El presidente de Brasil se quedó sin su mentor, Donald Trump, a quien imitaba hasta en los gestos (junto a Trump, su otro ídolo era el tirano Pinochet), y para completar la imbecilidad de la ultraderecha brasileña, nombró como su ministro de Hacienda a Paulo Guedes, quien formaba parte de los Chicago Boys (en Chile destruyeron el país).
Bolsonaro ganó las elecciones presidenciales por la votación masiva de los canutos, de los partidos de derecha brasileños y de los incautos que se unieron contra Lula da Silva, a quien dejaron fuera de las elecciones.
Brasil, actualmente, tiene un sistema político caótico, y de aprobarse el impeachment contra el Presidente actual, sería el tercer juicio político en pocas décadas (Henrique Cardoso, Dilma Rousseff y, ahora, Jair Bolsonaro).
Bolsonaro era un diputado mediocre, salido de las filas militares por incapacidad e inutilidad; militó en más cinco partidos políticos, y como candidato presidencial no le auguraban ninguna posibilidad de triunfo en las elecciones hasta que la derecha decidió unirse en contra de Lula da Silva, previamente encarcelado por la porfía del fiscal Sergio Moro.
Algunos dicen si en verdad habla o rebuzna (sí es conocido por su frecuente insulto a las mujeres). Bolsonaro tuvo la suerte de sufrir un atentado que lo mantuvo varios días fuera de la escena política, hecho que lo salvó de su participación en los debates programados, pues los ciudadanos no pudieron darse cuenta de cuán imbécil e inepto era.
Brasil, después de Estados Unidos e India, es el tercer país con más infectados con la covid-19, con cerca de 10 millones, y con cifras superiores a 220.000 infectados diarios. En la ciudad de Manaos, distrito de Amazonas, por ejemplo, se producen 27.000 muertes diarias, y ya no tienen oxígeno para auxiliar a los pacientes críticos. El único país que ha concurrido en apoyo a Manaos es Venezuela, cuyo gobierno ha enviado centenares de balones de oxígeno, lo que demuestra la superioridad moral del socialismo sobre el fascismo.
El fascismo es una doctrina violenta y criminal que debería ser puesta fuera de la ley (ocurre en Alemania), y aún no se ha podido comprender por qué en Chile se permite la apología del asesinato pinochetista.
Imitando a su mentor (Trump), Bolsonaro es el líder del negacionismo respecto a la actual pandemia, y le importa muy poco que, día a día, se multiplique el número de muertes en Brasil; cuando se le encara como mandatario, responde que su nombre Mesías, pero no hace milagros, pues al final, todos vamos a morir.
Afortunadamente, en Brasil no impera una monarquía presidencial, sino que un país federal, y la labor de los distintos gobernadores, especialmente el de Sao Paulo, ha evitado que no quede brasileño vivo.
Tanto la izquierda como la derecha brasileña ha llevado a cabo, en los últimos días, sucesivas marchas a través de todo el país solicitando la salida de Bolsonaro del gobierno (incluso, algunos de los representantes de las iglesias protestantes han salido a la calle en demanda de su renuncia al cargo de Presidente).
Bolsonaro está convencido de que es un dios carioca y, además, se ha dedicado a pelear con los distintos ministros de Salud que han pasado por su gobierno y, ahora, contra su Vicepresidente, también militar.
El 1º de febrero comienza el año legislativo en ese país, y de partidarios de Bolsonaro en la presidencia ambas Cámaras del Congreso, salvaría al presidente del juicio político.
Ojalá la peste de Presidentes fascistas en América sea eliminada de una vez por todas, para ser juzgados por matar de hambre a sus prójimos.
Fuente: https://www.elclarin.cl/2021/02/02/jair-bolsonaro-a-punto-del-impeachment/