Sobre la actual situación política que atraviesa nuestra América Latina, en donde el neoliberalismo ha penetrado nuevamente la región, es necesario agudizar los análisis de clase que se hagan de dicha situación, pues sólo así podremos entender las determinaciones reales tras este resurgimiento, así como las posibilidades revolucionarias de revertirlo. Sin este carácter de clase, […]
Sobre la actual situación política que atraviesa nuestra América Latina, en donde el neoliberalismo ha penetrado nuevamente la región, es necesario agudizar los análisis de clase que se hagan de dicha situación, pues sólo así podremos entender las determinaciones reales tras este resurgimiento, así como las posibilidades revolucionarias de revertirlo. Sin este carácter de clase, tanto las interpretaciones como las acciones prácticas por parte de la izquierda, corren el riesgo de ignorar u omitir el rol protagónico que cumple el sujeto de la revolución: el trabajador y la trabajadora; así como el rol dominante que cumple, más que los mecanismos de manipulación mediática del imperio, las y los explotadores del trabajo humano y sus mecanismos imperiales de expansión mundial.
Para contribuir a fortalecer un análisis clasista de nuestra situación mundial en general, y latinoamericana en particular, hemos entrevistado a la politóloga, escritora e investigadora española, Arantxa Tirado, co-autora (junto con Ricardo Romero) del libro recién publicado, La clase obrera no va al paraíso, presentado en la pasada Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN), en el que se hace un esfuerzo extraordinario por evidenciar que- pese a las tendencias postmodernas de cierta corriente de la izquierda de anular la existencia de las clases sociales, como signo de las supuestas nuevas formas del capitalismo contemporáneo y su nuevo orden social- la clase obrera hoy está más viva que nunca, y sigue teniendo el papel protagónico, tanto en los proceso revolucionarios actuales, como en los que deben surgir como respuesta a la arremetida neoliberal que padecemos actualmente.
En la siguiente entrevista, Arantxa Tirado nos ayuda a caracterizar a la clase obrera de nuestra época y a identificar su papel en las luchas revolucionarias actuales. También nos lleva a reflexionar críticamente sobre la relación que han mantenido las izquierdas dirigentes con la clase trabajadora en estas luchas y a discutir sobre el justo valor que debe dársele a la manipulación mediática, pero también a la actuación práctica y material de nuestra izquierda en esta nueva fase de restauración neoliberal del continente.
Caracterización de la clase obrera en el siglo XXI
David Alvarado (DA): En tu libro La clase obrera no va al paraíso, discutes con una corriente de la izquierda académica postmoderna, que trata de anular la existencia de las clases sociales, o al menos la existencia de dos grandes clases opuestas: la clase obrera, y la clase explotadora (por ser un discurso anticuado de un marxismo trasnochado). En cuanto a la clase obrera, esta parece querer anularse por no ver en el obrero u obrera de hoy al típico trabajador o trabajadora de fábrica del siglo XIX. Entonces:
¿Cómo se nos presenta la clase obrera hoy en el siglo XXI?, y ¿cuál es su papel en las luchas por la emancipación humana de nuestra época?
Arantxa Tirado (AT): Bueno, yo creo que se presenta de manera muy diversificada, que siempre ha sido así, lo que pasa es que con el auge de toda esta moda «post» que penetró profundamente en la academia después de la caída del muro, y también en la política y en la izquierda, desgraciadamente, parece que hemos descubierto la diversidad. Hemos descubierto que somos mujeres, que somos hombres, que somos homosexuales, que podemos ser indígenas, que podemos tener mil identidades diferentes. Pero en ese descubrimiento se nos ha olvidado que, pese a esto, no dejamos de ser trabajadores y trabajadoras, que estamos sometidos a unas relaciones de explotación en un sistema que se llama capitalismo, que ha mutado, pero que no ha cambiado sustancialmente su naturaleza explotadora la cual está basada en la extracción de plusvalía, con independencia de si uno es blanco, negro, amarillo, etc. Obviamente esto no niega que en cada latitud esta explotación adopta unas características diferenciadas. Estas características que se adoptan en América Latina son particulares y diferenciadas respecto a las que pueda adoptar el sistema capitalista y la estratificación social en otras realidades como la europea o la estadounidense.
Entonces, me parece fundamental esa memoria de saber de qué clase somos, de saber que pese a la diversidad, a la mutación de la clase trabajadora, que es una mutación paralela al capitalismo, en esencia, esa naturaleza, tanto del capitalismo como de las clases sociales que lo conforman, no ha variado, porque no se ha aniquilado el capitalismo, porque seguimos viviendo en este modo de producción. Incluso, Venezuela que es uno de los procesos más avanzados en el continente no ha logrado romper con el capitalismo. Por tanto, sigue habiendo una clase trabajadora y una clase explotadora también aquí. Esto no hay que olvidarlo, porque si lo hacemos, olvidamos las luchas que la clase obrera ha protagonizado a lo largo de la historia, que figurativamente es como ese hilo conductor que es el que da lógica, el que da aliento, y el que da sustento a un análisis que, antes que puntual y coyuntural, tiene que ser necesariamente histórico, porque si no se pierde la panorámica y la perspectiva de la globalidad, de cómo funciona incluso el capitalismo, el cual no funciona de manera local, sino de manera global. Además, el capitalismo es un sistema que abarca no sólo cuestiones económicas, sino también cuestiones de generación de sentido de vida, cuestiones ideológicas, etc. Entonces, como decía, me parece relevante no perder esa memoria, porque si perdemos esa memoria le estamos dando la victoria al sistema; Justo esto es lo que el sistema quiere, quiere anular esa memoria, para anular la potencialidad revolucionaria que tiene la clase obrera como sujeto político.
La clase obrera ha protagonizado todas las luchas de vanguardia a lo largo de la historia. No ha sido otra. En otros momentos históricos, previos al surgimiento del capitalismo, los de abajo no serían clase obrera como tal, pero eran los desposeídos. A partir de determinado momento histórico se empieza a hablar de clase obrera, pero en esencia es lo mismo. Como decías, dos grandes grupos sociales, los que joden a unos y los que son jodidos por estos. Por eso creo que no podemos permitirnos el lujo de entregarnos tan fácil. Al menos no darles nuestras armas. Y si te van a derrotar que sea luchando y sobre todo que sea porque has apostado a subvertir un orden injusto desde una toma de conciencia. Pero no porque te han anulado en tu ideología, te han alienado, y has comprado el discurso del sistema, el cual dice que ya la clase obrera no existe.
El papel de la clase obrera es un papel protagónico. Podríamos admitir que a esta clase se la llame de cualquier manera. Que no sea clase obrera, que ahora el sujeto de cambio va a ser, no sé, las mujeres; pero bueno, las mujeres son un sujeto de transformación en tanto y en cuanto son trabajadoras. Porque las mujeres en abstracto pueden conseguir una serie de reivindicaciones favorables a nuestros derechos como mujeres, pero si no rompen con el sistema, no termina de haber una liberación verdadera, plena, total. El sistema puede admitir que tú abortes; el sistema puede admitir que tú estés más liberada de tu marido; el sistema puede admitir que tú trabajes, que tú ganes lo mismo, pero en definitiva sigue siendo el sistema capitalista el sistema regulatorio, que sigue oprimiendo en tanto que eres trabajadora. Entonces, el feminismo tiene que ir vinculado a un tema de clase, al igual que otras luchas. Ese es mi punto de vista. El potencial lo da esa cualidad del trabajador, porque – sonará muy anticuado, como nos han dicho- la clase trabajadora hasta la fecha es la única que puede paralizar la economía, la única que puede hacer una huelga y paralizar la economía. El 08 de marzo en el Estado español, tuvimos una huelga histórica de mujeres. Su potencial y su éxito vino dado porque era una huelga productiva. Mujeres que dejaron de ir a trabajar. Claro que se sumaron otros sectores de mujeres burguesas, y eso también le dio mucha fuerza. Pero en definitiva lo que les da miedo realmente a los empresarios es perder dinero, obviamente. Todo lo demás, si pueden incluso usufructuar el producto de las luchas de las mujeres lo van a hacer. Lo han hecho con la imagen del Che, lo hacen con el movimiento feminista. En las tiendas Zara de España se pueden ver camisetas de Ni una menos.
Así es que, según mi parecer, el acento siempre tiene que ponérsele a esa condición de trabajador, trabajadora, a la condición de explotado y explotada, y a la necesaria apuesta por la superación de ese estatus de explotación.
DA: En el libro observas que, si bien, desde la caracterización sociológica hay una distinción entre lo que significa clase trabajadora y clase proletaria, desde el punto de vista político, que es el que nos interesa, clase obrera, clase trabajadora y clase proletaria, pueden ser utilizados como equivalentes (aun entendiendo sus matices).
¿Cuál es la importancia política, hoy, de hacer esta equivalencia?
AT: Esa equivalencia es nuestra apuesta, o lo que nosotros defendemos. Algunos dirán que es simplismo de nuestra parte, porque olvidamos que el proletario es otra cosa diferente al obrero. Realmente no nos interesa hacer un libro académico para debatir con la gente que se dedica a investigar sobre la clase obrera en estos términos académicos. Ya hay aportaciones de gente muy potente, que, desde la sociología, desde las ciencias políticas, hacen este trabajo. Nosotros, en cambio, aparte de cuestionar ciertas cosas y obviamente, entrar en debates académicos, por momentos, lo que queremos es darle a la gente una herramienta para la transformación. Igual esto suena muy presuntuoso, y tampoco creemos que porque la gente se lea el libro va a salir a la calle a hacer la revolución, ni mucho menos. Pero, la gente normal y corriente, es decir, la gente que no suele estar metida en partidos de izquierda, que pasa por esta vida yendo a trabajar, cuidando a su familia, que tiene ya bastantes problemas con resolver sus condiciones materiales de vida, no está para debates de este tipo. La gente lo que quiere es soluciones. Es muy pragmática la clase trabajadora. Yo creo que a veces la izquierda nos enzarzamos en este tipo de disquisiciones, que desde afuera se ve como un ejercicio intelectual que se pueden permitir personas que tienen el tiempo de hacer asambleas eternas, y a estarse horas y horas. No es que esto se esté criticando. Yo misma he pasado muchos años de mi vida en esta realidad de la militancia de la izquierda, la cual creo que es necesaria, y ojalá que cada vez más organizaciones se involucraran, como ocurre acá en Venezuela, con movimientos de base, como las comunas.
Desgraciadamente de lo que partimos nosotros es de un momento histórico de reflujo ideológico muy grande; de egoísmo, porque los valores del sistema han permeado. No digo que hayan arrasado con todo, porque, de hecho, nosotros defendemos que la clase trabajadora tiene unos valores diferenciados y que todavía conectan con esa solidaridad, con esa ayuda entre los que menos tienen. Pero no podemos negar que hay sectores, dentro de la clase trabajadora, que se han comido el discurso del neoliberalismo, de «pisotea al vecino», «al compañero de trabajo», «preocúpate de tu familia» etc. Además, el sistema hace mucho énfasis en eso: tú, tus hijos, tu familia y nada más. Entonces, para hacer un trabajo político, o aproximarte a gente para que te escuche, creo que entrar por debates terminológicos quizá no es lo más apropiado. Si quieres debatir en la academia podemos hacerlo. Nosotros tenemos, tal vez yo más que Ricardo-el coautor del libro- un pie en la academia. Conozco bien la bibliografía, pero es que tampoco me interesa. Sinceramente lo digo, me aburre. Me aburre esta catalogación sociológica, la cual parece ser un ejercicio taxonómico de las especies. Igual eso está muy bien si se trata de investigaciones académicas, y si recibes dinero por eso, pues mucho mejor. Si a mí me pagan por hacer un estudio sobre las clases sociales en Cataluña, yo en cantada, pues sería una manera de vivir de la investigación, en la cual sí me dedicaría a teorizar sobre los matices y diferencias terminológicas de los conceptos referentes a las diferentes clases sociales. Pero en este libro, el cual tiene un formato que pretende ser popular, que aun así tiene partes un poco farragosas, ese debate nos los pasamos un poco por el forro (hablando mal y pronto. Risas).
Ahora, en términos de equivalencia entre clase obrera, clase trabajadora y proletariado, eso sería más un debate dentro del marxismo. Porque fuera del marxismo se piensa que no hay sólo dos clases. Sin embargo, aún dentro de algunos sectores del marxismo se hacen diversas distinciones entre esas dos clases: clase obrera, como perteneciente únicamente al sector industrial; clase trabajadora, como concepto más amplio y difuso; y proletario, tal vez como esa clase obrera que tiene conciencia de sí misma. Todo esto son debates de un marxismo más académico. Lo que nosotros queremos con el libro es que la gente que tiene dudas, pueda aclararse respecto a su situación de clase. Nos ha ocurrido que personas que se han leído el libro, han entrado en crisis porque siempre creyeron que eran de clase media; entonces, allí es cuando nos toca explicarles que la noción de clase media se utiliza para que la gente pierda la conciencia de su condición de trabajador, de explotado, y tú, aunque te creas que tienes más intereses en común con los ricos que con los pobres, en realidad no dejas de ser un explotado que necesita trabajar para vivir.
En sociedades como las latinoamericanas, donde es tan brutal la disparidad de realidades, respecto al poder adquisitivo de la gente, existen trabajadores que pueden ganar muchísimo más dinero que cualquier otro trabajador europeo. Por ejemplo, un trabajador pudiera ganar un salario de cuatro mil o cinco mil dólares – que en Europa, al menos en España, no lo gana casi nadie, siendo trabajadores- y existen personas que ganan ciento veinte dólares al mes, o menos. Entonces, es muy difícil hacerle entender a la gente que gana ciento y pico de dólares, que pertenece a la misma clase de los que ganan cuatro o cinco mil dólares al mes. Esto es un problema real y concreto que dificulta la organización. A este problema, ya bastante complejo, se le suman otros elementos, tal como ocurre en México, que es el aspecto racial: Cuando al sector indígena se le ha tratado de manera deplorable a lo largo de la historia, tanto que parece ser un sector sub humano, para algunas personas, es muy difícil que el sector indígena se alíe con quien lo trata como un sector sub humano. Este es un problema grave en términos políticos, que tiene que ver con un asunto de clase, obviamente, pero también con un clivaje racial, que en definitiva también dificulta la organización. El hecho de considerar este clivaje racial no quiere decir que tomemos la posición que toman algunos decoloniales, al punto de hablar de la división racial del trabajo. Nosotros creemos que al fin y al cabo el determinante último es la clase. Es muy evidente que el capital explota con independencia del color. En España no es lo mismo un jeque árabe que un marroquí que cruza en patera para llegar a la península. La discriminación ahí no viene por el color de piel, viene por el dinero que tengas. Esto me parece fundamental aclararlo en función de las luchas políticas. Alguien dirá que se está pasando por alto estas teorías decoloniales, como las de Grosfoguel, que lo respeto, pero creo que en última instancia no logran explicar por qué se produce la explotación económica, en contextos donde no opera el clivaje racial. En todo caso, el clivaje racial se suma como argumento al problema fundamental de la explotación.
DA: En tu libro, en el tercer bloque, le dedicas una importancia considerable a la identidad de la clase obrera consigo misma. ¿Crees que es indispensable que la clase trabajadora, para que pueda ser la clase auténticamente revolucionaria, debe necesariamente pasar de ser una clase en sí a una clase para sí, o consideras que aún sin esta toma de conciencia plena de sí misma, puede llegar a ser una clase revolucionaria?
AT: Puede ser revolucionaria en tanto y en cuanto subvierta los valores hegemónicos del sistema. ¿En qué sentido?, si lo pienso en términos de música, de gustos, de hábitos de consumo etc., si esa clase, sin ser clase para sí, es decir, sin ser consciente de su potencialidad revolucionaria como sujeto político, se ve diferencial respecto a los sectores que dominan, entonces eso es potencialmente revolucionario. ¿Por qué?, porque significa que no está aceptando ese orden hegemónico. Significa que lo está subvirtiendo a su manera. Ahí la cultura da mucho juego, el arte da mucho juego. Hay expresiones artísticas que son antagónicas con el poder, aunque no estén politizadas.
El libro nuestro parte en cierto modo de estar inspirado por el de Owen Jones, La demonización de la clase obrera. Él habla de estos sectores de la clase trabajadora británica, los chavs, que son esos sectores de jóvenes, a veces que van con una estética diferenciada, que se les acusa de vivir de las ayudas sociales, de ser unos parásitos, de tener una estética, que diríamos en España, «cutre», o como dirían en México, un «naco», o de nuevo como dirían en el Estado español, Los «Cani», las «choni», es decir, la gente de barrio que tiene una estética más estridente, que tiene unos gustos musicales diferenciados. Eso, no digo que sea solamente revolucionario, sino que la expresión de ser diferente en un contexto hegemónico, puede ser una veta por donde puede entrar un discurso revolucionario. Sin embargo, es una disputa, porque el capitalismo también lucra con esas estéticas, ya vemos que hasta la postura del malandreo se ha captado para los intereses del capital. Por ejemplo, el Rapero este llamado Prieto Gang, que canta Petare barrio de Pakistán, es un ejemplo de música supuestamente contrahegemónica, hecha por un tipo de barrio, que seguramente está producido por gente a la que le interesa difundir un discurso despolitizado desde el barrio. En este sentido el capitalismo es un gran monstruo que subsume prácticamente todo. Sí tenía razón Marx cuando decía que era el sistema económico más perfecto, porque se va reinventando sobre la marcha, para meter dentro de sus márgenes lo que podía haber salido afuera de los márgenes.
Entonces, puede ser potencialmente revolucionario, pero tiene que haber un paso en la toma de conciencia, sobre todo si quieres llevar a la práctica un proyecto político. Porque la simple rebeldía, o el simple antagonismo estético o cultural, no es garantía de la revolución.
Análisis crítico y de clase de la actual situación política de América Latina y la actuación de la izquierda en ella
DA: Ya que terminas poniendo como último determinante a la clase social. ¿Cuál es la importancia de hacer un análisis clasista de la situación política latinoamericana en particular, y mundial en general, a diferencia de un análisis en el cual las clases sociales pueden faltar en absoluto?
AT: Bueno, es importante porque, sobre todo en América Latina, sigue operando, y de manera muy brutal la explotación del trabajo. Que es en estructuras de clase neocoloniales donde tienen mucho peso el tema racial, como comentábamos, sí, pero hay gente trabajadora, que además son los sectores empobrecidos que no les alcanza el salario para el mínimo básico de subsistencia. Por esa parte, haciéndoles entender la situación de injusticia en la que viven, que son la gente que más trabaja, pero la que peor cobra, que están abajo etc, y conectando la lucha por los derechos que deberían tener, con una lucha por la emancipación, se puede hacer un trabajo político.
Creo que la clase trabajadora es la única vía, realmente, para que pueda haber una revolución de verdad. Sí pudiera haber un alzamiento meramente indígena, de reivindicación de lo indígena. Puede ser. Pero ahora yo pregunto ¿Los indígenas viven en una autarquía económica? Salvo los que viven en las amazonas, viven en el contexto social del capitalismo. Aunque sea para vender sus artesanías. Entonces, está bien que se reivindique lo indígena como vector revolucionario. Bolivia, por ejemplo, ha hecho un trabajo muy importante para recuperar la dignidad y el orgullo de la identidad indígena, que en definitiva ha sido un sujeto protagónico fundamental en la revolución boliviana. Claro, también hay que recordar que dentro del sector indígena existen las clases sociales, y en Bolivia eso también se ve. Se pueden notar la diferencia entre los indígenas que están ligados al sector comercial, y están más acomodados, de los que no, y viven en condiciones más desfavorables.
Por eso es fundamental para los líderes políticos, no perder de vista esa importancia de la clase, que, como decía en la presentación del libro acá en la FILVEN, a veces se han hecho lecturas por parte de la izquierda del continente, en la que se argumenta que se han llevado a cabo una serie de políticas sociales, donde se han mejorado las condiciones de vida del pueblo, en donde los trabajadores ahora pueden consumir más. Esto los elevó – dice la izquierda – de clase trabajadora a clase media, y tienen valores de clase media. Entonces, vamos a hacer una política para los intereses de la clase media. Luego resulta que se pierde la esencia, se acaba montado en una moda o en algo impostado. Además, a lo mejor el mismo gobierno acaba aburguesado y se ha creído el cuento de la clase media. Porque estos sectores que componen al gobierno también se han enriquecido y han olvidado su origen, supongamos, pero cuál es el resultado: que la gente, entre la copia y el original, pues vota a lo original, al que tiene el discurso real de derecha liberal o neoliberal etc. Y ojo, yo revisaba unos datos de Latinobarómetro, hace un par de años, sobre la auto-adscripción de clase en América Latina en varios países, y en casi todos la menor cantidad de gente era la que se consideraba clase media. Había Mayor cantidad de gente que se consideraba clase trabajadora. Ahora mismo no recuerdo los datos. Pero esa gráfica me llamó mucho la atención, porque hace pensar que nos estamos equivocando. Ni siquiera es cierto eso de que ya no haya gente que se considere de clase trabajadora. Hay un montón de gente que no está siendo interpelada en esos términos. Aquí en Venezuela sí, porque constantemente se hace énfasis en esto del gobierno obrero, presidente obrero; a veces quizás más retórico que real, no sé, esto ya ustedes lo dirán. Pero en muchos otros lugares esos términos están fuera de la agenda. Y no se trata de que estemos empeñados en que se les llamen obreros, esto es lo de menos, se trata de reconocer la existencia de una clase. Por ejemplo, López Obrador recientemente reconoció la necesidad de priorizar a los pobres; él decía, primero los pobres. Entonces, que se les llame como se les quiera llamar, pero lo importante es reconocer el papel que tienen los desposeídos en la sociedad y en las transformaciones de esa sociedad. Sin embargo, si se usa la categoría de Pobre, como lo hace Dussel, los que vivan bien, siendo trabajadores, no se van a identificar, diciendo que son de clase media. La gente suele mirar siempre para arriba, en la medida en que quiere, supuestamente, mejorar. La clase trabajadora que se autodenomina clase media, tiene pánico de ir a peor.
Entonces es delicado, porque también dependerá del grado de conciencia de cada persona que reciba ese mensaje. A lo mejor una persona que tenga una visión aspiracional, querrá que lo interpelen como clase media. Pero yo creo que el hecho de tener ahora una vivienda digna, una casa bien equipada, etc, no te cambia de clase social, solamente te hace vivir en condiciones dignas, que es lo que se merece cualquier ser humano, eso es todo. Pensar que por vivir un poco mejor hemos transitado de una clase a otra, entonces es asociar el hecho de ser trabajador a ser pobre. Esto no podemos permitirlo. Porque las luchas obreras empiezan para dejar de ser pobres, siendo trabajadores. El capitalismo nos lleva a estar trabajando y ser pobres incluso teniendo trabajo. Esto se está viendo en España cada vez más.
DA: Ya que introdujiste el tema de las izquierdas, y adentrándonos un poco en la situación política actual de nuestra región, te hago este planteamiento: en cierto sector político de América Latina existe una tendencia por culpabilizar a la propia clase trabajadora del resurgimiento del neoliberalismo en la región, esgrimiendo que se han dejado convencer por el aparato mediático del imperialismo. ¿No crees tú que esta es una posición, que, aparte de injusta con la clase trabajadora, exonera de responsabilidad a la izquierda dirigente en la pérdida del poder político en América Latina? Y, ¿No crees tú que la pérdida del poder político tiene justamente que ver con la poca participación de la clase obrera en las gestiones de gobierno de nuestras izquierdas?
AT: Totalmente. Estoy totalmente de acuerdo con el planteamiento. Me parece erróneo el análisis que parte de la idea de que son los trabajadores los responsables de haber dado los gobiernos ahora a Bolsonaro, que lo tildan de neofascista, ultraderecha, como se le quiera llamar, o a otros casos como el de Macri en Argentina; lo mismo para los demás gobiernos neoliberales que han sido elegidos por la vía electoral, porque por desgracia ha habido alternancias por otras vías no democráticas, con toda esta sucesión de golpes blandos, etc.
El otro día Pepe Mujica hacia unas declaraciones diciendo que los pueblos también se equivocan a veces. Yo me preguntaría: ¿Se equivocan los pueblos, o se equivocan los líderes políticos analizando la realidad de los pueblos? Porque a veces, esos líderes políticos se elevan tanto, aunque aparentemente vivan en la austeridad, se elevan por encima de las condiciones materiales de la mayoría de la gente, dejan de vivir en los mismos sitios, dejan, a lo mejor, de relacionarse con las mismas personas de a pie, de calle, y acaban diciendo cosas, como nosotros explicamos en el libro, que demuestran que no viven entre la clase obrera. Claro que hay gente de la clase obrera que vota a la derecha, que habrá sido seducida por esos valores, o que ha dejado de votar a la izquierda. Pero, la primera responsabilidad en todo caso es de la izquierda. ¿Qué ha hecho la izquierda mal, para que la gente deje de votarla? En el caso de Brasil salían unos datos que señalan que no son los sectores populares los que han votado mayoritariamente por Bolsonaro. Son sectores más ilustrados, blancos, etc. Lo mismo para el caso de la victoria de Trump, lo mismo para el auge del neofascismo en Europa. Me parece entonces, que hay una falta de comprensión de cómo funciona la clase trabajadora; y también, una respuesta muy fácil por parte de la izquierda, en donde más sencillo es decir que la gente es tonta, o la gente se deja manipular; porque, en definitiva, eso te exime a ti, como izquierda dirigente, de asumir tu responsabilidad de líder. El líder político es el que tiene que marcar la pauta ideológica.
Un gran problema, bajo mi punto de vista, humilde -digo humilde porque yo no estaba allí construyendo eso- es que un gran error es no apostar por la formación ideológica. Porque el mejoramiento material, si no va acompañado de un trabajo ideológico, de una toma mayor de conciencia, se puede acabar convirtiendo en una configuración de las conciencias colectivas que pierden la noción del deber, y sólo tienen la noción del derecho, del recibir, en donde la institución se entiende como un órgano paternal.
En los procesos revolucionarios y progresistas se debe generar la conciencia de que el acceso a los bienes sociales no viene dado porque un señor dadivosamente decidió darlos, sino porque existe una lucha política que no viene de ahora, que viene de décadas, y que ha cristalizado en una revolución. Esa revolución, dirigida por un sector de la clase trabajadora, aliada con otros sectores sociales, hacen las políticas para dar respuesta a una demanda histórica de esas clases. Pero no viene dado por una voluntad divina, sino porque hay una lucha dialéctica de relación entre las bases y la dirigencia. En el momento en que esto se pierde de vista, el proceso puede cobrar un carácter meramente asistencialista, en el que no se fomenta un espíritu crítico por parte de la gente, del pueblo.
Nos corresponde, a los que apostamos por una visión revolucionaria de los procesos políticos y de transformación social, dar herramientas a la gente para que se empodere, y sea ella la que tome las riendas y construya esa nueva sociedad. Siempre hay que tener en cuenta que en el marco del capitalismo el margen de maniobra que tienen nuestras izquierdas es limitadísimo. Se ha visto, podemos verlo en como tienen a Venezuela prácticamente bloqueada, cómo han tenido a cuba por décadas (Cuba por supuesto que es un caso más complejo). El asunto es que cuando te quieren hundir por ser díscolo, ellos tienen todo el poder, porque no estás aislado en el mundo, porque hay todo un sistema económico financiero internacional que no se controla desde el Estado. Se pueden hacer una serie de políticas desde el Estado, pero habrá muchos elementos que se van del alcance del propio Estado. Entonces, si no se apuesta por esa toma de conciencia, tal vez no se tenga respaldo por parte del pueblo para cuando te saquen del poder. Todo quedará como unos cuantos avances, una mejora en términos sociales, pero vulnerable a reflujos. Como los procesos históricos no se acaban, no sabemos lo que puede ocurrir después.
Creo que todo lo que se ha avanzado abona en que luego no se parta desde el mismo punto. Hay que lograr que se parta desde un punto más adelante. Pero a mí sí me duele mucho que se acuse a la clase trabajadora de ser la culpable de la involución política por encima de errores, que en primera instancia son de la dirigencia política que tienen que responder por ellos.
La conciencia de nuestros pueblos entre lo mediático y lo material
DA: En relación a la formación ideológica, que, en definitiva, es la formación de una conciencia crítica, y en relación a las prácticas revolucionarias de la izquierda, me gustaría hacerte este planteamiento:
Desde la concepción materialista de la historia, para no decir desde el marxismo académico, pudiéramos decir que lo que transforma la conciencia es el ser social, son las relaciones sociales materiales y reales. Sin embargo, estas acusaciones de las que hablábamos hace un instante, parecen omitir este principio fundamental, pues parten de que son los medios de comunicación los que trastocaron la conciencia de la gente, de la clase trabajadora, haciendo que votara por el enemigo. Ahora bien, sin negar la evidente y conocida influencia del aparato mediático imperial en la restauración conservadora en nuestro continente, este planteamiento deja por fuera el análisis de que tal vez la mayoría de nuestros procesos progresistas no lograron transformar de manera determinante las relaciones sociales, económicas y políticas, que lograran así mismo generar un cambio de conciencia de la gente, en detrimento del sentido común conservador, y a favor de un nuevo sentido común crítico.
¿Qué opinión te merece entonces esta tendencia a priorizar lo mediático sobre lo material a la hora de hacer los análisis de nuestra actual situación latinoamericana?
AT: A ver, aquí hay varias cosas: es innegable que hay una guerra psicológica que está totalmente diseñada para manipular la información, para incidir en las mentes de las personas, etc. Esto en el caso de la revolución bolivariana se ve muy claro. Esto es el preámbulo de posibles intervenciones. Esto es innegable. Pero también es cierto que no podemos quedarnos en la lamentación del «¡Uy que malos son!» porque es evidente que ellos van a hacer esa labor, que es la suya. La pregunta es ¿Qué hacemos nosotros para llenar ese vacío que han llenado esos medios? Porque la naturaleza borra ese vacío. Nosotros tenemos que dar la alternativa. Y hacerlo siempre pensando en esto que planteas tú: no tanto solamente en un discurso teórico, sino en lo concreto material cómo se construye y se hacen cosas para que cambie esa percepción que se tiene. Si a ti te están bombardeando en la tele con campaña anti socialismo, pero luego las relaciones de producción cotidianas que ves a diario no logra desmentir esa campaña, se hace cuesta arriba la tarea de cambiar la percepción de la gente. O incluso, voy a ser mucho más crítica, y lo siento, pero si tú estás poniendo carteles de vivir en socialismo y lo que estas asociando con vivir en socialismo es carestía, inflación, acaparamiento, imposibilidad de acceder a recursos básicos como la comida etc, se hace sumamente contraproducente. A lo mejor hay que rebajar el discurso ideológico, aunque suene contradictorio con lo que dije antes de la necesidad de la formación ideológica, porque cuando hablo de esta formación, no se trata sólo de dar discursos, sino de que haya coherencia. Es muy importante el ejemplo en la política, y en todo, en la vida. Dicen que para educar a un niño no es tanto lo que le dices, sino cómo actúas, entonces estos padres que dan sus discursos de la moral, y luego tienen una disociación total entre lo que le dicen a sus hijos de la ética y lo que ellos hacen en su vida cotidiana; por eso muchos niños se vuelven cínicos, o no creen lo que dicen sus padres. En política mucho más, si tú hablas de otros valores, de construir otro tipo de sociedad, no puedes repetir lo que hacen los dirigentes de la derecha ni puedes ir remando en la misma línea que el sistema.
A veces el problema no es que la gente haya votado a la derecha, sino que no se moviliza para votar. Lo que nos pasa en el Estado español es que los sectores más empobrecidos o donde hay más clase trabajadora, en esos barrios, votan mucho menos que en los barrios ricos. Los ricos sí tienen la conciencia de clase muy marcada, y ellos van bien tempranito y votan. Y la gente, que tiene un montón de problemas en su cotidianidad- y ni se diga aquí en Venezuela- pedirle un esfuerzo mayor, implica otra cosa. Tienes que motivarlos mucho. Yo ante esto creo en la visión guevarista de los estímulos morales, obviamente, pero también tienen que haber unos estímulos materiales, que estén vinculados con los morales, que le den sentido de pertenencia; que lo tomen como algo propio, no como una acción de delegar a otro a ver si hace lo que quiero que hagan, a ver si es verdad que defienden mis intereses.
Entonces, los medios hacen su labor, eso puede tener su incidencia, seguro que la tiene, aunque no tengo datos (si me quisiera poner sociológica) para decir qué porcentaje de gente ha sido influenciada por los medios. Seguramente hay estudios que analizarán eso, y tienen un papel importante; pero me parece, concluyendo, un poco engañarnos a nosotros mismos, sin hacer la necesaria autocrítica, y quedarnos con sólo el hecho de que todo es culpa de los medios que son muy malos y nosotros lo estamos haciendo muy bien. Pero, en definitiva, la autocrítica es que a lo mejor esos medios han logrado colar su discurso porque nosotros no hemos dado una respuesta que satisfaga.
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