Mientras la economía española sigue dando muestras de relativo vigor, se están advirtiendo densos nubarrones en su horizonte. La construcción ha sido el gran motor de la expansión, pero se está cargando de indicios alarmantes: los principales operadores aconsejan no invertir en España, todos los días se desata un nuevo escándalo de corrupción vinculado al […]
Mientras la economía española sigue dando muestras de relativo vigor, se están advirtiendo densos nubarrones en su horizonte. La construcción ha sido el gran motor de la expansión, pero se está cargando de indicios alarmantes: los principales operadores aconsejan no invertir en España, todos los días se desata un nuevo escándalo de corrupción vinculado al manejo de la tierra pública o preservada, crece el endeudamiento familiar, la morosidad crediticia y el lavado de dinero.
La economía española continúa demostrando índices de crecimiento superiores al promedio de la Unión Europea. En efecto, la tasa interanual durante el tercer trimestre del año indicó que la expansión económica creció en el 3,8 por ciento del producto interior bruto y en un 0,9% con respecto al trimestre precedente.
Pero, numerosos empresarios comienzan a vislumbrar que el ciclo de apogeo inmobiliario está llegando a su fin. Así se expresaron en el transcurso del Simposio de Barcelona Meeting Point, celebrado en los primeros días de éste mes. Exponentes de ese sector consideraron que difícilmente se salga bien del boom de la vivienda por el sobreendeudamiento y aconsejaron evitar España en sus inversiones futuras.
Otro síntoma del agotamiento del sector se percibe en que los precios de los inmuebles se incrementan a un ritmo menor. En cinco años, los precios de la vivienda residencial se han duplicado, pero en los últimos meses se ha producido una brusca desaceleración. No obstante se mantienen algunas situaciones absurdas como que en el costo de vivienda la incidencia del valor de la tierra es de más del sesenta por ciento y que el departamento más barato de Madrid cuesta 96.162 euros, a pesar de medir tan sólo catorce metros cuadrados.
Esa ralentización de la evolución de los precios ha limitado las posibilidades de obtener rentabilidades interesantes para los fondos de inversión inmobiliaria y otros productos financieros que buscan rendimientos en las propiedades. Como consecuencia de ello, los empresarios acostumbrados a altos réditos comienzan a buscar otros horizontes para sus inversiones. Los primeros destinos se encuentran en París, Roma y Alemania, también observan con interés a los países del Este que están en proceso de incorporación a la Unión Europea.
Algo huele a podrido
Otro de los elementos que explican el auge de la economía española se encuentra en las cifras siderales de dinero negro que circula dentro de sus fronteras y que tiene estrechas vinculaciones con el mercado inmobiliario y con la corrupción institucional. Un indicio de ello es el volumen que representan los billetes de quinientos euros, ya que suponen el 61,58 por ciento del total del dinero circulante y un tercio de todos los billetes de ese valor existentes en la UE. Mientras la inmensa mayoría de los españoles no ha visto en su vida un papel moneda de esa cifra, existe un aumento constante de la demanda de billetes de 500 euros, que refleja el auge que la economía sumergida tiene en España y que se la ubica en el orden del 20 por ciento del PBI.
Hubo demasiados indicios de la presencia de mafias de diversos orígenes (italianas, rusas, árabes, etc.) que actuaban sin mayores impedimentos ante la vista gorda de las autoridades.
El volumen que fueron adquiriendo estas transacciones non sanctas provocó algunas reacciones desde el poder para contrarrestarlas. Durante los doce meses siguientes a junio de 2005 las autoridades policiales decomisaron bienes por cuatro mil millones de euros, cien veces más que lo incautado en 2000.
Casi simultáneamente comenzaron a destaparse los negociados existentes en torno al mercado inmobiliario. Desde que se explotó el escándalo en el Ayuntamiento de Marbella, en marzo pasado, prácticamente todos los días se suman nuevos indicios de que la red de corrupción que vincula políticos, constructores y propietarios de tierras está extendida a toda la geografía española sin excluir a partidos ni a poderes.
En tierra marbellí se gestó la más gigantesca maquinaria de corrupción, instituida por el polémico alcalde Jesús Gil. Desde 1991, el fallecido presidente del Atlético de Madrid dio riendas sueltas a la habilitación de tierras para urbanizaciones, a la lucrativa connivencia entre funcionarios, magistrados, constructores y escribanos, y todo tipo de operaciones de lavado de dinero. Se estima que de las cerca de sesenta mil viviendas construidas, al menos la mitad son ilegales.
Era tan desembozada y generalizada la corrupción que desbordó los contornos institucionales que la contenía e hizo saltar por los aires toda la escandalosa trama de negociados e inusitados enriquecimientos. Comenzaron a confirmarse las sospechas y decenas de personajes fueron involucrados en el proceso judicial, veintisiete ex ediles quedaron procesados y tres alcaldes encarcelados.
En estos meses, cada vez que el tema fue tratado en algún programa radial, al instante comenzaron a ponerse al rojo vivo los teléfonos con las denuncias de los oyentes sobre similares operaciones efectuadas por todos los rincones de España, desde pequeñas aldeas hasta grandes ciudades.
Todo el territorio español está cruzado de denuncias de negociados y entre los señalados por el dedo de las sospechas y procedimientos judiciales se encuentran dirigentes de Partido Popular, del PSOE, de Izquierda Unida y de otros partidos.
Deuda grande y bolsillo estrecho
Por otro lado, a pesar de la desaceleración de los últimos meses, el valor de la vivienda no ha dejado de crecer, alcanzando una suba del 150 por ciento de los precios que ostentaba en 1998, mientras los salarios apenas lograron la quinta parte de esa revalorización.
De esta manera, no es de extrañar que el endeudamiento de las familias españolas alcance ya al 115 por ciento de su renta bruta disponible. El aumento de los tipos de interés hacen más gravosa aún la carga y el esfuerzo financiero que tienen que hacer los individuos para adquirir una vivienda.
En este sentido, la creciente morosidad de los saldos de las tarjetas estaría dando el primer toque de atención. Un análisis realizado por el BBVA parte de la información suministrada por más de 270 entidades que tienen registradas 2,5 millones de operaciones morosas por importe de 7.175 millones de euros en el periodo de enero del 2005 a junio del 2006. En igual periodo, el índice de tarjetas en mora creció el 12 por ciento y el número de créditos de consumo en mora subió el 10 por ciento.
Por la vía de la disminución de la plusvalía empresaria que reorienta las inversiones, por el límite alcanzado por la tolerancia oficial a la gigantesca corrupción inmobiliaria y lavado de dinero, y por el exceso de endeudamiento popular, la burbuja económica que potenció la España posfranquista está acercándose peligrosamente a un clavo amenazante.