dinamismo debido a que la producción asiática inundó el mercado. La Organización Mundial del Comercio (OMC) calculó en 2005 que la producción china copará más de la mitad del mercado norteamericano y los productos de la India otro 25%. La participación de los países latinoamericanos en el rubro textil bajará de 17 a 5%.
Las implicancias políticas del TLC
Las argumentaciones de Alvarado y su corte a favor del libre comercio con Estados Unidos se fundamentan en evaluaciones parciales de la realidad que omiten las implicaciones políticas del TLC. El TLC no busca simplemente la eliminación de aranceles, sino que constituye una herramienta de estrategia política de largo plazo cuyo objetivo es afianzar la hegemonía de Estados Unidos en Latinoamérica, indica textualmente el Trade Promotion Authority del gobierno de Washington, que es el permiso del Congreso norteamericano para que el Ejecutivo negocie tratados comerciales.
Alvarado, Paredes, Tuto Quiroga y otros defensores del libre comercio no consideran como variable central en el análisis del TLC la obvia intención norteamericana de consolidar su hegemonía unipolar en las esferas productiva, comercial, financiera, científica, tecnológica, ambiental, ideológica, legal e institucional en los territorios que se extienden entre Alaska y el Cabo de Hornos, en la perspectiva de contrarrestar la creciente influencia de la Unión Europea y los gigantes asiáticos.
En el análisis unilateral de esta gente, lo importante es renovar, y a cualquier costo, los beneficios del ATPDEA que concluirán en 2006, es decir garantizar mercados para los exportadores de camisas, muebles y joyas, aún a costa de perjudicar al agro, a los consumidores de servicios y medicamentos, a las comunidades campesinas e indígenas cuyo patrimonio biogenético y cultural quedaría a merced de las transnacionales, y al Estado mismo que perdería autonomía para emprender políticas de desarrollo propias al privilegiar los derechos de los inversionistas por sobre todas las cosas.
En la lógica gubernamental ocupa una posición central la supuesta virtud de la apertura comercial como palanca del desarrollo, pero los datos revelan la falacia. Entre 1980 y 1999 la región redujo sus aranceles de 30% a 10%, un nivel cercano a los estándares de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Pese al enorme precio pagado por los consumidores y la multiplicación de acuerdos comerciales, el lugar del subcontinente dentro de los flujos de comercio de mercancías apenas cambió. En 1983, la región concentraba 5,8% del comercio mundial de exportaciones de mercancías, y en 2002 la cifra se situó en 5,6%.
En general, las políticas aperturistas recetadas por Alvarado y sus amigos no han funcionado porque aumentaron los índices de pobreza, de desempleo y la violencia social, en tanto que las exportaciones latinoamericanas se ‘reprimarizaron’.
Se esgrime el argumento fácil de que el TLC permitirá a las naciones pasar de pobres a ricas rápidamente y que las exportaciones se multiplicarán a pesar de la ausencia de políticas de competitividad. A los defensores del TLC no les preocupa las asimetrías en cuanto a competitividad entre el país y Estados Unidos.
Mientras más vendamos afuera, más trabajo tendremos dentro, dice la propaganda. Pero en más de diez años de crecimiento continuo de las exportaciones, ni los salarios ni las condiciones de vida de la gente han mejorado. La apertura sólo ayudó a un pequeño sector de exportadores e importadores, y ha sido fatal para los productores del mercado interno, la enorme mayoría.
Bolivia cierra la puerta al TLC
El Presidente Evo Morales aseguró que su gobierno no negociará «jamás» un TLC con Estados Unidos, y planteó como alternativa un Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP), que garantice la protección de los mercados internos. Morales reconoció que es importante la negociación y firma de acuerdos comerciales, pero en la medida que beneficien a ambas partes y que no representen la ‘invasión’ de productos subvencionados con una gran desventaja competitiva para productos nacionales.
El gubernamental Movimiento Al Socialismo (MAS) ‘aplaudió’ la decisión política del Presidente por considerar que ‘no es posible hablar de igual a igual, en términos comerciales, con ese país’. El jefe de bancada del MAS en la Cámara de Senadores, Gastón Cornejo, declaró que Estados Unidos ‘presiona’ para que los países de la región se incorporen a la negociación del Tratado y absorberlos como mercado. ‘Y eso significa, en el campo del comercio, entregar nuestra soberanía al mercado globalizado y perder toda libertad de acción’.
El presidente de Anapo Carlos Rojas opina que no se deberían magnificar las declaraciones de Morales. «Es un problema de siglas, pero el fondo es el mismo», afirma; pero Julio Alvarado, el ex coordinador del TLC con Estados Unidos, no pierde la oportunidad de contradecir al gobierno.
Según Alvarado, la propuesta de Evo es «inviable»: «Fue una sorpresa las declaraciones ya que en la historia del comercio internacional no se conoce este tipo de tratados. Países como Cuba, por ejemplo, llevan a cabo su comercio internacional bajo las normas de la Organización Mundial del Comercio o países como la China o del mismo Vietnam se enmarcan dentro de las normas internacionales y un nuevo tipo de tratados como el propuesto de comercio entre los pueblos es algo inédito y no se conoce a nivel internacional».
Aunque suene contradictorio, el ex funcionario insiste en que el gobierno, para salvar a la soja, necesita negociar un TLC con el primer productor mundial de soja que esta ansioso de copar todos los mercados de oleaginosas del continente.