Venezolanos bien informados, como Eleazar Díaz Rangel director del diario Ultimas Noticias de Caracas, pronosticaron que el presidente Chávez estaría de regreso «aunque fuera en camilla» antes del 5 de julio, conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Venezuela. Se jugaron a lo previsible: el carácter enérgico y temperamento voluntarioso del mandatario. Sin embargo, hubo […]
Venezolanos bien informados, como Eleazar Díaz Rangel director del diario Ultimas Noticias de Caracas, pronosticaron que el presidente Chávez estaría de regreso «aunque fuera en camilla» antes del 5 de julio, conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Venezuela. Se jugaron a lo previsible: el carácter enérgico y temperamento voluntarioso del mandatario. Sin embargo, hubo un momento en que esas predicciones entraron en zona de penumbras. Esto sucedió el 30 de junio cuando Chávez leyó un mensaje desde La Habana revelando que no sólo lo habían operado de un absceso pélvico, sino también de un tumor canceroso. Su detallada descripción dejó en claro que su vida estuvo cerca del final. La biopsia del absceso -ubicado en una región que anida órganos vitales-, descubrió que había algo todavía más grave: un tumor «con presencia de células cancerígenas», que le fue extraído.
Desde entonces, la salud de Chávez -que el 28 de julio cumple 57 años- sigue evolucionando satisfactoriamente, aunque sometido a estricto tratamiento «para combatir los diversos tipos de células» detectados por la medicina cubana, cuya oportuna intervención le salvó la vida. Por eso Chávez, que amaneció el 4 de julio en Caracas, ha sido cauto al calificar su regreso como el «inicio del retorno», destacando que aún debe enfrentar «una batalla por la vida». Así lo subrayó en forma clara desde el balcón del palacio de Miraflores: «Amado pueblo venezolano, estoy seguro que ustedes comprenderán las dificultades de esta batalla; que nadie se vaya a creer que ya mi presencia aquí este 4 de julio, significa que ganamos la batalla; no, hemos comenzado a remontar la cuesta…».
La salud de Chávez ha sido durante un mes tema de primera plana en la agenda noticiosa internacional. Desde interpretaciones torcidas y rumores malévolos, hasta algunas pocas informaciones objetivas, fue un eje noticioso en todo el mundo. Sin embargo, situado en un campo bajo control enemigo, Chávez consiguió filtrar su propio mensaje y finalmente dominó el escenario. Pudo llegar así al interlocutor que en realidad le interesa, y que busca en forma permanente en su discurso plagado de citas de Bolívar, poesías, refranes populares y canciones de Alí Primera. Su auditorio es el pueblo pobre venezolano y latinoamericano. La sinceridad y reciedumbre de sus mensajes, incluyendo la comunicación masiva instantánea a través de Twitter, llegan elocuentes a la conciencia y corazón de millones de latinoamericanos. Hombres y mujeres humildes han descubierto en Chávez, debajo de las gruesas capas de caricaturas y falsedades que lo recubren, el talante y dimensión de un auténtico líder revolucionario, proveniente de una modesta familia de maestros primarios. Un Chávez que se hizo militar porque en el ejército podría ser beisbolista y que en cambio en el camino, puliendo ideas, se hizo revolucionario.
Su visión política permitió a Fidel Castro advertir en Chávez, derrotado jefe de una sublevación militar el 4 de febrero de 1992, los rasgos del futuro conductor de un proceso social y político -la revolución bolivariana- que ha hecho renacer la esperanza socialista en América Latina. En 1994, cuando Chávez salió de prisión, recorrió varios países latinoamericanos -entre ellos Chile-, buscando vínculos políticos. Pero sus esfuerzos se estrellaron contra la indiferencia y frialdad de una Izquierda enferma de dogmatismo e ignorante de la historia y cultura de Venezuela y el Caribe. Distinta fue la actitud de Cuba y sus dirigentes, que lo invitaron a la isla y lo trataron con el respeto y fraternidad que merecía. Una historia común de luchas revolucionarias, compartiendo pan, sangre y sueños, ha convertido en hermanos a los pueblos cubano y venezolano. Hoy, ciertamente, esos lazos son más estrechos que nunca.
No es la primera vez que Chávez libra una batalla por su vida. En su mensaje del 30 de junio hace mención a las «aciagas horas» del 11 de abril de 2002, derrocado y prisionero en la base naval de Turiamo. Logró enviar -a través de un suboficial leal- un mensaje al pueblo venezolano desmintiendo que hubiese renunciado, como pretendían los militares, empresarios y curas golpistas. El fax con sus palabras llegó a La Habana, que lo difundió a todo el mundo, frustrando las siniestras intenciones del golpismo y alentando la movilización del pueblo y el ejército unidos, que repuso en su puesto al presidente en menos de 48 horas. Hoy la consigna de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana es «patria, socialismo o muerte», y así inició el desfile de este Bicentenario.
Después del fracaso del golpe para derrocar a Chávez, vinieron nuevos tiempos de tensiones y acechanzas: el paro empresarial de diciembre de 2002 a febrero de 2003, el referéndum revocatorio de agosto de 2004, las escaramuzas callejeras de militares en retiro y estudiantes hijos de una burguesía rabiosa y asustada por los cambios que comienzan a borrar desigualdades. La sociedad parasitaria que vive de la renta petrolera, derrochadora y consumista, ha generado mil formas de corrupción y deformaciones burocráticas que obstaculizan el proceso. En estos años también abundaron las conspiraciones -que prosiguen-; los planes de magnicidio; los intentos de manipular a Colombia como plataforma de agresión a Venezuela, Ecuador y Cuba; las campañas internacionales de desinformación, y sobre todo, se atizó el odio enfermizo de una oposición dependiente de la chequera norteamericana y que abusa de la Constitución más democrática de América Latina para llamar abiertamente a la sedición y pedir la intervención imperialista.
Desde el 6 de diciembre de 1998, cuando fue elegido por primera vez, Chávez ha enfrentado una decena de elecciones y plebiscitos y se prepara para competir en 2012. Las encuestas señalan una intención de voto a su favor de entre el 45 y el 54%. Ninguno de los numerosos candidatos opositores llega al 20%. Más del 60% de los venezolanos dicen aprobar su gestión. Es un hecho que entre el líder de esta revolución y el pueblo se ha establecido una «conexión amorosa», como la define Toby Valderrama, columnista del diario Vea de Caracas. El insustituible liderazgo de Chávez constituye la fuerza, pero también la debilidad del proceso. El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) lleva considerable retraso en forjar una dirección colectiva que garantice la continuidad del proceso.
Chávez, sin embargo, tiene conciencia de su responsabilidad histórica. Además de su propia astucia política, cuenta con un consejero experimentado: Fidel. Ambos saben que fortalecer, profundizar y perfeccionar la revolución bolivariana -que demanda todavía muchos afanes-, es la clave del proyecto socialista latinoamericano. En lo inmediato, lo prioritario es ganar la batalla por la vida de Chávez.
Convertido en un revolucionario curtido y maduro, cuyo pensamiento fusiona las ideas latinoamericanistas y antimperialistas de Bolívar, Martí y el Che, del marxismo y del cristianismo, de la religiosidad popular y de los espíritus de la sabana, Chávez no tiene en esta encrucijada otra alternativa que ganar la batalla decisiva.
Editorial de «Punto Final», edición Nº 737, 8 de julio, 2011)
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