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La ciudad candiense de Vancouver niega el permiso para instalar un comercio de la cadena norteamericana Wall-Mart por sus abusivas condiciones laborales

Fuentes: Rebelión

En días recientes, el consejo de gobierno de la ciudad de Vancouver, en el oeste canadiense, negó los permisos necesarios a la empresa multinacional, Wall-Mart, para construir lo que seria la primera tienda de esta cadena en la ciudad. El proyecto fue rechazado casi de forma unánime por el consejo municipal y, así, la ciudad […]

En días recientes, el consejo de gobierno de la ciudad de Vancouver, en el oeste canadiense, negó los permisos necesarios a la empresa multinacional, Wall-Mart, para construir lo que seria la primera tienda de esta cadena en la ciudad. El proyecto fue rechazado casi de forma unánime por el consejo municipal y, así, la ciudad se libro de la empresa que representa perfectamente la falta de garantías contra los trabajadores, un comercio injusto contra pequeños y medianos negocios, y la explotación de miles de trabajadores en fabricas que trabajan para ellos en todo el mundo, especialmente en los países en vías de desarrollo.
Aunque Vancouver, y prácticamente todas las ciudades norteamericanas, están repletas de grandes cadenas comerciales, la negación para que Wall-Mart se instalara en esta ciudad, demuestra que aun se pueden hacer cosas importantes en contra de las multinacionales que se apoderan de todo, en todos lados.
Las multinacionales aportan una parte importante para ir destruyendo culturas, tradiciones, costumbres, etc. Viajar por pueblos de los Estados Unidos, es darse cuenta de que, prácticamente, han sido tomados por las grandes compañías y, todos los otros comercios independientes, han sido forzados a formar parte del pasado que apenas se recuerda.

Y las multinacionales ya están llegando a todos lados. Ahora, por ejemplo, subir a la pirámide del sol en Teotihuacan, México, te invita a mirar al nuevo almacén comercial, propiedad de Wall-Mart, que se instalo en la región. MacDonalds despacha alegremente a miles de clientes en el zócalo histórico de la ciudad mexicana de Puebla. La primera vez que visite la obra maestra de Antonio Gaudi, la Sagrada Familia, en Barcelona, lo que más me impresiono no fue la belleza de sus torres, si no que Burger King estaba a reventar al costado de la iglesia, y el local que vendía gazpacho, apenas tenia tres mesas con poca gente.

Hace un par de años el pintor mexicano, Francisco Toledo, libro una guerra en contra de que Macdonals abriera un restaurante en la plaza principal de Oaxaca, México, una plaza que data del siglo XVII, el día que mas recuerdo, es cuando el pintor, acompañado de cientos de personas, celebro un festín a base de tamales y atole (plato típico mexicano), la celebración se llevo a cabo en el lugar donde Macdonals planeaba abrir su restaurante; al final de muchos debates legales y políticos, el gigante norteamericano de la comida industrial, no consiguió abrir el lugar. Después de esta decisión, las criticas llegaron, unas a favor y otras en contra; los que estaban en contra de que se negó el permiso a Macdonals, decían que los oaxaqueños huían del «progreso», y que los indígenas no sabían los que les convenía (Oaxaca tiene una población de mayoría indígena). Pero Oaxaca huyo del llamado progreso, y de la llamada globalización, por que según los que saben, los oaxaqueños no tienen la
s más mínima idea de que es el avance y el desarrollo.

El progreso y la globalización, como siempre, son servidas por los ricos y para los ricos sirven. Por que hacernos progresar y globalizar, significa llenarnos de sus productos, de sus negocios, de sus ideas, de sus imágenes, de su música, de su todo; para que consumamos, para que comamos, para que miremos, para que escuchemos, para que hablemos, solo lo que ellos quieren; olvidar lo nuestro y mirar a lo que los ricos y civilizados nos ofrecen. Para que todos seamos iguales, iguales para controlarnos; para que ya no haya el libre pensamiento ni flujo de ideas. Esa es la globalización impuesta desde arriba. Llenarnos de los de ellos, olvidar lo nuestro, y ser maquinas consumidoras de su sistema capitalista y avanzado.

Christian Sida es columnista del periodico hispano canadiense «La prensa Hispanoamericana».