Siempre ha existido un racionalismo económico en cuanto a la necesidad de supervivencia, pero el capitalismo consigue llevar ese racionalismo a la situación en la que el interés de apropiación de riqueza por unos pocos se normaliza en el pensamiento de los que son utilizados/consumidos. El capitalismo ha conseguido obviar el porqué de la filosofía y convertir en ética su interpretación egoísta de la realidad, en una reformulada racionalización de los actos humanos.
Está claro que dicho racionalismo liberal económico encauza la práctica de los comportamientos no solo económicos, sino todos los referentes a la vida, ya que el trabajo asalariado se ha formalizado como agente director y prioritario en todas las decisiones que toman las personas aunque estas sean contrarias a sus intereses:
“Al mismo tiempo y aún prescindiendo por completo del esclavizamiento general que entraña el sistema del trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar a sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que lucha contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos, pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por entero a esta inevitable lucha guerrillera, continuamente provocada por los abusos incesantes del capital o por las fluctuaciones del mercado. Debe comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias que vuelca sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema conservador de «¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!», deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: «¡Abolición del sistema del trabajo asalariado!» (Karl Marx, Salario, precio y ganancia)
El gran razonamiento conservador (da igual el partido[1] político del que provenga) «no hay trabajo asalariado si no hay capital” y el consiguiente “además, es mejor ser un asalariado aunque te exploten que no tener trabajo”, son expresión del triunfo de la dominación/explotación, pero también de sumisión/implicación.
Efectivamente, no hay trabajo asalariado sin capital, ¡pero es que hay que acabar con el trabajo asalariado, así como con el capital! Se trata de conseguir la imposibilidad de la explotación, y de la eliminación de la propiedad privada.
El derecho al trabajo es una reivindicación anticuada aún persistente con pretensiones de dialéctica revolucionaria, cuando lo revolucionario, lo liberador, es terminar con la practica explotadora y alienadora del trabajo asalariado. Los oficialistas revolucionarios dirigentes de los partidos marxianos[2] de siempre, dicen que Renta Básica no, porque arrastraría a la clase obrera[3] a no trabajar, con lo cual -deben de temer- desaparece la clase obrera y hace innecesaria su propia existencia. ¿Y qué?, ¿dónde está el problema, el horror? ¿Tan necio se es que para evitar la desaparición de una clase ideal se perpetúa el sistema de explotación, opresión, alienación, sin querer reconocer la necesidad de erradicar el trabajo asalariado y liberarse así de la esclavitud?
Esta actitud responsable de/con la ortodoxia supuestamente marxiana recuerda mucho a la negativa a reconocer el derecho a voto de la mujer por todo el espectro de izquierdas en la España de 1931.
Y es que mal que nos pese y a pesar de que las relaciones con apariencia humanitaria de la economía capitalista fueron despojadas de su hipocresía y acientifismo por Proudhun, que deja al descubierto su realidad inhumana, para la masa –da lo mismo si es de forma aprendida incosciente- el trabajo asalariado es un deber que obliga a todo ser humano, una tradición, un mandato religioso, una interiorización cultural/moral de la que están exentas las elites.
Agravándose la situación social porque las categorías marxianas habituales para describir la acumulación capitalista (plusvalía absoluta y relativa, etc. que todavía usa el marxismo teórico/militante) no sirven como hoja de ruta en la fase de desarrollo del capitalismo actual en cuanto a la necesidad de la aportación de trabajo humano a los procesos productivos y especulativos, conservándose, eso sí, vigentes los comportamientos de la empresa capitalista más clásica, como la tendencia a pagar a los asalariados lo mínimo y alargar el tiempo de trabajo lo máximo:
«El capital quiere medir estas enormes fuerzas sociales así producidas por el tiempo de trabajo y mantenerlas dentro de los límites necesarios para conservar como valor al valor ya creado»[4].
La empresa, el capital, no tiene compromisos éticos –ni siquiera humanistas- con los trabajadores, los explota mientras lo que producen se vende bien en el mercado y los despide y rebaja los salarios a niveles paupérrimos para mantener su beneficio en momentos de menor venta. O sea, en términos del vocabulario económico, mantiene la tasa de ganancia con menos trabajadores y peor pagados, como refleja Marx.
“cuanto más se mata el trabajador trabajando, más poderoso se torna el mundo material al que el mismo crea contra si, mas pobres se vuelven él y su mundo interior, menos se pertenece el obrero a sí mismo»[5] MEE p. 64
Y:
El capital es trabajo muerto o almacenado “Cuanto menos comas y bebas, cuanto menos libros leas, menos vayas al teatro, el baile y la taberna, menos piensas, ames, teorices, pintes, hagas versos, etc. más ahorrarás, mayor será tu tesoro, que no comerán las polillas ni el polvo, mayor será tu capital. Cuanto menos seas tú, cuanto menos exteriorices tu vida, mas esencia enajenada acumularas… y cuanto no puedas tú, puede tu dinero.[6] MEF p. 93
Escribe Marx sobre el trabajo:
«El desarrollo del capital fijo indica hasta qué grado el saber social general, el conocimiento, se ha convertido en fuerza productiva inmediata y, en consecuencia, las condiciones del proceso de vida social han pasado a estar bajo el control del intelecto general» Marx, Grundrisse, el capítulo del capital, «Contradicción entre el fundamento de la producción burguesa (medida del valor) y su mismo desarrollo. Máquinas, etc.»; la cita en OME 22, pág. 92, Barcelona, Ed. Crítica.
Ese es el momento en el que el intelecto social general se objetiviza, sobre todo en los modernísimos medios productivos (programas informáticos, robots, inteligencia artificial, etc. Capacidad productiva del intelecto social general apropiada por el capital en su conjunto empezando por sectores particulares suyos, por los entes más dinámicos, a la vez que la automatización informática expele de la producción a masas ingentes de trabajadores[7].
La mencionada capacidad de apropiarse y utilizar el intelecto social general por parte del capital permite explicar que éste ya no necesita explotar, como en el pasado, al mayor número de trabajadores posible, esto es, ampliar el círculo de la explotación a través del empleo asalariado. Por el contrario, puede prescindir de gran número de trabajadores, reducir a otros trabajadores a trabajar por pocas horas y propiciar la existencia de grandes masas de personas que ni siquiera puedan tener las condiciones necesarias para trabajar, además de asalariados sin contrato aunque a todas luces exista una relación laboral.
Lo dicho en los párrafos anteriores, no es solo una crítica al seguidismo en cuanto a la economía de mercado, sino el reconocimiento de que ya estamos asistiendo al inicio de una época en que la necesidad del trabajo asalariado humano como formador de la riqueza no solo se está poniendo en duda, sino consolidándose como una aportación cada vez más innecesaria.
Está claro, es que las leyes de competencia intercapitalistas y el desarrollo de las innovaciones técnico-científicas llevan a una situación en la que el aumento de la productividad implica un inexorable cambio de la fuerza de trabajo por el empleo masivo de capital objetivado científicamente. Esto es, la sustitución acelerada del hombre por la maquina.
Notas:
[1] Los partidos políticos son grandes empresas con grandes contactos supranacionales.
[2] Utilizan conceptos, y teorías, que dicen de Marx, en sus procesos teóricos, y en el desarrollo político. Todos los marxistas son marxianos, pero no todos los marxianos son marxistas.
[3] No hay contradicción de clase, dado que no hay conciencia de clase en el común de la fuerza de trabajo, dado que solo existe una clase con conciencia de sí misma: la burguesa
[4] K. Marx, Grundrisse, el capítulo del capital, «Contradicción entre el fundamento de la producción burguesa (medida del valor) y su mismo desarrollo. Máquinas, etc.
[5] K. Marx. Manuscritos Económicos.
[6] K. Marx, Manuscritos Económicos filosóficos.
[7] En función de ello, han empezado a pedirse que por las máquinas automáticas, y todo tipo de robots aplicados a la producción y movimientos de capitales, paguen impuestos, , dado que en las condiciones de hoy (y más, de futuro), el trabajo asalariado se ve/verá reducido en su número, y consecuentemente, en aportación de impuestos