En una ocasión me preguntaron ¿Como utilizas una palm si vas en bicicleta? Simplemente le contesté: «la plam me gusta por que es mucho más practica que la típica agenda, y uso la bicicleta en la ciudad por que con ella llego mucho antes a cualquier sitio que con el coche». Anécdotas como esta pueden […]
En una ocasión me preguntaron ¿Como utilizas una palm si vas en bicicleta? Simplemente le contesté: «la plam me gusta por que es mucho más practica que la típica agenda, y uso la bicicleta en la ciudad por que con ella llego mucho antes a cualquier sitio que con el coche». Anécdotas como esta pueden llamarnos a la reflexión sobre el papel de la tecnología en nuestras vidas.
La tecnología la consumimos para hacernos la vida más fácil, no es lo mismo lavar a mano que con lavadora, ni escribir a mano o con un procesador de texto. Lo que ocurre es que en ocasiones la tecnología se consume, no por el motivo anterior, sino que se utiliza como indicativo de nuestro status social, como la ropa de marca o los relojes (nunca he entendido como uno se puede gastar pasta en ellos para tener menos prestaciones que uno barato y de plástico,).
El automóvil como ejemplo
El automóvil es un adelanto tecnológico en el que nos gastamos cantidades ingentes de dinero sin que nos reporte una utilidad al mismo nivel de la inversión que hacemos. En muchas ocasiones ocurre justo lo contrario. El coche sirve, básicamente, para demostrar y hacer exterior nuestro poderío económico, sólo hay que ver la publicidad que poco o nada informa de sus prestaciones y sí sobre el tipo de personas que poseen ese automóvil. Sin embargo y en general, el uso del vehículo privado es inútil y contraproducente en los desplazamientos interiores de las grandes ciudades.
Existen estadísticas que demuestran que la velocidad media de los desplazamientos en automóvil propio en la ciudad de Madrid es la misma que la que había en los tiempos en que los coches los tiraban caballos. Lo que no deja de ser un escándalo teniendo en cuenta los costes ambientales, energéticos y económicos, tanto para el erario público como para nuestra cartera, sin que perdamos de vista que el urbanismo de las grandes ciudades esta hecho por y para el coche.
Ya en el campo de la informática también me pregunto el porqué de esta carrera por ordenadores más potentes, y por supuesto más caros, necesarios para mover un software al que no encontramos mejoras sustanciales. También todos hemos conocido a alguien que se ha comprado un ordenador y luego te ha preguntado ¿ahora que hago?
Comprar lo realmente útil
Todos debemos comprometernos a realizar un consumo responsable y sostenible. La tecnología debería ser solo una herramienta para obtener un objetivo previamente marcado. El consumo no debe ser un fin en si mismo, que es en lo que se ha convertido.
De todas formas, la mayoría de nosotros no nos convencemos mediante discursos ecologistas y de justicia social, el bombardeo publicitario al que nos vemos sometidos todos los días tiene mas peso. Pero, si que debemos confrontar objetivamente los costes y beneficios de muchas de nuestras compras. ¿Para que queremos gastarnos treinta mil euros en un coche que va a tardar más en llevarnos a nuestro trabajo que la bicicleta, si además nos ahorramos el gimnasio? Seguro que son muchos los que no tienen más remedio que utilizar el coche, pero también habrá otros tantos que podrían optar por el transporte público, la bicicleta o, simplemente, ir a pie. Eso sí, nos venden el coche y el ascensor, luego como llevamos una vida sedentaria nos venden las dietas y el gimnasio, y para aquellos que no quieren ir al gimnasio un sofisticado aparato que mediante impulsos eléctricos mueven nuestros músculos.
¿Cuantos cacharros los compramos y a la semana lo hemos guardado en un cajón? Nos venden lo que quieren, en ocasiones los comercios de electrodomésticos se convierten en museos de lo absurdo. Máquinas para pelar la fruta, otras para secar las uñas o para cortarte electrónicamente los pelos de la nariz. Sin contar con la aparición de los productos «milagro» en los supermercados de alimentación, ahora no te puedes comprar leche, zumo o yogur sin más, tienen que tener algún nuevo componente con nombre «pseudo científico» que la sabia naturaleza los había «olvidado» incluir.
Nos lo venden y luego no nos dejan utilizarlo
Y lo más absurdo es que hay publicidad de compañías proveedoras de servicios de internet para contratar más ancho de banda con el que bajarnos música y películas. Y cuando tenemos internet y reproductores divx y mp3, criminalizan su utilización e imponen tasas abusivas. Lo que se ha venido a llamar piratería sólo ha surgido cuando nos han vendido previamente las herramientas que la han hecho posible. Nos venden el ordenador, pero no podemos copiar ni compartir nada. Peor aún, cuando podemos utilizar internet para abaratar nuestras llamadas telefónicas, ya existen países que quieren prohibir la telefonía por IP (Costa Rica parece que lo va a intentar), por el argumento que va ser muy barato. También, la Ley de Servicios de la Información no es sino una ley represiva para que no le saquemos todo el partido posible a la Internet, no puede ser eso que cualquiera pueda montar un medio de comunicación en la red.
Bienvenidos los adelantos tecnológicos, sobre todo en el ámbito de la sanidad. Pero tenemos que estar vigilantes con los intentos de poner trabas a su libre uso y diferenciar aquello que nos es útil de lo que no es más que una jaula de oro en la que estamos encerrados.