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Katrina destapa las diferencias

Fuentes: Rebelión

Los desastres ocasionados en los estados de Louisiana, Alabama y Mississippi por el huracán Katrina se pueden comparar con una herida cerrada en falso y que al explotar, expulsa pus en abundancia. En el país más rico del mundo con casi 12 billones de dólares (12 millones de millones) de Producto Interno Bruto (PIB), y […]

Los desastres ocasionados en los estados de Louisiana, Alabama y Mississippi por el huracán Katrina se pueden comparar con una herida cerrada en falso y que al explotar, expulsa pus en abundancia.

En el país más rico del mundo con casi 12 billones de dólares (12 millones de millones) de Producto Interno Bruto (PIB), y una población de 297 millones de habitantes, 12,7 %, o sea, 37 millones son pobres lo cual representa más del doble de la media de otros países industrializados los que a diferencia cuentan con programas sociales generosos para sus ciudadanos menos favorecidos.

Durante cuatro años consecutivos creció la pobreza en Estados Unidos según la Oficina del Censo lo cual sintetiza lo funesto que ha sido la administración de George W. Bush para las capas y razas más discriminadas de la sociedad norteamericana.

La Oficina del Centro subraya que los mayormente afectados son los hispanos con 21,9 % y los afro estadounidenses con 24,7 %. Estos últimos cuando encuentran trabajo reciben bajos ingresos que representan que representan dos tercios de la media nacional.

Los que no tienen cobertura de salud, es decir, que no pueden recibir atención médica porque no cuentan con seguro, se elevó a 46 millones, una sexta parte de la población.

Un análisis realizado por la revista Newsweek destaca que esos datos son desconocidos por la mayoría de los ciudadanos porque en la última década, la pobreza desapareció de la opinión pública.

«A la prensa no le agradan las imágenes de los pobres, no por cuestiones personales sino porque su presencia deprime y hace que los espectadores cambien de canal. Los políticos no son más amistosos: la gente pobre da pocos votos. Los republicanos casi no buscan su apoyo y los demócratas suelen darlo por sentado», agregó Newsweek.

Durante los dos períodos presidenciales de William Clinton se mejoraron los índices de este flagelo pero con la llegada de Bush se vino abajo pues se ha dedicado la mayor parte del presupuesto a mantener la ocupación de Afganistan e Iraq (por la incidencia del petróleo en la región) y el recorte de impuesto con amplio beneficio a las personas ricas.

John Dilulio, el último experto en pobreza de la Casa Blanca dejó su puesto en el 2001 tras afirmar que la administración Bush no estaba interesada en un análisis real y que el tema no le importaba.

El desprecio de la familia del presidente por los negros se hizo evidente cuando la madre de George W. visitó el astrónomo de Houston donde se hacinaban más de 10 000 personas tras el paso de Katrina y declaró: «Mucha de esta gente en los campos estaba desvalida de cualquier modo, así que esto les viene bien».

Con las aguas y el desastre del Katrina también llegaron las ocultas informaciones sobre los estados mayoritariamente negros de Estados Unidos. Al desempleo se unen los bajos sueldos que reciben que no marchan al ritmo del elevado costo de la vida, la debilidad de los sindicatos en un país donde las transnacionales ejecutan a su antojo sus intereses y el racismo que permanece latente.

El senador Barack Obama afirmo durante una audiencia congresional: «Espero que nos demos cuenta de uqe la gente de Nueva Orleáns no fue abandonada durante el huracán. Se les abandonó tiempo atrás con asesinatos y caos en las calles, con escuelas de segunda categoría, con dilapidación en zonas habitacionales, con un sistema de salud inadecuado, con una sensación general de desesperanza».

En numerosas barriadas pobres de Alabama, Mississippi y Louisiana, mayormente habitadas por afro estadounidenses, se respira hostilidad y desconfianza contra los policías, muchos de ellos acusados de tráfico de drogas, corrupción y robos. Los agentes han efectuado asesinatos de jóvenes desarmados como el de Jenard Thomas que desató numerosas protestas en Nueva Orleáns.

La tasa de analfabetismo en esos Estados fluctúa entre 30 y 40 %, más del 50 % de los niños negros no llega a graduarse de noveno grado y un alto número de ellos termina en cárceles como la llamada Angola, en Louisiana donde los reclusos laboran como esclavos en plantaciones agrícolas.

La mayoría de las industrias han escapado hacia otras zonas o países y los actuales puestos de trabajo son temporales, inseguros y con bajos salarios en el sector de los servicios.

No es que haya habido desorganización ante la amenaza que representaba Katrina, sino que hubo desidia y abandono de las autoridades federales que además habían reducido los presupuestos para el reforzamiento y construcción de nuevos diques que hubieran posibilitado, en gran medida, los desastres e inundaciones ocurridas.

En resumen, Katrina mostró la otra cara del sistema norteamericano pues mucho antes que llegara el fenómeno natural ya Mississippi, Louisiana y Alabama habían sido atacados por la pobreza, la desindustrialización, el desempleo, la corrupción y el racismo. Una situación peor que la de muchos países del llamado Tercer Mundo.