Cuando se anunciaron las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC) Perú-Centroamérica, nadie entendía bien cuál era la razón de este acuerdo. Ni son socios comerciales de envergadura, ni hay cantidad de inversiones que proteger. Lo que parecía más bien un tema de carácter ideológico, ocultaba asuntos políticos. Hoy, con la firma del Acuerdo del […]
Cuando se anunciaron las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC) Perú-Centroamérica, nadie entendía bien cuál era la razón de este acuerdo. Ni son socios comerciales de envergadura, ni hay cantidad de inversiones que proteger. Lo que parecía más bien un tema de carácter ideológico, ocultaba asuntos políticos. Hoy, con la firma del Acuerdo del Pacífico, este viernes en Lima, lo podemos ver claramente. En efecto, articular en una zona de libre comercio y protección de inversiones bajo la influencia norteamericana y del dólar a los cuatro suscriptores del Acuerdo de Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú) con Honduras, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Panamá, Guatemala y, posiblemente, República Dominicana es la clave para entender esta jugada aparentemente comercial.
La vía es un tramado de TLC entre todos estos países y Estados Unidos, dejando descolocada a la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur) y, de pasada, ponerle un «hasta aquí» al liderazgo de Brasil en la región.
La muerte del ALCA
Sin duda, es un tema de hegemonía política que debemos observar muy de cerca. La mayoría de los medios de prensa se limita a notas informativas y a saludar el Acuerdo del Pacífico como un instrumento que reforzará la economía en la región. En realidad, Washington quiere a toda costa recuperar el control de su patio trasero, desde que a principios de siglo Brasil, Venezuela y Argentina se atrevieron a hablarle de igual a igual, logrando en noviembre del 2005 en Mar del Plata, en plena Cumbre, acabar con las negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que pretendía abrir todos los mercados sin importar quienes perdían. Atrás quedaba la correlación de fuerzas de los años noventa, donde toda América Latina practicaba la democracia neoliberal, la única forma posible bajo las órdenes del FMI y el Banco Mundial. Atrás quedaba la foto de Bill Clinton con todos los presidentes de la región para lanzar el ALCA.
Si Estados Unidos planteaba que todos los países de América Latina abrieran sus economías, Brasil le respondía que, a cambio, dejara que la soja brasileña entrara a California en igualdad de condiciones.
Si señalaba que era hora de que el comercio y la inversión fueran la solución para la economía regional -es decir, que sus empresas entraran en todos los sectores económicos y las diferencias se sometieran al centro de arbitraje del Banco Mundial en Washington-, Argentina le daba su acuerdo, pero con salvaguardias y compensaciones para los países que se verían perjudicados, y nada de subsidios ni barreras no arancelarias para evitar que los productos entraran al mercado norteamericano.
Y que reconociera, además, el nocivo papel del FMI en la región y el fracaso de las políticas del Consenso de Washington. Y así, mientras Estados Unidos ya tenía en el bolsillo a veintiuno de los treinta y cuatro países invitados a suscribir el ALCA en Mar del Plata, Brasil, Argentina y Venezuela argumentaban que no se podía pasar por encima del setenta y cinco por ciento del PBI de la región que ellos representaban.
Finalmente, George W. Bush se marchó de Argentina con el sabor de la derrota y millones de personas en el continente celebraron la muerte del ALCA. Al mismo tiempo que el Mercosur quedaba en una posición expectante para que junto a la Comunidad Andina de Naciones construyera la integración comercial de América del Sur y la Unasur tomara fuerza como espacio de integración política. Sin embargo, muchos analistas advirtieron que el ALCA volvería, que el TLC que ya se había empezado a negociar entre Estados Unidos y la zona andina era el indicio de que Washington completaría su objetivo mediante otras metodologías. Y así fue.
El ALCA recargado
El Perú no sólo suscribió un TLC con Estados Unidos y sino que comenzó otras negociaciones. En buena cuenta, esto frustró que el Mercosur y la Comunidad Andina acordaran un arancel externo común pues, con los aranceles peruanos en el piso, ya no había margen para políticas comerciales serias en la región como un bloque.
El canciller José García Belaúnde no se ha cansado de repetir que la integración sudamericana ha sido frustrada por Hugo Chávez, pero el real escollo son los más de seis TLC que el Perú ha suscrito con países de otros continentes.
Y hoy el Perú sigue siendo un eje fundamental para la articulación de este ALCA encubierto, ya que fue a instancias del presidente Alan García que se impulsó el Acuerdo del Pacífico, de cara a las negociaciones del Acuerdo de Asociación Económica Estratégica Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) de nueve países de América, Asia y Oceanía. Este gran acuerdo de protección de inversiones y libre comercio se da en el marco del Foro Económico Asia Pacífico (APEC), donde se le puso el nombre del Arco del Pacífico.
En buena cuenta, la iniciativa de García busca matar varios pájaros de un tiro. Con el TLC Perú-Centroamérica se pretende conectar el libre comercio entre Estados Unidos y los países centroamericanos con la Comunidad Andina, con lo que se tiene prácticamente toda la costa americana, desde Alaska hasta la Patagonia chilena, en una integración al mejor estilo del ALCA.
El acuerdo con Asia y Oceanía
Según un documento de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de marzo, elaborado por Sebastian Herreros, «la renegociación en el TPP de los compromisos existentes en temas como derechos de propiedad intelectual, inversión y medio ambiente implica para los países latinoamericanos el riesgo de ‘pagar dos veces’ en áreas de gran sensibilidad política y que se refieren a una amplia gama de políticas públicas». Asimismo, refiriéndose al TPP, agrega que «un acuerdo que parece favorecer a los intereses de Estados Unidos (tanto ofensivos como defensivos) sin duda sería difícil de vender». De esta manera, García está actuando como un operador de los intereses norteamericanos. Al promover un Acuerdo del Pacífico previo a la negociación del TPP estaría limpiando los obstáculos para que los países latinoamericanos de la costa oeste tengan los pisos de negociación en su mínima expresión, pues entrarían al TPP vía Chile y Perú, que son miembros del APEC.
Por todo esto, la firma del Acuerdo del Pacífico este viernes en Lima es simbólica. Es un reconocimiento al gobierno peruano, que a pesar de la crisis global siguió apretando el acelerador neoliberal y mientras en otros países se daban medidas como el aumento de salarios, las negociaciones con las empresas para evitar los despidos y la protección arancelaria, el Perú respondía con más TLC, ganándose en honor al mérito, el grado de inversión otorgado por la agencia Moody´s. Quizá ello explica el descontento de la población peruana que pide un cambio a pesar de la bonanza económica. Esto se ha expresado claramente en la primera vuelta de las elecciones presidenciales y, a lo mejor, lleve a Ollanta Humala a la Presidencia de la República con las banderas de soberanía y redistribución de la renta, lo cual tendería un puente a las políticas de integración regionales como las impulsadas por Brasil.
América del Sur se divide
Los cuatro suscriptores del Acuerdo del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú), más los seis países que firmaron el Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos (CAFTA), más Panamá son el ALCA de estos tiempos. Un área comercial y de inversiones controlada por Washington.
Y eso no es poca cosa. En momentos en que América del Sur emerge a nivel global como una región de avanzada que propone una nueva arquitectura financiera internacional con el Banco del Sur, la coordinación de sus bancos centrales, la libre circulación de sus ciudadanos, y Brasil surge como una potencia mundial con presencia en grandes foros como el G-20, dando un gran sostén a la Unasur, es que Estados Unidos opera con sus gobiernos aliados en Chile, Colombia México y Perú para intentar darle jaque mate a la integración sudamericana.
Si bien el canciller brasileño Antonio Patriota y la secretaria general designada de la Unasur, la colombiana María Emma Mejía, descartaron el lunes 25 que la creación de un Acuerdo del Pacífico genere un conflicto con la integración regional, lo cierto es que, en palabras del economista Oscar Ugarteche, este acuerdo es un ALCA con otro nombre y está siendo aprovechado por Washington para dividir América del Sur en dos costas, la del Pacífico, liderada por Estados Unidos, y la del Atlántico, liderada por Brasil.