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«Juntos somos más inteligentes»

Fuentes: Página 12

Hace dos décadas se lanzó un sistema que revolucionaría la historia del software. Gobiernos, ejércitos, Google, Facebook y teléfonos inteligentes usan distintas versiones de Linux, un sistema operativo abierto, libre y sin oficinas centrales.

Desde Praga

Existe un mundo más allá de ventanas y manzanas. Y lleva veinte años de increíble crecimiento. Linux, el sistema operativo abierto, libre y distribuido es sinónimo de confiabilidad para el 80 por ciento de los servidores de Internet, para empresas como Google, para teléfonos móviles (Android), para las supercomputadoras con cientos de procesadores en Ginebra que aceleran partículas, e incluso para la Bolsa de Nueva York. Sí, Wall Street usa Linux. También casi todos los ejércitos del mundo, centros hospitales, autos, trenes, aviones. Pero Linux no tiene oficinas centrales. No tiene un lugar. Se trabaja descentralizadamente en casas personales, dentro de otros proyectos, soportado por empresas que apoyan el de- sarrollo del kernel, el corazón de esta revolución productiva y cultural. Por ejemplo, ayer la Fundación Linux anunció un proyecto apoyado por el Bank of America, Merrill Lynch, J. P. Morgan Chase y la Bolsa de Nueva York, en donde todas estas compañías trabajarán colaborativamente en una nueva plataforma basada en Linux. Sin embargo, hay una batalla que Linux nunca pudo ganar: la batalla de las computadoras personales. Si bien son millones de personas que usan una veintena de distribuciones (versiones de Linux con distintos perfiles), la computadora de escritorio no pudo ser masiva bajo Linux todavía. «Hay una buena noticia», dice en Praga Dirk Hohndel, actualmente en Intel y uno de los programadores de Linux desde el principio: «Parece que las computadoras de escritorio van a desaparecer».

En toda la espiral de producción (que va desde el funcionamiento del kernel, a los controladores y los compiladores) termina literalmente en las manos de Linus Torvalds, aún hoy, el responsable de incluir los códigos generados por los demás. Jim Zemlin, de la Fundación Linux, se preguntaba el primer día cómo sería el mundo sin Linux. Pues bien, es evidente que no muy bueno: «Sería un lugar oscuro, sin bancos, ni trenes, ni sistema financiero, ni Google, ni Amazon, ni dónde encontrar a tus amigos, ya que también Facebook corre sobre Linux. También los submarinos nucleares y la televisión con Internet dejarían de funcionar».

Históricamente, Microsoft Windows ha sido el enemigo número uno, básicamente porque Linux funciona mejor, y no tiene detrás un modelo de venta por licencias. Sin embargo, este año un equipo de marketing de la empresa creada por Bill Gates envió un video de cumpleaños por haber llegado a las dos décadas. El video era tan amistoso, que nadie entendió bien cómo tomárselo. El actual CEO de Windows, Steve Ballmer, defenestró a Linux cada vez que pudo e incluso llegó a decir que Linux era como el cáncer. Pero si era como el cáncer, entonces ¿Steve Jobs murió de Linux…? En fin, más allá de la humorada, Jobs había jurado destruir a Android antes de morir. El sistema operativo de Google no es otra cosa que una versión móvil de Linux: enciende 550 mil aparatos cada día, Red Hat (que tiene una versión estable con soporte con modelo de suscripción) va a anunciar ganancias por mil millones de dólares este año, e incluso los programadores de Microsoft empezaron a aportar códigos a Linux por motivos específicos. En la versión 3.0, Microsoft es el principal contribuyente en cantidad de código.

Otro modelo

Con un modelo diferente al del pago por licencias, asegurando a través de licencias GPL la apertura y libertad del código, Linux creció velozmente en los últimos cinco años. Gran parte de su éxito se debe al uso de la estructura legal diseñada por Richard Stallman, creador de una buena cantidad de líneas de código (GNU) que sirvieron para montarlo en 1991. «La razón por la cual es exitoso es porque está del lado correcto de la historia. Pero además de los motivos técnicos, legales, productivos, el principal concepto que hay dentro de Linux es el concepto de libertad. Eso es lo que importa: estas ideas han sido tan exitosas que influyeron en otros aspectos de la economía. Actualmente se escriben cerca de tres millones de líneas por año, la gran mayoría son para los controladores. Es un concepto de trabajo colaborativo, juntos somos más inteligentes. Es una idea completamente nueva sobre cómo colaborar que influyó en la industria, en el crouwdsourcing y en la economía. Es participar de algo que va a durar para siempre», dice Zemlin.

La conferencia LinuxCon en Praga es una de las tres que organiza la Linux Foundation para estimuar encuentros de la industria: básicamente para verse la cara entre quienes trabajan habitualmente en el desarrollo del sistema. También hacen encuentros en Brasil y en Estados Unidos. «Se trata de una cuestión de confianza», dice Linus Torvalds en especial para Página/12, cuando se le pregunta cómo hace para trabajar dispersadamente. ¿Cómo pasan la tarde Linus Torvalds y sus amigos en Praga? Leyendo huellas digitales y firmando las de sus amigos. Un plan bárbaro. Es decir, renovando la confianza de las personas con quienes trabaja. Recientemente, la seguridad de Linux se vio comprometida y los programadores decidieron en esta cumbre verificarse mutuamente documento en mano. Es un mecanismo un poco aburrido, pero trata de que otros puedan verificar que uno es uno en Internet para así confiar en el contenido que se envía.

Perfiles sistémicos

La fragmentación de los sistemas montados sobre Linux abrió un nuevo mundo de oportunidades, y a la vez complejizó las relaciones. Esa misma dispersión se nota en el lobby de la LinuxCon. Ahora bien: deténgase el lector en el uso de la palabra lobby. Es una muestra sobre cómo se construye el código, donde muchos influyen y discuten las mejores implementaciones: la avalancha de distribuciones creadas desde mediados de los ’90, hace que prácticamente ninguna de las notebooks que se usan en la conferencia tengan un escritorio similar. Aquí en Praga se encuentra la curva más alta de aprendizaje y casi nadie pareciera tener «problemas» con sus computadoras. Todo aquello que en Windows o Apple viene listo para usar en el mundo de Linux es más complejo y tal vez por tanto más potente. Se sabe, entre las distribuciones disponibles para usar Linux están Ubuntu, Fedora, RedHat, Suse, Debian, Knoppix, Mandriva, Gentoo, Mint, pero a su vez cada una de ellas puede usarse con distintos entornos de escritorio como Gnome, KDE, Unity, Xmonad, Fluxbox y Awesome. La libertad implica mayor responsabilidad.

Lo cierto es que una especie de elite de no más de diez personas -centradas en la experiencia de Linus Torvalds, con Alan Cox, como otro pilar- conoce el código cabalmente desde sus inicios. Esa elite fue envejeciendo (a un promedio de un año más por año en el grupo), pero fue acompañada por una creciente comunidad de entusiastas por el mundo. Verlos todos juntos, unos días antes del comienzo de la conferencia, durante la Kernel Summit, da que hablar: en su gran mayoría -sin ánimo de establecer arquetipos, aunque parecieran ser evidentes- son hombres maduros que no perdieron la adolescencia, y aunque están permanentemente en línea, casi no se juntan físicamente para trabajar. Hay una buena cantidad de pelos largos con frente en retirada y un absoluto dominio de hombres en el equipo: digamos, un 99 por ciento.

Líneas diversas

Pero además de los desarrolladores «duros», en el congreso arriban todos los sectores de la industria implicados, de lo más diversa y atractiva. Por ejemplo: Antti Aumo, de Ixonos, habla de la redefinición del concepto de nube telefónica; Tim Burke, de Red Hat, explica su exitoso modelo de servicios vinculado al software libre; Nils Brauckmann, de SUSE, y Andreas Pöschl, de BMW, contaron cómo usan Linux en los autos BMW, y Jim Zemlin, de la Foundation, mostró espectaculares números para la ocasión. Pero en el complejo mundo de los sistemas abiertos, ocurre una representación de la vida real: van desde los sectores más éticamente militantes (vinculados con la Free Software Foundation u organizaciones que patentan ideas para el bien común) hasta los sectores más corporativos que proponen charlas como «¿Dónde está el dinero en el código abierto?», tal el caso de Nithya Ruff, de Wind River Systems. En el medio, los 800 asistentes parecieran estar más interesados en resolver problemas antes que en aspectos filosóficos. Pero sólo parecieran. Quien recorrió siempre esa línea con hidalguía es Jon «Maddog» Hall, uno de los adlátares de la Fundación Linux, quien no tiene problemas en vestirse de monje para ir a tomar unas cervezas en el corazón de la fría noche pragueña. Maddog, así le dicen por ser un perro loco, dice que esto lo vivió varias veces: participó del inicio de la computadora a comienzos de los ’70, orientó la revolución de Linux a comienzos de los ’90, y ahora observa de cerca la revolución móvil y trabaja en un proyecto para que las sociedades puedan compartir señales de Internet llamado Caua.

Linus Torvalds es pragmático: sabe que todos aquellos que aportan código lo hacen también por interés propio. Así logró que empresas como IBM dejaran Unix por Linux, y que Google pensara en ellos para montar su compleja red de servidores. Pero una de las charlas más atractivas fue la de Christoph Lameter, de Graphe Inc., quien diseñó la arquitectura para que Linux funcione en el mundo de las finanzas. Más allá de la estructura física, no se sabe exactamente qué están haciendo detrás de esas paredes. La licencia GPL 2.0 que usa Linux acepta que el software no se pueda compartir siempre y cuando éste quede encerrado en el lugar donde se modificó. De allí, parte del misterio. «Ahora, tanto la Bolsa de Wall Street como los que están en la calle haciendo marchas usan Linux», ironizaba Lameter.

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Twitter: @blejman @cult_digital

http://www.pagina12.com.ar/diario/cdigital/31-180203-2011-11-02.html