En 1969 se llevó a cabo un juicio único en los anales de la historia económica. El caso enfrentó a un ciudadano común y corriente contra un banco. El objeto del litigio y el veredicto deberían cambiar para siempre nuestro pensamiento sobre el dinero, la crisis actual y el portentoso poderío de los bancos. En […]
En 1969 se llevó a cabo un juicio único en los anales de la historia económica. El caso enfrentó a un ciudadano común y corriente contra un banco. El objeto del litigio y el veredicto deberían cambiar para siempre nuestro pensamiento sobre el dinero, la crisis actual y el portentoso poderío de los bancos.
En 1964 el señor Jerome Daly recibió un crédito hipotecario del First National Bank of Montgomery (en Minnesota, Estados Unidos) por 14 mil dólares. Cuando Daly se atrasó en sus pagos el banco quiso cobrarse con la casa. El litigio acabó en un juzgado del condado de Credit River, nombre cargado de una bonita ironía. El señor Daly argumentó que en todo contrato deben existir contraprestaciones, y si bien él había dado su casa en garantía hipotecaria el banco no había ofrecido ninguna contraprestación. Por tanto, el título hipotecario debía ser considerado nulo de pleno derecho y debía negarse la pretensión del banco de adjudicarse la casa.
Para demostrar que el banco no había ofrecido una contraprestación, Daly alegó que el banco no poseía el dinero de la hipoteca y que dicha suma había sido creada de la nada en el momento de autorizarse el crédito. Es decir, al acreditar en su contabilidad que se otorgaban 14 mil dólares al señor Daly, el banco había creado dinero y no lo había sacado de un activo preexistente. En otras palabras, el banco no acudió a su bóveda para retirar esa suma en billetes para prestársela al señor Daly.
Un testigo clave le dio la razón. En el proceso fue llamado a declarar el señor Lawrence Morgan, presidente del First National Bank of Montgomery. En su testimonio declaró que, en efecto, su banco había creado íntegramente los 14 mil dólares al inscribir una entrada en su contabilidad acreditando dicha suma al señor Daly, tal como si éste hubiera realizado un depósito por esa cantidad. En las curiosas palabras del funcionario del banco, «tanto el dinero como el crédito comenzaron su existencia cuando fueron creados de esta forma».
El señor Morgan admitió frente al juez que al otorgar un préstamo su banco aceptaba un pagaré o una garantía a cambio de acreditar la suma en la cuenta del deudor. Nada de esto modificaba el monto de las reservas, aunque sí cambiaban los depósitos (porque habían sido creados por la apertura del crédito). Todo esto quiere decir que el banco no ofreció en contraprestación algo que le pertenecía. Sólo hizo una inscripción en su contabilidad.
En su veredicto el jurado determinó que el contrato hipotecario era nulo, porque carecía de una contraprestación legítima por parte del banco. En consecuencia, la pretensión del banco de adueñarse de la casa del señor Daly carecía de bases legales. La sentencia dio la razón al señor Daly, y éste pudo conservar su casa.
Las implicaciones de este juicio son de gran relevancia en los tiempos que corren. Lo que dicen el veredicto y el testimonio del funcionario bancario es que cada vez que un banco otorga un crédito, ya sea hipotecario, de consumo, en tarjeta de crédito o para un inversionista, en realidad no está prestando una cantidad de dinero que previamente estaba en su posesión. Está creando dinero de la nada. Ya sé que eso le parece difícil de creer a una persona que lleva escuchando toda su vida cómo los bancos prestan el dinero de los ahorradores. Pero si consideramos cómo funciona un banco podemos ver que el fallo en el juicio Daly vs First National Bank of Montgomery es apegado al funcionamiento del sistema bancario en una economía monetaria.
Un banco no funciona como una zapatería. Si usted solicita un crédito, el gerente del banco no va a verificar si todavía le quedan depósitos en el almacén para entregarle el monto solicitado. Cuando le autoriza un préstamo le abrirá una cuenta en el banco y usted podrá verificar que tiene un saldo a su favor, tal como ocurriría si usted hubiera ido a depositar el dinero en el banco. Y si este ejemplo no le acaba de convencer, imagínese cómo funciona el préstamo que le otorga el banco cuando usted dispone de una tarjeta de crédito. ¿Verificará el banco que todavía les quedan depósitos para autorizar cada transacción?
Lo anterior no significa que no hay gente que acuda a depositar algunos ahorros en un banco. Pero sí quiere decir que la rentabilidad de los bancos no viene de prestar esos depósitos.
Pasando a la crisis: los bancos alemanes no prestaron a los griegos y españoles los ahorros del pueblo alemán, simplemente aprovecharon una coyuntura para generar una burbuja inmobiliaria con su capacidad de creación monetaria y recogieron las ganancias mientras se pudo. Al llegar la crisis reclamaron el pago y el rescate, igual que el First National de Montgomery. Al igual que el señor Daly, pero con más razón, los pueblos europeos deben rechazar la maniobra que hoy les reduce a la condición de esclavos de los bancos. Esto es especialmente relevante hoy, que se incrementan los suicidios por desalojos hipotecarios.
Al banco le conviene que usted esté en deuda. ¿A usted le conviene que los bancos puedan crear dinero de la nada?