De susto en susto y de tropiezo en tropiezo ha permanecido la Unión Europea desde que en 2008 se inició la crisis económica mundial de la cual aún no se ha podido recuperar. Ahora le tocó el turno a uno de sus principales miembros, Italia. En los ocho años transcurridos desde la debacle bancaria que […]
De susto en susto y de tropiezo en tropiezo ha permanecido la Unión Europea desde que en 2008 se inició la crisis económica mundial de la cual aún no se ha podido recuperar. Ahora le tocó el turno a uno de sus principales miembros, Italia.
En los ocho años transcurridos desde la debacle bancaria que tuvo su origen en Estados Unidos, los 28 miembros de la Unión (27 cuando salga el Reino Unido) han padecido en sentido general, bajos crecimientos, graves problemas económicos, déficit de empleos y reducción de programas sociales en España, Portugal, Francia, Grecia, Irlanda; caída del valor del euro; medidas de austeridad impuestas por la Troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional) y la llegada de gran número de inmigrantes procedentes de África y Medio Oriente.
La Unión Europea surgió y creció con enormes desigualdades entre sus miembros pues economías más débiles como Rumania, Polonia, Hungría y Bulgaria no pueden competir con las más poderosas: Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Holanda.
La aprobación del brexit en el referendo realizado en Gran Bretaña ha causado una especie de terremoto económico y político en la Unión. Sobre la posibilidad de una consulta popular parecida al brexit, ya se escuchan voces en importantes naciones del bloque como Francia, Italia, Países Bajos, entre otros.
Después de Grecia, España, Portugal, Irlanda, Bulgaria y Rumania, Italia se ha convertido ahora en la nueva hija mala de la Unión Europea, al presentar un débil crecimiento, alto endeudamiento, crisis bancaria e inseguridad política, ingredientes que han llevado una crisis que ya perdura varios años.
Para este 2017, el gobierno solo prevé un crecimiento del 1 %, mientras clasifica como el segundo miembro más endeudado de Europa equivalente a más del 130 % de su Producto Interno Bruto, comprometido en pasivos públicos. La tasa de desempleo se mantiene en 11,9 % de la población, mientras que entre los jóvenes asciende al 39 %, el más alto después de España y Grecia.
Los infinitos problemas sociales y la crisis política que vive el país, han agravado los cuestionamientos sobre la factibilidad de continuar en ese bloque.
A las grandes adversidades se suma el riesgo político tras el fracaso del referendo que provocó la salida del primer ministro Matteo Renzi, el cual motivó el ascenso de los partidos más de derecha que pregonan escepticismo sobre el proyecto de Unión y presionan para que Italia lo abandone.
Esta nación transalpina que aparece como la cuarta economía de esa integración, arrastra una década de crisis y los analistas aseguran que no habrá mejoras hasta 2024.
La mayoría de los bancos del país aparecen con números rojos y salvarlos de una posible quiebra representaría aumentar en cerca de un 4 % el ya alto déficit público.
Tras el referendo de diciembre pasado, la agencia de calificación crediticia Moody´s, rebajó de estable a negativa la perspectiva de los bancos italianos ante la falta de capitales.
El primer ministro entrante, Paolo Gentiloni aprobó un plan de rescate de 20 000 millones de dólares con el que, según anunció, espera recuperar la confianza de los mercados y sanear las dificultados de la banca que acumula créditos en mora que superan los 360 000 millones de euros, igual al 22 % del PIB del país y un tercio de la morosidad conjunta de los países integrantes de la zona euro.
La Unión Europea teme que esa situación pueda producir una caída en serie de la frágil arquitectura financiera de la región.
El gobierno de Gentiloni reconoce el alcance que puede conllevar esos desajustes y para tratar de contrarrestarlo tratará de mejorar la reestructuración de créditos, fomentar la consolidación bancaria y facilitar titulación y venta de créditos.
Como con esas medidas no puede solventar el grave problema, también autorizó a otorgar a los bancos, 20 000 millones de euros del tesoro público cuyo mayor monto de 8 800 millones de euros se destinará al Banco Monte dei Paschi di Siena, el más antiguo del mundo fundado en 1472, y que no ha podido conseguir un inversor foráneo que sostuviese su recapitalización.
Como es lógico, quienes pagarán por esa decisión serán los ciudadanos pues los analistas aseguran que el salvataje bancario costará a cada uno de los 26 millones de italianos, 330 euros, incluidos los recién nacidos y los jubilados.
Como ya es costumbre en el sistema neoliberal global que se ha impuesto en el mundo, los pueblos son los que tienen que pagar los grandes huecos financieros en que caen cíclicamente los bancos capitalistas.
A los italianos, como es de suponer, les esperan nuevamente la reducción de los programas sociales, incremento del desempleo, aumento de los precios de los productos con la consecuente inflación, y otros que atentarán contra los trabajadores y las clases más desfavorecidas.
En sentido general, al no llegar los créditos al consumidor y a las empresas productivas de la economía real, varias naciones miembros de la Unión Europea continuarán caminando hacia una nueva crisis financiera mucho más peligrosa, la cual podría alcanzar no solo a los bancos y compañías privadas sino también a varios Estados.
Esa inseguridad económica y social ha destapado la caja de Pandora y puede arrastrar a la vez a otros países del bloque a seguir el ejemplo británico y zafarse de las ataduras de la Unión.
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