Moulian, crea un análisis crítico que inaugura un registro particular desde el cual describir un mito que huele mal, un mito chileno cuya anatomía se nos plantea como un espejo de nuestra convivencia nacional
Moulian parado aquí, crea un análisis crítico que inaugura un registro particular desde el cual describir un mito que huele mal, un mito chileno cuya anatomía se nos plantea como un espejo de nuestra convivencia nacional. Logra una fotografía de primer plano, captando una realidad develada, capto un sentido que estaba en el aire, pero le dio un estatuto sociológico, y se transformó en best seller. Esa capacidad de instalar una crítica sustancial en un código masivo termino por instalar a Moulian dentro de los clásicos para pensar la sociedad actual.
Son las claves que se instalan las que diseñan una huella, un léxico interpretativo, en los signos de un neoliberalismo dominante se abren espacios de una crítica que reordena los acomodos y descubre los transformismos y gatopardismos políticos tan acentuados en la escena chilena.
Entre las articulaciones de un neoliberalismo perfecto, se comienzan a configurar los primeros significados de una crítica voraz al sistema neoliberal. Moulian inaugura esta línea con la intuición prematura en la detección de las caricaturas que habitan un cuadro que tiene mucho de una comedia chilensis.
La evolución de Chile nos pone en un derrotero de composición poliformica, pero se comienza a destacar rasgos decisivos. El mercado como entelequia, como espacio cultural consolidado al nivel de producir una nueva sociabilidad, con nuevos chilenos movilizados por sentidos de la acción social en función del paradigma del consumo. Esta radiografía queda instalada hasta nuestros días y sobre ella volvemos repetidamente porque es un fenómeno que da para mucha exploración.
La trama del consumo es un intersubjetividad como una red simbólica, un lenguaje en sí mismo, ese lenguaje captura, tiene una sinopsis muy sugestiva, descrita como una pulsión deseante por Guattari, y así las entradas actuales de crítica al capitalismo intentan estatutos significativos distintos. Lo cual ofrece miradas muy diversas e interesantes, pero no confluyentes, claramente la posmodernidad desaloja los intentos de la gran teoría y la relatividad del ensayo y su literatura se imponen como verosímiles posibles frente a las grandes hermenéuticas.
El gran relato fragmentado resignifica en Focault el sentido de su obra, su levedad. En tiempos de Kundera no se defienden ideologías o modelos, más una crítica frankforiana, con algún gusto a Marcuse. Moulian como autor se detiene en el tono necesario de su tiempo, lee muy bien su tiempo. Saca la película.
Esta epidermis neoliberal nos compone más allá de nuestra voluntad, los escenarios sociales cambian, entre ellos, la ciudad sufre transformaciones. La sociabilidad busca relaciones instrumentales, la pragmática ganancista se apodera como un ethos, permea la sociedad como un sentido incrustado en los sujetos.
Esta sociología crítica muestra la hegemonía del mercado por sobre una polis que es un recuerdo nostálgico de sociedades anteriores. Sociedades donde la otredad, y el proyecto político aún eran parte de un centro histórico, eran contemporáneos.
Hoy construimos diagnósticos, anatomías, describimos el fenómeno desde una postura intencionada. Los espacios de la cultura ocupados por el mercado nos replantean los alcances de esta relación social nueva que es el neoliberalismo dentro del desarrollo del capitalismo, como una expresión a ultranza.
Los chilenos reorganizan sus pautas de acción de acuerdo a la privatización de la vida social, el espacio público deliberativo se reduce a espacios marginales, la polis en el margen, el mercado al centro como una fuerza gravitacional que atrae los cuerpos. En pleno sueño de los noventa como jaguares económicos la política en la medida de lo posible sella un pacto del consenso nacional, donde se inaugura la tradición transitológica. En esa fauna la anatomía de Moulian se posiciona como una identidad que excepciona la regla.