En su larga carrera de diplomático al servicio de la República Popular China, Sha Zukang está acostumbrado a dar la cara como portador de malas noticias y encontrar salidas a situaciones difíciles. En 1993 fue uno de los negociadores de la primera crisis nuclear en Corea. Más tarde negoció una salida a la carrera armamentista […]
En su larga carrera de diplomático al servicio de la República Popular China, Sha Zukang está acostumbrado a dar la cara como portador de malas noticias y encontrar salidas a situaciones difíciles. En 1993 fue uno de los negociadores de la primera crisis nuclear en Corea. Más tarde negoció una salida a la carrera armamentista entre India y Pakistán, cuando ambos países comenzaron a fabricar -y probar- bombas atómicas. Como embajador en Ginebra coordinó el ingreso de China en la Organización Mundial de Comercio y la adhesión de su país al Consejo de Derechos Humanos.
Convertido ahora en funcionario internacional, su primer desafío como cabeza del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DESA) de las Naciones Unidas fue el de enfrentar a la prensa en Nueva York para decir lo que nadie quiere oír: el impacto social de la globalización no es el que se esperaba y no acompaña los logros económicos. «Entre 1996 y 2006 la economía global creció a un ritmo del 3,8 por ciento al año pero el desempleo mundial aumentó en ese mismo periodo de seis a 6,8 por ciento», afirmó.
Éstos son algunos de los números que puso sobre la mesa el equipo de investigadores de la oficina de Sha al dar a conocer el «Informe sobre la Situación Social Mundial 2007» (www.un.org/esa). Publicado cada dos años desde hace medio siglo, es uno de los informes más respetados y prestigiosos de las Naciones Unidas. Este año su tema es el empleo.
Johan Scholvinck, director de la división para políticas sociales y desarrollo de DESA, resumió los resultados de la investigación sobre perspectivas mundiales del empleo en tres grandes tendencias: informalización, inseguridad y envejecimiento.
Las economías están creciendo en todo el mundo, pero no se crean puestos de trabajo en la misma proporción. Los empleos que sí se crean están sobre todo en el sector servicios y como resultado hay una tendencia mundial al trabajo informal, la flexibilidad, los contratos de corto plazo y, por lo tanto, mayor inseguridad. La liberalización económica y financiera ha aumentado la volatilidad. El gasto público en los sectores sociales disminuye. La migración aumenta.
Según el informe, el año pasado, 1.400 millones de trabajadores ganaban menos de dos dólares diarios. La mitad de los jóvenes del mundo (515 millones) viven con menos de eso. Los indígenas, aunque representan apenas cinco por ciento de la población mundial, constituyen quince por ciento de los pobres. Las personas con discapacidades, de las cuales 470 millones están en edad de trabajar, sufren más que los demás de desempleo, discriminación y pobreza. Entre las mujeres, poco menos de la mitad tiene un trabajo remunerado, mientras que casi tres cuartas partes de los varones están empleados. El empleo femenino ha aumentado, pero sobre todo en el sector informal, con menores salarios y sin cobertura de seguridad social. Como las madres gastan en el cuidado de sus hijos veinte veces más que los padres, el menor ingreso femenino repercute directamente en mayor pobreza infantil.
«¿Qué nos puede decir de los beneficios de la globalización?», preguntó un periodista. «Los beneficios de la liberalización comercial y financiera van a los mejor educados, los empresarios y los trabajadores altamente capacitados», respondió Scholvinck. Según el informe, el diez por ciento más rico de la población mundial se queda con más de la mitad del ingreso mundial y esta proporción aumentó en diez años de 51,6 a 53,4 por ciento. La desigualdad se da entre países y dentro de ellos. La participación de los asalariados en el ingreso disminuye en países ricos y pobres. En los diez países más ricos del mundo, entre 1980 y 2006 la parte de los asalariados en el ingreso nacional disminuyó de sesenta y tres a menos de cincuenta y nueve por ciento.
Todos los manuales de economía dicen que el salario crecerá con mayor productividad, pero el informe señala que en Estados Unidos entre 2001 y 2006 la productividad aumentó pero los salarios cayeron. Por lo tanto, los gobernantes deberían, a juicio de las Naciones Unidas, «introducir leyes y reglamentaciones que mejoren el poder de negociación de los trabajadores, para que ellos mismos aseguren que salarios y beneficios aumenten con la mayor productividad». Sin mencionar al Banco Mundial, aunque aludiéndolo claramente, el informe discrepa con «los críticos de los sindicatos que se concentran en su efecto sobre salarios y «rigideces» laborales» pero «olvidan que las negociaciones colectivas tienen un efecto positivo sobre la eficiencia, especialmente cuando quienes negocian tienen un interés en la preservación de la actividad productiva a largo plazo».
La desigualdad en los ingresos ha crecido en las últimas dos décadas. El informe sostiene que «si bien los modelos económicos clásicos sugieren que la desigualdad promueve el crecimiento económico, la evidencia empírica muestra sin lugar a dudas que reducir la desigualdad no tiene efectos negativos sobre el crecimiento». Las investigaciones sugieren, más bien, que «el crecimiento económico y la productividad se benefician con una distribución equitativa de la riqueza y mejorías en la atención médica y la educación». Donde la desigualdad de género es grande se invierten menos recursos en capital humano y, por ende, en el mercado laboral del futuro. «La desigualdad de ingresos, combinada con sueldos y beneficios sociales en baja, reduce la cohesión social y puede conducir a conflictos».
En resumen, «la liberalización económica tiene beneficios, pero también poderosos efectos negativos: gran cantidad de gente está más insegura o enfrenta dificultades económicas y sociales y el desmantelamiento de instituciones y normas construidas antes de la globalización. La mayor integración de los dos países más poblados del mundo -China e India- a la economía internacional genera una fuerza laboral global en la que el número de adultos preparados y capaces de ofrecer su fuerza de trabajo se ha duplicado. Esto ha alterado dramáticamente el poder de negociación entre capital y trabajo, empresas y obreros. Las ganancias del capital y de los derechos de propiedad intelectual suben y más aún crecen las ganancias del sector financiero, en detrimento de la participación de los trabajadores en el ingreso nacional».
El informe 2007 sobre la situación social mundial concluye: «En el curso de su evolución la especie humana ha sobrevivido y florecido porque sus miembros han tenido capacidad de cooperar. Es imposible, sin embargo, que esta solidaridad se sostenga sin un sentido de justicia. No se trata de actos más generosos de caridad mediante los cuales los «ganadores» en la globalización y la liberalización económica hagan el gesto de contribuir más a las causas filantrópicas. El mundo no puede depender de gestos de piedad, sino que debe funcionar sobre la base del respeto a los derechos sociales, económicos y culturales». Desarmar esta verdadera bomba social no será una tarea fácil, ni siquiera para diplomáticos fogueados como Sha. Pero como él mismo afirma en su prólogo al informe, «lograr empleo productivo para todos no es una opción política: es un imperativo para el siglo XXI».