Tras una larga semana conduciendo, Domingo estaba a una carrera de alcanzar su 96º trayecto, momento en el que recibiría una bonificación de 100 dólares de Uber. Al igual que otros conductores, recibía un salario por carrera insosteniblemente bajo, por lo que dependía de las bonificaciones, los recargos y otros incentivos similares para llegar a fin de mes. Pero nada de esto era predecible ni constante; el acceso a estos incentivos cambiaba cada semana. Algunas semanas, Domingo no recibía ninguna bonificación, aunque sus amigos sí. Pero esa semana en concreto, había recibido uno, y se apresuró a conseguir el número de viajes necesarios, haciendo sus cálculos con los 100 dólares en mente. Iba a ser su dinero para la compra.
Eran las diez y se encontraba en una zona popular de Los Ángeles. Envió un mensaje a su pareja para decirle que probablemente llegaría pronto a casa. Pero en lugar de eso, condujo durante 45 minutos, esperando a que el algoritmo le diera otra carrera. Estaba seguro de que la aplicación Uber le estaba saltando, repartiendo viajes a gente que no estaba tan cerca de alcanzar su bonificación, para que él se mantuviera más tiempo en el grupo de conductores disponibles. ¿Debía aguantar o rendirse y dar por terminada la noche? La situación era enloquecedora.