El Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) fue fundado en 1984 en Brasil, teniendo como horizonte: luchar por la tierra, la reforma agraria y el cambio social en el país. Estos objetivos fueron ampliándose en función de la coyuntura sociopolítica y las condiciones históricas, convirtiéndose en una de las experiencias de lucha más representativas de los denominados Nuevos Movimientos Sociales[1]. Actualmente la organización y praxis del Movimiento dan cuenta no solo de las formas de operar del Sistema de Dominación Múltiple[2], sino de la urgencia de propuestas y prácticas emancipatorias transversales y multidimensionales, en las que la salida hacia la Reforma Agraria Popular incluya la construcción de contrahegemonía mediante: el desarrollo de otras formas de economías con base en el cooperativismo y la sustentabilidad, el enfrentamiento al agronegocio (Castro M, 2021); el impulso de la agricultura familiar, de la agroecología, del internacionalismo, de la mística revolucionaria, de la práctica de la solidaridad de clase (Gasparin G. y Witcel R., 2021); el avance hacia la construcción de feminismos populares e infancias libres de todo condicionamiento patriarcal. De ahí que la creación de espacios de formación política permanente que articulen estas dimensiones desde el marxismo, la educación popular, la teoría y la práctica política (Sudré Lu, 2020) ha sido uno de los pilares de lucha y resistencia del MST.
Eva María Guerra.- Desde su experiencia ¿qué elementos intervendrían en un análisis regional de la ofensiva y contraofensiva de la derecha?
Fabetz.- En nuestro continente hoy me parece que hay 3 aspectos a tener en cuenta:
I. El conjunto de acciones desarrolladas por el Imperialismo
En ningún momento de nuestra historia el enemigo ha parado de accionar. Existe una intencionalidad por parte del imperio, como una expresión de la necesidad permanente de acumulación del capital, de buscar las mejores coyunturas para su ofensiva; hay intencionalidades, por ejemplo en el caso de Latinoamérica, desde Washington y otros lugares, pero desde la necesidad del capital de seguir reproduciéndose. Lo que dialoga con el segundo elemento que debemos tener en cuenta.
II. La presencia de gobiernos progresistas
Eso que llamamos “gobiernos progresistas” es un término muy genérico, pues son proyectos que proponen, y muchas veces realizan, ciertos avances desde el punto de vista de la calidad de vida de la gente en cuestiones históricamente negadas, produciéndose una inserción en el mercado de consumo, de grandes parcelas de la población que antes permanecían dentro de lo que llamamos “pobreza”; pero que por el otro lado no rompen estructuralmente con las órdenes del capital. Entonces, es este un elemento para pensar la contraofensiva de la derecha, porque en varios países este modelo (que algunos llaman de neodesarrollista, progresista, popular, hay varias terminologías para él) fue en cierta medida funcional a determinado patrón de reproducción del capital. O sea, dado el contexto geopolítico y económico del último período era posible, aún en los marcos de la reproducción del capital, tener acumulación capitalista y relativa distribución de renta. No eran cosas que estaban en pleno antagonismo, o por lo menos en un antagonismo tan claro.
La base económica de estos gobiernos no tiene una dimensión de ruptura estructural con el sistema de acumulación; de ahí que cuando llega el momento en que el capital genera sus propias crisis y tiene elegir entre seguir acumulando o distribuyendo renta, y como desde la lógica del capital, la acumulación es su fin último (es decir, generar más capital), este posible pacto de intereses se disuelve por completo. Es ahí cuando aparece el tercer elemento.
III. ¿Cómo estos gobiernos operaron la llamada (una palabra que entró en la moda también) “gobernabilidad”? ¿Cómo se operacionalizó su proyecto político?
Por un lado (para citar algunos ejemplos), hay experiencias como la de Venezuela donde la gobernabilidad se da desde el empoderamiento de las masas como componente fundamental del procesos de cambio, siendo preciso retomar la discusión del Poder Popular, pues de cierta forma eso va creando contradicciones con la institucionalidad, aunque la base de apoyo del proyecto político es una base popular.
Por otro lado, hay experiencias como las de Brasil o Argentina, en las que esa gobernabilidad se desarrolla en el marco de las alianzas institucionales. Desde ahí, la apuesta no es empoderar al pueblo, sino que la apuesta es crear un arco de alianzas amplio que viabilice el proyecto de gobierno. En ese escenario, el problema es que la amplitud de este arco de las alianzas pone dentro de los gobiernos intereses que no son directamente de la población, sino que son intereses de fracciones de la propia burguesía, o sea, que son representaciones del capital dentro de estos gobiernos.
Podríamos decir que en el primer momento hay un marco de la lucha de clases en el que el capital no va a dejar de accionar, en el segundo punto está la cuestión del proyecto político y de su estrategia; y en el tercero la cuestión táctica. Ahora es un momento donde se puede hacer este balance con mayor claridad.
Ahora está claro aquello que muchos años atrás no percibimos, tan fuertemente, como síntoma de que algo podría pasar; el hecho de que, a través de un movimiento el capital logró, por un momento, instrumentalizar estos gobiernos haciendo concesiones a la vez que continuó garantizando su acumulación.
Sin embargo, frente a una crisis (que inicia en el 2008) tiene que elegir, no siendo posible sostener ese pacto social entre sectores de la burguesía y las demandas populares; yo coloco como excepción a ello, a Venezuela y en cierto grado a Bolivia.
En el caso de Brasil eso fue clarísimo. Ese proceso comienza con el gobierno de Lula, sigue con algunas características distintas en Dilma, y para el segundo mandato de Dilma el modelo ya se agota; pero existía la ilusión (no ilusión, como utilizan la palabra los españoles como algo bonito, sino como falsa idea) de que era posible que todos ganaran. Recuerdo que Lula decía en la campaña de su segundo mandato “nunca tanta gente salió de la pobreza en la historia de Brasil como en los últimos años de mi gobierno, y tampoco nunca los bancos ganaron tanto como en mi gobierno”. Lo que muestra una comprensión de que era posible que todos ganaran; lo cual es impensable en el marco de las contradicciones del sistema capitalista en sí mismo. Esto provocó una discusión respecto a si era una traición de algunos sectores, pero no es la traición de algunos sectores, sino que es la naturaleza de algunos sectores de preferir el capital a la gente.
Por tanto, tuvimos un gobierno de conciliación de clases en un contexto de antagonismo de clases; y las clases no se concilian.
Esa fue la apuesta política de esos gobiernos (progresistas), no tomar en cuenta la necesidad de empoderar a la gente como protagonistas del proceso. Por eso es que hablando de gobiernos progresistas hay que marcar muy claramente que Venezuela y Bolivia van por un lado, que Brasil y Argentina van por otro, Ecuador (con sus contradicciones internas) por otro.
Entonces analizaría esa contraofensiva de la derecha, en mi opinión iniciada en el 2009 a partir del golpe en Honduras, como un proceso de resignificación de los golpes (ahí viene la terminología terrible de golpes blandos y golpes institucionales, pero golpe es golpe, ¿no? Cambian las tácticas, pero la estratégia es la misma) y a nosotros en Brasil nos tocó este año (se refiere al 2016, impeachment a Dilma) ser la última víctima de este proceso, y por ser una economía tan importante empoderó a la derecha para endurecer la ofensiva contra Venezuela y contra Cuba, con todas las sutilezas con que llegan a Cuba y con menos sutilezas en el caso de Venezuela. Esos tres elementos los colocaría como importantes y centrales para comprender esa contraofensiva.
Eva María Guerra.- Tomando en cuenta la alusión a Venezuela en referencia a los gobiernos progresistas que no llegan a generar una ruptura con la estructura del capital. ¿Cómo analizaría la Revolución Bolivariana?
Fabetz.- No creo que Venezuela haya roto con la estructura del capital, mas tiene en su horizonte la ruptura. La cuestión es que eso nunca estuvo en el resto de los gobiernos (progresistas) como horizonte, la palabra “Socialismo” nunca fue parte de ninguno de los otros gobiernos. Lo que ocurre en Venezuela es que esa contraofensiva viene con nuevas modalidades, por ejemplo; reformularon la guerra económica que ya hace años implementan contra Cuba, y ahora la aplican con nuevas dimensiones y nuevos niveles de sofisticación contra Venezuela. Es la estrategia de atacar directamente las condiciones materiales de la población para que desde el pueblo se vaya creando el descontento que cuestione al gobierno, no volviéndose necesaria la intervención de los marines.
La ruptura con el patrón de acumulación capitalista es un proceso de largo plazo, pero es preciso que tenga un horizonte claro; superar la orden del capital. En Venezuela eso parece estar muy claro, que el objetivo de la Revolución es proponer un nuevo orden institucional, económico, político, social y cultural que trascienda la acumulación capitalista, eso que Chávez llamó Socialismo del Siglo XXI. Y aunque hay un montón de nombres y terminologías de qué sería esa sociedad postcapitalista, con varias discusiones teóricas al respecto; hay también un horizonte claro, por lo menos a nivel de proyecto político, anunciado. Sin embargo, todo proyecto político precisa de prácticas políticas concretas, y esas prácticas políticas encuentran hoy muchas dificultades justamente por los logros de este proceso de contraofensiva del capital desde el 2009 hasta hoy, cuya acumulación de fuerzas han podido dirigir con más contundencia hacia Venezuela. Adicionando a ello las contradicciones y errores internos de cualquier proceso que tiene la osadía de proponer cambios profundos. En el caso de Venezuela hay muchas limitaciones desde el punto de vista de los instrumentos políticos que se formaron durante el proceso porque son muy legítimos pero sufren las contradicciones que todos los instrumentos de izquierda sufren. Sin embargo, las contradicciones internas no pueden ser la justificación de no apoyar los procesos, sino que ahí está justamente el potencial de la autocrítica necesaria para revertir, para pasar de la defensiva a la ofensiva, que es el desafío histórico del momento actual.
Eva María Guerra.- En relación a las posibilidades concretas de construcción y fortalecimiento de experiencias de luchas emancipatorias ¿cómo describiría el momento histórico actual?
Fabetz.- Creo que estamos en plena defensiva, y una defensiva aún más problemática que en otro momento histórico, como la de los 90´en Latinoamérica, por ejemplo, con el auge del modelo neoliberal en todos los países; ese que en el caso de Cuba tuvo como consecuencias el Período Especial; que fue una etapa que implicó una derrota simbólica desde el punto de vista ideológico. Los 90´fueron un período de defensiva que tiene sus contradicciones porque, por un lado el movimiento obrero (los sindicatos, por así decirlo) como instrumento de representación; por la flexibilización de las leyes laborales que trae el neoliberalismo y la consecuente precarización del trabajo, se pone en plena defensiva; intenta en lugar de conquistar nuevos derechos, no perder lo poco que había conseguido. Los partidos políticos, por otro lado, y ahí podríamos analizar a varios partidos políticos de izquierda, se van institucionalizando; convirtiéndose, en muchos lugares, en verdaderas máquinas electorales desconectados de las bases populares que los crearon, y deviniendo instrumentos burocratizados cuya única tarea histórica son las elecciones. Esa defensiva se proyecta entonces en el marco de la democracia burguesa del modelo institucional electoral de nuestros países, que es el campo donde la burguesía opera mejor que nosotros, es su territorio de actuación por excelencia.
Hoy la ofensiva de la derecha se ha fortalecido, porque viene también de la derrota de proyectos políticos que se autodenominaban de izquierda como por ejemplo, el que duró 10 años en Brasil. Y me refiero a Brasil, no solamente porque soy brasileño, claro, sino porque Lula salía de la reunión con Chávez, y Chávez decía que Lula era un tipo bueno, y a la semana siguiente se sentaba con George W. Bush, y Bush decía que Lula era un tipo bueno. Entonces, eso de lograr agradar y conciliar intereses claramente tan antagónicos; recordemos que Brasil llega a proyectarse como la sexta potencia económica, superando a Inglaterra, fue creando ese mito de que hay conciliación de clases posible, todos pueden ganar (los bancos ganan, la gente gana) pero como no se producen cambios estructurales, eso tiene fecha de caducidad y cuando se agota, se agota. Llegado ese momento el capital va a elegir lógicamente reproducirse y no atender los intereses de la gente porque eso cuesta, y para el capital, como todo es dinero, lo que cuesta no puede ser algo superfluo como el bienestar de la gente, que es superfluo para la lógica del capital.
Eva María Guerra.- Atendiendo a las características de esa coyuntura actual que describe ¿Qué tipo de socialismo cree posible en la actualidad?
Fabetz.- Un tipo de Socialismo yo no sé, mas considero que hay dos elementos fundamentales para pensar eso. Uno, es tener una mirada crítica, fraterna, apasionada, en el sentido hermoso de la palabra, de nuestra propia historia. Creo que conocer a fondo esa lucha histórica de la clase trabajadora en la búsqueda de su emancipación y comprender las maneras en que cada realidad proyectó una forma de llamar a esta emancipación, de proyectarla, de ponerla en práctica, es una tarea de las nuevas generaciones. Mirar la historia y saber que no partimos de cero, que hay acumulados históricos en nuestras luchas y hay que tenerlos en cuenta, justamente para no cometer los mismos errores.
¿Hay que cometer errores? Sí, porque son parte del proceso, la contradicción siempre es una realidad, vendrán muchas equivocaciones pero que sean nuevas, no las mismas.
Y para ello es indispensable conocer la historia que está negada en muchos de nosotros por el débil acceso a la educación en nuestros países, por la invisibilización de las luchas populares en nuestra llamada historia “oficial”; y a pesar de ello hay que hacer el esfuerzo de mirar el pasado en el sentido de que el pasado está muy presente.
El otro elemento está relacionado, como dice el poeta (refiriéndose a Antonio Machado), al hecho de que “se hace camino al andar”, y la historia deja en claro que los manuales no sirven de nada. Ahora tampoco es tiempo de manuales, de seguir la fórmula de cómo hacer y qué hacer pues esta contraofensiva del imperialismo opera de manera general en su lógica pero a partir de los elementos específicos de la realidad de cada país, de su composición social. Y ese caminar en el que vamos haciendo el camino es algo que no se hace únicamente desde las ideas, que no basta un buen plan o una buena teoría que justifique lo justo de nuestra lucha, este camino no se hace solo, este camino se hace desde las masas. Respecto a la forma de hacerlo, yo no tengo idea, si tu la tienes compártela, pero un elemento que es importante es cómo podemos materializar luchas masivas. ¿Cómo involucrar a la gente en el cuestionamiento del orden, en la comprensión de los procesos y en la generación de alternativas? La incorporación masiva de la población a discutir la política, a actuar en la política es fundamental.
En los momentos de defensiva mucha gente dice “ahora es tiempo de estudiar, prepararse, entender mejor lo que pasa…”, pero eso no es solo cuando estamos en la defensiva, en la ofensiva hemos de hacerlo igual, es importante no desvincular el momento de la producción teórica, de la reflexión de la realidad, de nuestra acción política concreta. Justo ahora no es el momento de estar solamente estudiando y pensando qué hacer pues el proceso de formación de la conciencia tiene esa doble dimensión: se reflexiona, se hace, se hace a partir de lo reflexionado y se hace otra cosa, en eso consiste hacer el camino caminando.
Yo creo que una tarea que tenemos pendiente es la masificación de las luchas, de la discusión, de la formación. Masificar es una palabra a la orden del día, que cuesta mucho en un contexto diferente al del capital o de la derecha. A nosotros, los actores de izquierda, la historia muchas veces nos muestra y la realidad nos demuestra que la derecha, cuando está en crisis, se unifica y avanza y busca avanzar; en tanto la izquierda cuando está en crisis se fragmenta, se divide, empiezan las peleas internas, a manifestarse los contravalores de la disputa, los personalismos, emergen los dueños de la verdad del izquierdismo, la falsa radicalidad. Yo creo que masificar significa crear unidad, unificar; y la unidad no se hace desde lo que pensamos que debemos tener, sino desde lo que es posible construir, entonces la unidad se va a forjar a partir de dar soluciones concretas a los problemas de la gente. La unidad no va a darse diciendo, “miren, necesitamos hacer el Socialismo mañana porque si no, no vamos a estar emancipados…”, sino que necesita construir las condiciones. Y no se trata de que todos tengan que hacer todo en la unidad, sino que es preciso tener claro lo que le corresponde hacer a cada sector de la clase.
Enfrentar ese desafío de hacer la cosa masiva, con la gente y desde la gente implica superar la visión de que hay luchas prioritarias y luchas secundarias y terciarias, y luchas menos importantes y luchas marginales, sino que todas las luchas de todos los sujetos están articuladas en un elemento unificador que es la clase. Si miramos cómo abordan la izquierda burocrática tradicional o la vieja izquierda de los manuales soviéticos, la discusión de género por ejemplo, toda la cuestión de cómo se construyen las formas equitativas de la lucha de las compañeras, cómo aportan a la transformación social, es muy común el planteo de “primero hagamos la revolución y después solucionamos esos problemas, porque una vez hecha la revolución solucionamos ese problema”, así ocurre con un montón de otras cuestiones como el racismo, la transfobia, lesbofobia y todo lo que hoy está ubicado como luchas secundarias. Sin embargo, a mi entender, la cuestión no está en si tenemos que hacer la revolución para emancipar a las mujeres, sino que es emancipando a las mujeres que se crean las condiciones de la revolución.
Entonces, la unidad de la que hablo está en cómo articulamos esas diferentes luchas, porque a través de ellas el enemigo opera también.
Existen un montón de ONGs dividiendo la clase, planteando que las discusiones de género no tienen nada que ver con la clase, las discusiones de raza no tienen nada que ver con la clase, las discusiones de la sexualidad no tienen nada que ver con la clase. El enemigo opera en este campo fragmentando la clase fuertemente.
Y a mi entender hay que unificarlas bajo la clase; las mujeres tienen posición de clase, la raza y las sexualidades también tienen posición de clase. No quiere decir que las mujeres de la burguesía no sufren opresiones, pero son opresiones con condicionantes distintas a las de las mujeres de las clases trabajadoras. Además, la emancipación de las mujeres es en última instancia la posibilidad de emancipación del hombre del mandato de su masculinidad como fue forjada por el capital.
Creo que el camino se hace caminando, y cuanto más gente esté caminando en el mismo rumbo tanto mejor será para nosotros y nosotras.
Eva María Guerra.- Volviendo la mirada a Brasil y al reciente impeachment contra Dilma Rousseff, se hace imprescindible abrir el debate respecto a qué entendemos por Democracia y el papel de los pueblos en esos procesos.
Fabetz.- Desde la perspectiva de la derecha, lo que hicieron al retirar a Dilma del poder fue algo “democrático”, porque está en los manuales de cómo funciona el estado burgués y había las condiciones, las brechas en las interpretaciones jurídicas y lograron lo que lograron sin romper el orden institucional burgués. El gobierno de Dilma fue una continuidad del gobierno de Lula, porque hablamos de Lula y Dilma pero en realidad nos referimos a un proyecto construido sobre todo desde el Partido de los Trabajadores (PT) por lo que tienen en común los mismos aciertos y las mismas contradicciones. En este sentido considero un punto central, que es a su vez una gran autocrítica a la izquierda de Brasil y en especial a los compañeros del PT, el elemento de que en las elecciones para el segundo mandato de Dilma, la propaganda que hizo Dilma y el debate que instaló en la sociedad era un debate muy marcado por las posiciones del campo popular y por eso ganó las elecciones, y por eso ganó por tan poca diferencia, fue apretada la cosa, muy apretada, pero ganó; la gente fue a la calle a defender, no necesariamente a Dilma, pero sí a un proyecto que tenía en cuenta a la población y a sus necesidades estructurales, no en una lógica de el menos malo sino en una lógica de que había un proyecto a defender, y por eso ganó Dilma. Sin embargo, en el momento en que gana su segundo mandato aplica, principalmente en el marco de la macroeconomía, la agenda del derrotado; hace el ajuste fiscal, comienza a discutir flexibilizaciones y reformas en el marco de la previdencia social, y no fue eso lo que la gente votó.
Pero, ¿por qué Dilma comienza a hacer todo eso?, ¿por qué aplicó el programa del derrotado? Porque había una comprensión de que eran necesidades tácticas por la gobernabilidad, fundamentada sobre todo en las alianzas con otros sectores y siempre de acuerdo a las pautas sociales más duras. Creo que eso en un momento la apartó y creó un campo crítico desde la izquierda a sus acciones, y por otro lado empoderó el debate conservador dentro de su gobierno, que después fue el sector que empezó a organizar el golpe y lo consolidó. Considero entonces, que el principal error fue no aplicar el programa que la eligió, sino que empezar aplicando un discurso de “vamos arreglar las cosas y después vamos a hacer”, y si no haces no arreglas, ¿no? Hoy se puede analizar ese momento como de cierta inflexión de los rumbos del gobierno que empieza con Lula, porque era un ajuste muy fuerte. Colocar de Ministro de Economía a un tipo claramente neoliberal, proveniente de las escuelas gringas de macroeconomía, tiene consecuencias prácticas en la economía sobre todo en un contexto de crisis mundial donde los ajustes no solucionan nada excepto para el capital y crean un descontento que la propia derecha va a utilizar, junto con el deterioro en las condiciones de vida, para ir contra el gobierno. Yo jamás diría que el gobierno creó sus propias condiciones de caída, pero sí que la derecha aprovechó de las fracciones y brechas creadas a partir de la aplicación de una política que representaba el proyecto derrotado.
En un país como Brasil hay muchas dimensiones que evaluar. En el marco de la Reforma Agraria, por ejemplo, hubo muchos avances en lo que respecta a la comercialización de los productores, en calificar a partir de políticas públicas los asentamientos ya existentes, pero hubo retrocesos terribles respecto a la adquisición de tierras a través de la función social de la misma. Por lo tanto hay que pensar en las características del gobierno de Dilma y nuestras expectativas de lo que es y no posible hacer en el contexto de un gobierno sometido a la orden burguesa, no se pueden exigir cosas que la gente no prometió. Nos toca hacer la autocrítica de que quizás teníamos expectativas muy elevadas sin tener en cuenta de que en esas condiciones no era posible realizarlas.
Pensando en una posible comparación con Temer tendríamos que decir que no son lo mismo, porque son expresiones de procesos históricos distintos. Digo esto porque el ataque al PT no busca destruirlo, sino que es una ataque a toda la izquierda; comienza por el PT y termina diciendo: “esos de izquierda son todos lo mismo”. Ese pensamiento se siente en lo cotidiano, se polarizó la sociedad y aparecen los de derecha y los de izquierda como si fuesen todos la misma cosa. No son lo mismo porque Dilma representaba, aún con sus contradicciones, a este campo que fue forjando un proyecto histórico desde el fin de la dictadura militar a la par que construyendo una concepción de llegada al poder (sin estar exentos contradicciones en el medio del camino en las que tristemente se priorizó la institucionalidad frente al poder popular como alternativa de gobernabilidad). Además de eso, Temer (como que en el gabinete presidencial hay un botón que dice turbo) aceleró muchos procesos desde el primer día en que asumió como presidente interino, que Dilma estaba proponiendo hacer y pensaba hacer desde su equipo económico, desde las fracciones más conservadoras del gobierno. No podemos olvidar que Temer era el vice de Dilma, fue electo junto con Dilma en las elecciones, es la tangible expresión del proyecto de conciliación de clases.
Lo que vivimos ahora en Brasil (refiriéndose al período de gobierno de Temer) es una contrarreforma nivel mil. Cada día se pierde un derecho, cada día hay un nuevo retroceso. Recientemente se aprobó una normativa nacional que saca como 1400 horas de las escuelas que se consideran no son necesarias y las disciplinas de humanidades como historia y psicología pasaron a ser optativas. Por ello considero que decir que Dilma y Temer son lo mismo es muy confortable, principalmente a los sectores que se consideran de centro izquierda que no tienen una base social concreta a la cual responderle, no tienen demandas concretas. Por lo tanto, para un grupo chico de intelectuales ultrarradicales pueden ser lo mismo, pero para la gente que tienen sus condiciones de vida empeorando cada día que pasa Dilma y Temer son muy diferentes.
Siempre hay que tener cuidado de mirar los procesos desde lo que la gente entiende de los procesos, no desde lo que nos gustaría que fueran. Si bien hay que construir lo que queremos, hay que partir de cómo la gente entiende la política, de cómo la gente comprende su realidad cotidiana, solucionar los problemas cotidianos. Y en el marco de ese camino que se hace caminando, del que hablábamos hace un rato, hay que tener correlación de fuerzas. El más lindo de los proyectos si no tiene correlación de fuerzas no sirve, o peor, es funcional al enemigo, por eso es que la masividad en las luchas me parece un punto central para nosotros ahora. ¿Cómo avanzar en la masificación de las luchas? y ¿Cómo se hace el balance autocrítico? Porque muchos partidos piensan más en los candidatos que en cómo organizar la clase, y organizar la clase es lo fundamental hoy, no ganar elecciones, en mí opinión, porque aunque ganar elecciones nos pueda ayudar a organizar la clase, no será garantía.
Otro elemento de este balance de los gobiernos progresistas que nos queda para seguir pensando es una de las lecciones de esa madre que cuida mucho de nosotros, que es la historia, y es que no basta con mejorar las condiciones materiales de la gente, si eso no es acompañado de un proceso de construcción política, de fortalecimiento ideológico para defender el proyecto hasta las últimas consecuencias. Dentro del orden del capital mejorar la vida de la gente es posible por cortos períodos de tiempo, por parcelas específicas de las poblaciones de algunos países, y ahí podemos mencionar los BRICS como una alternativa dentro del orden de acumulación capitalista. Sin embargo, hay que tener en cuenta que aunque es un contrapeso importante, que en la construcción de la geopolítica sirve, no es la solución porque necesidades generan nuevas necesidades y hay que tener mucha política en la cabeza para comprender eso. Si la gente tiene sus condiciones básicas solucionadas van a querer algo más, lo cual es muy justo, pero que si no tienen la comprensión de lo que cuesta satisfacer esas necesidades básicas, el día que no tienen eso, pueden devenir en la masa de maniobra del enemigo.
Yo creo que la guerra económica realizada históricamente contra Cuba y que ahora, con nuevos elementos, desarrollan contra Venezuela está vinculada con las maneras en que los procesos logran o no una fortaleza ideológica, porque una vez privadas las condiciones materiales ¿qué pasa con la gente? Bueno, pasan cosas en Cuba, pasan cosas en Venezuela, pasan cosas en Brasil, hay que reflexionar bien, porque nuestro enemigo no puede ser la gente. Porque la gente tiene que comer, la gente quiere cosas. Nosotros combatimos el consumismo, pero el consumo es parte de la existencia. Entonces no se puede decir que la gente es mala, mientras no tiene que comer, no hay ideología con la panza vacía. Los gobiernos progresistas demostraron históricamente que mejorar las condiciones materiales no basta, hay que tener política, radicalidad, enfrentamiento, conciencia.
Y desde mi opinión, la conciencia se construye en la práctica no en los discursos, no se resuelve votando al partido A o B.
Eva María Guerra.- Pensando en la articulación de los contextos globales, regionales, nacionales y territoriales en la reproducción de la hegemonía del capital ¿qué lugar ocupa el MST en el proceso de transformación de la realidad política social presente y para la lucha futura?
Fabetz.- Existen varias dimensiones que son parte de nuestras reflexiones hoy, una de ellas relacionada a la llegada de Temer al gobierno y el inicio de un proceso de ampliación y sofisticación de las formas de represión estatales a las organizaciones populares. Se amplía y se fortalece la criminalización de la lucha y de la pobreza, por tanto todos los sectores que se movilizan por sus derechos, con la creación de esa estructura política — judicial, serán encuadrados como sujetos que tensionan el orden y quieren romperlo. Se produce entonces, una ampliación de la represión al mismo tiempo que de la jurisprudencia, en que una acción política para el cambio se convierte en un crimen.
Otro elemento de nuestras reflexiones como MST, es el hecho de tener más claro cuál es nuestro rol en su contribución a otras organizaciones. ¿Qué corresponde al MST? Porque tenemos una organización de más de 30 años, con acumulados de diversas dimensiones de la lucha política y cómo dialoga eso con otras organizaciones, para enseñar y para aprender, sobre todo para aprender. Creo que es un momento en que, mientras más grave la crisis nuestra, de la izquierda, más necesaria se hace la solidaridad con otra gente, el intercambio; hay que estudiar juntos, hay que hacer un montón de cosas juntos. Ese es el gran aporte del MST desde lo que acumulamos, porque tenemos claro que el MST no es el instrumento político de la revolución brasileña, puede aportar a eso, mas no será el MST el que hará la revolución, va a ser el pueblo y no necesariamente desde el MST. Entonces no tenemos esa pretensión que muchas otras organizaciones tienen de que “si no es conmigo no habrá revolución, soy el instrumento por excelencia”, nosotros decimos que nuestro mayor sueño es dejar de existir; se realiza la Reforma Agraria, queremos la Reforma Agraria Popular, y no hay necesidad de que exista el MST; pero en lo que se dan esas condiciones hay que seguir luchando. ¿Qué podemos aportar, y qué de los aportes de los otros nos pueden ayudar a pensar nuestras propias contradicciones internas? Serían elementos a tener en cuenta.
Otro de los elementos está vinculado a ¿Cómo el MST puede aportar a la masificación de las luchas? Considero que los esfuerzos que van constituyéndose, llenísimos de contradicciones pero muy necesarios, importantes y urgentes, de construcción del Frente Brasil Popular, así como las experiencias de unidad de los sectores de la izquierda, es algo que para nosotros es muy importante y en eso estamos poniendo mucha energía, mucho esfuerzo. Desde el aporte crítico y también con la comprensión del momento histórico, no decir que somos mejores que ninguna organización, porque no creemos en eso. Hoy estamos muy metidos en esos esfuerzos de unidad a nivel nacional y también poniendo empeño en las articulaciones internacionales como Alba Movimientos, defendiendo los espacios de conocimiento y de articulación de otras luchas. A nivel de enfrentamiento, esto se vuelve necesario para obtener conquistas, porque el movimiento de masas requiere de conquistas, pero esas conquistas vendrán a partir de luchas que no podemos hacer solamente de la misma forma en la que las hacíamos antes.
Estamos comprendiendo el momento como un desafío para la organización sobre qué tipos de luchas tenemos que impulsar. Lo que nos queda cada vez más claro es que la lucha por la Reforma Agraria Popular no es una lucha de los Sem Terra nada más, es una lucha de tod@s, y más ahora en este contexto, por la comprensión que tenemos de ella. Porque la Reforma Agraria no es sólo acceso a la democratización de la tierra sino que existen otras dimensiones para pensar el territorio, no solo como espacio geográfico, sino como un espacio económico, educativo, cultural, existencial con todas sus dimensiones, y cómo la Reforma Agraria Popular ayuda a romper con esa dicotomía impuesta entre campo y ciudad. Cada vez ganamos mayor claridad respecto a cómo nuestras conquistas dependen de cómo avanza el conjunto de la clase, y con apoyo de la población a un proyecto de Reforma Agraria, cuya lucha nos toca desarrollar, pero sin el apoyo del conjunto de las luchas de la clase no logramos siquiera nuestras reivindicaciones más corporativas. La tarea de articular con otros sectores es para fortalecer el campo popular, pero también para viabilizar las conquistas a las necesidades de nuestra base de 1 millón y medio de personas, que es un número grande para una organización, pero en un país como Brasil de 203 millones de personas somos muy chiquitos, porque hay mucha gente que no está organizada.
Otro elemento está vinculado a los procesos formativos, que siempre fueron una preocupación del MST, ¿Cómo desde la formación política se pueden construir nuevas teorías, sistematizar, producir conocimiento adecuado a este tiempo histórico? ¿Es formación o es información? No hacemos los cursos nuestros para informar a la gente de lo que pasa, sino para que se produzca una construcción colectiva. ¿Y cómo sistematizamos a través de la producción de un conocimiento colectivo que esté a la altura del momento histórico? Ese es otro desafío ¿Cómo aportar a una lectura de la realidad mirando la historia, sus contradicciones, mirando la especificidad de los procesos?
Dice un filósofo español[3] que guardemos el pesimismo para días mejores, porque no tiene sentido. Yo digo, si bien hay elementos críticos sobre los cuales hacer balance, no es el momento de estar como los cristianos ultrarradicales que están ahí sufriendo y pagando sus penitencias a Dios; es un momento de dar ánimo, es un momento inspirador, de meter a la juventud a inspirarse también, de ver lo hermoso de la lucha. Y no es fácil porque a veces la situación se pone complicada, pero hay que animarse, no estar tristes, deprimidos, centrados en la derrota, sino pensamos que nosotros somos el problema, y nosotros no somos el problema, somos parte del problema y somos parte de la solución del problema por eso. Es preciso no creer en el canto de sirenas, como se dice en castellano, respecto a la crisis de la izquierda, porque fue lo mismo que nos dijeron en los 90´, que la historia terminó y que el capitalismo era el único sistema, y fuimos capaces de crear una ofensiva con los gobiernos progresistas que entre otras cosas sirvió para decir que la historia no para, que es una construcción permanente.
No estamos derrotados, y ese es el gran problema del capital, no puede derrotar a los trabajadores porque no existe sin ellos, pero los trabajadores pueden existir sin el capital, entonces nunca nos van a derrotar, nunca nos van a eliminar aunque la historia tenga sus momentos de retrocesos. Y si nos toca un momento que podríamos evaluar de retroceso, nos toca también la tarea de construir nuestra propia ofensiva para continuar librando esa lucha apasionada y apasionante que es la lucha por nuestra emancipación.
Notas
[1] Para profundizar en el concepto se sugiere la lectura de Raúl Zibechi y Boaventura de Sousa Santos.
[2] Para desarrollo teórico puede consultar: Leis Raúl y Gilberto Valdés Gutiérrez.
[3] Refiriéndose al filósofo José Antonio Marina: “El pesimismo es un lujo que sólo se puede uno permitir en los buenos momentos. Cuando las cosas se ponen difíciles, el optimismo se convierte casi en un deber moral”.
Referencias bibliográficas
Castro M, 2021. El MST cumple 37 años y muestra la fuerza de la agricultura familiar en la pandemia. Disponible en: https://www.brasildefato.com.br/2021/01/22/el-mst-cumple-37-anos-y-muestra-la-fuerza-de-la-agricultura-familiar-en-la-pandemia
Gasparin G. y Witcel R., 2021. MST: 37 años de lucha y existencia ¿Qué explica la existencia de un movimiento campesino con tan larga existencia?. Disponible en: https://mst.org.br/2021/01/24/mst-37-anos-de-luta-e-existencia/?fbclid=IwAR39qI2zJQU_fsC1aBkB1lu5y0D5GL3iCf0uHC_y5JX02UvWN3ml7jQ_BW4
Sudré Lu, 2020. Escuela Nacional Florestan Fernandes, 15 años formando militantes en Brasil. Disponible en: https://www.brasildefato.com.br/2020/01/24/escuela-nacional-florestan-fernandes-15-anos-formando-militantes-en-brasil
Sobre la autora y el entrevistado
Eva María Guerra González, la entrevistadora, es cubana, feminista, educadora popular, psicóloga y especialista en Políticas Públicas y Género. Coordina la revista de análisis político desde una perspectiva feminista: Waslalas
Fabetz es un militante del Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) — Brasil y miembro de la Coordinación Político Pedagógica de la Escuela Nacional Florestan Fernandes (ENFF) y del Colectivo de Relaciones Internacionales (CRI).
* Esta entrevista fue realizada en la Escuela Nacional Florestan Fernandes (ENFF) durante el curso de Teoría Política Latinoamericana (São Paulo, Brasil, 2016), uno de los proyectos formativos del MST para militantes, cuadros y dirigentes de movimientos sociales de América Latina. La Tizza la reproduce por la vigencia que conservan las ideas que contiene para comprender el actual escenario en América Latina y replantear con acierto las estrategias de lucha revolucionaria.
Fuente: https://medium.com/la-tiza/construir-nuestra-propia-ofensiva-fe24e28e1a08