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La City de Londres sondeó los riesgos de Rusia para declarar la suspensión de pagos

Fuentes: Argenpress

Las consultas financieras ruso-británicas celebradas a comienzos de febrero en la City de Londres (distrito financiero en la capital británica) fueron muy útiles porque Moscú recibió una señal clara de lo que puede esperar de la banca europea, y desafortunadamente, tiene muy poco que esperar. La banca europea está poco dispuesta a concederle créditos a […]

Las consultas financieras ruso-británicas celebradas a comienzos de febrero en la City de Londres (distrito financiero en la capital británica) fueron muy útiles porque Moscú recibió una señal clara de lo que puede esperar de la banca europea, y desafortunadamente, tiene muy poco que esperar.

La banca europea está poco dispuesta a concederle créditos a Rusia, porque su calificación de riesgo ha descendido, y sin créditos, esa calificación descenderá todavía más, formando un círculo vicioso.

En general, en la City de Londres ya se habla de que Rusia puede afrontar otra suspensión de pagos por deuda externa, y auque no tendrá las dimensiones como la ocurrida en 1998, de todas maneras será una suspensión de pagos o default.

Así, el vicepresidente del Gobierno y titular de Finanzas de Rusia, Alexei Kudrin, después de todas sus intervenciones oficiales, tuvo que convencer a la City de que Rusia no descenderá hasta los niveles de default, y la misma tesis expuso el gobernador adjunto del Banco Central de Rusia (BCR), Alexei Uliukayev, en encuentros con representantes de la banca británica.

Kudrin viajó a Londres a la conferencia ruso-británica «Servicios Financieros de Rusia en la City de Londres» y también sostuvo encuentros con su homólogo británico Alistair Darling y con el titular de la cartera de negocios Peter Mandelson.

Las conversaciones versaron sobre los preparativos de la cumbre del G-20 en abril próximo en Londres, y entre los temas, las medidas para la regulación de la crisis, la reforma del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y otros asuntos.

Pero lo más importante ocurrió en la City de Londres, el centro financiero más importante de Europa y uno de los principales del mundo cuyos banqueros e inversionistas examinaron con lupa la situación de la economía de Rusia.

Aquí, cabe resaltar que la City de Londres es una unidad financiera mundial bastante específica.

A la City nunca le ha interesado el destino o los negocios de sus clientes. A las entidades financieras que operan en la City sólo les importa lo que pueden hacer sus clientes para devolver los créditos concedidos, el pago a tiempo de los intereses correspondientes, y lo que pueden proponer esos clientes en el caso de que no puedan devolver en el plazo establecido el dinero prestado por la City.

Los británicos no son los primeros, tampoco los segundos y ni siquiera los terceros en la lista de los acreedores importantes de Rusia, pero la City hace ya mucho tiempo que dejó de ser simplemente Inglaterra al convertirse en uno de los centros financieros más importantes e influyentes del mundo.

Aquí comprenden muy bien que además del gas, el petróleo, los misiles y la incomprensible «naturaleza rusa», Rusia ahora cuenta con un arma temible: su deuda externa. Y con la crisis financiera mundial como telón de fondo, la potencia de esa arma todavía será mayor.

A pesar de que el «león británico» no es el mayor acreedor del «oso ruso», algunas circunstancias obligan a Londres a mirar con detenimiento el horizonte de la deuda rusa y sus perspectivas.

Como reveló el diario The Times, el Royal Bank of Scotland que tras su bancarrota, en un 60% quedó nacionalizado, tuvo que condonar 2.500 millones de libras esterlinas de la deuda de un oligarca ruso cuya identidad no se reveló. Así que para la City fue muy importante comprender cómo puede Rusia convertir su deuda en arma financiera.

Por sus propios medios, los británicos intentan calcular la deuda rusa, así por ejemplo The Economist Intelligence Unit reveló que para el 31 de enero la deuda externa de Rusia equivalía a 465.000 millones de dólares.

Y como informó Kudrin el pasado 4 de febrero en la City, las reservas internacionales de Rusia para el 27 de enero equivalían a 427.000 millones de dólares.

En base a datos anteriores y añadiendo los pagos corrientes a créditos, la prensa británica afirma que en realidad las reservas rusas quedarán reducidas a 400.000 millones de dólares ya que en el presente año, los bancos y las empresas rusas deberán pagar deudas e intereses por un monto de al menos 140.000 millones de dólares.

Esta suma se aproxima a las reservas del BCR e independientemente de cómo sumen y se resten las reservas con la deuda, de ninguna forma resulta saldo positivo.

Para completar el cuadro, de cara a la visita de Kudrin a Londres, la compañía internacional de riesgo Ficht redujo la calificación de riesgo de Rusia desde BBB+ hasta BBB, esto es en dos posiciones por encima al estatuto «Junk» o basura.

Con una calificación así, es mejor no pedir prestado, aunque al fin de cuentas, los bancos extranjeros y las instituciones financieras internacionales concederán créditos a Rusia, pero a porcentajes que andan por las nubes.

Para comparar, la calificación de riesgo de todos los países de influencia financiera mundial como Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Francia es la más alta: AAA.

Es de suponer que los expertos de Ficht tienen serias sospechas de que las reservas de Rusia no son suficientes para salvar a todos sus bancos y compañías con deudas hasta las orejas.

Y todos los fondos acumulados en Rusia no pueden ser la mencionada «almohada de seguridad» en el caso de que la crisis siga empeorando.

Para finales de enero, la agencia internacional de riesgo Moody´s redujo la confianza crediticia de Rusia de estable a negativa, y de forma casi simultánea, la agencia Standard & Poor´s también redujo a negativo la calificación del riesgo crediticio ruso.

Este desplome de la reputación crediticia de Rusia ocurre por primera vez en los últimos diez años, pero esto no es todo.

También de manera vertiginosa está cayendo para Rusia otro instrumento financiero, que en la sesuda terminología bancaria denominan CDS (Credit Default Swaps), derivados de crédito destinados a cubrir el impago de la deuda soberana de un Estado.

Más exactamente, lo que se desploma son los spread de los CDS, considerados los indicadores más exactos para determinar el grado de tolerancia de riesgo de los créditos asumidos por un país.

Por ejemplo, el spread de CDS del banco Bear Stearns, uno de los más reconocidos en Wall Street, equivalía a 740 puntos dos semanas antes de declarar su bancarrota. Y si es cierto el resumen económico del diario británico Daily Telegraph, ¡este indicativo para Rusia se encuentra sobre los 1.123 puntos!

Es mucho más alto que la puntuación que tenían los bancos islandeses antes de declarar su bancarrota y ser nacionalizados por el gobierno de este país, hasta el momento, el más afectado por la crisis.

«Todo dependerá de cuánto que dure la crisis», opina el presidente del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, Thomas Mirow, «si la crisis se prolonga durante los años 2009 y 2010, todas las reservas de Rusia quedarán agotadas».

Semejante perspectiva preocupa mucho a la City de Londres, porque todos comprenden que si Rusia declara default y pone en marcha el arma de su deuda, todos van a salir perjudicados.

En el centro financiero europeo tienen temor de que los bancos privados y empresas rusas en las próximas semanas empiecen a pedir a los acreedores reestructurar sus deudas.

Esto sería un procedimiento muy normal, si no fuera por la crisis y la aguda falta de liquidez. En las actuales circunstancias, la restructuración de la deuda rusa seria un factor que puede desestabilizar los mercados financieros mundiales y el sistema bancario global, es decir, la prolongación de la agonía de la crisis.

Sin intención de difundir pánico, pero mirando la situación desde la óptica de la City de Londres, da la impresión de que la crisis todavía no ha golpeado de lleno a Rusia.

Las convulsiones más fuertes todavía están por llegar.

Ya no podemos decir que la presente crisis «pasará por la economía de nuestro país como un tren de tránsito», que era lo que se decían muchos en Rusia hace apenas unos cuantos meses.