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Julien Lahaut, líder de la clase obrera belga

Fuentes: Jacobin [Imagen: Monumento conmemorativo de la tumba de Julien Lahaut en Seraing, Bélgica. (Wikimedia Commons)]

En agosto de 1950 era asesinado el líder comunista belga Julien Lahaut. Aunque las circunstancias de su muerte fueron silenciadas durante décadas, es un secreto a voces que su asesinato respondió al peligro que representaba para el establishment del país.

Eran las 21:15 de una noche de agosto en Seraing, Bélgica. Géraldine Noël llamó a su marido a la puerta. Habían llegado dos desconocidos que preguntaban por él. Julien Lahaut dio un paso al frente. Cinco disparos sin previo aviso. El presidente del Partido Comunista de Bélgica (PCB) había sido asesinado.

Noss’ Julien («Nuestro Julien»), como le conocían los obreros de Lieja, había dirigido durante sesenta y cinco extraordinarios años todas las grandes luchas de la primera mitad del siglo XX. Su único imperativo: una lealtad inquebrantable a su clase. Hicieron falta otros sesenta y cinco años para averiguar quién había ordenado su asesinato. Pero pronto quedó claro que Lahaut no fue asesinado por casualidad, ni por cualquiera.

Líder sindical

Julien Lahaut nació en 1884 en Seraing, un suburbio industrial de Lieja, en Valonia, al sur de Bélgica. Hijo de trabajadores, Julien participó desde muy joven en las grandes luchas de la clase obrera de su país, como las huelgas para exigir el sufragio universal. Su padre, calderero, fue pionero en la sección socialista local de la Ciudad de Hierro, como apodaban a Seraing. A los catorce años, Julien dejó la escuela —como todos los niños de familias trabajadoras— y encontró trabajo en Cockerill, una enorme empresa siderúrgica que en aquel momento era el buque insignia de la industria belga. Toda la vida económica de la región giraba en torno a esta empresa. Sin embargo, las condiciones de trabajo eran precarias.

Lahaut se unió desde muy joven al movimiento sindical. En 1902 participó en la huelga de los metalúrgicos y fue despedido como represalia. Más tarde encontró trabajo en Val St-Lambert y participó de la fundación de «Stand Up», precursor en Lieja del posterior Sindicato de Metalúrgicos. En 1908, tras una huelga en Val St-Lambert y un nuevo despido, se convirtió en dirigente sindical. Otra huelguista —su futura esposa, Géraldine Noël— fue despedida al mismo tiempo por la misma razón. El trabajo de base de Lahaut permitió al Sindicato de Metalúrgicos organizarse en toda la zona industrial de Lieja.

Siempre a la vanguardia de la lucha de clases, Lahaut fue encarcelado en 1913 durante la última huelga general por el sufragio universal, acusado de haber «atentado contra la libertad de trabajo lanzando insultos contra los que trabajan».

Luego llegó la Gran Guerra y Bélgica fue ocupada. Lahaut se alistó y se incorporó a un cuerpo de blindados. Esta unidad de élite fue enviada al este, a luchar contra los alemanes en el frente ucraniano. Los combates fueron extremadamente violentos. En 1917, el escuadrón observó la Revolución Rusa desde la distancia y simpatizó con los bolcheviques, partidarios del poder popular expresado en los soviets. Lahaut regresó de Rusia en 1918 convencido de que Lenin tenía razón y de que la revolución estaba al alcance de la mano. Los militantes obreros como Lahaut veían en la Unión Soviética «la gran luz del Este», como rezaba el título de una novela de Jules Romains.

A su regreso a Seraing, Lahaut retomó su trabajo en el sindicato. En 1921 hubo una huelga en una acería local de Ougrée-Marihaye. En contra del consejo de sus camaradas socialistas, Lahaut se puso al frente de la lucha, cuyo resultado marcó su ruptura definitiva con la socialdemocracia. El conflicto fue duro y prolongado. Tras siete meses de bloqueo, la federación sindical de trabajadores redujo la paga de huelga de los obreros.

El Partido Laborista Belga (POB), al que estaba afiliado el sindicato, insistió en permanecer en el gobierno, llegando a acuerdos con sus socios liberales y católicos. Fue una puñalada por la espalda para las familias obreras que se habían desangrado en la huelga. Sin embargo, Lahaut se mantuvo leal a esos trabajadores y organizó casas de acogida para sus hijos. Fue detenido de nuevo. La oficialidad del partido aprovechó la situación para liquidar la huelga y denigrarlo en la prensa sindical. Lahaut fue expulsado inmediatamente del Sindicato de Metalúrgicos. No fue sino hasta 2010 cuando Francis Gomez, presidente del sindicato en Lieja, lo rehabilitó oficialmente.

Lahaut reaccionó a este conflicto afiliándose a un sindicato independiente —los Knights of Labor—, así como al recién fundado Partido Comunista de Bélgica. En 1923, incluso antes de ingresar en el PCB, fue detenido durante varios días, acusado de ser uno de los diecisiete autores de un gran «complot comunista contra el Estado». Tras su absolución, Lahaut ocupó rápidamente un puesto en la dirección del PCB. Fue elegido consejero local en 1926, cargo que ocupó hasta su muerte. En 1929 se convirtió en consejero provincial de Lieja y en 1932 fue elegido diputado, tras la dura huelga de mineros de ese año.

Lahaut celebró numerosos mítines en las ciudades y pueblos rebeldes de la región minera de Borinage, fue detenido y no salió de la cárcel hasta que fue elegido diputado, lo que a su vez le otorgó inmunidad parlamentaria. En la Cámara de Representantes fue un poderoso tribuno de la cólera popular. Permanecería allí hasta su muerte, excepto durante el periodo de ocupación.

Del antifascismo a la resistencia obrera

Sin embargo, la amenaza de una nueva guerra se cernía ya sobre Europa y el mundo. La extrema derecha ganaba terreno. Ya en 1924, impulsados por el ascenso de Benito Mussolini en Italia, los primeros camisas negras belgas intentaron tomar las calles de Lieja. Lahaut y un grupo de obreros metalúrgicos les hicieron retroceder, en una de las primeras luchas antifascistas que se recuerde. Lahaut conserva como trofeo el bastón de uno de los milicianos de los camisas negras.

El 1º de mayo de 1933, como reacción al golpe de Estado nazi en Alemania, una comitiva de Jóvenes Guardias Socialistas arrebató la bandera con la cruz gamada del consulado alemán. El diputado Lahaut la ondeó en el Parlamento para denunciar la complacencia de la derecha belga hacia Adolf Hitler. En la Exposición Universal de Bruselas de 1935, Lahaut provocó disturbios en el pabellón italiano, de nuevo a costa de su detención y condena por los tribunales.

Su antifascismo se manifestó también en su apoyo a la España republicana, presa de la sublevación del general fascista Francisco Franco. Las fuerzas populares del gobierno democrático de izquierdas no fueron rival para las tropas franquistas, fuertemente armadas por Hitler y Mussolini. El PCB organizó grandes campañas de solidaridad para recaudar fondos para la República Española, y el propio Lahaut dirigió dos convoyes de alimentos a Valencia y Madrid. Además de animar a los voluntarios de las Brigadas Internacionales a luchar militarmente contra los fascistas, acogió en su propia casa a tres hijos de republicanos. En el Parlamento, en 1939, pidió al gobierno que hiciera lo mismo con los niños judíos perseguidos por la Alemania nazi.

Luego llegó la invasión de Bélgica en mayo de 1940 y la ocupación alemana que se abatió rápidamente sobre el país. La primera tarea de Lahaut fue traer refugiados de Francia. Los alemanes lo vigilaron, pero no intervinieron. Lahaut se esforzó por reactivar una organización comunista clandestina y animó a su camarada Louis Neuray a presentarse a las elecciones como delegado sindical de la planta industrial de ACEC-Herstal. En diciembre de 1940, Neuray llevó a la fábrica a la huelga delante de las narices de los nazis. Fue una de las primeras acciones significativas de la resistencia sindical.

En enero de 1941, Lahaut logró frustrar un mitin del líder fascista local, Léon Degrelle, a pesar de la protección de que gozaba por parte de las fuerzas de ocupación. Pero el mayor acto de rebeldía se produjo en mayo de 1941. La «huelga de los 100 000» fue sin duda el acontecimiento más emblemático de la resistencia obrera belga.

Atreverse a hacer huelga contra los nazis —y, lo que es más, ganar el conflicto— fue un símbolo de esperanza sin parangón en un momento en que los triunfos de Hitler traían tanta desesperación. El éxito de la huelga y el liderazgo de Lahaut aumentaron enormemente el prestigio de los comunistas. Estas acciones también demuestran que los comunistas no esperaron a la invasión de la URSS el 22 de junio de 1941 para unirse a la Resistencia antinazi, como a menudo se afirma.

Lahaut fue detenido un mes después, junto a casi dos mil activistas de izquierda, la mayoría comunistas. Llevado a la ciudadela de Huy, intentó escapar tres veces pero fue herido y recapturado. Lahaut fue deportado al campo de concentración de Neuengamme en septiembre de 1941. Se dice que, al encontrarse con sus compañeros de Breendonk y horrorizado al ver su débil estado de salud, Lahaut animó a sus amigos de la fortaleza de Huy a compartir sus escasas reservas de alimentos. Esta solidaridad con los nuevos prisioneros pronto se convirtió en la norma. Era una ayuda mutua que no solo salvaba los cuerpos, sino también la moral de los prisioneros, y fue vital en el infierno de los campos de concentración nazis. Los comunistas alemanes también lo ayudaron a recuperarse de la disentería.

Acusado de sabotaje, Lahaut fue condenado a muerte en julio de 1944 y enviado a Mauthausen, un campo mucho más duro. Fue allí donde se cuenta que un príncipe polaco, impresionado por su actitud fraternal, dijo que Lahaut «llevaba el sol en el bolsillo y daba un trozo a todo el mundo». En 1945, Lahaut estaba a las puertas de la muerte y regresaría a Bélgica al final de la guerra terriblemente deteriorado. A su regreso, tuvo que pasar varias semanas en recuperación.

Presidente honorario del Partido Comunista

La popularidad de Julien Lahaut alcanzó su punto álgido en los años de posguerra. El PCB no se equivocó al elegirlo presidente de honor del partido. Era una época en la que el aire se teñía de rojo: había ministros comunistas en el gobierno nacional y una Federación General del Trabajo de Bélgica (FGTB) pluralista (y no solo socialdemócrata). El PCB era el tercer partido nacional, con más de ocho mil afiliados. 

Como rara muestra de reconocimiento público del Partido Comunista, en 1946 Lahaut fue elegido (aunque no sin dificultades) vicepresidente del Parlamento nacional. En el Seraing Rojo, los comunistas eran la fuerza dirigente. Lahaut también fue considerado para la alcaldía, pero los socialistas maniobraron para que tuviera que conformarse con ser consejero de Hacienda.

Pero los tiempos políticos cambiaron pronto, y 1947 trajo consigo el comienzo de la Guerra Fría. Los comunistas volvieron a ser parias y fueron excluidos tanto del gobierno como de la dirección de la FGTB. La Tercera Guerra Mundial amenazaba con estallar. En Bélgica, la amenaza se hizo sentir durante la crisis de la «cuestión real» en 1950.

Leopoldo III era persona non grata en Bélgica desde 1945. El rey de los belgas se había comprometido demasiado con Hitler, reuniéndose con él en noviembre de 1940. Su nuevo matrimonio indecente durante la ocupación y sus tendencias autoritarias lo desacreditaron ante la opinión pública. Pero el regreso de la derecha al poder en 1949 le permitió volver a Bélgica. El Partido Socialcristiano organizó un referéndum para aprobar su regreso. El campo, dominado por los católicos, se unió al bando monárquico.

Sin embargo, el regreso del rey en julio de 1950 provocó una ira popular inesperada. Las ciudades industriales se convirtieron en focos de protesta que rozaba la insurrección. Hubo una huelga general y varias marchas diarias. El 30 de julio, la gendarmería se enfrentó a los manifestantes en Grâce-Berleur, cerca de Lieja, y mató a cuatro obreros. La amenaza de una gran marcha sobre Bruselas obligó a Leopoldo III a abdicar en favor de su joven hijo Balduino. Varios diputados comunistas decidieron interrumpir su toma de posesión en el Parlamento al grito de «Viva la República». El propio Lahaut, con su tono estentóreo, gritaba desde la primera línea. Una semana más tarde lo pagó con su vida.

Un crimen anticomunista

Durante mucho tiempo se creyó que la ejecución de Lahaut había sido obra de monárquicos deseosos de salvar el honor de Balduino. El nombre del asesino permaneció desconocido durante unos sesenta y cinco años, tras una investigación judicial mediocre, cuando no directamente saboteada. Pero en 2015 los historiadores pudieron establecer la responsabilidad de André Moyen y sus patrocinadores.

Moyen, conocido como el «capitán Freddy», era el número dos del contraespionaje belga. También dirigía un servicio de inteligencia privado, surgido de una red de antiguos resistentes conservadores, el Bloque Anticomunista Belga. Su actividad se centraba en un objetivo claro: con la ayuda de sus amigos de las distintas oficinas de investigación criminal del país, Moyen trataba de descubrir a los partidarios de la Unión Soviética. Estaba convencido de la inminencia de una invasión rusa de Europa Occidental y consiguió infiltrarse en el PCB a través de múltiples canales.

Su enfoque formaba parte de las redes internacionales de células clandestinas stay-behind diseñadas para socavar una futura ocupación de Europa Occidental por parte del Ejército Rojo. Su obsesión anticomunista era compartida por el ministro del Interior, Albert De Vleeschauwer, a quien enviaba sus notas mensuales. Moyen le había comunicado su plan para matar a Lahaut ya en mayo de 1948.

De Vleeschauwer sabía a qué atenerse. Uno de sus informes, tres días antes del 18 de agosto, sugería que el espía estaba dispuesto a volver a hacerlo. Trece días después de la ejecución, una nueva nota admitía su culpabilidad y amenazaba al dúo dirigente del PCB, Edgard Lalmand y Jean Terfve, y a Frans Vanden Branden, dirigente sindical comunista de los estibadores de Amberes. Parece que el Primer Ministro Joseph Pholien también estaba al corriente del celo de Moyen. Las más altas instancias del gobierno podrían haber impedido el asesinato de Lahaut, pero decidieron encubrir a su asesino hasta que finalmente murió, en 2008.

El grupo de André Moyen estaba financiado por el poderoso consorcio Société Générale y Brufina, el holding del Banco de Bruselas. Estos trusts capitalistas confiaban en Moyen para llevar a cabo «controles» políticos de los empleados de las diversas empresas que poseían en la minería y la industria pesada. Sus archivos contienen miles de notas sobre «sospechosos comunistas». Queda mucho por descubrir en los archivos privados de los jefes de estas empresas, aunque sus familias seguramente no tienen prisa por hacerlos públicos.

Julien Lahaut fue asesinado por la élite del capitalismo belga, ante todo por su militancia comunista. La violencia de clase se montó sobre la violencia estatal en la acción más reveladora de su naturaleza antiobrera.

Lahaut representaba lo mejor que la clase obrera y el Partido Comunista podían ofrecer a Bélgica. Noss’ Julien no era un genio, ni mucho menos. Pero siempre actuó de acuerdo con sus principios, incluso en las peores situaciones, como durante su deportación. Así fue, al menos, como lo percibió la masa de gente que asistió a su funeral, que reunió al menos 100 000 personas. Incluso hubo huelgas en su homenaje en Francia e Italia.

Tras su muerte, Lahaut siguió inspirando a sus camaradas, tanto dentro del Partido Comunista como fuera de él. Su tumba es el escenario de una ceremonia conmemorativa que sigue celebrándose cada año, incluso tres cuartos de siglo después de su asesinato.

Adrian Thomas. Historiador del sindicalismo belga y colaborador habitual del Dictionnaire du mouvement ouvrier (Le Maitron), Lava y el Centro de Archivos Comunistas de Bélgica. Es autor de Robert Dussart, une histoire ouvrière des ACEC de Charleroi.

Traducción: Florencia Oroz

Fuente: https://jacobinlat.com/2024/08/julien-lahaut-lider-de-la-clase-obrera-belga/