La política neoliberal impuesta por los regímenes israelíes han incrementado las diferencias existentes entre sus pobladores y pese a que el país cuenta con un Producto Interno Bruto de los 130 000 millones de dólares, estadísticas oficiales indican que uno de cada tres niños vive en la pobreza. Israel surgió en 1948 por un decreto […]
La política neoliberal impuesta por los regímenes israelíes han incrementado las diferencias existentes entre sus pobladores y pese a que el país cuenta con un Producto Interno Bruto de los 130 000 millones de dólares, estadísticas oficiales indican que uno de cada tres niños vive en la pobreza.
Israel surgió en 1948 por un decreto de Naciones Unidas auspiciado por Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos que vieron en el naciente Estado a un futuro aliado en esa rica región del Medio Oriente, y de inmediato comenzaron a entregarle fondos monetarios y armamentos.
Gracias a sus benefactores, Tel Aviv cuenta en la actualidad con más de 400 bombas atómicas, ultramodernos armamentos y absorbe abundantes capitales de diferentes partes, convirtiéndose en la economía más subsidiada del mundo.
Solo procedente del gobierno de Estados Unidos recibe anualmente 3 200 millones de dólares, 1 900 millones en ayuda económica y 1 300 millones para sus quehaceres militares, que van dirigidos a contrarrestar las acciones palestinas cuyos pobladores tratan desde 1967 de lograr la liberación de sus territorios ocupados.
Como Israel es un Estado erigido sobre la base del judaísmo, para incrementar su población se nutrió de todos los descendientes de esa religión en el mundo y hoy en su territorio se pueden encontrar naturales de Rusia, Estados Unidos, Australia, Argentina, Dinamarca, Etiopía y de cualquier confín del mundo. Miles de colonos arribaron al país con las bondades de los subsidios estadounidenses.
Hacia esa nación del Medio Oriente llega también un abundante flujo de capitales procedente de ciudadanos judíos multimillonarios que controlan numerosas empresas en el mundo desarrollado y que además tienen fuerte influencia en los medios de comunicación masiva. Esas realidades ayudan sobremanera a mantener la economía israelí en su interminable guerra contra los palestino.
Pronósticos de agencias consultoras indican que la economía israelí tendrá un buen desempeño en 2006 (cerca del 4%) pero contra esos augurios conspiran elementos como el conflicto que mantiene con el pueblo palestino, cuyas economías están indisolublemente ligadas.
Más del 75% de las importaciones palestinas proceden de Israel y casi el 95% de sus exportaciones son vendidas al estado judío.
El régimen de Tel Aviv, alegando medidas de seguridad, impide la entrada diaria en su territorio de 30 000 árabes procedentes de Gaza y Cisjordania que laboraban allí como mano de obra barata. Como es lógico, esas medidas afectan a ambas economías.
El conflicto perturba también el desempeño de la industria turística, una de las mayores fuentes de ingreso israelí pues hacia Jerusalén y otros sitios sagrados cristianos, musulmanes y judíos, afluyen anualmente numerosos religiosos.
Los déficit presupuestarios israelíes han sido una constante: en el 2002 fue de 45 000 millones de dólares y en los últimos dos años se calculan en 25 000 millones, los que han sido sufragados por Estados Unidos y las remesas de judíos en el exterior.
El desempleo sobrepasa al 10% de la población económicamente activa y muchos comercios han cerrados sus puertas por la ola de violencia.
Las políticas neoliberales aplicadas han creado una mayor separación entre los personas con mayor y menor poder adquisitivo. Datos del Instituto Nacional del Seguro señalan que la cifra de pobres creció del 15% en la década de 1990 al 20% en la actualidad y entre los más desamparados se hallan los menores de edad, cuyos padres (hombres) abandonaron el país por no encontrar trabajo, quebrar sus empresas o para no tener que prestar los obligatorios servicio militar o el de reserva.
Aunque afluyan abundantes subsidios, la realidad es que en una economía no se puede lograr la estabilidad deseada si no existe paz y si a eso se suman leyes neoliberales, se pierden los necesarios programas sociales.
Por eso tiene mucha razón el profesor Yosi Katan, de la universidad de Tel Aviv, cuando aseveró: «ser pobre entre los pobres no es tan malo; en cambio, ser pobre en una sociedad tan orientada al consumo como es hoy la israelí, genera muchos problemas».