La economía mundial está sumida en una crisis de estanflación como no se ha visto desde la década de 1970. Las economías nacionales se desaceleran o entran en recesión, los bancos centrales incrementan los tipos de interés en un intento de controlar la inflación, y la clase trabajadora y los pueblos oprimidos cargan una vez más con el coste de la crisis y las supuestas soluciones a la misma. Ashley Smith, redactor de Spectre, entrevista a Michael Roberts sobre el desplome mundial, las explicaciones oficiales y marxistas del mismo y lo que debería reivindicar y propugnar la izquierda en la actualidad.
Ashley Smith – En los grandes medios de comunicación proliferan artículos sobre la inflación, el estancamiento de la economía y el peligro de una recesión mundial. ¿En que situación se halla la economía mundial, desde los países capitalistas avanzados hasta los países en desarrollo o subdesarrollados?
Michael Roberts – Las principales economías se desaceleran rápidamente tras el subidón poscovid de la recuperación de 2021. Se encaminan actualmente hacía un nuevo desplome en 2023, provocado por el descenso de la rentabilidad (los márgenes de beneficio insólitos de 2021 están en caída libre). Esto frenará el aumento de la inversión. Al mismo tiempo, los cuellos de botella en la cadena de suministros global siguen siendo más importantes que antes de la pandemia. Esto significa que la inflación, que comenzó después de 2020 y se vio acelerada por la invasión rusa de Ucrania y las sanciones de los países occidentales, no se aproximará a los niveles precovid durante un tiempo, o tal vez nunca.
Los bancos centrales, en su intento de controlar la elevada inflación elevando los tipos de interés y reduciendo la oferta monetaria, están provocando el colapso de los precios de los inmuebles, incrementando los costes del servicio de la deuda empresarial y pública y de este modo inducirán la caída de la inversión. El dólar fuerte propaga este daño colateral al resto del mundo, en particular a las economías pobres subdesarrolladas el llamado Sur global, que ahora se enfrentan al aumento del coste de la deuda en dólares, la caída de los ingresos y el colapso de las monedas.
Adam Tooze ha escrito recientemente un editorial en The New York Times en que describe muy bien la crisis del capitalismo mundial. Paro parece que no sabe muy bien cómo explicarla. ¿Cuál es la causa de la estanflación actual? ¿Es meramente el resultado de la pandemia de covid y de la disrupción de las cadenas de suministro o se trata de algo más profundo?
Esto es crucial. No basta saber cómo se ha desarrollado una crisis de la producción capitalista, sino sobre todo por qué. De lo contrario no podremos prever lo que va a ocurrir y si hay otra crisis que está emergiendo. El modo de producción capitalista es incapaz de desarrollar las fuerzas productivas necesarias para satisfacer las necesidades de miles de millones de personas en este planeta, y también comienza a destruir el ecosistema del propio planeta.
El aumento de la inversión en mejores tecnologías, servicios públicos y bienes y servicios básicos ha ido frenándose durante décadas. De hecho, desde la crisis financiera mundial las principales economías han estado sumidas en lo que he llamado la Larga Depresión, caracterizada por un bajo incremento de la inversión y la productividad y por el estancamiento de los salarios reales de la mayoría de la población. Únicamente los muy ricos han salido ganando (enormemente) con las alzas especulativas de los activos financieros y de los bienes inmuebles, que han sustituido a la inversión productiva.
Sin embargo, esas burbujas empiezan ahora a estallar. La caída durante la pandemia ha dañado irreversiblemente a las grandes economías: el crecimiento tendencial desde la covid es menor que antes de la pandemia, cuando la década anterior a esta ya conoció un crecimiento más lento que el periodo anterior a la crisis financiera. Existe lo que los economistas llaman histéresis en las principales economías, o si quieres, una covid económica prolongada.
La breve recuperación económica de 2021 se desvanece rápidamente y las economías vuelven a caer, cosa que habría ocurrido en 2020 si no hubiera intervenido la pandemia. Solo que esta vez la recuperación ha venido acompañada de la aceleración de la inflación hasta cotas que no se veían desde hace 40 años. Así, tan solo una fuerte caída frenará y reducirá las tasas de inflación. Los bancos centrales parecen decididos a aplicar la terapia de choque, a base de una política monetaria restrictiva, para lograrlo.
Concretamente, ¿cuál es la explicación marxista de la inflación en general y de la inflación actual? ¿En qué difiere de otras explicaciones?
Las explicaciones económicas dominantes presentan básicamente dos vertientes. La primera dice que hay demasiado dinero persiguiendo productos demasiado escasos; para utilizar el aforismo del monetarista Milton Friedman: “la inflación siempre es un fenómeno monetario”. La segunda es que el aumento de la inflación se debe al incremento de los costes, en particular cuando se tensan los mercados de trabajo, de manera que la clase trabajadora puede forzar aumentos salariales, desatando una espiral de salarios y precios. Esta es la explicación keynesiana. La teoría monetarista echa la culpa al dinero y a los bancos centrales, la keynesiana a la clase trabajadora. Ambas teorías son erróneas desde el punto de vista teórico y empírico.
Durante todo el periodo que va de la década de 1990 a 2019, las tasas de inflación fueron muy bajas e incluso descendieron a pesar de que la oferta monetaria y el crédito se dispararon. Este dato desmiente empíricamente la teoría monetaria. El aumento de la inflación en los últimos dos años no se debe al aumento de la oferta monetaria; al contrario, esta última está menguando. La teoría monetarista comete un error teórico fundamental al asumir que el dinero impulsa los precios, cuando lo que sucede es lo contrario.
La teoría de salarios y costes también es incorrecta desde el punto de vista empírico. En la década de 1970, el desempleo aumentó y la clase trabajadora perdió poder de negociación, pero la inflación se disparó. La llamada curva de Phillips, que supuestamente reflejaba una correlación entre una tasa de desempleo reducida y una tasa de inflación elevada, estaba falsificada. Hoy ocurre lo mismo. Muchas economías han tenido un desempleo muy bajo (al menos oficialmente), pero hasta la inflexión de la pandemia la inflación también fue muy baja. De hecho, los bancos centrales pugnaron por elevar las tasas de inflación para adecuarlas a sus objetivos.
¿Cuál es la explicación marxista de la inflación? Para empezar hay que analizar qué ocurre con el valor en una mercancía. El precio de un producto o servicio está formado por el coste del uso de maquinaria y materias primas (lo que Marx llamó capital constante) y la creación de nuevo valor por la mano de obra en la producción. Los capitalistas se dedican a la acumulación de capital (ganancias), de modo que tratan continuamente de reducir el coste del trabajo (salarios) mediante la introducción de tecnología con vistas a minimizar el volumen de trabajo humano.
Sin embargo, al hacerlo tienden a reducir el aumento de nuevo valor en relación con el precio total de una mercancía. Así, la inflación de precios tiende a desacelerarse con el tiempo. Pero también intervienen otros factores. En primer lugar, los precios de las materias primas pueden crecer rápidamente (cosa que ha ocurrido ahora). Y en segundo lugar, las autoridades monetarias pueden modificar la oferta monetaria en la economía. Esto último puede contrarrestar la tendencia a la desaceleración del aumento de nuevo valor con tasas de inflación más bajas e incrementar el precio del dinero.
Lo que nos dice esto es que si las economías sufren un bajón, el crecimiento del nuevo valor se reducirá a cero o se tornará negativo: es la deflación. Y si las autoridades monetarias también siguen cerrando el grifo del dinero, las tasas de inflación se anularán. Lo veremos.
En tu explicación de a crisis actual, sostienes que es consecuencia de una crisis subyacente de rentabilidad, una caída de la tasa de ganancia, que da pie a la reducción de la inversión en la economía real. Esto a veces confunde a la gente, que señala el hecho de que las grandes empresas se sientan sobre enormes cantidades de dinero. Otros afirman que es el resultado de las subidas abusivas de precios que inflan las ganancias de las empresas. ¿Qué diferencia y qué relación hay actualmente entre rentabilidad, masa de beneficios y subida abusiva de precios?
Las empresas muy grandes, particularmente, han cosechado enormes beneficios. Y ha habido lo que algunos llaman subidas abusivas de precios por parte de empresas que gozan de un poder monopolista, como las grandes energéticas y las de suministros públicos. Pero para la gran mayoría de empresas, la competencia es feroz en sus respectivos mercados y el coste creciente de las materias primas y ahora de los tipos de interés están socavando su rentabilidad.
Así, cuando leemos sobre los enormes beneficios de las empresas energéticas, tecnológicas y mediáticas, particularmente en EE UU, se trata de una minoría. La rentabilidad media (en proporción al capital invertido) se acerca al nivel más bajo en 70 años. Del 15 al 20 % de las empresas ya no obtienen ganancias suficientes para atender el servicio de sus deudas: las podemos llamar empresas zombis, los muertos vivientes del capital empresarial.
Es sumamente importante no asumir que la inflación y los aumentos de beneficios se deben ante todo a la subida abusiva de precios y a posiciones monopolistas, pues ello supondría que si pusiéramos un tope a los precios y acabáramos con los monopolios, la producción capitalista podría proseguir sin contratiempos y sin inflación. Medidas como los topes de precios pueden parecer temporalmente beneficiosas para la gente trabajadora, pero las crisis capitalistas no desaparecerían, y la crisis de coste de la vida continuaría.
Únicamente la propiedad pública y el control público, no solo de los monopolios naturales, sino también de las principales empresas estratégicas y entidades financieras, dentro de un plan de inversiones, empleo y control climático, pueden poner fin a la inflación sin caer en una recesión.
Una de las cosas que dice Tooze es que las subidas descoordinadas de los tipos de interés ponen el mundo en riesgo de una fuerte recesión. ¿Hasta qué punto existe este peligro? ¿Y podría una política monetaria más coordinada evitarlo? ¿Es siquiera posible esa coordinación?
¿Subidas descoordinadas? Así que ¿si se coordinaran todo iría bien? Pienso que no. El alza mundial de los tipos de interés, impulsada por la caída de los precios de los bonos y las intervenciones de los bancos centrales, ya es en cierto modo un proceder coordinado, ya que cada país ha de seguir al otro o ver cómo se derrumba su propia moneda nacional.
La coordinación de la política monetaria no evitaría una recesión a menos que detuviera y revirtiera esas subidas. El llamado Acuerdo Plaza de 1985, en que se pactó reducir la fortaleza del dólar, apenas repercutió en el crecimiento económico de las principales economías. Y actualmente no es probable que se llegue a un acuerdo como aquel. Si tuviera que haber coordinación, debería englobar un plan de inversiones mundial, el control climático y la reducción de la pobreza. Y no hay ninguna posibilidad de que esto se haga.
¿Cómo afectan las subidas de los tipos de interés a las diferentes partes de la economía mundial? ¿Qué efectos tienen en los países capitalistas avanzados? ¿Qué impacto tendrán en el Sur global, especialmente en los países más endeudados? ¿Volveremos a ver crisis masivas de deudas soberanas?
Muchas economías subdesarrolladas emergentes ya tienen apuros financieros y se encaminan a la suspensión de pagos (Sri Lanka, Zambia, Pakistán). El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que el año que viene tendrá que amortizar muchos más créditos suyos, endeudando todavía más a muchos pobres y sometiéndolos a la disciplina fiscal del FMI. Esto solo puede implicar más austeridad para esos países. Pero esta situación también afectará probablemente a economías avanzadas a medida que los Estados recorten el gasto poscovid y traten de reducir los crecientes niveles de endeudamiento, tanto privado como público.
Has afirmado que nos hallamos en una depresión mundial prolongada, caracterizada por recesiones y débiles recuperaciones. Uno de los motivos radica en que los Estados han apuntalado grandes empresas que no son competitivas, las llamadas zombis, con bajos tipos de interés y rescates. A finales de la década de 1970, las fuertes subidas de tipos de interés decretadas por Paul Volcker permitieron finalmente controlar la inflación y marcaron el comienzo del prolongado auge neoliberal, pero a cambio de grandes quiebras, mucho desempleo y una crisis masiva de la deuda en todo el Sur global. ¿Podrían los bancos centrales hacer lo mismo y abrir una nueva ronda de crecimiento capitalista mediante la llamada destrucción creativa ?
La destrucción creativa o terapia de choque al estilo de la de Volcker a finales de la década de 1970 se evitó en el crash financiero mundial de 2008. En efecto, el entonces presidente de la Reserva Federal, Bernanke, adoptó la política opuesta, ampliando la oferta monetaria y el crédito al sector capitalista para rescatarlo (acaba de ser galardonado con un llamado premio Nobel por ello).
Después, las compañías recibieron una alimentación dosificada a base de créditos con un interés próximo a cero junto con una inflación baja para permitirles crecer, pero crecer muy lentamente. Una larga depresión sustituyó a la destrucción creativa. En 2019 estaba anunciada una nueva recesión. Ahora, en 2022, no se han previsto inyecciones crediticias, sino todo lo contrario, debido a la elevada tasa de inflación. En su lugar, los bancos centrales tratan de aplicar la terapia de choque a la inflación.
Parece como si las estructuras del capitalismo mundial que se han desarrollado bajo la hegemonía de EE UU durante el periodo neoliberal estuvieran desmontándose. Tanto los problemas en las cadenas de suministro globales que sacó a la luz la pandemia de covid, como el aumento de las tensiones geopolíticas, especialmente entre EE UU y China, además de Rusia, hacen que países y empresas abandonan la globalización tal como la hemos conocido. ¿Es eso cierto? ¿Es temporal la caída del comercio mundial o existe un patrón emergente de división de la economía mundial en bloques separados?
Los economistas de la corriente dominante están divididos con respecto a la cuestión de si la globalización ya es historia o no. Con este término se refieren a la expansión del comercio mundial sin aranceles ni cupos y una mayor inversión financiera en todo el mundo. Sin embargo, desde la crisis financiera mundial, el comercio mundial de bienes ha crecido más lentamente que el aumento del PIB (que ya ha sido bastante lento), mientras que los flujos de capital a escala mundial, particularmente con destino a las economías emergentes, se han agotado.
Hay quienes argumentan que la globalización del comercio de servicios sustituirá a la del comercio de bienes, de manera que la globalización no ha muerto. No hallo ninguna prueba que demuestre que el sector del comercio de servicios, que es muy pequeño, pueda sustituir al declinante comercio de bienes, especialmente con las tensiones entre EE UU y China, el aumento de las barreras arancelarias y las sanciones a Rusia e Irán, etc., que probablemente irán a más y no a menos.
La Gran Moderación y el periodo de globalización son cosa del pasado. Esto supone una rivalidad más intensa y más conflictos, no solo en el comercio y la inversión. Como dijo Marx, los capitalistas actúan como buenos hermanos contra la clase trabajadora, pero como hermanos hostiles y pendencieros entre ellos.
Sin embargo, ña globalización en otro sentido distinto está viva y coleando; a saber, el bloque imperialista, dirigido por EE UU, que aplica medidas para debilitar toda fuerza y todo país que se oponga a los intereses del bloque. El bloque imperialista se arma contra la creciente oposición de potencias que se resisten y no están dispuestas a aceptar la hegemonía estadounidense. Pero no estoy seguro de que esto suponga la existencia de un bloque de oposición coordinado. La oposición todavía parece muy dispersa.
Finalmente, los Estados más poderosos y las políticas de sus bancos centrales tendrán un impacto devastador en la clase trabajadora y las naciones oprimidas. Esto suena a guerra de clases y a imperialismo de otros tiempos. ¿Que deberían exigir ahora los movimientos obreros y las naciones oprimidas? ¿Qué debería propugnar la izquierda a corto y a largo plazo?
A corto plazo hemos de luchar contra el aumento del coste de la vida. Hemos de apoyar las batallas de los sindicatos, los únicos defensores de los y las trabajadoras en el lugar de trabajo. Hemos de luchar por un salario para vivir dignamente y por aumentos salariales iguales a las tasas de inflación a fin de mantener como mínimo los salafrios reales. Hemos de oponernos a todos los aumentos de los tipos de interés y otras medidas encaminadas a recortar el gasto presupuestario en servicios y bienestar y/o todo aumento de los impuestos para la mayoría.
La inflación se puede controlar y reducir si asumimos el control del sector bancario y sectores estratégicos de la economía. Es preciso sustituir el mercado de la energía etc. por la planificación estatal democrática para cubrir las necesidades sociales e invertir en tecnología y puestos de trabajo idóneos.
Hay que poner fin a las guerras destructivas que hemos visto en el siglo XXI en Irak, Afganistán, Ucrania, África subsahariana y las que tal vez surjan en Asia Central. No solo comportan la pérdida de la vida y la base de sustento de cientos de millones de personas, sino que también suponen un despilfarro masivo de recursos y un golpe devastador para el medio ambiente.
O sea: no a la rebaja del nivel de vida; no al recorte del gasto público que beneficia a la gente; no más guerras; por una economía mundial planificada de propiedad pública y controlada democráticamente por las instituciones del pueblo y no por multimillonarios codiciosos y el mercado capitalista.
Fuente: https://vientosur.info/la-caida-tras-el-subidon-sobre-la-economia-mundial-ahora/