Notas acerca de la Mesa Redonda sobre «Todas las Sangres», 23 de junio de 1965
¿Qué hay a la orilla de esos ríos que tú no conoces, doctor?
Saca tu larga vista, tus mejores anteojos. Mira, si puedes. (1)
José María Arguedas es hoy en día, a cincuenta y tres años de su fallecimiento, no solamente reconocido como un creador literario a nivel universal sino particularmente en nuestro Perú y en América ha devenido en un verdadero héroe cultural celebrado y asumido, con cada vez más amplia difusión de su obra. Más allá incluso del conocimiento preciso de esta de parte de los diversos contingentes que con él se identifican. Así sucede cuando se trata de figuras icónicas convertidas en símbolos de gestas populares.
Hay que decir, por cierto, que Arguedas siendo un creador como novelista, cuentista, poeta bilingüe y traductor, lo fue también copiosamente como periodista y promotor cultural, polemista en defensa de la cultura andina, folklorista acucioso, recopilador y estudioso de la cosmovisión y religiosidad andina, funcionario interesado en el conocimiento, recopilación y conservación y defensa del patrimonio cultural peruano (aunque no siempre reconocido y valorado como correspondía) y, por supuesto, etnólogo, antropólogo con abundante aporte y trabajo al respecto, incluso desde mucho antes de su adscripción académica oficial.
La Mesa Redonda sobre Todas las Sangres del 23 de junio de 1965 en el Instituto de Estudios Peruanos, con la asistencia del propio José María Arguedas junto a conspicuos personajes de la crítica y producción literaria y, precisamente por la temática y motivación del conversatorio con la presencia de sociólogos, antropólogos e investigadores de la economía y la sociedad peruana (2) es un evento de especial consideración para la comprensión de la historia de las ciencias sociales en nuestro medio y, sobre todo, para el conocimiento de los problemas relativos al entendimiento que los intelectuales interesados han tenido y tienen sobre la sociedad y la cultura peruanas.
Presento algunas consideraciones al respecto. Lo primero, y que ha sido ya resaltado por diversos autores, es que la Mesa Redonda sobre Todas las Sangres no fue un acto de encuentro creativo y de mutua comprensión entre la producción literaria de Arguedas y las investigaciones de la sociología y antropología de la época sobre la realidad social y cultural del Perú de los años 60 del siglo XX. Fue más bien lo que puede denominarse un acto fallido y oportunidad más bien para que los diversos comentaristas, tanto del mundo de la crítica literaria como de los estudios sociales, insistieran fuertemente en lo que para ellos era una fuerte desconexión de lo mostrado en la novela respecto a la realidad peruana del momento y sus conflictos.
Se sostuvo que Arguedas presentaba una visión ya obsoleta de un Perú feudal y de un mundo indígena que no correspondía con la presencia cada vez más intensa del capitalismo y la modernidad, manifiesta precisamente en la sierra peruana y en sus formas producción. Y, más aun, se insistió que lejos de proponer el autor de Todas las Sangres un claro proyecto de cambio, a tono con las inquietudes progresistas, ya sean de izquierda o simplemente de modernidad o “desarrollo” de la sociedad, Arguedas presentaba en la novela imágenes ambiguas o confusas a través de los personajes, de sus concepciones y conductas. Don Bruno, don Fermín y Rendón Willka, para sólo señalar a los protagonistas centrales de la novela, al margen de ser personajes novelescos, no correspondían —al decir de los comentaristas críticos literarios, a excepción de las observaciones de Alberto Escobar— a los actores sociales existentes en la realidad social de aquel entonces. Sólo como ilustración transcribimos algunas frases, sumamente expresivas. Primero, de los críticos literarios, si bien por cierto deben ser comprendidas en el contexto completo de la Mesa Redonda:
“Yo veo la novela como un retrato muy cabal, muy complejo, por momentos inasible y por momentos misterioso, no totalmente claro, pero un retrato suficiente de uno de los aspectos fundamentales de la configuración sociológica peruana. Veo en la novela de Arguedas un retrato del Perú feudal, y veo a este mundo feudal en un momento crítico, en un momento especial, en un momento en el cual la configuración feudal del mundo andino se articula dramáticamente, muy particularmente —busca articularse— con un contexto capitalista burgués. Yo creo que los dos personajes, aunque profundamente reales, simbolizan estas dos actitudes: Fermín y don Bruno quedan definidos, cada uno de ellos, en dos modos de encarar la realidad; encarar el problema alrededor del cual gira toda la novela.» (JMO)
“Y hay un momento en que el lector se puede confundir, porque Rendón Willka opta finalmente por Bruno, y se queda con Bruno, eso me parece confuso» (JMO)
“Y veo que sociológicamente la novela no sirve como documento” (SSB)
“No es testimonio”, (SSB)
“…tiene una doble visión con respecto al Perú, exhibe una doble doctrina, una doble concepción del Perú que resulta en cierto modo contradictoria” (SSB)
“dos ideologías que conviven en Arguedas y que todavía no se han convertido en una sola; no se han unido, no se han confundido en una sola concepción del mundo”. (SSB) “si se mira la novela desde un punto de vista sociológico se encuentran enormes contradicciones” (SSB)
“¿Postula la obra alguna doctrina, algo relativo al Perú que pueda aprovechar la sociología? He contestado: no postula nada, porque postula dos tesis en realidad” (SSB). (3) A su turno los investigadores sociales realizan apreciaciones críticas semejantes:
“Esta novela describe una estructura de casta que a mi parecer ha desaparecido y ha desaparecido desde hace años en la sierra peruana.” (HF)
“…me pregunto si no hay en esta novela… que pone en escena a personas metidas en situaciones actuales, si no hay un desnivel histórico, si no hay dos planos históricos diferentes, bien diferentes pero confundidos”. (HF)
“…el autor sostiene una posición absolutamente indigenista”. (HF)
“Y yo no sé si una posición así puede ser políticamente sostenible y científicamente válida en 1965 en el Perú”. (HF)
“…y no encontré indios, sino campesinos explotados” (se refiere a las propias investigaciones del sociólogo en Huancavelica). (HF)
“… por lo menos tengo dudas sobre la acción positiva que pueda tener la novela… a mi parecer (significo esto) tendría un impacto más bien negativo” (HF).
“…me parece que el concepto de indio se idealiza y al idealizarlo se le propone como un modelo para el futuro del Perú”. (BB)
“…un cierto elemento que a mi juicio no me parece satisfactorio: y es que se plantea como camino a la superación, al progreso, algo así como una expansión de una forma de vida comunitaria que por un lado es idealizada —porque no existe con estas características en la época actual— y por otro lado es una actitud prerracional.” (BB) “Pero en cambio, la tipificación de los miembros de lo que se llama —en términos periodísticos, políticos— la oligarquía está sumamente simplificada” (BB)
“…esta percepción de la realidad social del Perú que se trata de mostrar en la novela…no es muy clara…porque no existe un coherente manejo de los diferentes tiempos históricos dentro de los cuales se desarrolla la novela” (AQ)
“…una buena parte de la situación social que aquí se intenta describir ya no es históricamente válida. (…) pero esto desde luego no debe, no puede implicar que a pesar de que históricamente hay una situación que ya no es válida, determinados elementos de esa situación histórica cancelada no estén todavía presentes en el cuadro actual de la situación peruana”. (AQ)
“…en este momento no es ya posible hablar en estos términos, así de simplistas, de una situación de casta en el país. Sin embargo, los elementos de casta no han desaparecido totalmente. (AQ)
“…pero podríamos hablar un poco de la situación de casta-clase al mismo tiempo.” (AQ) “…pero si admitimos al mismo tiempo que los elementos de casta todavía son en algún grado supervivientes la noción de lo indio debe ser ya nítidamente elaborada”. (AQ) “todavía no existe ningún trabajo así de reelaboración de la noción de lo indio y habría que realizarlo.” (AQ)
“…que lo indio aparece como demasiado totalmente y culturalmente distinto de la versión criolla de la cultura occidental, y que por eso no rescata la novela el proceso de transición, el proceso de conflicto y de integración cultural al cual está al mismo tiempo sujeta la población campesina que podemos llamar india en este momento.” (AQ) “…pero el personaje, Rendón Willka, es un personaje sumamente equívoco…Rendón Willka un poco se reintegra —no muy conscientemente, no totalmente, pero en algún sentido se reintegra— al marco de lo indígena tradicional. Es esto un poco, obviamente, lo que muestra, creo, las vacilaciones ideológicas del autor con respecto al problema campesino…” (AQ)
“…yo diría más bien que del texto se desprende —más que otra cosa— una solución indigenizante del problema…” (HF)
Frente a estas apreciaciones la defensa de Arguedas consistió básicamente en señalar que si bien los personajes de la novela son de ficción reflejaban a tipos sociales realmente existentes que él había visto directamente a lo largo de su vida, desde su infancia en Lucanas, a través de los recorridos de toda su vida, particularmente de la Sierra Sur y Central del Perú y en sus constataciones recientes como parte de su trabajo antropológico; que tales figuras, tanto los indígenas como los mestizos, los hacendados gamonales como los comuneros (que además estos últimos se presentaban como masa más que como individuos), correspondían a diferentes situaciones que efectivamente entremezclaban en su conducta y creencias elementos ancestrales como también occidentales, racionales como mágicos. Ello valía tanto para entender la oposición entre los dos tipos de señores que se comportan de diferente forma frente a la presencia de la mina -uno, Bruno, por la preservación del mundo tradicional, y Fermín a la búsqueda de la desaparición de todo lo antiguo, modernizando la Sierra con la presencia del capitalismo. E, igualmente, para entender el comportamiento de Rendón Willka, que si bien es un ex indio —como explícitamente lo señala Arguedas— que trae de su vida en la ciudad las aspiraciones de cambio desarrolla un comportamiento que, a la postre sin dejar sus valores tradicionales, termina enfrentando al poder gamonal.
Es Alberto Escobar, y en tono menor José Matos, quienes asumen una posición comprensiva del valor de Todas las sangres y del cuadro presentado en la obra de Arguedas. Matos insiste, en términos generales, en lo que fue una de las preocupaciones y constataciones centrales de su propio trabajo: la pluralidad de situaciones sociales y culturales de la sociedad peruana, los desarrollos desiguales, los contrastes y desarticulación que dan como resultado “una situación confusa en diferentes niveles y en diferentes sectores”. Por su parte, Escobar señala lo que evidentemente es el punto más certero en la apreciación de Todas las sangres: la obra de Arguedas en su totalidad —y no solo se refiere a la novela en cuestión sino a todo el trabajo del escritor— es el tratamiento del conflicto permanente entre “el punto de vista occidental y el punto de vista aborigen…dos conflictos que no aparecen linealmente, sino que aparecen mezclados”:
Un balance de las intervenciones críticas muestra una evidente disconformidad con lo que a juicio de la mayoría de los comentaristas presenta la novela y, más aun, sobre la propuesta que el autor debía promover en la sociedad con su obra. Fue realmente profundo el impacto recibido por José María al respecto. No sólo por la incomprensión de su esfuerzo por percibir la complejidad de la situación social nacional, también por la sorpresa al ver tales apreciaciones no solo de intelectuales amigos sino más aún porque esta era la primera mesa de discusión con ese tono. En efecto, en reuniones casi inmediatamente anteriores realizadas sobre el tema literario, y con presencia de algunos de los asistentes ahora críticos, la característica central era la apreciación positiva y la celebración de la reciente publicación de Todas las Sangres.
Es la respuesta síntesis de Arguedas a las observaciones de los críticos literarios y científicos sociales. A continuación, certeramente, señala: “Pero es que el que lee una novela… sabe que está leyendo una novela, y no un tratado de sociología”. Y, por supuesto, es dramático el impacto anímico en su persona, que alcanzó tiempo después uno de los episodios que intentaron llevar a la práctica aquello escrito en su manuscrito de la misma noche del 23 de junio de 1965: “casi demostrado por dos sabios sociólogos y un economista, también hoy, de que mi libro “Todas las sangres” es negativo para el país, no tengo nada que hacer ya en este mundo”.
Después de haber presentado algunos de los aspectos resaltantes de lo expresado en la Mesa Redonda comparto algunas apreciaciones que considero importantes:
1. Indudablemente, el marco de apreciación dominante de los comentaristas sobre la novela, aplicando la idea general de que se trataba de una “novela social”, fue el de una utilización bastante rígida de los parámetros del llamado realismo literario. La obra debería ser un reflejo de la realidad, dar cuenta lo más exactamente posible de lo que sucede en el mundo real o, mejor dicho, de lo que se considera importante en el mundo (por cierto, de acuerdo a lo que en determinada época la sociedad considera lo resaltante, que en lo fundamental es exterior al escritor e independiente de él). Si a eso se agrega la existencia en los paradigmas intelectuales y políticos de la época de una concepción crítica de la sociedad (como sucedía en el Perú de los 60 impulsada por la efervescencia de los conflictos sociales) el imperativo para el narrador debería ser dar cuenta de las contradicciones sociales y económicas esenciales y, más aún, en determinados casos y sólo en base a ese análisis, asumir una posición clara por el cambio de esas estructuras. Ya, también en el IEP, en la Primera mesa redonda sobre literatura y sociología del 26 de mayo de 1965 (un mes antes de la de Todas las Sangres) se había declarado la importancia de hacer una “crítica científica” de la “interpretación de la realidad y de la propuesta de símbolos y mitos como esfuerzos del desarrollo” que proponen las obras literarias, buscando “descartar” las deformaciones afectivas o las sugestiones doctrinarias. (4)
2. Puestos los críticos y creadores en la situación de relacionar las obras literarias con la producción desde las ciencias sociales, el paradigma dominante no era necesariamente de retroalimentación y de relación mutua, sino más bien unidireccional: la creación literaria debería alimentarse de lo que la investigación científica daba cuenta sobre la realidad. Se piensa que lo central no es que el creador produce miradas diferentes, énfasis, aspectos no vistos, perspectivas y ángulos propios de su experiencia, sino más bien esos puntos de vista están expuestos a la criba de la investigación positiva proveniente de la actividad científica. A diferencia de esa perspectiva, es posible más bien entender que el punto de vista del creador literario, por su particular situación en términos de clase, grupo social, región, época, edad, experiencias vitales, etc. puede más bien enriquecer y revelar nuevos temas y aspectos de la realidad que, por cierto, aportan y enriquecen la investigación social. Esto último no fue tomado en cuenta debidamente.
3. La creación literaria de Arguedas, en lo fundamental y a lo largo de toda su obra, se basó en la certeza derivada de su experiencia vital, de su vida, de su conocimiento directo del mundo que describía en sus novelas y cuentos, del impacto que ello tuvo en él (5). Los conocimientos provenientes de la investigación etnológica profesional, en todo caso, fueron complementarios y para buena porción de su producción literaria parcialmente posteriores. Lo que no quiere decir que su formación y graduación como antropólogo no haya influido. “Esta es la terminología de un profesor y la mía no lo es tanto” dice Arguedas refiriéndose a ciertos conceptos propuestos por Henri Favre. Y en otro momento señala, refiriéndose a la tendencia a la fraternidad en el mundo andino que es resaltada en la novela:
“Y esta concepción no la he tomado exclusivamente de los libros, sino que primero la sentí, incluso la expuse cuando no tenía noción de lo que eran ciencias sociales, ni de lo que era antropología, ni de lo que era política”.
El interés, la producción y la capacidad para reconocer, recolectar expresiones etnográficas del mundo andino y su sensibilidad y destreza para interpretar los significados y la relación con la vida de las gentes y sus comunidades productoras, el amplio trabajo de recopilación del folklore oral, musical y coreográfico como consta en su recorrido vital, fueron la práctica constante de Arguedas desde sus momentos juveniles y de toda su existencia. (6)
4. A su vez, sin lugar a dudas, el contenido de lo narrado en Todas las Sangres es fuente para el trabajo antropológico. No solamente desde las descripciones del ambiente y la naturaleza, de las aldeas, de la forma como se van manifestando y comportando personajes y grupos, sino sobre todo por el énfasis en el pensamiento, creencias, actitudes, simpatías y rivalidades de estos actores. Y ello es presentado por el autor con un manejo inédito del lenguaje, y singular de Arguedas, que llega a modificar el castellano desde las bases del quechua. Por ello se ha dicho, con justa razón, que Arguedas es innovador respecto al idioma en la narración como lo es Cesar Vallejo en la poesía. Esa es una característica de toda la obra literaria de Arguedas, debiendo además tener en cuenta que en Todas las Sangres se ha avanzado en trabajar un escenario novelesco a la búsqueda de una novela total, que ya no sólo se desenvuelve en el seno del grupo familiar, o de éste en su relación con la comunidad o de la comunidad con el pueblo, sino describe las relaciones de aquellos con las haciendas e incluso el conflicto con representantes del capital económico (la mina) que interviene desde intereses ajenos al mundo rural. Esto último es lo nuevo en la novela arguediana y es lo que le permite presentar un cuadro que busca validez para el conjunto de la sociedad peruana de la época. Alberto Escobar en la Mesa Redonda comparó a la novela con un poliedro con diversas caras y matices, con diversos niveles y formas de contrastes y conflictos que intenta representar la multiforme realidad peruana (7). En consecuencia, el estudioso de las ciencias sociales tenía y tiene ahí material para formular y orientar su trabajo de investigación; este sí, como científico, preocupado de la objetividad, teniendo a la vista el rostro múltiple del país. Diversidad que ha podido ser develada por la subjetividad singular del novelista.
5. Se remarcó en la mesa redonda que los valores y la cultura indígena, como consecuencia de la creciente penetración del capitalismo estaban en proceso de reducción cuando no de desaparición. La migración a las ciudades, el desarrollo de las vías de comunicación y los intentos de modernización capitalista del campo y, sobre todo, la aceptación de costumbres y valores occidentales y urbanos por los diversos sectores de la sociedad rural eran (y son) los factores de esta transición. Y la crítica insistió en que José María no abordaba con suficiencia la profundidad de esos cambios y, más aun, comunicaba una visión pasadista, indigenista. Ello no es cierto. Todas las sangres si algo aborda es precisamente el cambio y las diversas contradicciones que surgen en las haciendas, pueblos, comunidades y personajes como consecuencia de lo que desencadena la presencia de una mina en el escenario (no está demás resaltar que precisamente hoy en día, a más de cincuenta años, el extractivismo minero es una de las fuentes de conflicto en el país). Y hay que decir que si se revisa los núcleos temáticos de todas las novelas de Arguedas es el tema del cambio y los conflictos lo que suscita el asunto central. Así es en Yawar fiesta (los chalos en Puquio y su interés por impedir la tradición del toropukllay, la importancia de la carretera y la participación indígena en ella); igualmente, en Los Ríos Profundos (la rebelión de las chicheras mestizas en su reclamo por la sal en Abancay); asimismo en El Sexto (donde el centro es el contraste de puntos de vista entre Camac y Mok´ontullo, comunista y aprista con concepciones diferentes sobre la vida y el país en el penal de Lima). Para culminar el autor su obra (¡y su vida!) en El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo (8), presentando la visión dramática de los efectos sociales y culturales en toda la población, pero particularmente en la población andina migrante, a consecuencia de la extracción pesquera capitalista en Chimbote (no por casualidad otra forma de extractivismo presente hoy en día): el “molino satánico” del mercado capitalista en acción, como hubiera dicho Karl Polanyi.
6. Arguedas fue un defensor de la cultura andina, de todas sus manifestaciones, pero particularmente de sus valores. Sabía de las consecuencias de los mitos del progreso y del desarrollo, efecto de la generalización del capitalismo en toda la sociedad. Su época fue una de gran turbulencia social en donde las alternativas revolucionarias de izquierda parecían estar próximas. Sin asumir una militancia partidaria (9), manteniendo su independencia intelectual y creativa señaló sí que el socialismo no borró en él lo mágico. La idea común, incluso a nivel internacional todavía, además en el propio seno de los voceros de defensa indígena, era la “integración” de estas poblaciones y de su cultura a los valores y relaciones de las sociedades nacionales. Es el sentido de la Convención de Pátzcuaro o del Convenio 107 OIT que asumían ya sea el indigenismo o una política de los Estados centrada en la protección y en realidad asimilación a las sociedades nacionales. He ahí los límites de la época. Hoy en día, a consecuencia de la presencia cada vez más creciente de los propios pueblos indígenas a nivel mundial, se plantea en cambio el reconocimiento de dichos pueblos a mantener y fortalecer sus culturas, formas de vida e instituciones propias, así como su derecho a participar en las decisiones que los afectan (Convenio 169 OIT año 1989). No lejos de ello, José María Arguedas visionariamente luchó tercamente por sintetizar la herencia andina, consciente de los cambios y de las resistencias, como posibilidad y como reto: “forjar una sociedad en que el individuo no vea en el otro individuo un competidor, sino alguien que lo auxilie a hacer lo que es capaz, a desarrollarse como ser humano en beneficio de los seres humanos”.
No por gusto Todas las sangres, ya desde 1964, culmina diciendo en la voz de uno de los personajes:
“¿No lo siente? Atienda. Es como si un río subterráneo empezara su creciente”.
Notas:
(1) José María Arguedas: Llamado a algunos doctores, publicado el 10 de julio 1966. El Comercio.
(2) Asistieron, además del propio José María Arguedas, Jorge Bravo Bresani, Alberto Escobar, Henri Favre, José Matos Mar, José Miguel Oviedo, Aníbal Quijano, Sebastián Salazar Bondy y con la presidencia de Luis E. Valcárcel.
(3) Versión magnetofónica y transcripción en: “¿He vivido en vano? La mesa redonda sobre Todas las Sangres (Guillermo Rochabrún, editor), IEP, PUCP, Lima 2011.
(4) Primera mesa redonda sobre literatura peruana y sociología del 26 de mayo de 1965. (Carmen María Pinilla, Ed). IEP, Lima, 2003
(5) Cf. El importante estudio Arguedas. Conocimiento y vida de Carmen María Pinilla, PUCP, Fondo Editorial 1994 que estudia ampliamente la diferencia entre una perspectiva comprensiva, asumida por Arguedas, frente a la alternativa positivista del quehacer en las ciencias sociales de su tiempo.
(6) La producción etnológica de Arguedas ha sido publicada en la edición de sus Obras Completas en siete tomos, los que se agregan a los cinco editados previamente que contienen su obra literaria. Ed. Horizonte, 1983.
(7) Esta visión multiforme que presenta la novela y que se acrecienta después con el trabajo hecho en El Zorro de arriba y el zorro de abajo ha sido resaltada con diversas figuras análogas. Al respecto, Alejandro Ortiz Rescaniere entiende el trabajo arguediano como la presentación de un caleidoscopio que al girar puede presentar “composiciones infinitas con los mismos cristales”. Cf. Arguedas: poética de la verdad. Segunda mesa redonda sobre todas las sangres. Lima, Biblioteca Nacional del Perú, 2013.
(8) Obra que tiene la excelencia literaria de presentar entrelazadas la narración antigua de Huarochirí, las expresiones vitales de los diversos personajes, mezcla en el lenguaje de castellano y quechua (personajes que son, a su vez, representaciones de pobladores reales entrevistados en el campo por Arguedas) y, a la vez, en la trama de la novela los Diarios que no son otra cosa que la vida agónica (en este caso sí para el autor en el doble significado de lucha como también de antesala de la muerte). 10 Puede consultarse entre otros textos que abordan el tema: TORERO, Alfredo: Recogiendo los pasos de José María Arguedas. Colección Insumisos Latinoamericanos. Libros en red. www.librosenred.com y TOLEDO BRÜCKMANN, Ernesto: Búfalos y zorros. José María Arguedas: Acercamientos y desencuentros ideológicos y político partidarios. Editorial Horizonte, Lima, 2022.
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Andrés Huguet Polo es antropólogo por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. El presente texto fue publicado en la revista Rikusun del Colegio de Antropólogos de Lima y recibido directamente del autor.