Entrevista con el sociólogo venezolano Emiliano Teran Mantovani sobre los actores de la crisis y posibles salidas, por Tobias Lambert para Die Woche: TL: ¿Cuál es su evaluación de la situación resultante a raíz de la autoproclamación de Juan Guaidó como Presidente interino el 23 de enero? ETM: Para comprender esto, uno debe recordar los […]
Entrevista con el sociólogo venezolano Emiliano Teran Mantovani sobre los actores de la crisis y posibles salidas, por Tobias Lambert para Die Woche:
TL: ¿Cuál es su evaluación de la situación resultante a raíz de la autoproclamación de Juan Guaidó como Presidente interino el 23 de enero?
ETM: Para comprender esto, uno debe recordar los eventos de los últimos meses. Desde las últimas protestas importantes contra el gobierno de Maduro en 2017, la situación económica se ha deteriorado tanto, que tenemos que hablar de un colapso societal. El gobierno está ahora en gran parte desacreditado. A pesar de que no había habido ninguna manifestación importante desde 2017, hay permanentemente protestas más pequeñas de varios actores (docentes, enfermeras, sindicatos, indígenas). La oposición ha estado fragmentada, y se ha debatido entre sectores más moderados y extremistas. Estos últimos han sido muy violentos desde el inicio de las protestas en 2014, impulsando además acciones que han restringido la vida cotidiana (como los bloqueos de calles o ‘guarimbas’, la nota del editor). Ambos sectores siguen su propia agenda.
El partido Voluntad Popular de Guaidó representa la extrema derecha y ha dejado de lado a los sectores moderados de la oposición. Guaidó solo podía aparecer como un «nuevo líder» porque las otras figuras de la oposición estaban ya muy desacreditadas o ‘quemadas’. Ahora esta ala radical está trabajando con el gobierno de Trump para construir instituciones paralelas y está ejerciendo una enorme presión sobre los militares para que se dividan.
Usted es uno de los co-iniciadores de una declaración internacional sobre Venezuela, que hasta ahora ha firmado a unos 400 intelectuales de todo el mundo. En él, critica al gobierno de Maduro y a Guaidó, y sugiere, entre otras cosas, un diálogo y un referéndum para la sustitución de todos los poderes estatales. ¿Cómo debería ser esto en la situación actual?
No tenemos otra opción, porque la alternativa sería la guerra. Y la mayoría de la población no quiere una guerra, sino un proceso electoral justo. A nivel nacional e internacional, hay actores que apoyan un acuerdo negociado, como el Secretario General de las Naciones Unidas o los gobiernos de México y Uruguay. Debe haber presión para una solución pacífica. De lo contrario, Venezuela amenaza con hundirse en la barbarie.
¿Qué hace que la situación sea tan peligrosa?
La gente vive en un estado de precariedad como nunca antes en los veinte años de la Revolución Bolivariana. Por lo tanto, la situación es mucho más impredecible y volátil que, por ejemplo, en las protestas de 2017. Esto es evidente no sólo en la hiperinflación, sino también en el colapso de la industria petrolera y los servicios públicos, así como en la migración de millones de venezolanos. En este contexto, el presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó se autoproclamó Presidente interino el 23 de enero de 2019, para establecer un estado paralelo bajo la protección de los Estados Unidos. Es un movimiento planeado con apoyo internacional. Esto nos coloca en el peligroso escenario de una guerra civil con participación internacional, incluidos Estados Unidos y Rusia. En ambos lados hay sectores listos para ir hasta el final. Venezuela ya tiene numerosos enfrentamientos con grupos armados irregulares en varios territorios del país. Si la velocidad con la que cada oponente se avecina hacia el otro, no se reduce, puede generar en cualquier momento a una colisión. Las perspectivas son muy inciertas.
Los gobiernos detrás de Guaidó argumentan que la Asamblea Nacional es la única institución legitimada democráticamente en Venezuela. ¿Es eso así?
En realidad, la situación es más compleja. El conflicto se está desarrollando en el campo de la política y la geopolítica, y no tanto en el apego a la constitución ni a los marcos jurídicos, que se interpretan sólo a conveniencia. El gobierno y la oposición insisten en su legitimidad, pero en la lucha por el poder han destruido el estado de derecho, las instituciones y el marco de coexistencia, al menos a partir de 2015. Ambas partes han creado estructuras paralelas y han violado la constitución.
¿Podrá la oposición de derecha mantener la presión de la calle?
Las manifestaciones de calle pueden variar dependiendo de si la gente vea o no resultados en la agenda prometida por Guaidó. Si el conflicto se prolonga o si hay signos de un «pacto» con el gobierno, eso tendrá un impacto en las manifestaciones. Pero a diferencia de las protestas anteriores, los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad esta vez tuvieron lugar en los barrios, donde al menos 40 personas murieron. No lo interpretaría como un apoyo ciego para Guaidó. Sin embargo, muchos analistas subestiman que hay protestas crecientes en los barrios más pobres. Si crecen, podría causar una reacción en cadena.
Los Estados Unidos parecen haber decidido cambiar su gobierno a toda costa. ¿Qué significaría eso para el futuro de Venezuela?
Si Trump logra colocar un nuevo gobierno venezolano, sería un desastre. Le seguiría una intensa transformación neoliberal con reformas dolorosas, el saqueo de los recursos naturales y la persecución de los movimientos sociales y la izquierda, a quienes culparían de todo por la crisis y la miseria. Todo esto debe verse en el contexto del giro a la derecha que se está produciendo actualmente en América Latina, y que fortalece el eje pro-yankee en América del Sur. La resistencia y las luchas sociales en el país entrarían en una nueva fase, muy difícil.
El crítico, el chavista de izquierda que queda en Venezuela, apenas se puede escuchar en medio de la polarización. ¿Cómo eso podría cambiar?
No es fácil, porque en los gobiernos de Chávez y Maduro se ha difundido una gran sospecha de cualquier posición que se haya desviado de la línea ideológica del gobierno. Esto ha empeorado con los años. Aquellos que piensan críticamente tienen sus dosis de represión y/o criminalización. Es importante contrarrestar argumentos con argumentos y, por supuesto, trabajar más con las báses.
Algunos izquierdistas internacionalistas no sólo se oponen al intervencionismo estadounidense, sino que siguen apoyando al gobierno de Maduro. En vista del peligro que representa un gobierno de derecha, ¿tiene sentido apoyar a Maduro y trabajar internamente para el cambio?
Esa es una posición bastante cómoda. Creer que algo va a cambiar con el gobierno de Maduro parece casi cínico. Venezuela está experimentando la peor crisis en su historia republicana y es imposible decir que esto es así sólo por razones externas. El gobierno ha creado un sistema económico en el que miles de millones son malversados. Todo el mundo lo sabe, incluso el propio gobierno lo ha reconocido. Han sido acusadas personas que anteriormente se encontraban en el círculo de poder más estrecho, como el ex presidente de PDVSA Rafael Ramírez y otros altos funcionarios petroleros, por malversar enormes sumas de dinero. Todo el contrabando de la frontera ha sido alimentado por la corrupción dentro del ejército, al igual que la minería ilegal de oro en el sur del país.
La economía venezolana es tradicionalmente muy centralizada en el Petro-Estado, por lo que necesitarías la complicidad de partes importantes de esa estructura estatal para librar una ‘guerra económica’. Si a eso le juntamos la ineficiencia y las terribles políticas económicas, probablemente no habría un país en el mundo en el que tal situación no requiriera la renuncia del presidente.
Además, el Gobierno hace mucho tiempo que giró hacia la derecha y le dio la espalda al pueblo. Persigue a los trabajadores, reprime manifestantes y construye estructuras represivas. Está asfixiando una salida electoral a esta situación al aferrarse ciegamente al poder. La Asamblea Constituyente (ANC) es una expresión de estos mecanismos autoritarios. Un pequeño grupo está tomando secretamente todas las decisiones del país.
Pero la gente también ha tomado las calles en apoyo al gobierno en estos días. ¿Es la base del gobierno todavía lo suficientemente grande como para oponerse a un golpe de estado?
Me temo que no. El gobierno de Maduro está socialmente muy deslegitimado y sólo puede confiar en el ejército. Aunque las bases sociales que lo apoyan se hayan reducido, siguen siendo muy leales. Y también hay que contar con el respaldo de algunos países como Rusia, China, Turquía o Irán. Estos últimos, sin embargo, persiguen sus propios intereses. El chavismo de base ha sufrido sensiblemente la corrupción, la ineficiencia, la arrogancia, el autoritarismo y la falta de respeto del gobierno. Solo recuérdese que el gobierno no reconoció a los candidatos alternativos chavistas individuales que ganaron elecciones a nivel local (como ocurrió con Ángel Prado en Lara). En cambio, los candidatos del partido gobernante fueron declarados vencedores. El respaldo del gobierno ya no es tan fuerte. Pero hay otro chavismo, el de base, que mantiene gran parte de los ideales originarios del proceso.
Muchos consideran que el proceso bolivariano ha fracasado por completo. ¿Qué habría que salvar del proyecto chavista?
Sería necesario restablecer el proceso constituyente de los primeros años, que se basó en una amplia participación y en el que las personas estaban entusiasmadas con las posibilidades de transformación social. El poder político fue entonces apropiado por la ocupación de la calle. Más tarde, surgieron muchas propuestas, de las cuales considero importante la idea de Comuna [estructuras de base a nivel local, nota del editor]. Hoy, sin embargo, es difícil mantener debates de este tipo. Muchas personas asocian el tema únicamente con el gobierno central, aunque en realidad de lo que estamos hablando es de autogobierno, desde abajo hacia arriba, de las economías sociales sostenibles y endógenas. Sin embargo, nunca ha sido posible resolver cómo estos mecanismos participativos podrían coexistir con el modelo extractivista y la economía rentista. Nada hubiese sido más revolucionario que alejarnos de la dependencia a este modelo y encaminarnos hacia la producción social, la soberanía alimentaria y participación social directa. Pero el Petro-Estado socialista finalmente corporativizó la organización social y desmovilizó a las bases del chavismo. La crisis que estamos experimentando hoy es consecuencia de la dirección que comenzó a tomar el proceso bolivariano desde 2004 y 2005, cuando la hegemonía del gobierno de Chávez alcanzó su punto máximo.
Más allá de la crisis política, deben encontrarse, pronto, soluciones para la crisis económica y social. ¿Qué necesita Venezuela en el corto y mediano plazo?
Para reconstruir la economía, se necesita un marco político estable. Además, la economía venezolana debe liberarse de su enfoque tan centrado en la exportación de materias primas. Si bien es necesario hoy impulsar la producción de petróleo, se debe dar prioridad a otros sectores históricamente desatendidos, como la agricultura o el turismo. Sin embargo, es claro que el próximo gobierno, cualquiera que sea, trabajará de la mano de las grandes empresas transnacionales y buscará una «recuperación» de la economía a favor de la acumulación de capital. Esto significa que las viejas luchas por los derechos sociales, y también los ecológicos, deben reanudarse. Ante el desastre, tendremos que ser creativos.
* Emiliano Teran Mantovani es un sociólogo venezolano y se enfoca en la ecología política y la crítica al extractivismo. Es miembro de los Grupos de Trabajo sobre Ecología Política del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y Alternativas al desarrollo de la Fundación Rosa Luxemburg.
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