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La base económica del poder imperial

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por J. A. Julián

El debate sobre el poder económico en la economía mundial gira en torno a varios ejes. Uno de los elementos que fundamentan el poder económico internacional son las empresas multinacionales (EMN) de Estados competidores. Para analizar las fuerzas de los diferentes Estados resulta útil comparar la proporción de las principales multinacionales que está vinculada a cada uno de ellos.

La configuración general de poder que determina el número y porcentaje de EMN vinculadas a los diferentes Estados debe matizarse sopesando el subsector específico en el que se concentran las diferentes EMN nacionales. Según nuestra hipótesis, las EMN de los diferentes países concentran su poder en sectores diferentes. El poder no es homogéneo en todos estos sectores y se halla cada vez más disperso entre los principales bloques de poder en lucha. Si bien un cierto grado de dispersión es signo de relaciones competitivas y complementarias entre los poderes imperiales, nuestra hipótesis es que un poder central –EE UU– domina más sectores que los restantes bloques de poder.

Para determinar las 500 EMN más importantes nos hemos basado en los criterios y cálculos utilizados por el Financial Times en su documento Special Report FT Global 500, de 27 de mayo de 2004. En este informe la clasificación de las empresas se realizó basándose en su capitalización de mercado, es decir en el valor de mercado de las acciones de cada una de las empresas. Esta cifra se obtiene multiplicando el precio de cada acción por el número de acciones emitidas. No se han tenido en cuenta las empresas participadas mayoritariamente por los Estados o grupos familiares, y el cálculo se realizó el 25 de marzo de 2004.

El poder económico dominante: las 500 EMN más importantes

EE UU sigue siendo el poder dominante en términos absolutos y relativos: entre las 500 EMN más importantes cuenta con 227 (45%), seguido por Europa Occidental con 141 (28%) y Asia, 92 (18%). Estos tres bloques regionales controlan el 91% de las principales EMN del mundo. La «globalización» puede entenderse en su sentido más general como el poder derivado de las EMN basadas en los citados tres bloques de poder, que les permite movilizar capital, y controlar el comercio, el crédito, la financiación y el espectáculo. Casi tres cuartas partes (73%) de las grandes instituciones corporativas se hallan en la esfera de poder que configuran Europa y EE UU. Si bien las EMN de Asia tienen un papel cada vez mayor y pueden representar un cierto peligro las próximas décadas, a corto y medio plazo el eje económico EE UU-Europa seguirá siendo predominante. El «boom» de China e india y la recuperación económica de Japón reflejan el crecimiento del capitalismo endógeno y la expansión y conquista por las EMN de Europa y EE UU de los mercados económicos. América Latina, Oriente Medio y África cuentan con un total de once de las 500 EMN más importantes. En América Latina, sólo Brasil y México tienen EMN de envergadura mundial, África no tiene ninguna y en Oriente Medio, Arabia Saudí controla cuatro de las seis EMN. Los continentes y países que muestran un menor desarrollo de sus EMN son precisamente los países que han estado dominados por las EMN de Europa y EE UU y sus correspondientes Estados imperiales. La imposibilidad de acumular capital endógeno bajo la dominación de gobernantes clientelistas al servicio de las EMN de EE UU y Europa es la causa principal del continuo pillaje de recursos, transferencia de beneficios a los principales bancos (entre las 500) y del proceso general de desacumulación. Las escasas EMN que han aparecido en Rusia y América Latina son principalmente empresas estatales privatizadas, creadas a partir del ahorro público y la inversión de anteriores regímenes estatalistas que tuvieron la capacidad, en su día, de limitar la presencia de las EMN de EE UU y Europa.

Un examen más detallado de la «cúspide» de las EMN gigantes ilustra con claridad la gran concentración de poder de EE UU, a saber:

De las 10 principales EMN, ocho pertenecen EE UU y dos a Europa. Del 20% superior, el 75% son empresas de EE UU, el 20% de Europa, y el 5% de Japón. La mayor concentración de poder estadounidense se halla entre las mayores EMN, mientras que la competencia se incrementa a medida que descendemos a niveles inferiores de la escala.

EE UU tiene la mayores EMN en los siguientes sectores: producción industrial (General Electric), petróleo y gas (Exxon-Mobil), programas y servicios informáticos (Microsoft), productos farmacéuticos (Pfizer), banca (Citicorp), comercio al por menor (Wal-Mart), seguros (American International Group) y componentes de tecnología de la información (Intel). La capitalización total estas EMN gigantes alcanza la suma de un billón novecientos setenta y nueve miles de millones (1.979.000.000.000) de dólares.

Los partidarios de la «decadencia» del imperio norteamericano ignoran sin duda el poder mundial consolidado de las ocho principales EMN de EE UU. Lo que llamamos «globalización» es en realidad la concentración y extensión máxima del imperio estadounidense, o al menos de un imperio formado por EE UU y Europa, complementado por la emergencia gradual de EMN asiáticas.

Las EMN rusas, centradas casi exclusivamente en los recursos naturales, son un caso especial: son el resultado del pillaje y el robo de las grandes empresas estatales ampliamente integradas en sus economías nacionales. En la actualidad, las EMN rusas son principalmente prestatarias de servicios y suministradoras de las EMN de EE UU y Europa, se hallan poco integradas en el Estado ruso, y las dirigen oligarcas expatriados en el Reino Unido, Israel y otros lugares.

Las EMN gigantes canadienses operan en su mayor parte en la banca, los recursos naturales y la tecnología de la información. Están vinculadas en parte a las EMN de EE UU y, en cuanto a la «construcción de imperio», operan con muy poca participación directa del Estado canadiense, excepto para seguir la senda estadounidenses.

A partir de las 100 primeras empresas, sin embargo, la preponderancia de las EMN de EE UU es menor y las EMN euro-asiáticas se han convertido en un auténtico reto. Además de las 100 empresas principales, las EMN europeas y asiáticas se están convirtiendo en operadores importantes dentro del sistema imperial, sobrepasando sus límites tradicionales y entrando selectivamente y compitiendo con las EMN de EE UU dentro de la economía nacional estadounidense.

Dominación concentrada y compartida

La competencia y la complementariedad en la construcción imperial entre las EMN de EE UU, Europa y Asia se hace evidente cuando atendemos a sectores económicos específicos. Al examinar las 10 principales empresas en determinados sectores económicos clave nos encontramos con una » monopolización», una «competencia» y un «desplazamiento» de las EMN estadounidenses.

Comercio al por menor

Las EMN estadounidenses dedicadas al comercio al por menor copan ocho lugares entre los diez primeros. No es una sorpresa teniendo en cuenta que la economía estadounidense se basa en gran medida en el consumo de los particulares, las burbujas especulativas y unos altos niveles de endeudamiento. Todas las principales empresas de comercio al por menor de EE UU comenzaron dominando sus mercados locales y acumulando capital a base de una intensa explotación de una fuerza de trabajo mal pagada y no sindicalizada, y más tarde se trasladaron a otros lugares en otros países en los que les era posible reproducir sus prácticas. El negocio de la venta al por menor en Asia y Europa estaba basado hasta hace poco en empresas pequeñas o medianas de propiedad familiar.

Tecnología de la información

EE UU domina este sector, en el que ocho de las diez principales empresas dedicadas a la tecnología de la información son estadounidenses –el resto europeas–, en parte como resultado de las subvenciones estatales obtenidas por vía del gasto militar, y también del timo del «año 2000» (el «escenario de fin del mundo», que permitió canalizar miles de millones de dólares hacia las nuevas empresas de la TI), y la burbuja especulativa de la década de 1990.

Medios de comunicación de masas y entretenimiento

Las EMN de EE UU dominan en todo el mundo el sector de los medios de comunicación de masas y del entretenimiento. Casi un 80% de las principales EMN (11 de 14) está controlado por capital estadounidense. Con el desmantelamiento de los medios de comunicación públicos en las primeras décadas del siglo veinte y la monopolización de la radio, la televisión y la industria cinematográfica, los gigantes estadounidenses se transformaron en enormes conglomerados, mediante la adquisición o la bancarrota de la prensa local y las empresas musicales y culturales, antes de repetir este mismo esquema en todo el mundo. El crecimiento de las grandes concentraciones estadounidenses de empresas dedicadas a los medios de comunicación y el entretenimiento se consiguió gracias a una favorable intervención estatal, la desregulación y la promoción, por cuanto los medios de comunicación y de entretenimiento han servido como brazo propagandista no oficial, abierto y encubierto, de las conquistas imperiales, las guerras la ocupación y la penetración estadounidense.

El complejo militar-industrial

Las EMN estadounidenses ocupan los primeros lugares en la lista de las industrias militares relacionadas con la guerra y la construcción del imperio: de las once firmas gigantes de este sector que se hallan entre las «top 500«, nueve son estadounidenses y dos europeas. El militarismo ha potenciado la expansión industrial estadounidense durante los últimos 65 años, y permitió a EE UU salir de la Gran Depresión de los años 1930, a costa de absorber y dilapidar billones de dólares financiados por el Estado, debilitando con ello gravemente la presencia EE UU en las actividades industriales no militares, como veremos más adelante.

Programas y servicios informáticos

En este sector, las EMN de EE UU son también dominantes, con seis de las diez principales firmas. No obstante, la supremacía de EE UU está amenazada por Japón y Europa, cada una de las cuales tiene dos de las diez empresas mayores. El reto antimonopolista lanzado en Europa, la explosión de la burbuja de empresas TI y la mayor financiación de la investigación y desarrollo por parte del Estado ha conducido a una intensa competencia interestatal así como a fusiones, adquisiciones y «prácticas de competencia deshonesta».

Banca

El capital financiero y bancario de EE UU ha crecido hasta convertirse en la fuerza principal de la economía mundial. Los bancos multinacionales de EE UU representan el 60% de los diez principales bancos del mundo, seguidos por los europeos con tres y los japoneses con uno. El sistema bancario estadounidense ha crecido gracias a la gestión de la deuda de América Latina, Asia y África, convirtiendo los valores de deuda en acciones de propiedad por medio de las políticas neoliberales de privatización y desregulación de los mercados financieros. Los bonos federales de EE UU también han crecido de manera desproporcionada, permitiendo la transferencia de cientos de miles de millones de dólares de fondos ilícitos acumulados por gobernantes corruptos, delincuentes internacionales y líderes empresariales corruptos, especialmente de América Latina. Los grandes bancos norteamericanos internacionales tienen un papel destacado en la elaboración de la política imperial estadounidense, a través de las instituciones financieras internacionales, promoviendo el neoliberalismo, la desregulación financiera, los programas de austeridad clasistas y el cobro de la deuda exterior. A menor escala pero en la misma dirección, los gigantes bancarios europeos influencian las políticas de la Unión Europea. Sin embargo, muy a menudo los bancos multinacionales europeos actúan en coordinación con los bancos estadounidenses a través del «Club de París» con los mismos objetivos de cobro de la deuda por medio de políticas comunes.

El reto europeo: telecomunicaciones, petróleo y gas, seguros, productos farmacéuticos y manufacturas

Europa es líder en telecomunicaciones, con el 40% de las diez principales EMN, seguida por EE UU y Asia con el 30%. En el sector de los seguros encontramos el mismo patrón: Europa 50%, EE UU 40% y Japón 10%. En materia de petróleo y gas, EE UU y Europa tienen cuatro cada una, y Rusia y Brasil una cada una. La misma «paridad» existe entre las empresas farmacéuticas, en las que EE UU y Europa dominan las diez primeras.

En electrónica y equipos eléctricos, las EMN japonesas, y en general las asiáticas, controlan el 70% de los principales productores, Europa el 20%, mientras que EE UU tiene solamente una EMN entre las diez primeras.

La expresión más clara de la competencia interimperialista podemos encontrarla en la industria manufacturera, tanto la ligera como la pesada, entre otras la metalurgia, el transporte, los productos químicos, los productos forestales y la electrónica. Las mayores empresas de industria ligera se reparten así: EE UU tiene un 44%, Europa el 48% y Japón el 8%. La proporción en industria pesada es la siguiente: 32% de las 100 principales son estadounidenses, 30% son europeas, 22% japonesas, 7% de otros países asiáticos y el resto se reparte entre otros cinco países. La misma igualdad de presencia podemos hallarla en el floreciente sector de los productos de cuidado personal y cosméticos, en los que EE UU y Europa tienen cada una el 33%, seguidas por Japón con el 11%.

El imperio estadounidense se caracteriza por su fuerza económica y su debilidad relativa. EE UU domina en materia de TI, finanzas y medios de comunicación; y tiene una posición más débil en manufacturas, seguros, telecomunicaciones y electrónica. El imperio de EE UU es «competitivo» en materia de productos farmacéuticos, petróleo y gas.

Es un error referirse a EE UU como la «potencia global», por cuanto tiene importantes competidores que lo han sobrepasado o compiten favorablemente este país en ámbitos clave de la energía y la producción. Si bien EE UU dominan los sectores «visible» y de «consumo» (medios de comunicación de masas y venta al por menor) es relativamente más débil en manufacturas, telecomunicaciones y seguros. El poderío de EE UU se fundamenta en los servicios, no en la producción de bienes tangibles ligados al consumo civil. Si no contase con las EMN de carácter militar-industrial, que gozan de enormes subsidios oficiales, EE UU tendría una presencia todavía menor en la industria. Además, su economía industrial se ha visto gravemente debilitada por la deslocalización de las EMN estadounidenses al extranjero, en particular a China. A la vez que mantienen sus actividades económicas en el extranjero, en funciones de creación de imperio, las EMN mantienen sus sedes en EE UU, reteniendo así un poderoso control de la dirección, las políticas y el personal en el Estado y el gobierno.

La idea de que Europa puede quedar reducida a una potencia «regional», tal como propone la doctrina Wolfowitz-Perle, se da de bruces con la apabullante realidad de una Europa que es un competidor imperial global de EE UU, y que dispone de una base de poder sólida en los ámbitos de las manufacturas, las finanzas y las telecomunicaciones.

Además, los datos recientes sugieren que EE UU está perdiendo gradualmente su posición dominante. Los datos para 2004 muestran que treinta EMN de EE UU dejaron de formar parte de las » top 500» mientras que solamente hubo quince nuevas incorporaciones, lo que significa una pérdida de catorce unidades (5 %). Europa mantuvo su lugar, pero Japón y el resto de Asia registraron un incremento neto de catorce unidades (un incremento de casi 20%).

Hay que hacer dos importantes observaciones. Por una parte, la reducción del porcentaje de EMN estadounidenses en relación con Europa y Asia se compensa en parte por el hecho de que las EMN europeas están dispersas en una serie de países que, a pesar de los lazos de la Unión Europea, no funcionan como un organismo unificado. Y otro tanto puede decirse de Asia. Por otra parte, el gobierno federal de EE UU puede obtener ventajas económicas mediante la costosa utilización de su ejército y de la intervención de su policía secreta, incluso en una situación de relativa decadencia de sus EMN y de fuerte competencia.

La competencia y los desacuerdos entre los políticos europeos y Washington en relación con las políticas comerciales y la guerra de Irak se subordinan a su colaboración a largo plazo. Además, una parte de los conflictos políticos giran en torno a los ideólogos sionistas del Pentágono que han impuesto su política sobre Medio Oriente y la guerra global.

Ante estos conflictos, inducidos ideológicamente, el capital norteamericano y el europeo se han interrelacionado cada vez más. La economía de Europa y EE UU genera un total 2,5 billones de dólares (2.500.000.000.000) en ventas, y el empleo de doce millones de trabajadores a ambos lados del atlántico (Financial Times, 9 de junio de 2004). En 2003, las EMN de EE UU invirtieron en Europa 87 mil millones de dólares (87.000.000.000), un incremento del 42% en relación con 2002. Los altos niveles de comercio e inversión entre los dos centros imperialistas principales demuestran que los conflictos y rivalidades siguen siendo menos importantes que sus intereses económicos comunes. No obstante, a pesar de las afinidades estructurales, el grupo que enarbola la bandera de «Israel primero» (Wolfowitz, Perle, etc.) ha sido causa, y continuará siéndolo, de importantes tensiones en la relación.

El conflicto israelo-palestino, la guerra de Irak, y los planes sionistas del Pentágono para Medio Oriente (Irán, Siria y Norte de Irak) crearán sin duda nuevas tensiones entre los dos centros imperiales. El imperio europeo, con su estrategia diplomática dominante de «comercio-inversión-mercado» hace frente a una estrategia colonial estadounidense altamente militarista. Europa propone un estilo de imperialismo multilateral, consultivo y de cooperación, mientras que Washington tiende a la acción unilateral y la monopolización del poder y del saqueo imperial. Los europeos esperan establecer una cooperación en Oriente Medio con las élites de los países árabes e Israel; Washington, influenciado por los sionistas, da prioridad a una relación exclusiva con Israel y a la exclusión de Europa y de los gobernantes árabes, excepto como clientes sumisos. En este contexto podemos esperar una profundización de los vínculos estructurales entre las EMN imperiales y los regímenes imperiales, una competición continuada en el reparto de mercados, y un conflicto político provocado por los sionistas extremistas de Washington y sus mentores de Tel Aviv.

Conclusión

Las políticas imperiales adoptadas por EE UU responden básicamente al poder y a la centralidad de las principales EMN en la economía estadounidense. Los acuerdos de libre cambio, las políticas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, las privatizaciones, la supresión de los obstáculos arancelarios, y el establecimiento de más de 180 bases en el extranjero, en más de 130 países, son respuestas a los imperativos estructurales de la economía de EE UU, y más particularmente a las principales EMN que operan en todo el mundo. El imperialismo no es una «política», una» conspiración» o un producto de un determinado gobierno sino una realidad económica estructural determinante.

La mayor parte de las principales políticas al servicio de los intereses en imperiales no se establecen mediante un debate público amplio, ni tampoco los intereses imperiales se formulan con este nombre. Un reducido círculo de los órganos directivos, formado principalmente por funcionarios no elegidos que suelen actuar a puerta cerrada, planifica las políticas imperiales. El resultado se presenta más tarde al público debidamente maquillado con la retórica ritual de «libertad», «democracia», etcétera. La determinación estructural de los intereses estratégicos es compatible (e incluso requiere) el sistema de actuación «a puerta cerrada». Así pues, el argumento que contrapone el concepto de «teóricos conspiradores» a las determinaciones estructurales constituyen una distinción falsa. Los determinantes estructurales y «conspirativos» operan a diferentes niveles, a veces compatibles. Los actores económicos estructurales, como las grandes empresas multinacionales, establecen el marco general de las políticas de EE UU, mientras que son los órganos políticos decisorios los que elaboran las políticas para llevar a cabo los intereses de aquéllas. La elaboración de las políticas se realiza en gran parte a espaldas del electorado, por lo que efectivamente puede considerarse una «conspiración», pero de ningún modo a espaldas de las EMN. Por otra parte, hay momentos en que determinados cargos políticos pueden conseguir un cierto grado de independencia de una determinada EMN en regiones específicas y perseguir sus propia agenda ideológica incluso a expensas de las EMN.

El ejemplo más llamativo de esta excepcional circunstancia es el comportamiento de determinados sectores del aparato estatal de EE UU en relación con Oriente Medio durante la actual presidencia de George W. Bush. Un influyente grupo de sionistas norteamericanos, en estrecha alianza con Israel y con fuertes lealtades hacia ese Estado, ha formulado una estrategia de guerra permanente en Oriente Medio, basada en el uso unilateral del poder militar de EE UU a fin de potenciar el poder del Estado de Israel.

Estos sionistas diseñadores de políticas pusieron su punto de mira sobre varios de los países productores de petróleo, escasamente aliados entre sí y que proporcionan unos beneficios exorbitantes a las EMN de EE UU, que adquieren bonos del Tesoro de EE UU para equilibrar la balanza de pagos de EE UU y que tienen vínculos importantes con las instituciones financieras de EE UU. Además, dichos creadores de políticas sionistas, han exacerbado el aislamiento político y diplomático EE UU en todo mundo (Europa, Asia, África, Oriente Medio) y han provocado una alta volatilidad de los precios de petróleo y enormes déficits presupuestarios. En teoría, y a sus propios ojos, los sionistas no se oponen violentamente a las EMN de EE UU ni tampoco están en contra de la construcción del poder imperial de EE UU, pero al subordinar y el encarrilar el poder imperial EE UU hacia los intereses económicos de Israel en Oriente Medio se oponen en la práctica a los imperativos estructurales de las EMN de EE UU.

El ejemplo más evidente es la guerra de Irak: para destruir la economía de Irak se destruyó y saqueo la infraestructura de este país, y para destruir la unidad nacional del mismo, se polarizó y politizó grupos religiosos y étnicos. Como resultado, el poder de Israel en el Oriente Medio se ha potenciado y se ha avanzado hacia nuevos blancos: Siria ha sido boicoteada por EE UU, e Irán se ha convertido en un objetivo militar, a la vez que Arabia Saudí ha sido el centro de feroces disputas ideológicas, a mayor beneficio de los intereses de Israel. La operación ha tenido resultados inesperados: el imperio se ha empantanado en una prolongada guerra colonial que está perdiendo, el déficit presupuestario comercial crece en proporción geométrica, todo Oriente Medio se ha desestabilizado y la actitud de Israel hacia los musulmanes ha despertado la enemistad de cientos de millones de personas hacia la presencia económica y militar estadounidense. Estratégicamente, la fuerza militar de EE UU sea está estirando hasta su máxima capacidad para defender o expandir el imperio. El servicio militar obligatorio polarizaría el país, debilitando su apoyo a las políticas imperiales. Desde un punto de vista objetivo, el intento sionista de implicar la política de construcción imperial de EE UU con el poder creciente de Israel, inventándose un bloque de poder conjunto EE UU-Israel, ha sido un tremendo error. En pocas palabras, ha erosionado el poder imperial.

Éste es un ejemplo evidente de cómo las personas encargadas de la elaboración de las políticas han actuado no solamente a espaldas del público sino también de las EMN y contra los imperativos estructurales del imperio. Es evidente que no siempre hay una relación directa entre los imperativos estructurales del imperio y la realización efectiva de los intereses de las EMN. Determinados factores ideológicos pueden conducir a los responsables que deciden las políticas a desviar la priorización de los intereses de las EMN en favor de otras lealtades, incluyendo los intereses de otros Estados en algunos casos poco frecuentes, como vemos hoy en el caso de la política de EE UU hacia Oriente Medio. No cabe duda de que en algún momento futuro no muy distante, las políticas sionistas pueden provocar una «corrección» de las políticas imperiales de EE UU. En estos momentos, el Estado ya está dividido entre pro y antisionistas, entre los que dan preferencia a «Israel primero» y los constructores del imperio. En la medida en que las ambiciones israelíes hacia Oriente Medio ponen en peligro los intereses los grandes intereses de las principales EMN de EE UU, existe la posibilidad de llegar a un enfrentamiento político clave, en el que el bloque del poder israelí estadounidense movilice todos sus recursos para presionar al Congreso, los partidos y al presidente para que respalden las ambiciones israelíes contra las EMN y los intentos de los portavoces de éstas de centrarse en una visión más amplia de la competencia interimperialista.

En última instancia, habrá de verse si los poderosos imperativos económicos estructurales basados en la masiva presencia de las EMN estadounidenses en la economía mundial tienen suficiente fuerza ante una fracción políticamente poderosa del capital judío localizado en sectores económicos de punta, como los medios de difusión y las finanzas. En última instancia, los imperativos estructurales de la construcción del imperio predominarán sobre los intereses «de clan» del grupo que responde la consigna de «Israel primero», pero es posible que hasta llegar ahí se haya de sufrir una profunda crisis nacional e internacional, previa a la resolución.

Por último, analizar la fortaleza económica y la debilidad relativa de las EMN de EE UU nos ayuda a comprender parcialmente las políticas imperiales; no obstante, es preciso analizar la esfera política institucional a través de la cual se elaboran y persiguen las políticas imperiales. Si bien el Estado imperial representa a las EMN, lo hace a su propia manera, y en ocasiones las políticas perseguidas pueden sacrificar un bloque de intereses imperiales en beneficio de otro.

(Julio de 2004)