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Josefina Molina, el sentido común como arma subversiva

Fuentes: Rebelión

Si existe una mujer pionera en el mundo de las artes cinematográficas en este país, su nombre es, sin ningún tipo de dudas, Josefina Molina. Pocas figuras pueden presumir de haber mantenido una carrera de fondo tan coherente, personal y firme como la de la directora andaluza. A lo largo de toda una vida dedicada […]

Si existe una mujer pionera en el mundo de las artes cinematográficas en este país, su nombre es, sin ningún tipo de dudas, Josefina Molina. Pocas figuras pueden presumir de haber mantenido una carrera de fondo tan coherente, personal y firme como la de la directora andaluza. A lo largo de toda una vida dedicada al teatro, a la televisión y al cine ha trabajado, codo con codo, con figuras de la talla de Pilar Miró, Gloria Fuertes, Concha Velasco, Lola Herrera, Carmen Martín Gaite o Fernando Fernán-Gómez, dejando su personalísima huella en todo cuanto ha tocado y haciendo de su feminismo militante, marca de la casa. Y todo ello en un mundo y en un momento histórico absolutamente masculino y paternalista, en el que las mujeres, por el simple hecho de serlo, no lo tenían nada fácil. A lo largo de su vida ha dirigido obras de teatro, películas y series de televisión, ha escrito guiones y novelas, y ha tocado diferentes «palos»: comedia, género histórico, drama, erotismo, e incluso algún que otro programa infantil. Confiesa que a pesar de todos los sinsabores de la vida, cuando coge un buen libro y pone un buen disco, éstos se disipan como la bruma matinal. Señoras y señores, con todos vosotros, la gran Josefina Molina.

Nació en Córdoba en el peor momento en que podía nacer una persona: octubre de 1936. Hija de un tendero cordobés y de un ama de casa catalana. Una familia burguesa, que, a pesar de las penurias del momento histórico, hicieron todo lo posible por darle una buena educación. En una entrevista, hablaba a propósito de esto: «yo he sido educada en los valores franquistas por las monjas escolapias», aunque a renglón seguido destacaba el gran esfuerzo y «trabajo de demolición interior en busca de la racionalidad y la libertad de pensar» llevado a cabo para deshacerse de esos valores.

Y como ocurre en muchos otros casos, la niña Josefina descubre muy pronto la literatura y eso le cambia la vida. En su caso, hubo un flechazo con la obra de Benito Pérez Galdós y sus Episodios nacionales, algo que hoy sería del todo impensable, que una niña de apenas diez u once años leyera un libro de Galdós. Pero eso fue lo que ocurrió. Más tarde, llegaría su pasión por el teatro, y su primer montaje, crónica de un fracaso anunciado, pues la joven aprendiz de directora se atreve nada más y nada menos que con Casa de muñecas, de Ibsen, cuando con toda seguridad, para el público asistente lo más «moderno» era una obra de los hermano Álvarez Quintero.

Pero ya estaba inoculado el virus de la dirección. Así que, tras licenciarse en Ciencias políticas, se matricula en la Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid, convirtiéndose en 1969 en la primera mujer que obtiene el título de directora/realizadora. De ahí da el salto a RTVE y empieza a trabajar en diferentes proyectos: Estudio 1, Novela, Un globo, dos globos, tres globos, etc. En esta época tuvo ocasión de llevar a cabo extraordinarios adaptaciones de escritores míticos, desde Lope de Vega a Henry James, pasando por Kafka, Dickens, Gorki… Pero sin lugar a dudas, sus grandes trabajos para televisión, los que le abrieron las puertas de la inmortalidad son las 3 series que realizó: El camino (1978), basado en la novela de Miguel Delibes; Teresa de Jesús(1988), que se centra en la vida de la poeta y religiosa abulense; y Entre naranjos (1998), que adapta la novela de Vicente Blasco Ibáñez. La directora cordobesa nunca ha ocultado su predilección por el trabajo en televisión. Según ella, este medio le ofrecía una libertad artística y unas posibilidades para experimentar que no encontraba en el cine.

No obstante, a lo largo de su carrera también ha tenido ocasión de trabajar en el mundo del cine. Su primera película data de 1973 y se llamó Vera, un cuento cruel. Se trata de una adaptación de un cuento del escritor francés Auguste Villiers de l’Isle Adam. La película, protagonizada por Fernando Fernán-Gómez y Mel Humphreys, cuenta entre sus actores, con un jovencísimo Miguel Bosé. Después vendrían Función de noche (1981), un ejercicio de cinéma veriteé, protagonizado por la actriz Lola Herrera y su ex marido Daniel Dicenta.

En 1989 dirige la que probablemente sea su mejor película, Esquilache, basada en la obra teatral de Antonio Buero Vallejo, Un soñador para un pueblo, e interpretada magistralmente por dos grandes figuras de la interpretación: Fernando Fernán-Gómez y Concha Velasco. Ambos pusieron el listón interpretativo muy, pero que muy alto en una historia de política, traiciones, odios y amores.

En 1990, dirigió Lo más natural, protagonizada por Miguel Bosé y Charo López, que narra la historia de amor entre una mujer madura y un hombre más joven que ella. La banda sonora original de la película, compuesta por José Nieto, obtuvo el Premio Goya.

En 1993 dirigió su última película, La Lola se va a los puertos, una adaptación de la obra teatral de los hermanos Machado, protagonizada por Rocío Jurado y Francisco Rabal, un remake de una película de 1947, dirigida por Juan de Orduña y protagonizada por Juanita Reina.

Y mientras tanto, nunca ha abandonado su gran pasión: el teatro. En el mundo de la escena, su trabajo más popular ha sido, sin duda, la adaptación de la novela de Miguel Delibes Cinco horas con Mario, interpretada durante muchos años, por una soberbia Lola Herrera, que durante más de una hora llevaba a cabo un monólogo demoledor sobre el escenario. También ha dirigido La lozana andaluza, adaptada por Rafael Alberti, y Los últimos días de Emmanuel Kant, de Alfonso Sastre, entre otras.

En los últimos años, Molina ha abandonado por completo su labor como directora, en parte cansada de la impostura y de una nueva generación más preocupada por el postureo que por el arte:  

Querría haber hecho más pero no ha sido posible. De repente aparecieron unos nuevos productores que hablaban de cosas que yo ya no entendía, que las decían medio en inglés medio en español para referirse a obviedades y con un tono de ejecutivos de multinacional sin serlo. En definitiva, que a mi juicio decían muchas tonterías, y entonces sentí que estaba sobrando

De esta manera durante la última etapa de su vida, se ha dedicado a su otra gran pasión: la escritura, un quehacer íntimo al que se entrega con alegría y entusiasmo. A día de hoy, ha publicado varios libros, entre los que destacan Cuestión de azar, En el umbral de la hoguera o la obra autobiográfica Sentada en un rincón. En los últimos años Josefina Molina colecciona premios y reconocimientos a su obra y a su figura como pionera en el mundo del cine. Le llegan desde todos los puntos cardinales y tienen formas diversas: Medalla de Oro de las Bellas Artes, Medalla de Oro del Trabajo, Goya de Honor de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, Hija Predilecta de Andalucía, etc. En 2017 fue nombrada académica de número por la sección de Nuevas Artes de la Imagen de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Era la sexta mujer que lo conseguía. Ojalá que no sea la última. Esto demuestra que a veces este tipo de reconocimiento, sí llevan implícitos cierta justicia poética.

Josefina Molina ha sido siempre una ferviente militante feminista y ha tratado, en todo momento, de dejar esta impronta en sus diferentes trabajos. En 2006 fundó, junto con un nutrido grupo de mujeres cineastas, entre las que estaban Isabel Coixet e Iciar Bollaín, la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA), con el objetivo de defender la igualdad de oportunidades en la industria cinematográfica. A propósito del feminismo, declaró en una entrevista:

Sinceramente, creo que las mujeres podemos aportar mucho, abrir nuevos caminos. La participación de la mujer en igualdad, cueste el tiempo que cueste, ya es irreversible. Los hombres tendrán que modificar su impulso de dominio porque es lo que nos está llevando -a la Humanidad me refiero- a la catástrofe. A través de los medios audiovisuales las mujeres tenemos una labor inmensa que hacer. Otro mundo, necesitamos otro mundo más justo, más vivible para todos.

«Hoy lo subversivo es el sentido común», manifestó la directora cordobesa en cierta ocasión. Y está claro que ella es una persona rica en sentido común. Alguien que ha hecho del cine, de la televisión y del teatro, su vida. Alguien a quien reivindicar entre tanta basura mediática y tanta impostura. Alguien para quien la solidaridad es una manera de ser y estar en el mundo. Quiero terminar con estas palabras, absolutamente certeras de Elvira I. Loma Muro sobre la directora cordobesa:

En esa larga y variada labor, siempre se ha mostrado como una creadora comprometida, reivindicativa, innovadora y arriesgada, en definitiva no conformista sino buscadora incansable, característica que también define su trabajo, sobre todo de los inicios, ya que el hecho de ser mujer conllevó un esfuerzo añadido para buscarse un lugar en el mundo de la creación cinematográfica, en unos tiempos, por otra parte, complicados para la libertad de expresión.  

Josefina Molina, una pionera. Nada más y nada menos.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.