El paramilitarismo y la contrarrevolución son dos formas de acción que utilizan el imperialismo y sus cipayos para combatir, en momentos históricos diferentes, a las fuerzas revolucionarias. Ambas formas de organizar sus fuerzas tienen una base de carácter político-militar, y por lo tanto operan con criterios clandestinos para preservar tanto su estrategia como a sus […]
El paramilitarismo y la contrarrevolución son dos formas de acción que utilizan el imperialismo y sus cipayos para combatir, en momentos históricos diferentes, a las fuerzas revolucionarias.
Ambas formas de organizar sus fuerzas tienen una base de carácter político-militar, y por lo tanto operan con criterios clandestinos para preservar tanto su estrategia como a sus componentes y medios, para ello el secreto es esencial. Intentaremos, pues, establecer las diferencias entre estos dos conceptos de uso común, pero que tienen alcances claramente diferenciados, deteniéndonos en la caracterización del paramilitarismo colombiano y su inserción dentro del territorio venezolano.
Sobre las experiencias de la contrarrevolución armada
A diferencia del paramilitarismo, podríamos definir la contrarrevolución como la acción desatada por las fuerzas de la reacción en función de desestabilizar y derrocar a gobiernos revolucionarios ya instalados en el Poder.
Quizás la primera experiencia histórica se podría situar luego del triunfo bolchevique en Rusia de 1917, cuando los ex zaristas apoyados por las potencias occidentales inician la Guerra Civil que duraría desde 1918 hasta 1920, y que se saldaría con millones muertos.
Los EEUU, Gran Bretaña, Francia, Turquía, Japón, Rumania y otros países no sólo apoyaron materialmente a las tropas de Kolchak o Denikin, conocidas como las Guardias Blancas, sino que incluso invadieron con tropas propias el territorio ruso. Los bolcheviques construirían al calor de esta guerra a su poderoso y victorioso Ejército Rojo. Destacarán Lenin, Trotsky, Frunze, Tukashevsky y otros grandes líderes y jefes militares, como los estrategas de una nueva doctrina militar, la primera que colocará al Pueblo y al Poder Popular como el centro de la misma.
Forma de Guerra Civil también adquirirá la contrarrevolución en España republicana, de 1936-1939, que se saldará con el triunfo de Franco y la larga noche de su dictadura que terminará sólo con su muerte en 1975. Aquí se experimentará la participación de Alemania Hitleriana y la Italia de Mussolini al lado de Franco y las Brigadas Internacionalistas combatiendo por el lado republicano.
La derrota de la República será efecto directo de la traición de Stalin, quien negociará el retiro de las brigadas internacionalistas en el marco de su tesis de «Defensa de la Revolución» en un solo país, como también de la división interna entre comunistas, los trotskistas y el movimiento anarquista.
Es a partir del triunfo de la Revolución Cubana que la contrarrevolución adquirirá nuevas formas. Será el imperio norteamericano (ya potencia hegemónica capitalista luego de la Segunda Guerra Mundial 1941-1945) quien definirá la estrategia a llevar a cabo por las fuerzas sediciosas locales.
En el caso cubano, una vez comprobada la independencia del rumbo que adquiría, los EEUU preparan grupos destinados al sabotaje, los atentados y diversas acciones desestabilizadoras, que tendrán sus puntos álgidos en la invasión a Bahía Cochinos (Playa Girón) en Abril de 1961, la instalación de unidades insurgentes rurales en la sierra del Escambray y luego de la derrota de ambos proyectos, la incesante actividad de penetración e infiltración para acometer sabotajes, desde el territorio estadounidense, incluso usando para ello mercenarios de terceros países (caso del ex militares salvadoreños y guatemaltecos en los atentados a los hoteles en los 90).
Junto a la Revolución de los Claveles (Portugal 1975), dirigida por jóvenes oficiales militares, se profundiza la ola de independencia y liberación nacional en África. Angola, Mozambique, Guinea Bissau y Cabo Verde, el Congo (Brazzaville), por otro lado Etiopía, alcanzarán por fin la libertad. Sin embargo, se experimentará en estos territorios un nuevo concepto contrainsurgente que será conocido en la década de los 80 como la Guerra de Baja Intensidad (GBI).
Una vez declarada la Independencia de Angola, la contrarrevolución intenta rápidamente exterminar la nueva experiencia liberadora. Holden Roberto (y su FLN- Frente de Liberación Nacional), junto a un alto número de mercenarios europeos, ataca al nuevo gobierno de Luanda desde el Zaire gobernado por Mobutu Sese Seko (personaje lacayo de Francia y Bélgica).
Por otro lado el ex pupilo del Ché Guevara durante su estadía en el llamado Congo belga (Zaire), Jonás Savimbi, y su movimiento UNITA, apoyado por los EEUU y Sudáfrica (entonces gobernada por el apartheid) atacan desde el sur. Angola no sólo podía representar un «mal ejemplo» para los pueblos del África (además de consolidarse como una sólida base de apoyo para las antiguas insurgencias revolucionarias de Namibia -SWAPO- y Sudáfrica -CNA Congreso Nacional Africano Y CPA Congreso Panafricano-), sino que además posee enormes reservas de hidrocarburos, diamantes y otros minerales codiciados.
Ante la solicitud de los revolucionarios gobernantes en Angola, (MPLA- Movimiento para la Liberación de Angola), encabezados por Agostino Neto, Cuba revolucionaria asiste militarmente a la naciente república, y se da inicio a una guerra que tendrá alcances mundiales por sus participantes e intereses estratégicos, que sólo culminará a fines de los años 80 y que será definida militarmente, específicamente con la batalla de «Cuito Cuanivale» entre marzo y mayo de 1988. Esta representará el colapso del gigante sudafricano, lo que permitirá definir en la mesa de negociaciones la independencia de Namibia (hasta entonces ocupada por el gobierno racista), y las elecciones democráticas en Sudáfrica que resultarán en el triunfo del CNA (Congreso Nacional Africano) y la elección de Nelson Mandela, como Presidente de la República.
Esta es una guerra de obligatorio estudio, tanto por los componentes geopolíticos que allí operaron, como por las novedades en el plano técnico-militar, tanto a nivel estratégico, operacional, como táctico.
En 1982 empiezan las actividades de la contrarrevolución armada en Nicaragua. Si bien al momento mismo del triunfo Sandinista el 19 de julio de 1979 las actividades sediciosas comenzaron tímidamente a manifestarse (MILPA-Milicias Populares antisomocistas, luego antisandinistas, y algunos ex militares agrupados en forma de bandidos.), será con el surgimiento del FDN (Frente Democrático Nicaragüense), dirigido por un ex coronel somocista de nombre Enrique Bermúdez, que la actividad desestabilizadora alcanzará un nivel inédito.
Esta agrupación, dirigida y financiada por los EEUU, y experimento de la nueva política neoconservadora resumida en los Documentos de Santa Fé, llegará a estructurar una fuerza militar de cerca de 10.000 hombres instalados en la vecina Honduras. Se conformarán en Comandos Regionales, Fuerzas de Tarea, Compañías, Pelotones y Escuadras. Tendrán incluso fuerzas especiales, los COE (Comandos de Operaciones Especiales). Serán instruidos por personal norteamericano, militar y civil, agentes de la CIA, principalmente de origen cubano, como Félix Rodríguez, Posada Carriles, y otros connotados terroristas. Asesores militares argentinos cumplirán una destacada tarea en la fase inicial de este proyecto.
Además del FDN, en el sur, se organizará ARDE (Alianza Revolucionaria Democrática) dirigida por el Comandante Cero, el ex sandinista Edén Pastora.
También se conocerán algunas fuerzas contrarrevolucionarias asentadas en las comunidades indígenas, negras y garífonos, en la llamada Costa Atlántica. MISURA (Miskitos, Sumos y Ramas), MISURASATA, KISÁN, Stedman Faghot y Brooklin Rivera serán sus principales comandantes.
Todas estas fuerzas militares contrarrevolucionarias serán no sólo ideadas desde el corazón del imperio, sino que su financiamiento, instrucción, apertrechamiento y asesoría comunicacional dependerán absolutamente de los estrategas del norte.
La contra nicaragüense no fue capaz, a pesar de su enorme desarrollo y capacidades logísticas, de tomar un solo pueblo sandinista. Este era un tema central, ya que se suponía que si lo lograban, intentarían establecer una cabeza de playa que les permitiese procurar el reconocimiento internacional, para así solicitar el apoyo de tropas extranjeras, el mismo modelo de Playa Girón.
El ejército sandinista llegó a tener más de 100.000 hombres y cerca de 300.000 milicianos. Se desarrollaron unidades de infantería de alta movilidad y flexibilidad como los Batallones de Lucha Irregular (BLI), los Batallones de Ligeros Cazadores (BLC), las Tropas Guarda Fronteras (TGF) las del gran Laureano Mairena, tropas especiales como las TPU (Tropas Pablo Ubeda) del Ministerio del Interior y las TPA (Tropas Pedro Altamirano) y el DES (Destacamento de Exploración Submarina) del Ejército Popular Sandinista (EPS).
Honduras se convirtió en la base de operaciones norteamericana en Centro América. Se instaló una enorme base de comunicaciones y de rastreo satelital, se ampliaron las bases aéreas y se modernizó a las fuerzas armadas de dicho país. Se potenció la contrainsurgencia local, aniquilando a las organizaciones revolucionarias, «Cinchoneros» y al Frente Morazanista de Liberación Nacional. El Movimiento popular hondureño fue duramente reprimido y los Escuadrones de la Muerte se apoderaron del país.
Desde Honduras, el Imperio no sólo podía monitorear y conducir a la contrarrevolución nicaragüense, sino que también se dirigía la lucha contrainsurgente en El Salvador y, en menor medida, en Guatemala.
En la actualidad, la contrarrevolución está operando usando principalmente dos métodos: 1) con ejércitos mercenarios armados, financiados y dirigidos por las grandes potencias con el fin de derrocar a gobiernos hostiles a los intereses imperiales; los casos de los grupos terroristas fundamentalistas que han actuado en Libia para derrocar a Muhammad al Gadaffi y los grupos que intentan derrocar al gobierno socialista de Bashad al Assad en Siria son ejemplos de ello. 2) A través de los denominados «golpes suaves», que combinan distintas acciones que van escalando en sus grados de violencia con el fin de provocar la salida de un mandatario, un ejemplo claro de ello son las acciones de las bandas de extrema derecha del Maidan en Ucrania, que usando tácticas de lucha callejera, grupos de choque, francotiradores, armamento casero y de fuego, lograron derrocar al gobierno. Este último modelo, fue el que se intentó aplicar en Venezuela durante el 2014.
El Paramilitarismo
Podríamos afirmar que el paramilitarismo es la forma extrema que adquiere la acción de un Estado burgués en contra del Movimiento Popular, cuando éste amenaza con rebasarlo. Para ello, estructura fuerzas organizadas de carácter paraestatal que concentran su misión combativa en contener a las fuerzas populares mediante el terror, aniquilando sus cuadros de vanguardia, buscando aislar a las fuerzas insurgentes de sus bases de apoyo.
El paramilitarismo se constituye generalmente con integrantes de las fuerzas armadas y civiles de ultraderecha, contratando eventualmente a delincuentes sociales para acciones puntuales, principalmente el sicariato urbano. Usa, por tanto, todos los recursos del Estado, es decir: financiamiento, inteligencia, logística, medios de comunicación, soporte jurídico, etc.
Sus operaciones tienen un alto componente sicológico. Recordemos que se busca inhibir, contener, y desestructurar la movilización popular, procurando su repliegue o reflujo. Para ello, la tortura, el descuartizamiento, las desapariciones forzadas y todas aquellas tácticas inscritas en la llamada «Guerra Sicológica» (recordemos la Escuela de las Américas), tan usada por las fuerzas del Imperio, desde la llamada Doctrina de Seguridad Nacional hasta el Plan Colombia, cobran especial relevancia.
Las experiencias más desarrolladas en este terreno las encontramos en la Triple A (Alianza Argentina Anticomunista) en la década de los 70, en los Escuadrones de la Muerte en Guatemala y El Salvador de comienzos de los años 80.
En el caso argentino, la irrupción de la Triple A se produjo aún antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Sectores de las fuerzas armadas, la derecha peronista, la burocracia sindical, la oligarquía más rancia dieron rienda suelta a una masiva campaña de asesinatos de militantes de izquierda. Estas bandas de ultraderecha estarían estrechamente asociadas a las políticas norteamericanas de la época, como se demostraría con su cuasi legalización a partir de la instalación de la dictadura militar en el poder.
El movimiento popular argentino sufriría un gigantesco desangramiento por la actividad incesante de estos grupos paramilitares, pero principalmente lo sufriría el peronismo revolucionario. Parte de la respuesta de los revolucionarios los llevaría equivocadamente a enfrentar a los mismos en una guerra de aparatos, que no comprendía a cabalidad la dimensión del conflicto, desprotegiendo así a sus liderazgos sociales, que caían persistentemente bajo el fuego enemigo o eran obligados a pasar a la clandestinidad, lo que inexorablemente iba aislando a las organizaciones revolucionarias del movimiento de masas.
Pero quizás el caso de mayor sofisticación se encuentra en la República de Colombia.
El paramilitarismo colombiano
El paramilitarismo tiene sus raíces en los orígenes del conflicto por la tierra en Colombia que se desató desde mediados del siglo pasado. Ya en 1964 la Sociedad de Agricultores de Colombia solicitaba al gobierno la autorización para la formación de autodefensas, lo que sería autorizado 4 años después con el comienzo legal de la formación de grupos armados de civiles bajo control de las Fuerzas Armadas que ejercerían una dura represión sobre el campesinado. Entre 1974 y 1975 la violencia paraestatal se comienza manifestar con el asesinato y desaparición sistemática de activistas de izquierda, como nueva forma de combate a la insurgencia y al movimiento popular.
Sin embargo, los antecedentes más cercanos del paramilitarismo actual suelen situarse a principios de los años 80, específicamente el 2 de diciembre de 1981, cuando forman el llamado MAS (Muerte A los Secuestradores) como respuesta ante el secuestro tres semanas atrás de Martha Nieves Ochoa, hija de Fabio Ochoa, conocido ganadero, criador de caballos de paso y miembro de una poderosa familia mafiosa, ejecutado por el extinto M-19 (Movimiento 19 de Abril).
Promovido por capo del narcotráfico, Carlos Lehder, 223 jefes mafiosos deciden asignar cada uno 2 millones de pesos, y 10 de sus mejores hombres para rescatar a la secuestrada. El resultado fue la devolución de la plagiada el 16 de febrero de 1982, sin pagar un peso, sana y salva, luego que el grupo paramilitar determinó la autoría material de la acción del M-19, identificando a su jefe operativo, Luis Gabriel Bernal, quien solicitaba 12 millones de dólares por el rescate. 25 allegados de Bernal, incluidos su novia, su hermano, su cuñada y sus mejores amigos fueron secuestrados por el MAS.
Luego este grupo (integrante del Cartel de Medellín) motorizado por Rodríguez Gacha, alias «el Mexicano», contrata a Yair Klein, ex jefe del Estado Mayor israelí durante la famosa Guerra del Yom Kipur (1973), quien se instala durante un período en Colombia para instruir junto a varios oficiales israelíes a las unidades paramilitares originales conducidas por Rodríguez Gacha.
Otros grupos delictuales conformarán unidades similares a nivel local, por ejemplo Ramón Isaza en el Magdalena medio, o el traficante esmeraldero Víctor Carranza, en Boyacá. Siguiendo el ejemplo del MAS en diversas regiones del país comenzaron a surgir grupos similares, especialmente en las zonas de cultivo de droga en donde los narcotraficantes vieron en estos grupos la posibilidad de librarse de la influencia de la guerrilla e iniciar una contra-reforma agraria apoderándose de enromes extensiones de tierras. Los narcos se unieron a los terratenientes tradicionales y a los ganaderos para impulsar estas formaciones.
La política de paz impulsada por el gobierno de Betancur (1982- 1986), que significaron negociaciones con la guerrilla, la aprobación dela amnistía y un freno momentáneo a la brutalidad de las Fuerzas Armadas, llevaron a estas últimas sector y a los sectores narco, ganaderos y terratenientes a recurrir de forma creciente a grupos paramilitares. El Ejército impulsó estas formaciones, las toleró y sus miembros actuaron dentro de ellas para seguir desarrollando sus labores contrainsurgentes. Las propias cifras del Ejército hablan de 456 asesinatos ejecutados por paramilitares entre fines de 1982 y fines de 1983.
El accionar paramilitar se incrementaría con la creación de la Unión Patriótica (UP) en 1985, surgida como consecuencia de los acuerdos de La Uribe con las FARC, la cual sería víctima de una masacre. Simultáneamente, comienzan a configurar algunos de sus modus operandi como las «limpiezas» contra delincuentes comunes y marginados en Cali, Medellín y Pereira, por supuesto, con la complicidad de las Fuerzas Armadas.
Quizás fue la guerra de aniquilamiento en contra de la Unión Patriótica (UP) la que les permitió pasar a conformarse en el perro cancerbero del establecimiento colombiano. La muerte de dos candidatos presidenciales de esta fuerza política, Jaime Pardo Leal Y Bernardo Jaramillo, fue el corolario de una serie de matanzas que le significaron cerca de 4000 muertos a la UP.
No hubo respuestas adecuadas de parte de las fuerzas políticas que dirigían a la UP. No se comprendió a tiempo la nueva estrategia llevada acabo por la oligarquía colombiana. Y todavía ahora se sienten los efectos de en el campo popular por la pérdida de esa enorme cantidad de líderes políticos y sociales, que demoran décadas en formarse como tales.
Sólo con la VIII Conferencia de las FARC-EP de comienzos del año 1993, después del intento de toma de «Casa Verde» por parte de las FFMM colombianas, es que el movimiento revolucionario comienza a responder ante el desafío puesto por el Estado.
Será con los hermanos Castaño, (Fidel, Vicente y Carlos), ex miembros del Cartel de Medellín y luego fundadores de los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar), organización estructurada por el status colombiano y la DEA para aniquilar el imperio del hombre de Medellín, que el paramilitarismo pasará a cumplir una nueva función.
Arrancará inicialmente con las ACU (Autodefensas de Córdoba y Urabá), copando los espacios abandonados por el EPL (Ejército Popular de Liberación) luego de su desarme en 1991. En una alianza con los ganaderos y reclutando una significativa parte de los ex integrantes de la guerrilla maoísta, este grupo narco-paramilitar consolidará su posición hegemónica gracias a los estrechos lazos que construyó con el imperio en la lucha contra Pablo Escobar y los excelentes padrinos que consiguió en la extrema derecha del establecimiento colombiano.
Este selecto grupo no sólo organizará a todos los carteles pequeños, medianos y grandes en una gran confederación, las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), sino que ésta alianza les otorgará impunidad y reconocimiento político a cambio desplegar un plan operacional a nivel nacional que tendrá a la población civil como su blanco principal.
Desde 1997 las AUC se despliegan por 18 departamentos del país y, hasta el 2005, sólo el Bloque Norte de las AUC ejecutó 333 masacres. Las matanzas de campesinos y todo aquello que estuviese cerca de la guerrilla, con el beneplácito y apoyo del establecimiento colombiano, incluidas las Fuerzas Armadas, les permitirá ampliar el control territorial para asegurar sus cultivos y laboratorios de elaboración de cocaína y pasta base.
Este plan fue concebido por los estrategas norteamericanos ante el evidente colapso militar de las fuerzas gubernamentales que anunciaban las exitosas operaciones militares de la guerrilla de las FARC-EP desde 1997 en adelante. Éstas habían logrado desarrollar acciones combativas de gran envergadura, como ataques y asaltos a posiciones militares fijas que implicaban un enorme salto cualitativo de la insurgencia desde el punto de vista táctico, operacional y estratégico.
Ante este escenario los estrategas del Imperio, plantean la urgente necesidad de impulsar un proceso de reingeniería de las fuerzas armadas estatales, elevando la disposición combativa de sus tropas a través de la profesionalización de sus efectivos, de la introducción de tecnología y técnica militar de última generación, de la asistencia masiva a través de asesores directos. Pasaron, pues, las Fuerzas Armadas colombianas a ser unidades de alta movilidad y flexibilidad, con enormes recursos aéreos, tanto en helicópteros como de aviones, inteligencia electrónica a mano, apoyo de artillería y blindados, con una sólida logística y coordinación de sus mandos.
La estrategia militar rompió con la improvisación y los planes desconectados, para llevar todo al terreno de un gran plan militar general, articulando objetivos, fuerzas y medios en una lógica operacional única y coherente. Así nace el Plan Patriota, la fuerza de tarea del sur, fuerza de despliegue rápido, etc.
El tiempo que requirió el imperio y el establecimiento colombiano para consolidar en este proceso, se ganó en gran parte gracias a la acción efectiva del paramilitarismo, que en el intertanto golpeaba sistemáticamente la base de apoyo de la guerrilla en áreas estratégicamente delimitadas.
Así es que arrancan inicialmente consolidando su base principal en Córdoba y Sucre. A la par, avanzan sobre el Urabá antioqueño (que ocupa un lugar privilegiado, tanto por sus vías de comunicación interna, como hacia el Darién y la frontera panameña, además de ser una importante vía fluvial y marítima), luego la línea de la frontera con Venezuela bolivariana, donde el objetivo central es arrebatar territorio a los frentes de guerra nororiental y oriental del ELN, aniquilar las ultimas estructuras del EPL e insertar cuñas entre los Bloques Oriental y Catatumbo de las FARC-EP, y entre este último y el Bloque Caribe, para así interrumpir las líneas de comunicación, abastecimiento, de transportes e inhibir la coordinación a nivel operacional y estratégico.
Avanzan desde la Guajira, principalmente en la Sierra de Santa Marta y Maicao, con grandes éxitos en el Norte de Santander, pasando por Arauca, para llegar al Guaviare. También desarrollaron grandes esfuerzos en el Putumayo, Pasto y la línea fronteriza con el Ecuador. Esto fue acompañado por el desarrollo de un concepto de «zonas liberadas» por el paramilitarismo, que fueron acondicionadas como un espacio para el libre accionar del narcotráfico.
En este plan, la insistencia norteamericana de instalar cuñas entre los Bloques y Frentes de las FARC-EP, era junto a la consolidación de «puntos de partida» para la agresión hacia Venezuela, los objetivos principales. Mientras se intentaba poner a la defensiva a las FARC-EP, complicando su comando y control, junto a los abastecimientos logísticos, complicando la movilidad, el control territorial y la coordinación entre las diferentes unidades de la guerrilla, se sentaban las bases posicionales para el plan de agresión en contra de la Revolución Bolivariana.
Con toda la Impunidad jurídica y legal, con el respaldo militar del Estado (combativo, logístico y de inteligencia), con la complacencia del Imperio y sus agencias (DEA), las AUC se convirtieron en una franquicia, que se hizo brazo fundamental de la Contrainsurgencia en Colombia.
La BACRIM, el paramilitarismo renovado
Las AUC lograron darle tiempo al Estado colombiano para a reingeniería de sus Fuerzas Armadas e impulsar el desplazamiento forzoso de millones de colombianos dejando el terreno libre para los negocios del narcotráfico, el agronegocio, la minería y otras fuentes de ingreso para la oligarquía colombiana y las multinacionales. El accionar paramilitar fue determinante para que Colombia se transformase en uno de los países con más desplazados en el mundo, sólo entre el 2000 y el 2005 los paramilitares obligaron al desplazamiento forzoso de más de 2 millones de colombianos.
Con las Fuerzas Armadas rediseñadas y con la presencia militar directa norteamericana, el paramilitarismo entra en una nueva fase.
Ante el desarrollo de la guerra interna y la necesidad de otorgarle legitimidad al establecimiento colombiano (debido a razones políticas internas y externas), el paramilitarismo pierde su vigencia como elemento para la guerra contrainsurgente. De hecho ya comenzó a ser incapaz de sostener zonas bajo control sin la presencia de las fuerzas militares estatales, siendo cada vez es más acosada y aniquilada por la insurgencia. Al mismo tiempo, su desprestigio internacional y nacional producto de sus permanentes masacres en contra de la población civil y su inocultable esencia narcotraficante, hacían necesaria su superación en forma. Pero, como se trata de una estrategia global que depende de los intereses y directrices del imperio, se le otorgará al paramilitarismo una nueva función en este escenario regional.
El presidente Álvaro Uribe Vélez, vinculado al narcotráfico y al paramilitarismo, impulsor de las CONVIVIR, inicia un montaje mediático de negociaciones de paz con la AUC que culminarán con la desmovilización formal del grupo y el arresto de sus principales jefes. Esta desmovilización buscó imponer la idea de que «ya no hay más paramilitares en Colombia», cuando en verdad fue una maniobra organizada por el gobierno y narcotraficantes en donde miles de delincuentes requeridos por la justicia fueron hechos pasar por «paramilitares» para legalizarlos y que volviesen a sus actividades ilícitas gozando de los beneficios.
Las AUC no contaron con grandes tropas de contingentes armados como suele creerse, fueron un complejo de autodefensas armadas, grupos armados del narcotráfico, elementos del Ejército se colocaban el brazalete de las AUC para cometer atrocidades y bandas delictivas que ejecutaban diversas acciones (sicariato, masacres, etc.) a nombre de las AUC. Teniendo en cuenta este entramado, Paramilitares-Ejercito-delincuentes comunes, al momento de desarticularse la estructura central que eran las AUC, surge un proceso de descentralización, dispersión y disputa entre los distintos mandos medios y grupos delictivos que ahora comienzan a disputarse el espacio dejado, aunque sin la capacidad financiera y militar. Las organizaciones que comienzan a surgir afianzan su poder controlando partes del mercado ilícito, contratando a pequeñas bandas para que ejecuten operaciones, adquiriendo estas últimas armamento largo y capacidad para operar en zonas rurales cercanas a las ciudades.
Siguiendo con la farsa del fin del paramilitarismo, el establecimiento colombiano caracterizó a estos grupos como algo distinto al paramilitarismo, denominándolos como Bandas Criminales o Bacrim. Sin embargo, esta dispersión del paramilitarismo no implica que haya cambiado su carácter reaccionario hacia el movimiento popular; siguen desplazando poblaciones en función de los intereses de las multinacionales mineras, la agroindustria y el narcotráfico, asesinado a dirigentes sociales. La propia Cruz Roja indica en sus informes anuales que en la actualidad los grupos paramilitares que son las llamadas Bacrim son responsables al menos de la misma cantidad de muertos y desplazados que el conflicto entre las fuerzas guerrilleras y el Estado.
De las cientos de bandas que surgieron actualmente las estructuras más grandes son Los Rastrojos, Los Urabeños, Los Paisas, Renacer, Machos, Águilas Negras, Cordillera, Bloque Meta, Libertadores de Vichada, Héroes del Nordeste, Bloque Frontera y La Empresa, extendidos en su conjunto a casi todo el territorio colombiano.
Estos grupos tienen sus orígenes directos en las antiguas estructuras paramilitares y gran parte de sus miembros son «desmovilizados». Su estructura interna suele distinguir entre una cúpula encargada de la dirección de la organización y grandes operaciones de tráfico de drogas, armas y contrabando, existiendo bajo ella un entramado de bandas delictivas y delincuentes comunes que realizan tareas específicas de sicariato, microtráfico, cobro de «vacunas», control de zonas de cultivo, entre otras actividades. Al igual que sus predecesoras, se alían a los grandes poderes políticos, económicos y militares, a los cuales son funcionales, controlando a funcionarios de las policías, alcaldías, administración pública, justicia, etc., así como al transporte, comercio, buhoneros, redes de contrabando, etc. Corrompen totalmente las estructuras públicas y sociales, accionando en contra de los movimientos y dirigentes sociales que amenacen sus prácticas e intereses. Fenómeno que se ha trasladado al otro lado de la frontera.
El paramilitarismo en Venezuela
En un primer momento Venezuela fue usada por las AUC y otras organizaciones como retaguardia estratégica, desarrollando una ofensiva sobre la zona de frontera. Hacia 1997 habían 21 estructuras paramilitares en la zona de frontera, sobretodo en el Cesar y la Guajira. Es en ese mismo año en que el líder de las AUC, Carlos Castaño, se reúne con 140 empresarios, latifundistas y ganaderos de Barinas, Táchira y Zulia con la idea de establecer estructuras paramilitares en dichos Estados. Es también en ese año, cuando por primera vez se reconoce oficialmente la presencia paramilitar en el país con la captura de 7 paramilitares en Apure, a quienes se les incautó armamento y una lista de colaboradores ganaderos y terratenientes, por cierto, en este caso también comenzamos ya a ver la penetración paramilitar en las instituciones venezolanas, pues el general de la Guardia Nacional Enrique Medina Gómez los libera; 5 años más tarde el mismo general participaría del Golpe de Estado contra el Comandante Chávez.
Actuando inicialmente en Táchira, Apure y Zulia, dedicados al robo de ganado, secuestros, extorsión y sicariato, comienzan una progresiva penetración en el territorio nacional. Desde el norte de Cúcuta, pasando por Ocaña, Convención, El Tarra para llegar a la Gabarra. Consolidado ese corredor y sus cabezas de playa, se acelera la penetración entre el sur del lago de Maracaibo (Machiques, El Vigía hasta San Cristóbal, pasando por Rubio, San Antonio y Capacho). Luego intentan penetrar la vía hacia Barinas, destacando contingentes en El Milagro, San Joaquín de Navay y Socopó, hasta la propia ciudad de Barinas. Luego de un tiempo ya se visibilizaban en Barquisimeto, Valencia, Caracas, Portuguesa, Mérida, Margarita y el Estado Sucre. Penetraron al mismo tiempo desde la Guajira, pasando por Maracaibo para caer en Barquisimeto. ¿Qué dudas puede quedar de que se trataba de un plan rigurosamente diseñado y ejecutado con enormes recursos materiales, humanos y financieros y parte de un esquema de mayor y profundo alcance?
Desde fines de los 90’s, a raíz de la penetración paramilitar generará un aumento de la actividad de grupos ilegales, el aumento del contrabando de gasolina, el aumento de la salida de drogas desde Colombia hacia Venezuela y desde allí a Centro América y África, aumento en el contrabando de armas y el creciente corrompiendo es las estructuras institucionales. Vale la pena indicar que la cultura paramilitar del desprecio por la vida y el uso de métodos de tortura, decapitamiento, descuartizamiento, uso de motosierras, entre otros, comenzó a impregnarse en el accionar de la delincuencia venezolana.
Previo a su disolución, las AUC enviaron en el 2004 a sus testaferros a Maracaibo y San Cristóbal para crear empresas y generar las bases necesarias para la exportación de drogas y el lavado de dinero, desarrollándose estructuras que comenzaron a controlar el comercio, a imponer «vacunas», a controlar gremios, a las bandas delictivas y a funcionarios estatales policiales y de la Guardia Nacional, todo esto en complicidad con ganaderos, latifundistas, empresarios, mafias y dirigentes de la derecha. Actividad que se extendió hacia otras ciudades del país.
Tras la desmovilización de las AUC, las Bacrim, especialmente Rastrojos y Urabeños, se posicionan en la línea fronteriza controlando el narcotráfico y el contrabando de gasolina, produciendo un rápido ascenso de la violencia y los homicidios.
Aprovechando el diferencial de precios de la gasolina, alimentos y otros productos, el contrabando se convirtió en un lucrativo negocio, desatado en los últimos años. Controlando las redes de bachaqueros y pimpineros, las casas de cambio en la frontera, corrompiendo y convirtiendo en parte del negocio a elementos de las Fuerzas Armadas, de las policías y de las instituciones, las Bacrim han obtenido enormes ganancias a costa del pueblo venezolano.
A través de la frontera por tierra, aire y ríos la droga transita para ser almacena en el interior, en Estados como Guárico y Bolívar, para ser transportada al Caribe y Centro América, mientras los puertos y aeropuertos son usados para enviarla a Estados Unidos, África, Europa o México. El negocio es tal que la zona de frontera ha visto la instalación de carteles mexicanos, como el de Sinaloa y Los Zetas, y carteles dominicanos.
En un nivel menor, las Bacrim controlan negocios menores como la prostitución, empresas de transporte, «vacunas» a comerciantes, sicariato, buhonería, microtráfico, sindicatos, entre otros. Para lo cual subordinan o contratan a bandas menores para ejecutar estas acciones, tal como lo hacen en Colombia.
Han llega a controlar varios enclaves en las grandes ciudades. Se insertan en las zonas controlando bodega o quioscos que les sirven como fuentes de información e inteligencia, se acercan a pequeñas bandas y les suministran drogas y armas para luego irlas controlando poco a poco y de ahí van extendiendo su control hacia otras bandas, hacia el comercio, el microtráfico, la prostitución, el robo de carros, etc., para luego corromper a autoridades locales y policiales.
Paramilitares colombianos, contrarrevolucionarios en Venezuela
Ahora bien, hemos usados los términos «paramilitar» y paramilitarismo» indistintamente se trate de Colombia o de Venezuela para un mejor entendimiento. Sin embargo, en este punto debemos hacer precisiones y distinciones conceptuales. Como hemos visto existe una diferencia entre paramilitarismo de contrarrevolución armada. Dos conceptos que si bien resumen estrategias pro imperiales y reaccionarias, se mueven en escenarios particulares. El primero desde el poder constituido, y el segundo en contra del nuevo poder revolucionario.
En esa dirección, y para los intereses de los revolucionarios venezolanos, debemos precisar las características del paramilitarismo colombiano y su mutación al entrar a operar en el espacio venezolano. Esto no sólo por un problema de carácter territorial, sino por los objetivos que procura y misiones que cumple en este país. Mientras en Colombia estas organizaciones reaccionarias devienen en entes paralelos pero vinculados al Estado y sus fuerzas armadas, de ahí su carácter de «paramilitar» al entrar en Venezuela se transforma en «contrarrevolucionario», al insertarse dentro de la lógica de acabar con el gobierno revolucionario existente, por cierto, también golpeando al movimiento popular. Es decir, se convierten en un arma desestabilizadora del Imperio.
Es importante estudiar a fondo su esencia narcotraficante, no sólo por los enormes recursos económicos que ello les genera, sino porque se establecen como un contrapoder real, que va carcomiendo las estructuras del Estado, permeando todas las esferas del mismo. Así infiltra, recluta, corrompe. Poco a poco va asumiendo el control total de la delincuencia social. El lavado de dinero, el tráfico y venta de armas, el robo de carros, el contrabando de combustible, la falsificación de documentos, el sicariato, el tráfico de personas, las redes de prostitución, en fin, todos problemas que traspasan la seguridad ciudadana y se elevan al rango de seguridad nacional.
Por tanto, no se trata solo de que las organizaciones paramilitares colombianas, denominadas Bacrim, desarrollen actividades ilícitas dentro del territorio nacional, cumplen también un rol político de desestabilización y ataque al proceso revolucionario que ha quedado demostrado en toda su evidencia en las accione desatadas por la derecha desde febrero del presente año.
La alianza entre la derecha, los grupos económicos y el paramilitarismo no es nueva. Recordemos como los gremios ganaderos y terratenientes se han aliado a estos grupos para asesinar a más de 300 dirigentes campesinos en los Estado Portuguesa, Yaracuy, Zulia, Táchira, Apure, Barinas, desde que se promulgase la Ley de Tierras del 2002. O los 130 paramilitares descubiertos en la finca Daktarí en Baruta, cuyo objetivo era asesinar al Comandate Chávez; entre estos se encontraban el «Comandante Lucas», del Bloque Norte de Santander de las AUC. Operando a través de bandas delictivas de Colombia o Venezuela han asesinado a dirigentes sociales y políticos en todo el país, haciendo pasar estos hechos como delincuencia común, desatando el crimen y la inseguridad, acabando con toda una generación de jóvenes que podrían haber aportado en las filas de la Revolución.
En las acciones desestabilizadoras y golpistas iniciadas en febrero, las organizaciones paramilitares colombianas fueron pieza fundamental dentro del entramado de violencia reaccionaria. Junto a grupos de choque formados en el extranjero (incluida la propiedad Colombia), grupos operativos y ex miembros de las fuerzas armadas, paramilitares colombianos actuaron como elementos de combate en las «guarimbas», especialmente en Táchira, en donde controlaron importantes sectores de San Cristóbal, paseándose con armamento largo, imponiendo toques de queda, distribuyendo panfletos amenazando con limpiezas sociales y otros elementos intimidatorios como colgar ratas o muñecos vestidos de rojo en los puentes. Estos elementos se dislocaron por Mérida, Zulia, Barquisimeto, Carabobo y Caracas, desatando la violencia y emboscadas a elementos policiales y de la Guardia Nacional. En este sentido vale la pena mencionar que esto debe ser visto en función de la complejidad del paramilitarismo colombiano, es decir, son varios grupos, que operan en diversos niveles de diversas formas, por tanto, a la hora de hablar del paramilitarismo colombiano convertido en contrarrevolución armada durante las «guarimbas», debemos entender que bajo este concepto se engloba un entramado de grupos armados con formación militar, elementos y ex elementos de las fuerzas armadas colombianas, bandas de delincuentes colombianos y venezolanos contratados para el caso.
Tanto por su participación en acciones desestabilizadoras de violencias callejera y terrorismo, como en su papel en la «Guerra Económica», en donde han sido protagonistas del contrabando, el paramilitarismo colombiano es un elemento necesario de estudiar y analizar pues su rol contrarrevolucionario dentro del territorio nacional constituye una grave amenaza para el proceso revolucionario bolivariano.
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