Los 20.000 millones de dólares comprometidos por el Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos para afrontar la crisis alimentaria es más de lo que muchos esperaban este viernes, al finalizar la cumbre de tres días en la central ciudad italiana de L’Aquila. Pero igual no alcanzan ni para empezar. Muchos miembros de la […]
Los 20.000 millones de dólares comprometidos por el Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos para afrontar la crisis alimentaria es más de lo que muchos esperaban este viernes, al finalizar la cumbre de tres días en la central ciudad italiana de L’Aquila. Pero igual no alcanzan ni para empezar.
Muchos miembros de la sociedad civil habrían estado felices con 15.000 millones de dólares a lo largo de cuatro años, aunque más no fuera porque con el tiempo aprendieron a esperar relativamente poco.
Ahora, Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia, integrados en el G-8, hablaron de 20.000 millones en tres años.
En efecto, habló. Y muy cuidadosamente. Los líderes del G-8, más Brasil, China, India, México y Sudáfrica, que conforman el Grupo de los Cinco (G-5) países emergentes, con el agregado de Egipto, dijeron en su declaración final de la cumbre que daban la bienvenida a los compromisos de los estados que se reunieron en L’Aquila, «hacia un objetivo de movilizar 20.000 millones de dólares a lo largo de tres años».
No fue un compromiso conjunto, sino un paso de bienvenida hacia un ideal. Tras algunos años de promesas hechas y no cumplidas, el G-8 parece tener razón en haber perdido un poco la fe en sí mismo. Por lo menos, el lenguaje que emplea es más cuidadoso.
En 2005, durante su cumbre en la localidad escocesa de Gleneagles, se hablaba de 50.000 millones de dólares en asistencia. Nunca se calculó con exactitud la fracción que se hizo realidad.
Por esto, la sociedad civil todavía no festeja. «Lo que podemos decir es que se trata de un paso tardío en la dirección correcta. Sin embargo, tenemos que fijarnos en los detalles, porque (los países del) G-8 son maestros en dar vueltas», dijo a IPS Kumi Naidoo, copresidente mundial del Llamado Mundial a la Acción Contra la Pobreza (GCAP, por sus siglas en inglés).
Por ejemplo, «el compromiso de 30.000 millones de dólares de asistencia alimentaria asumido en junio de 2008 todavía no se concretó. Así que queremos ver quién está poniendo el dinero, cuándo y cómo estará disponible, antes de poder catalogar esto totalmente como un éxito», sostuvo.
Según Naidoo, el G-8 debe ir más allá de producir números. El bloque debe pensar de modo diferente, sostuvo. Y los últimos tiempos explican por qué.
«El encarecimiento de los alimentos, los vaivenes en el precio del petróleo, la recesión global, el cambio climático y la pobreza, todo ha surgido junto. Deberíamos pensar en estas crisis como una oportunidad. El G-8 piensa en cada una de estas cosas como problemas aislados en vez de buscar maneras de ver cómo respondemos a estos problemas de un modo integrado, no fragmentado», opinó.
Pero eso todavía está muy lejos. Aunque se concrete la asistencia por la suma total de 20.000 millones de dólares y llegue a las personas correctas en el momento justo, eso no será todavía suficiente.
En su declaración final, el G-8 señala que «son hoy más de 1.000 millones las personas que padecen hambre y pobreza». Por lo tanto, 20.000 millones de dólares representan apenas 20 dólares para cada persona hambrienta a lo largo de tres años. Esa suma no alcanza para comprar mucha comida en ninguna parte del mundo.
Es verdad que esto tampoco es un juego de números totalmente justo. El dinero podría usarse de modo sensato para promover la agricultura, en vez de destinarlo a la asistencia tradicional. Pero éste es el dinero de la crisis, y no alcanza ni siquiera para el mínimo que reclama la recesión mundial.
«Este dinero no será suficiente para hacer frente a los desafíos de la crisis alimentaria en el mundo», advirtió ante la consulta de IPS Otive Igbuzor, jefe internacional de campañas en ActionAid.
«La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha estimado que se necesitan 30.000 millones de dólares cada año para hacer frente a los desafíos de la crisis alimentaria», detalló.
El hambre va en aumento porque la Unión Europea (UE) y Estados Unidos quieren biocombustibles, aseguró.
«La producción de agrocombustibles está aumentando a causa de los subsidios de Estados Unidos y de la UE y porque este bloque tiene por objetivo hacer combustible a partir de cultivos alimenticios», alertó.
«Deben frenarse los subsidios y los objetivos de agrocombustibles», puntualizó,
En África se entregaron 20 millones de hectáreas de tierra fértil a corporaciones de Europa y Estados Unidos, «y todo eso se está inflando la crisis alimentaria», agregó