Aproximarse a los problemas del Sur Global sólo desde la perspectiva de la cooperación oficial al desarrollo y no considerar los demás tentáculos de la actuación exterior es un error de falta de visión global y una irresponsabilidad cuyos efectos suelen ser criminales. Tentáculos como CESCE y los créditos condicionados, la contribución a las instituciones […]
Aproximarse a los problemas del Sur Global sólo desde la perspectiva de la cooperación oficial al desarrollo y no considerar los demás tentáculos de la actuación exterior es un error de falta de visión global y una irresponsabilidad cuyos efectos suelen ser criminales. Tentáculos como CESCE y los créditos condicionados, la contribución a las instituciones financieras multilaterales, la responsabilidad ambiental transnacional, el control migratorio, los paraísos financieros o el secretismo bancario, la venta de armas o los acuerdos comerciales… deben ser incluidos en el análisis y en las actuaciones por delante de cualquier filantropía, proceda ésta de donde proceda.
En el presente artículo presentaremos la noción de «anticooperación» Norte-Sur y apuntaremos algunos de sus principales mecanismos. Las hipótesis de partida serán tres: que la mayoría de contextos en los que viven los habitantes del Sur Global dependen, en gran medida y en grado creciente, de decisiones y actitudes de habitantes del Norte Global; que lo que llamamos ayuda Norte-Sur (o «cooperación al desarrollo») es una contribución positiva mucho menor que las contribuciones negativas que recibe el Sur Global desde el Norte Global; que la mayoría de estas contribuciones negativas se producen como consecuencia de la lógica de empresas y Estados que quieren crecer y asegurarse recursos y mercados.
Conectividad Norte-Sur
Usted y yo estamos realmente muy bien conectados con el Sur. Estamos sutilmente conectados con un campesino sin tierra de Nicaragua a través de nuestras tazas de café. Con un nigeriano cuando calentamos la cafetera con gas natural. Con un ecuatoguineano cuando arrancamos nuestro automóvil. Con un indígena indonesio al comprar en Ikea. O con un emigrante magrebí al votar a un partido que favorece su monarquía totalitaria. La globalización no es ninguna broma. Habitantes de distintos continentes interconectados, economías interconectadas, políticas interiores de unos Estados condicionadas por políticas de terceros, guerras contra población civil por intereses geoestratégicos de lobbies lejanos… Un sinfín de relaciones inter y transnacionales definidas principalmente por una dinámica específica: la del capitalismo expandiéndose mundialmente. Una expansión que se produce en forma de sucesión de olas que impactan y transforman los pueblos de la periferia a menudo violentamente, y que han sido producidas desde un foco situado en los países intensivos en capital (Estados Unidos, Unión Europea, Japón).
Cada vez importa menos la distancia. Dada la compleja trama de hilos que atan las distintas realidades a escala planetaria creer que la ayuda al desarrollo pueda contrarrestar la telaraña de hilos de diversa naturaleza que coartan la libertad de los habitantes del Sur pierde total sentido. ¿No deberíamos cambiar entonces de paradigma? ¿Trascender estrategias ya obsoletas? Cooperar a través de no anticooperar puede resultar mucho más eficaz. Ayudar a través de no destruir.
La «anticooperación»
En este contexto de profunda globalización se hace conveniente definir todo aquello que interfiera negativamente sobre los pueblos empobrecidos. Si la cooperación al desarrollo se refiere a toda actuación del Norte que comporte (al menos teóricamente) un beneficio para el Sur, es lógico definir la «anticooperación» como todo lo contrario, como toda aquella actuación realizada en y desde el Norte cuyos efectos sean directa o indirectamente perniciosos para el Sur. Por ejemplo, el consumo a gran escala de carburantes cuyo origen proceda de enormes plantaciones de palma africana o caña de azúcar de países tropicales, la ocupación de Iraq por parte de Estados Unidos, el Reino Unido y sus aliados o la emisión de gases de efecto invernadero.
Algunas organizaciones dedicadas al desarrollo han superado el asistencialismo, incluso sustituyendo parte de su actividad como canalizadores de dinero y personal técnico por actuaciones de sensibilización, denuncia y presión hacia algunas causas estructurales del «subdesarrollo» del Sur (deuda externa [1], comercio internacional desigual, militarización, destrucción del medio ambiente…). Algunas agencias de financiación han empezado a entender tímidamente que tales actuaciones son convenientes. Sin embargo no existe en el ideario de los primeros ni de los segundos un mapa integral de las causas de la pobreza originadas por el Norte ni una evaluación comparada de la importancia relativa de cada una de estas causas y mucho menos de los mecanismos transnacionales que producen anticooperación.
Este artículo adelanta algunos apuntes de un estudio mucho más amplio sobre la «anticooperación Norte-Sur» que será publicado próximamente por el Observatorio de la Deuda en la Globalización y cuyo objetivo ha sido el de mapear dichas «relaciones fatales» en su justa medida. Así pues, en el análisis integral de las distintas interferencias negativas que ejerce el Norte sobre el Sur, el estudio detecta hasta 9 grandes dimensiones de la anticooperación. Es decir, 9 esferas a través de las cuales se transmiten distintas fuerzas que compiten simultánea y antagónicamente contra una supuesta ayuda internacional desinteresada (ver el diagrama). Se trata de las anticooperaciones tecno-productiva, financiera, comercial, militar, diplomática, migratoria, ambiental, simbólica y «solidaria». Las definimos a continuación:
Anticooperación tecno-productiva Producida por cualquier mecanismo Norte-Sur que involucre la creación de tecnologías y redes productivas globales orientadas al consumo y la producción de la clase consumidora mundial, en lugar de estar orientadas a las necesidades de la mayoría de la población mundial (redes de infraestructuras de transporte, de energía, de agua…)
Anticooperación financiera Cualquier acción producida por mecanismos de tipo financiero transnacional con origen en el Norte que interfiera negativamente en los sistemas financieros de los países del Sur, o bien, en otros ámbitos de la vida del Sur Global, sean económicos, políticos, ambientales u otros. Los principales son la deuda externa como aspiradora de capital, la deuda externa como palanca geopolítica, la desviación de depósitos de las elites del Sur a bancos del Norte y los fondos de inversión especulativos de origen central, que invierten en valores del Sur que a menudo provocan costosas crisis financieras.
Anticooperación comercial Se produce mediante aquellos mecanismos controlados desde los centros de decisión del Norte que actúan en el comercio internacional y que tienen nefastos impactos en las poblaciones del Sur, por ejemplo en su seguridad alimentaria. Comercio internacional de todo aquello que el capitalismo concibe como mercancia (alimentos, energía, manufacturas, conocimiento, servicios diversos…), incluidos recursos que pueden ser también derechos básicos de las personas (agua, educación, salud, electricidad…). El dúmping, las patentes y el sistema de organizaciones internacionales que obligan a desproteger las economías locales son ejemplos de dichos mecanismos.
Anticooperación diplomática Se produce mediante distintos dispositivos implementados por los Estados (principalmente los del Norte) en su actuación exterior en el Sur, para influir, condicionar, interceptar y financiar operaciones que puedan beneficiarlos en detrimento de las poblaciones de los países en que actúan. El sistema de embajadas, consulados, oficinas comerciales y de cooperación, los sistemas de espionaje, por un lado, y por el otro, la participación en distintos organismos internacionales.
Anticooperación ambiental Provocada tanto por actitudes como por decisiones políticas o empresariales en el Norte, que se transmiten al Sur en forma de interferencia ambiental desastrosa, como por ejemplo el calentamiento global. Diferentes fenómenos ambientales Norte-Sur que justamente han estado y son los generadores de la llamada ‘deuda ecológica’ (emisión de gases de efecto invernadero, contaminación y pasivos ambientales, biopiratería, etc).
Anticooperación en el movimiento de personas Se la puede definir como el conjunto de todos los mecanismos aplicados desde el Norte para filtrar selectivamente a aquellas personas de países del Sur que sean funcionales a las sociedades del Norte, al mismo tiempo que se bloquea la entrada al resto, independientemente de que tengan grandes necesidades. Así mismo debemos incluir otros fenómenos masivos que tienen que ver con el movimiento de personas del Norte Global por motivos que no son la supervivencia sino el ocio y que empiezan a tener un impacto en todo caso discutible sobre el Sur Global: el turismo internacional.
Anticooperación simbólica Podemos definirla como el resultado de la manipulación de todo tipo de símbolos desde el Norte cuando al ser transmitidos al Sur afectan negativamente a su población. Símbolos encapsulados en soportes que van desde películas y telenovelas, hasta sistemas educativos, carreras universitarias, doctrinas y/o informes supuestamente científicos, doctrinas de fe y/o sermones religiosos, noticias manipuladas o en la publicidad.
Anticooperación «solidaria» Se define como el conjunto de aquellas actuaciones de ayuda internacional al desarrollo o simplemente catalogadas retóricamente como cooperación internacional, determinadas por actores del Norte (agencias estatales, ONG, fundaciones empresariales, QUANGOs,..), cuyos resultados sean infaustos para las poblaciones del Sur. Ello sucede por ejemplo en las ayudas condicionadas a Políticas de Ajuste Estructural o a aquellas dirigidas a objetivos comerciales, geopolíticos o de imagen del donante [2].
Anticooperación militar Es el conjunto de interferencias Norte-Sur que implican el uso de la violencia, o la posibilidad de desencadenarla o acentuarla. Incluye también el suministro de medios de todo tipo para el ejercicio de la violencia en el Sur, aunque aparentemente el conflicto no involucre actores del Norte.
Unas y otras formas de anticooperación están interrelacionadas, incluso coordinadas bajo una misma lógica de fondo. Se originan principalmente en la necesidad del Norte de controlar nuevos y mayores recursos materiales, hídricos o energéticos en el Sur, asegurar los que ya se encuentran bajo su control, y finalmente, acceder y controlar los mercados emergentes como plataforma para expandirse.
Por ejemplo, la generación de deuda externa tiene su relación en instrumentos previstos por los gobiernos del Norte para favorecer la internacionalización de sus empresas transnacionales ante la competencia capitalista internacional. Por ese lado, deuda externa, inversión extranjera y comercio internacional, están por lo tanto orgánicamente interrelacionadas.
Otro ejemplo es el de la propia AOD (Ayuda Oficial al Desarrollo), muchas veces condicionada a intereses de mercado o geoestratégicos como los que se ponen en juego para complacer a países que deben asegurar el suministro de ciertas materias primas estratégicas como el gas, el petróleo o algunos minerales que son clave para la vida de los ricos. ¿Por qué sino existe tanta coincidencia entre los intereses geoestratégicos de los países del Norte y los flujos de ayuda internacional?
La teoría de la vaca
Una parábola resume la suma de nuestras relaciones con las poblaciones del Sur: el granjero industrial que ofrece pienso a la vaca no está precisamente cooperando con la vaca a pesar del pienso que le regala, sino que la explota para vender su leche y su carne con fines económicos generalmente egoístas. Es una relación de dominación y de explotación aunque a la vaca le guste el pienso.
La visión que nosotros tenemos, a menudo inocentemente, se concentra en recoger y desplazar algunos recursos (dinero, tecnología, alimentos,..) desde un enfoque de solidaridad, pero no ve o no quiere ver otros mecanismos que hacen que la vaca no pueda cambiar su condición. Cooperar no sólo debe significar la creación de dicho flujo de solidaridad, sino oponernos enérgicamente a flujos mucho más potentes que paralelamente están desplegados sobre las desangradas economías del Sur y que perpetúan la situación inmoral de nuestros hermanos africanos, latinoamericanos o asiáticos. Es decir, investigar las causas, divulgarlas y presionar a los actores que entre nosotros/as anticooperan.
David Llistar i Bosch es coordinador del Observatorio de la Deuda en la Globalización/Càtedra UNESCO de Sostenibilitat de la Universitat Politècnica de Catalunya. Esta artículo ha sido publicado en el nº 29 de la revista Pueblos, diciembre de 2007.
Notas
[1] Por ejemplo, si comparamos el servicio de la deuda externa que los países del Sur enviaron a los del Norte con la ayuda oficial que recibieron de estos, nos damos cuenta de que el Sur envía mucho más dinero del que recibe. En el año 2000 por citar una fecha especialmente significativo, la relación fue 7 a 1.
[2] Ver. D.Llistar, «¿Por qué al Norte le gusta «ayudar»?», Revista Viento Sur, 90, Febrero 2007: www.vientosur.info